
COMUNIDAD
La Reconquista
El origen del orgullo nacional
«Corría 1806. El Virreinato del Río de la Plata agonizaba bajo la cobardía de sus gobernantes. Mientras el Virrey Sobremonte huía con el tesoro y los ingleses pisoteaban Buenos Aires, algo estalló en el corazón del pueblo: la dignidad. No hubo ejércitos extranjeros, ni salvadores de ultramar. Solo gauchos, criollos y sacerdotes, hombres y mujeres armados con coraje y una cantidad variopinta de anticuadas armas, decidieron que nadie les robaría su tierra, su religión y sus costumbres. Esta es la historia de cómo Argentina nació en las calles, bañada en gloria, sangre y pólvora.»
El 27 de junio de 1806, un puñado de ingleses entró en Buenos Aires y la tomó sin que sus gobernantes ofrecieran resistencia. El Virrey Sobremonte, a cargo del Virreinato, había huido a Córdoba. El tesoro del Virreinato ya había sido robado y estaba en camino a Londres.
La liberación tendría que venir desde abajo, desde el pueblo que, pasado el asombro inicial, se llenó de un sentimiento de indignación y vergüenza por la derrota, y de odio por el invasor.
Ignacio Nuñez, historiador de la época y participante en las luchas de 1806 y 1807, diría en sus crónicas: “Ellos creyeron que la invasión de los ingleses imprimía en todos una mancha que no podía borrarse sino con su propia sangre…El sentimiento de la humillación y del amor propio herido fue el único que formó todas las conciencias”.
Por otro lado hay que decir que, en ningún momento, los patriotas que buscaban expulsar al invasor, alimentaron la idea de que sería preciso recurrir a la ayuda exterior para hacer posible la Reconquista. El asunto era considerado doméstico, y así como sobre los habitantes de Buenos Aires había recaído exclusivamente la humillación de su pérdida, también su propia rehabilitación requería que el esfuerzo fuese propio.
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Así como sobre los habitantes de Buenos Aires había recaído exclusivamente la humillación de su pérdida, también su propia rehabilitación requería que el esfuerzo fuese propio.
La experiencia histórica nos enseña que nosotros podemos y debemos levantarnos de nuestra actual situación semicolonial por cuenta propia. Esto no implica dejar de lado la búsqueda de la integración regional, pero como diría Perón casi 170 años después, para un argentino no hay nada mejor que otro argentino.

Volvemos al invierno de 1806. Hubo varios planes que se fraguaron al calor del secreto. El primero le correspondió a Juan Vázquez Feijoo, que simplemente quería armar con cuchillos a toda la población y degollar a los ingleses al momento de su formación matutina. Luego, por suerte para la población, vendrían planes más elaborados. Martín Rodriguez (un famoso patriota luego) estuvo a punto de secuestrar al comandante inglés Beresford, como parte de uno de esos planes descabellados pero llenos de valor.
Y aquí es que apareció Santiago de Liniers, un capitán francés al servicio de la corona española, que no alcanzó a participar en la defensa de Buenos Aires. Cuando él llegó, ya la ciudad había sido tomada por el enemigo. Se dirigió entonces a Montevideo, y luego de obtener la aprobación del gobernador de la ciudad, Ruiz Huidobro, se puso en marcha para reconquistar Buenos Aires con casi 1000 hombres y unos 10 barcos. El 1° de agosto embarcó con sus hombres desde Colonia, y luego de una penosa marcha de varios días, llegó el 10 de agosto al día decisivo, que lo encontró esperando atacar en Corrales de Miserere, lo que hoy es Once.
Ese día los patriotas iniciaron la mañana con una misa y por la tarde atacaron. Tomaron la zona de Retiro y se hicieron fuertes allí. En principio, Beresford y los 1200 ingleses que tenía a su cargo, pensaron en hacerse fuertes en la ciudad, más específicamente en la zona que hoy es Plaza de Mayo, frente al Fuerte (hoy Casa Rosada).
Se dieron cuenta rápidamente, al no poder conseguir víveres de ningún tipo en la ciudad, que todos los habitantes les eran hostiles en extremo y que no podrían sostenerse en Buenos Aires más tiempo. Quisieron escapar, pero calcularon mal el tiempo que Liniers demoró en llegar a la ciudad. Cuando lo intentaron, fue imposible, ya estaban rodeados por los patriotas.
El 11 de agosto Liniers ya tenía 2000 hombres, y tanto el pueblo de Buenos Aires como el general Beresford se prepararon para el asalto final.
El 12 de agosto los patriotas se dividieron en 3 columnas y avanzaron por las calles que hoy se denominan Reconquista, San Martín y Florida, en dirección hacia el Fuerte. La columna de la calle Florida se dividiría en dos, una doblaría por la actual Rivadavia para enfrentar de frente al invasor atrincherado en la Plaza del Fuerte, y la otra siguiría hasta Moreno para pegar la vuelta por Reconquista y atacar la Plaza desde el sur. Sin embargo, los historiadores dirían luego que todas las calles que circundantes al Fuerte estaban llenas de milicias enardecidas que solo querían avanzar y avanzar. Las bajas sufridas por el pueblo fueron altas, ya que fueron barridos por la metralla y la fusilería inglesas en calles angostas sin mucho lugar para guarecerse. Esto no hizo más que enfurecer al pueblo que siguió avanzando.
Los invasores se replegaron desde todos sus puntos defensivos ante el feroz ataque y se refugiaron en el fuerte. En principio intentaron rendirse, mostrando una bandera blanca, pero los patriotas, enardecidos por la lucha y por los muertos propios, sumado a las voces que vociferaban que no había que dar cuartel a los herejes, siguieron haciendo fuego graneado sobre el cuartel.
Beresford se rindió sin condiciones, y el pueblo y las milicias sólo pudieron ser aplacados cuando alguien izó una bandera española en el fuerte. Más de 200 muertos y heridos patriotas y unos 160 británicos dieron cuenta de lo feroz que fue el breve combate.
El enemigo inglés estaba rendido y derrotado. La Reconquista era un hecho.
Casi un año después, en una carta fechada el 4 de mayo de 1807, Beresford le explicaba al ministro de guerra británico que: “… por lo que aconteció en ese día apareció manifiesto que yo, además de las tropas traídas por los señores Liniers, Pueyrredón y otros, debía tener en contra mía toda la población de la ciudad…”.
Este dato no es menor, ya que es aquí donde la población del Virreinato del Río de la Plata comenzó a tomar conciencia de sus posibilidades y de su potencial. Se eligieron autoridades propias, se crearon unidades militares, surgió un fuerte sentimiento de pertenencia a la tierra propia, a la cultura propia, la religión, el idioma y las costumbres, que serían el germen de la Nación Argentina.
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Es aquí donde la población del Virreinato del Río de la Plata comenzó a tomar conciencia de sus posibilidades y de su potencial. El germen de la Nación Argentina.

La Reconquista no es solo historia. Es un espejo. Hoy, como en 1806, nuestra amada Patria enfrenta al mismo enemigo de siempre, el Reino Unido de Gran Bretaña. Éste controla parte de nuestro territorio e intenta avanzar por más, incluso con gente operando a su favor que tienen DNI argentino, aunque en el fondo se autoperciban otra cosa. Pero el mensaje de Liniers y sus milicias sigue intacto: podemos enfrentar a los poderosos y vencer. No necesitamos permiso para defender lo nuestro. Basta recordar aquel 12 de agosto, cuando un puñado de patriotas le torció el brazo al Imperio más poderoso del planeta.
Si algo nos enseñaron esos días es que la grandeza y la libertad no se negocian: se conquistan.
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