El imperio no suelta cuando muerde
A 50 años del Golpe de Estado en Chile, aparecen dos nuevos documentos desclasificados por el Departamento de Estado estadounidense, correspondientes al 8 y 11 de septiembre de 1973. Ambos documentos ratifican la participación de fuerzas militares norteamericanas, así como el apoyo de entidades de inteligencia y diplomáticas de los Estados Unidos contra el gobierno de Salvador Allende.
En el informe puede leerse: «Los planes de los oficiales de la Marina para desencadenar una acción militar contra el gobierno de Allende… xxxxxxx (texto tachado)… cuentan con el apoyo de algunas unidades clave del Ejército xxxxxxx (texto tachado). La Armada también cuenta con el respaldo de la Fuerza Aérea y de la policía nacional”.
Luego figura el análisis de los servicios que operaban en Chile para garantizar el plan yanqui: “No hay evidencia de un plan de golpe coordinado de tres servicios. De hecho, últimamente hemos estado hablando… xxxxxxx (texto tachado)… de formas de construir unidad entre servicios con miras a aumentar la influencia de los militares en el gobierno. Si los jefes de la Marina actúan con la creencia de que automáticamente recibirán apoyo de los otros servicios, podrían encontrarse aislados”.
Como es necesario oponer un plan contra otro, los servicios aportaron como conciben del otro lado: “El Presidente Allende… xxxxxxx (texto tachado)… temprano esta semana… xxxxxxx (texto tachado)… dijo que creía que las Fuerzas Armadas pedirían su dimisión si no cambia sus políticas económicas y políticas. Planteó la perspectiva de un ‘enfrentamiento armado’ entre sus seguidores y los militares. Allende dijo que sus partidarios no tienen suficientes armas para prevalecer en tal evento y que no es bueno tratar de distribuir más armas ahora, ya que los militares no lo permitirían. La única solución es política”.
Bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional, los norteamericanos no temieron en intervenir un gobierno democrático que apelaba a la vía política y pacífica hacia el socialismo. Pues, aunque ésta haya sido llevada a cabo bajo los términos legales del régimen vigente, no era compatible con los intereses yanquis se veían más que nunca en jaque desde el comienzo de la Guerra Fría.
No tenemos que ver a esta desclasificación tardía de los archivos como una bonanza a modo de reconocimiento y de disculpa con el pueblo latinoamericano, sino más bien como una tentativa de amenaza. El mensaje es claro: si ya lo hicimos, podemos volver a hacerlo.
Si observamos las problemáticas en las democracias de Nuestramérica podemos observar que siguen tan frágiles como en el siglo pasado. Un ejemplo claro es el que pasa en Venezuela, donde ya se denunciaron planes de desestabilización e intentos de golpes generados por fuerzas de la oposición que intentan negar las elecciones primarias en octubre.
Mientras tanto en Ecuador, el informe del Consejo Nacional Electoral sobre la empresa encargada del soporte para realizar el voto telemático (Anteproyectos S.C.), notificó que el sistema sufrió un ataque cibernético, pero al realizar el escrutinio detectaron actas con inconsistencias: hubo menos votos (válidos, blancos y nulos) que votantes.
Pero esto no es todo. El jueves 31 de agosto, el exmandatario ecuatoriano Rafael Correa denunció un nuevo atentado contra la candidata Luisa González, de Revolución Ciudadana, el espacio que él mismo lidera. La denuncia se hizo después de que en Quito estallaran dos coches bomba, cuya explosión terminó provocando la destrucción de los vehículos y daños en los exteriores del edificio del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores (SNAI).
Es necesario destacar que el enemigo internacional no ataca con su rostro, sino que se esconde bajo el velo de oportunistas y vende patrias. En este sentido es que salió a hablar la presidenta hondureña, Xiomara Castro, frente a las amenazas de un nuevo golpe de Estado.
Castro dio un discurso en el que desnudó las claras intenciones de la derecha opositora, que rehúye a la posibilidad de instalación de la Comisión Internacional contra la Impunidad y la Corrupción (CICIH), con el apoyo de las Naciones Unidas propuesta por el gobierno, ya que varios de sus miembros están envueltos en casos de corrupción. Además, con el accionar de la comisión se expondría al desnudo los lazos de la derecha y del narcotráfico, sectores que con la injerencia de EEUU hicieron el golpe de Estado en 2009.
Tanto el ejemplo de Ecuador como el de Honduras terminan por ser la demostración implacable de la violencia y la confusión que están intentando generar los grupos económicos y sus representantes políticos, a través del respaldo de las fuerzas imperialistas. Ese es su único plan.
Como pueblos oprimidos tenemos el deber de comprender el daño de nuestros enemigos comunes para hermanarnos en la lucha. El enemigo son los poderes trasnacionales, quiénes tienen como único objetivo que no nos desarrollemos ni que podamos ser los artífices y protagonistas de nuestra propia historia.
Tal como lo señaló Lula Da Silva en el marco de los BRICS, es de vital importancia despegarse del dólar y la dependencia hacia el imperialismo yanqui que se disputa también en la arena de la economía. Sin la independencia de esta última, no podremos jamás conseguir soberanía política en nuestro territorio.
Este enfrentamiento político solo puede darse de la mano de la movilización del pueblo, del modo en el que ya se pudo ver en las manifestaciones en defensa del proyecto de refundación de la Patria llevado adelante por la presidenta hondureña.
La frase “…la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa” se encuentra más vigente que nunca. No hay nada nuevo en las lógicas del poder económico concentrado, ni del imperialismo. Es por eso que desenmascararlos y combatirlos es nuestra tarea.