
COMUNIDAD
DECIME ALGO LINDO
23 de Septiembre de 2025
Por: Ludmila Chalón
Aquí no transitamos solo política o militancia: construimos un todo, un espacio donde amistad, proyecto y fe conviven como horizonte colectivo.
Un montón de manos se movían por el lugar, saludando, presentándose, pasando el mate, organizando todo con cuidado.
Entre risas y besos se armaba el altar con los colores patrios, las mesas se acomodaban y el espacio respiraba, esperando recibirnos.

Cada gesto, cada saludo, contenía un poco de magia: el deseo de compartir, el anhelo de encontrarse. El latido silencioso y coordinado que se oye cuando resuena algo más grande que uno mismo.
Los compañeros empezaban a conocerse, a reconocerse, con cada mirada que cruzaban y con cada risa que escapaba de ese colorido patio.
Esperamos a que llegaran los últimos, y cuando se hizo la una comenzaba la misa: un momento tranquilo y emotivo donde todos fuimos uno en la celebración.
Hablamos de compartir, de nuestras expectativas y del porqué este proyecto también necesita una dimensión espiritual.
Aquí no transitamos solo política o militancia: construimos un todo, un espacio donde amistad, proyecto y fe conviven como horizonte colectivo.
El padre nos acercó un texto del Papa Francisco, gran mentor de nuestra causa, un argentino que ha llevado nuestros valores al mundo.
El texto hablaba de los pueblos que trabajan por la transformación, de ser guardianes de la dignidad, y de los humildes como motor de la humanidad.
Nos recordó que ahí, en esos momentos que parecieran contraintuitivos con los climas de época, resguardamos las cosas más lindas y transformadoras de la experiencia humana.

Hablamos de volvernos amigos y comprender que la felicidad no es una idea abstracta: es un derecho que debemos ejercer.
Ser felices haciendo política y hacer política para que otros sean felices.
Luego llegó la lectura del evangelio: cinco panes y dos peces.
Nos ubica con Jesús rodeado de gente común que parecía perdida, predicando sin descanso, ofreciéndoles su palabra. Hasta que cae la tarde y surge una necesidad: comer.
Los apóstoles dudan, sugieren dispersar a la gente y que cada uno resuelva su hambre, pero Jesús los invita a sentarse a todos, y con ese gesto nos enseña que el milagro no está en irse o desatender la necesidad del hermano, sino en la abundancia que puede surgir de compartir lo que se tiene.
Con cinco panes y dos peces comieron todos, y hasta sobraron canastas enteras de alimentos. Y ese milagro no se hizo presente como en los dibujitos, con una luz mágica acompañada de cantos de ángeles que genera la multiplicación como un show, sino en la dinámica de servir la mesa misma compartida.
Ese milagro es fundacional para el cristianismo, muestra que la gracia de Dios se encuentra en atender al otro. Es la fe y el amor con entrega lo que moviliza la multiplicación.

También es fundacional para nuestro espacio, el peronismo. Ver en los efectos del espíritu y de la historia que la abundancia surge cuando los hombres y mujeres organizados, unidos por un objetivo común, ponen sus manos y sus corazones al servicio del otro. Y así dando y confiando, la abundancia nos desborda material y espiritualmente.
Allí entonces, la mesa servida para todos se convierte en horizonte, el encuentro en proyecto, y el compartir en trascendencia.
Compartimos el pan y el vino, y nos dimos la paz entre todos. Y en cada saludo, la certeza de que la vida se transita mejor cuando la coincidimos con el otro.
Se terminaba el encuentro espiritual y llegaba el material. Las mesas y sillas se reorganizaban en un gran tablón digno de domingo: llegaban las empanadas, el vino, los juegos, las risas y el arte: unos tanguitos, chacareras, bailes, música.

Que bonito ver cómo el milagro de hace 2000 años vuelve hoy en los gestos simples de esa gran mesa de compañeros. Allí la alegría se multiplicaba como los cinco panes y dos peces, hasta desbordar.
Iba cayendo el sol y se veía cómo el encuentro había sido un éxito, le habíamos dado al proyecto unas puntadas más de humanidad.
Nos íbamos hermanados desde la risa, la confianza, la cercanía. Habíamos sembrado, en un par de horas, la base de cualquier sueño colectivo.
El destino es incierto ¿Cuánto falta? ¿Cuánto tiempo? Cosa menor.
La trascendencia no conoce de tiempos ni espacios, pero se hará aportando y construyendo un nosotros.
Un domingo en una mesa grande es tradición, es unión y es compañía. Es ir dejando atrás la lógica de mezquindades y desunión que durante años nos impidió sentarnos a compartir juntos. Es nuestra simple y rica humanidad, desarmando viejas costumbres que envenenan los proyectos comunes, pisando cabezas que imponen intereses individuales.
Construimos un horizonte sembrado de historia, cosechado con trabajo y fe. Esquivamos golpes propios y ajenos todos los días que muchas veces nos dejan sin aliento. Por eso, compañero, en esa misa criolla, en ese domingo, armamos juntos un bastión seguro, para que sea custodio de todo lo valioso de nuestra tradición argentina y peronista. Un lugar donde, además de pensar y hacer política, nos encontramos a sanar vicios, heridas y desilusiones.
Y retomamos una de aquellas frases que alguna vez nos dañó y avergonzó, para resignificarla, para transformarla en algo que nos abrace:
“Decime algo lindo”
Compañero,
Pienso en vos, construyo con vos, espero por vos, comparto con vos.
Sos mi amigo, sos mi hermano, sos mi amor, sos mi vecino,
sos parte de mi vida y del suelo que amo y riego todos los días.
Y creo en vos,
porque viéndote ser,
también creo en mí.

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