Caminar entre la desmesura y la hipocresía
Por: Ivan Krolikowski
Cómo las disputas en Medio Oriente y Ucrania dejaron de ser asuntos propios para pasar a ser de los Estados Unidos. La bronca internacional por los muertos en Gaza y el enojo de Zelenski con el Parlamento norteamericano.
Luego de los ataques iraníes a Israel y de que ellos mismos confirmaron el poco daño sufrido, el «mundo» occidental se enlistó en las filas del repudio al ataque.
Retomemos las reflexiones del filósofo José Pablo Feinmann, cuando desarrollando la frase citada, decía «Lo que ha hecho Bush es simple. Dijo ‘Dios no es neutral’. Al decirlo dijo ‘Dios está conmigo. Y con mi causa, que es la de mi país’.”
Cabe entonces preguntarse: ¿estamos actualmente frente a un escenario de igual hipocresía? ¿Por qué el repudio no fue de la misma envergadura cuando Israel atacó el consulado Iraní en Siria? La película se repite continuamente y es así como siempre son los «otros» los que atacan, dando a entender que todo surge inesperada y espontáneamente, razón por la cual siempre encuentran justificación para convertirse en víctimas.
Sin ir más lejos, Vasili Nebenzia, representante permanente de Rusia ante la ONU sostuvo que, cuando se atacó la instalación consular de Irán en Damasco, “Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, se negaron confirmar que los principios básicos del derecho internacional sobre la inviolabilidad de las instalaciones diplomáticas y consulares, consagrados en la correspondiente Convención de Viena, las cuales aplican por igual a todos los Estados”.
Poco o nada, la «comunidad internacional» se esforzó en dar visibilidad a la atrocidad cometida en la Franja de Gaza. Parece ser que las víctimas inocentes relegadas no suscitan relevancia suficiente para enardecer los discursos de los diplomáticos europeos.
Y esta idea se nota fundamentalmente cuando el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Herzi Haleviv, tuvo la caradurez suficiente para sostener que el asesinato de los trabajadores humanitarios en la Franja de Gaza fue un “error”.
“Quiero ser claro: el ataque no se llevó a cabo con la intención de perjudicar a los trabajadores humanitarios de WCK (ONG World Central Kitchen). Fue un error que siguió a una identificación errónea, de noche, durante la guerra, en condiciones muy difíciles. No debería haber ocurrido”, sostuvo el jefe del Estado Mayor de las FDI.
Es por eso que la discusión central de la comunidad internacional occidentalista se focaliza en más armas para lograr la paz. Siempre en ese cauce, paradójicamente patético, se presentan sus discusiones. Es esto lo que se planteaba el presidente finlandés, Alexander Stubb, luego de brindar un paquete de ayuda militar a Ucrania por 188 millones de euros.
Stubb sostenía: “(…) creo que la fría verdad, en este caso particular, es que la única manera de lograr la paz es en el campo de batalla”. Y para rematar la desacertada disertación, en un acto tan característico de soberbia occidental agregaba: “Para ser honesto, en este momento no tenemos absolutamente ningún diálogo político con Rusia. Y no creo que podamos ni debamos tenerlo.”
Esa misma línea es la que sigue la OTAN evaluando asignar u$s100.000 millones en ayuda durante 5 años, sumado a una ya confirmada “misión especial dedicada a Ucrania”. Aunque seguidamente declararon que “esto no significa entrar en guerra”, como bien resaltaba el actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev: “La Alianza «toma a todo el mundo por tonto» cuando afirma que sus tropas “no participarán directamente en operaciones militares de Ucrania”.
Ucrania como asunto interno de los Estados Unidos
En sintonía con lo que mencionamos recién, Medvédev sostuvo también que «…nuestros amigos de la OTAN tienen un nuevo mantra. Ahora dicen colectivamente que la intervención en Ucrania ‘no está en los planes’. Solo algunas tropas entrarán en una zona cercana a Lvov y tal vez a Kiev para relevar al Ejército ucraniano. Más o menos, haciendo tareas domésticas y de organización, entrenando, llevando fuerzas especiales de élite a algunos lugares. Nada más».
Tales medidas surgen luego un relativo abandono por parte occidental del frente ucraniano, ya que el presupuesto en ayuda militar estadounidense, que es de u$s60.000 millones de dólares, se encuentra bloqueado por los congresistas republicanos.
Esto llevó a que el mismo Zelenski declarara, sobre este punto, que en Ucrania se sienten «…lamentablemente, en cierto modo rehenes de esta situación. Desafortunadamente, la cuestión de la guerra de Rusia contra Ucrania se ha convertido hoy en día en una cuestión política interna de Estados Unidos, aunque lo es de la seguridad de este mundo. Y es precisamente un enfoque tan inmaduro que no lo entiendo”.
En la misma línea el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmitri Kuleba, explicaba que “cuando nos sentamos a puertas cerradas, les digo a todos los socios: ‘Queridos, lo que quieran: quieren alquilarlo [el sistema de defensa aérea Patriot], dennos en alquiler.”
Es más, según detalla el medio de noticias Político, hubieron oficiales ucranianos de alto rango que declararon que, aún recibiendo el paquete de ayuda norteamericano bloqueado en el Congreso, «existe un gran riesgo de que las líneas del frente colapsen dondequiera que los generales rusos decidan centrar su ofensiva».
Esta es la situación: el escenario bélico actual, tal como expresamos en el título, se nos muestra caminando entre la desmesura y la hipocresíacontumaz. Pero para nuestra sorpresa, nada nuevo se presenta en el accionar del occidente colectivo.
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Retomemos las reflexiones del filósofo José Pablo Feinmann, cuando desarrollando la frase citada, decía «Lo que ha hecho Bush es simple. Dijo ‘Dios no es neutral’. Al decirlo dijo ‘Dios está conmigo. Y con mi causa, que es la de mi país’.”
Cabe entonces preguntarse: ¿estamos actualmente frente a un escenario de igual hipocresía? ¿Por qué el repudio no fue de la misma envergadura cuando Israel atacó el consulado Iraní en Siria? La película se repite continuamente y es así como siempre son los «otros» los que atacan, dando a entender que todo surge inesperada y espontáneamente, razón por la cual siempre encuentran justificación para convertirse en víctimas.
Sin ir más lejos, Vasili Nebenzia, representante permanente de Rusia ante la ONU sostuvo que, cuando se atacó la instalación consular de Irán en Damasco, “Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, se negaron confirmar que los principios básicos del derecho internacional sobre la inviolabilidad de las instalaciones diplomáticas y consulares, consagrados en la correspondiente Convención de Viena, las cuales aplican por igual a todos los Estados”.
Poco o nada, la «comunidad internacional» se esforzó en dar visibilidad a la atrocidad cometida en la Franja de Gaza. Parece ser que las víctimas inocentes relegadas no suscitan relevancia suficiente para enardecer los discursos de los diplomáticos europeos.
Y esta idea se nota fundamentalmente cuando el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Herzi Haleviv, tuvo la caradurez suficiente para sostener que el asesinato de los trabajadores humanitarios en la Franja de Gaza fue un “error”.
“Quiero ser claro: el ataque no se llevó a cabo con la intención de perjudicar a los trabajadores humanitarios de WCK (ONG World Central Kitchen). Fue un error que siguió a una identificación errónea, de noche, durante la guerra, en condiciones muy difíciles. No debería haber ocurrido”, sostuvo el jefe del Estado Mayor de las FDI.
Es por eso que la discusión central de la comunidad internacional occidentalista se focaliza en más armas para lograr la paz. Siempre en ese cauce, paradójicamente patético, se presentan sus discusiones. Es esto lo que se planteaba el presidente finlandés, Alexander Stubb, luego de brindar un paquete de ayuda militar a Ucrania por 188 millones de euros.
Stubb sostenía: “(…) creo que la fría verdad, en este caso particular, es que la única manera de lograr la paz es en el campo de batalla”. Y para rematar la desacertada disertación, en un acto tan característico de soberbia occidental agregaba: “Para ser honesto, en este momento no tenemos absolutamente ningún diálogo político con Rusia. Y no creo que podamos ni debamos tenerlo.”
Esa misma línea es la que sigue la OTAN evaluando asignar u$s100.000 millones en ayuda durante 5 años, sumado a una ya confirmada “misión especial dedicada a Ucrania”. Aunque seguidamente declararon que “esto no significa entrar en guerra”, como bien resaltaba el actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev: “La Alianza «toma a todo el mundo por tonto» cuando afirma que sus tropas “no participarán directamente en operaciones militares de Ucrania”.
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Tales medidas surgen luego un relativo abandono por parte occidental del frente ucraniano, ya que el presupuesto en ayuda militar estadounidense, que es de u$s60.000 millones de dólares, se encuentra bloqueado por los congresistas republicanos.
Esto llevó a que el mismo Zelenski declarara, sobre este punto, que en Ucrania se sienten «…lamentablemente, en cierto modo rehenes de esta situación. Desafortunadamente, la cuestión de la guerra de Rusia contra Ucrania se ha convertido hoy en día en una cuestión política interna de Estados Unidos, aunque lo es de la seguridad de este mundo. Y es precisamente un enfoque tan inmaduro que no lo entiendo”.
En la misma línea el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmitri Kuleba, explicaba que “cuando nos sentamos a puertas cerradas, les digo a todos los socios: ‘Queridos, lo que quieran: quieren alquilarlo [el sistema de defensa aérea Patriot], dennos en alquiler.”
Es más, según detalla el medio de noticias Político, hubieron oficiales ucranianos de alto rango que declararon que, aún recibiendo el paquete de ayuda norteamericano bloqueado en el Congreso, «existe un gran riesgo de que las líneas del frente colapsen dondequiera que los generales rusos decidan centrar su ofensiva».
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