
Intervención y democracia,
opresión por excelencia
Por: Ivan Krolikowski
Cómo Estados Unidos supo y sabe construir su fuerza en todo el globo. Las broncas de Washington por el desarrollo latinoamericano y sus lazos con Rusia. Los casos de Haití y Cuba.
[…] son compañeros de lucha todos los que anhelan liberarse y son enemigos todos los que de una manera abierta o insidiosa están al servicio del neocolonialismo imperialista […]
Juan Domingo Perón
Neocolonialismo. Una palabra que resonaba en la década de los 70′, palabra que por momentos pareciera olvidada aún cuando su vigencia se nos vuelve inminente presente.
Hasta hace no mucho tiempo desconocíamos a la General estadounidense Laura Richardson, quien llegó a nuestra Patria nada menos que en un 2 de abril.
La única verdad es la realidad. Y la realidad es que frente a la particular situación en la que nos encontramos, debemos saber que aunque se nos venga a la cabeza la palabra “soberanía”, hoy por hoy no somos ajenos al neocolonialismo. Porque era y sigue siendo nuestra realidad, como también la realidad de los pueblos latinoamericanos. Nunca dejamos de ser víctimas del sometimiento y expoliación post independentista.
¿Acaso las relaciones de Rusia con Cuba, Nicaragua y Venezuela, existen solo para «tener (una) actividad maligna»? Eso es precisamente lo que decía Richardson hace poco, que además representa lo que piensa el Gobierno norteamericano de las relaciones regionales de la mano con Rusia.
¿Realmente la Guerra Fría terminó? Obviamente sí, pero lo que no terminaron nunca fueron los continuos esfuerzos frustrados de los estadounidenses por instaurar sus tan preciadas “democracias” en donde les plazca.

Explícitamente, Richardson decía que «a EEUU le gustaría deshacerse de eso o mitigarlo” -en referencia a las relaciones latinoamericanas con sus competidores del Oriente global-, porque consideran que “no es bueno para las democracias». Es decir, al Dios omnipotente estadounidense le gustaría deshacerse de aquella relaciones que determinados países sostienen con Rusia, para seguir con sus democracias puestas a dedo que son de su propia conveniencia.
Frente a esto. la organización internacional ALBA-TCP respondió con el siguiente comunicado: «Éstas declaraciones demuestran, una vez más, la intolerancia del imperialismo estadounidense ante la existencia de países libres y soberanos que buscan el bienestar de sus pueblos, eligen su propio sistema político y no se someten a los intereses neocoloniales de Washington»
El injerencismo norteamericano siempre existió a lo largo del tiempo. Siempre intentó influir de distintas formas en las políticas internas de los países latinoamericanos, y muchísimo más fácil es el camino cuando el gobierno de turno responde a los intereses estadounidenses.
Actualmente, por ejemplo en Perú con la presidenta Dina Boluarte, se creó una división de delitos transnacionales para “combatir el crimen organizado”, que “trabajará estrechamente con el Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU”.
Si hablamos de injerencias e intervenciones norteamericanas, Cuba es su más fiel testigo y víctima, porque la situación no cambió para nada desde hace tiempo por el bloqueo estadounidense.
Cuba y el bloqueo: una cadena que todos ven y nadie quiere reconocer
Hace poco se desencadenaron protestas en Santiago de Cuba, producto de la prolongada crisis económica y energética que se constituyó gracias al bloqueo. Hablamos de cortes de luz que llegan a durar 6 horas diarias y demoras en la distribución de alimentos básicos.
El ingeniero eléctrico, Alejandro López, de la estatal Unión Eléctrica, afirma que los problemas eléctricos cubanos «no pueden entenderse sin tener en cuenta el bloqueo ilegal que Washington mantiene contra la isla desde hace décadas».

«Una parte muy importante del combustible que consume el país es importado. Hablamos de suministros esenciales para la producción de energía, pero también para el transporte y la agricultura. Es realmente muy difícil para el Estado importar este combustible. Como el bloqueo significa que todo barco que entra en un puerto cubano es sancionado por el gobierno de Estados Unidos, las compañías navieras generalmente no pueden operar con Cuba. Y si lo hacen, siempre es a costes muy superiores al precio internacional», explicó López.
«Tanto el mantenimiento como la renovación de piezas o maquinaria son procesos muy costosos. Por un lado, el bloqueo restringe enormemente las posibilidades de acceso a financiación para estas inversiones. Por ejemplo, Cuba no puede acceder a los mercados financieros internacionales. Al mismo tiempo, la importación de piezas de repuesto, que de por sí implica grandes inversiones, es aún más cara debido al bloqueo», agregó el ingeniero.

Esto se da en el marco de un ferviente rechazo del bloqueo por parte de la comunidad internacional. Sin ir más lejos, por trigésimo primera ocasión se aprobó en el 2023 el documento «Necesidad de poner fin al embargo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba».
El documento contó con 187 votos a favor, la abstención de Ucrania, y el voto negativo de EEUU e Israel, (vaya casualidad), siendo las pérdidas calculadas por autoridades cubanas, valuadas en más de u$s159.000 millones en seis décadas de bloqueo.
Pero cuidado: la ONU no se encuentra ajena a las controversias. Mucho no se podría esperar de una organización cuya sede principal se encuentra en Nueva York, y cuya tendencia se encuentra liderada por potencias mundiales que, en su accionar, no siempre resultan eficaces.
Haití, síntesis de la ineficiencia del internacionalismo occidental
Durante 13 años estuvo presente la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (MINUSTAH), la cual sin embargo, poco contribuyó a la estabilización haitiana.
Según resalta el periodista Jan D. Walter del medio alemán DW (Deutsche Welle): «Hubo varios casos comprobados de violaciones cometidas por soldados de la ONU, involucrados en abusos sexuales y prostitución de menores.»

Pero esto no termina acá. Otro desastre ocurrió cuando estalló la epidemia de cólera en la región, cuya fuente se atribuía a un campamento de cascos azules nepalíes. La cuestión derivó en que, pese a que una comisión encargada por la ONU lo confirmó, las Naciones Unidas no reconocieron su responsabilidad.
A día de hoy la ineficiencia de tal misión se reafirma con una inseguridad alimentaria estremecedora. Según un reciente informe de la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria, alrededor de 4,97 millones de personas se encuentran “bajo riesgo alimentario”, que es casi la mitad de la población haitiana.
Entendamos lo siguiente: el intervencionismo extranjero sobre la base de un sistema que se realimenta de la intensificación de la desigualdad, poco nos puede propiciar a nuestras naciones latinas, que durante años bajo la excusa de tal presupuesto nos quitaron nuestra posibilidad de realización como comunidad. No hay solución posible bajo los mismos esquemas neocoloniales.
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Juan Domingo Perón
Neocolonialismo. Una palabra que resonaba en la década de los 70′, palabra que por momentos pareciera olvidada aún cuando su vigencia se nos vuelve inminente presente.
Hasta hace no mucho tiempo desconocíamos a la General estadounidense Laura Richardson, quien llegó a nuestra Patria nada menos que en un 2 de abril.
La única verdad es la realidad. Y la realidad es que frente a la particular situación en la que nos encontramos, debemos saber que aunque se nos venga a la cabeza la palabra “soberanía”, hoy por hoy no somos ajenos al neocolonialismo. Porque era y sigue siendo nuestra realidad, como también la realidad de los pueblos latinoamericanos. Nunca dejamos de ser víctimas del sometimiento y expoliación post independentista.
¿Acaso las relaciones de Rusia con Cuba, Nicaragua y Venezuela, existen solo para «tener (una) actividad maligna»? Eso es precisamente lo que decía Richardson hace poco, que además representa lo que piensa el Gobierno norteamericano de las relaciones regionales de la mano con Rusia.
¿Realmente la Guerra Fría terminó? Obviamente sí, pero lo que no terminaron nunca fueron los continuos esfuerzos frustrados de los estadounidenses por instaurar sus tan preciadas “democracias” en donde les plazca.

Explícitamente, Richardson decía que «a EEUU le gustaría deshacerse de eso o mitigarlo” -en referencia a las relaciones latinoamericanas con sus competidores del Oriente global-, porque consideran que “no es bueno para las democracias». Es decir, al Dios omnipotente estadounidense le gustaría deshacerse de aquella relaciones que determinados países sostienen con Rusia, para seguir con sus democracias puestas a dedo que son de su propia conveniencia.
Frente a esto. la organización internacional ALBA-TCP respondió con el siguiente comunicado: «Éstas declaraciones demuestran, una vez más, la intolerancia del imperialismo estadounidense ante la existencia de países libres y soberanos que buscan el bienestar de sus pueblos, eligen su propio sistema político y no se someten a los intereses neocoloniales de Washington»
El injerencismo norteamericano siempre existió a lo largo del tiempo. Siempre intentó influir de distintas formas en las políticas internas de los países latinoamericanos, y muchísimo más fácil es el camino cuando el gobierno de turno responde a los intereses estadounidenses.
Actualmente, por ejemplo en Perú con la presidenta Dina Boluarte, se creó una división de delitos transnacionales para “combatir el crimen organizado”, que “trabajará estrechamente con el Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU”.
Si hablamos de injerencias e intervenciones norteamericanas, Cuba es su más fiel testigo y víctima, porque la situación no cambió para nada desde hace tiempo por el bloqueo estadounidense.
Cuba y el bloqueo: una cadena que todos ven y nadie quiere reconocer
Hace poco se desencadenaron protestas en Santiago de Cuba, producto de la prolongada crisis económica y energética que se constituyó gracias al bloqueo. Hablamos de cortes de luz que llegan a durar 6 horas diarias y demoras en la distribución de alimentos básicos.
El ingeniero eléctrico, Alejandro López, de la estatal Unión Eléctrica, afirma que los problemas eléctricos cubanos «no pueden entenderse sin tener en cuenta el bloqueo ilegal que Washington mantiene contra la isla desde hace décadas».

«Una parte muy importante del combustible que consume el país es importado. Hablamos de suministros esenciales para la producción de energía, pero también para el transporte y la agricultura. Es realmente muy difícil para el Estado importar este combustible. Como el bloqueo significa que todo barco que entra en un puerto cubano es sancionado por el gobierno de Estados Unidos, las compañías navieras generalmente no pueden operar con Cuba. Y si lo hacen, siempre es a costes muy superiores al precio internacional», explicó López.
«Tanto el mantenimiento como la renovación de piezas o maquinaria son procesos muy costosos. Por un lado, el bloqueo restringe enormemente las posibilidades de acceso a financiación para estas inversiones. Por ejemplo, Cuba no puede acceder a los mercados financieros internacionales. Al mismo tiempo, la importación de piezas de repuesto, que de por sí implica grandes inversiones, es aún más cara debido al bloqueo», agregó el ingeniero.

Esto se da en el marco de un ferviente rechazo del bloqueo por parte de la comunidad internacional. Sin ir más lejos, por trigésimo primera ocasión se aprobó en el 2023 el documento «Necesidad de poner fin al embargo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba».
El documento contó con 187 votos a favor, la abstención de Ucrania, y el voto negativo de EEUU e Israel, (vaya casualidad), siendo las pérdidas calculadas por autoridades cubanas, valuadas en más de u$s159.000 millones en seis décadas de bloqueo.
Pero cuidado: la ONU no se encuentra ajena a las controversias. Mucho no se podría esperar de una organización cuya sede principal se encuentra en Nueva York, y cuya tendencia se encuentra liderada por potencias mundiales que, en su accionar, no siempre resultan eficaces.
Haití, síntesis de la ineficiencia del internacionalismo occidental
Durante 13 años estuvo presente la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (MINUSTAH), la cual sin embargo, poco contribuyó a la estabilización haitiana.
Según resalta el periodista Jan D. Walter del medio alemán DW (Deutsche Welle): «Hubo varios casos comprobados de violaciones cometidas por soldados de la ONU, involucrados en abusos sexuales y prostitución de menores.»

Pero esto no termina acá. Otro desastre ocurrió cuando estalló la epidemia de cólera en la región, cuya fuente se atribuía a un campamento de cascos azules nepalíes. La cuestión derivó en que, pese a que una comisión encargada por la ONU lo confirmó, las Naciones Unidas no reconocieron su responsabilidad.
A día de hoy la ineficiencia de tal misión se reafirma con una inseguridad alimentaria estremecedora. Según un reciente informe de la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria, alrededor de 4,97 millones de personas se encuentran “bajo riesgo alimentario”, que es casi la mitad de la población haitiana.
Entendamos lo siguiente: el intervencionismo extranjero sobre la base de un sistema que se realimenta de la intensificación de la desigualdad, poco nos puede propiciar a nuestras naciones latinas, que durante años bajo la excusa de tal presupuesto nos quitaron nuestra posibilidad de realización como comunidad. No hay solución posible bajo los mismos esquemas neocoloniales.
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