El robo del siglo:
¿Por qué SO.MI.S.A debe volver
a ser de todos los argentinos?
Por: Lucía Ferrari (MLN)
*Lucía Ferrari es militante del Movimiento de Liberación Nacional que conduce Martin Ayerbe y las propuestas desarrolladas en este artículo se encuentran en sus plataformas de campaña.
El Aluvión no es un medio orgánico a ningún partido político en especial, pero si a los intereses de la patria. Y entendemos que es nuestra tarea difundir todas aquellas propuestas que discutan cómo dejar de ser una semi-colonia.
Lo realista es volver a lo que funcionó, el modelo argentino para el proyecto nacional que Perón nos dejó a nosotros, su único heredero, el pueblo. Por eso las plantas de San Nicolás y Zapla deben ser expropiadas y devueltas a quien las construyó con sangre, sudor y lágrimas: el Estado Empresario argentino.
En los informes previos se ha resaltado el carácter estratégico que tiene que ciertas áreas de la producción estén en manos de empresas del Estado. Petróleo, comercio exterior, logística, fueron sectores desarrollados y dominados en exitosas gestiones estatales que dieron grandes beneficios, tanto en términos de riqueza material y puestos de trabajo para todos los argentinos.
Se detalló siempre que el hecho de contar con un estado empresario que ordene ciertos resortes estratégicos de la economía no es contrapuesto con un floreciente desarrollo del sector privado empresarial, sino todo lo contrario: las Empresas del Estado integran verticalmente las cadenas de valor de estas producciones en el país, desarrollando así una cadena de proveedores nacionales privados.
No lo hace así la multinacional, que importa todo lo posible de sus casas matrices en el extranjero, apropiándose así del valor agregado y los puestos de trabajo en sus países de origen. El exitoso modelo argentino de tercera posición, ni estatista ni librecambista, que combina un 30% de la economía en manos de la Corporación de Empresas Nacionales y dejando el 70% restante libre a la producción e iniciativa privada empresarial, es la receta que necesitamos para acabar con el flagelo de la desocupación, la devaluación de la moneda, los bajos salarios; y es la base material necesaria para el desarrollo cultural, deportivo y espiritual de nuestro pueblo.
Ahora bien, este modelo argentino no es extractivista o financiero. Para que florezcan nuestra economía y los puestos de trabajo en el país debemos impulsar la industrialización. La industria genera puestos de trabajo de calidad, altos salarios, desarrollo tecnológico, avances técnicos. Para este objetivo es que contamos en el país con cientos de escuelas técnicas y universidades públicas de excelencia, mano de obra preparada y sobre calificada trabajando de delivery, call center, servicios en general. Falta contar con un presidente que tenga la voluntad de aplicar esta receta que ha demostrado ser altamente exitosa, convocando a la movilización total del trabajo.
Un plan de pleno empleo, desarrollando al máximo la capacidad instalada industrial del país, poniendo la riqueza que tenemos en esta bendita tierra en función del interés nacional para producir, producir y producir. Hoy en día, desde nuestra visión, el único argentino con esas cualidades es Martin Ayerbe, quien viene impulsando un plan de pleno empleo desde hace 15 años.
Industrializar, ¿cómo?
Ahora bien, un plan de industrialización requiere como condición sine qua non el dominio de un área estratégica más, la cual no fue tratada aún en los anteriores informes. Cómo bien dijo el General e Ingeniero Manuel Savio (15 de marzo de 1892- 31 de julio de 1948) “Sin acero siempre seremos vasallos”.
El acero es un material indispensable en nuestro día a día. Se trata de un material que se encuentra en casi todos los elementos que manejamos y visualizamos: desde autos hasta las latas de comida, pasando por grandes edificaciones y maquinarias. El mismo es utilizado en la industria automotriz, aeroespacial, naval, de la construcción, alimenticia, entre otras ramas; por eso se lo suele considerar “madre de industrias”. Para una Nación, el dominio del plano del acero implica ser soberanos en la capacidad productiva del país. El acero es una aleación entre el hierro y el carbono, aunque puede tener otros elementos para mejorar las propiedades que tiene el hierro. Suele emplearse el aluminio, silicio y zinc, por mencionar algunas aleaciones, ocasionando que el acero sea más resistente o inoxidable. Además, se trata de un material que es reciclable. Es decir, una vez utilizado, la chatarra puede fundirse y volver a usarse.
Nuestro país logró mediante largos años de esfuerzo, dedicación y trabajo de muchas personas, dominar e integrar verticalmente la cadena de valor del acero. No fue fácil, pero tampoco es imposible, como plantean hoy la mayoría de los políticos, periodistas y el sentido común heredado de las políticas de desindustrialización de las últimas décadas. Para poder desarrollar la industria del acero se requiere contar con las materias primas que componen esta aleación: el hierro y el carbono. En esta tierra bendita por Dios, los argentinos contamos con grandes reservas minerales, de todo tipo, principalmente en nuestra extensa cordillera, y particularmente, contamos con reservas abundantes de hierro y de carbón. ¿Cómo hicimos para explotarla de manera efectiva? ¿Impulsamos reformas impositivas y tributarias para que grandes multinacionales vengan al país a hacerlo? La respuesta es no.
Similar al caso de Mosconi, el General Savio fue de aquellos militares industrialistas de principios de siglo XX que se pusieron la Patria al hombro y retomando nuestras tradiciones criollas fabriqueras heredadas de Fray Luis Beltrán, pusieron los recursos del Estado al servicio del progreso del país, mediante el fomento de la industria. El General Savio impulsó la creación de la Escuela Superior Técnica, abierta a los oficiales de las armas, pudiendo egresar los primeros ingenieros exclusivamente militares en 1934.
Pocos años más tarde, Savio asumió la conducción de Fábricas Militares, y logró crear en 1941 mediante la Ley 12709 la Dirección General de Fabricaciones Militares y consiguió el permiso para iniciar exploraciones de cobre, hierro, plomo, estaño, manganeso, wolframio, aluminio y berilio, además de largar un programa de prospección geológica en la Antártida.
Su idea era clara: «La industria siderúrgica es fundamental, es primordial, la necesitamos como hemos necesitado nuestra libertad política», solía argumentar.
Así fue que, en 1942, el geólogo Luciano Catalano, enviado por Fabricaciones Militares a Jujuy, realizó una exhaustiva investigación que permitió corroborar que se trataba de un extenso yacimiento de hierro cuyas reservas se estimaron en más de 40 millones de toneladas de mineral de hierro. El 23 de enero de 1943, se creaba por decreto nacional el establecimiento Altos Hornos Zapla y en ese mismo año se terminaba el proyecto y los trámites necesarios para la construcción de la planta siderúrgica, que funcionó con el abastecimiento de mineral de hierro extraído del cerro Zapla.
El 20 de septiembre de 1945, el propio general Savio procedió a encender el primer alto horno de fundición de arrabio, produciendo así el 11 de octubre la primera colada de arrabio argentino. “Allá en Jujuy, en un pueblito lejano, un chorro brillante de hierro ilumina el camino de Argentina. Que su luz no se apague nunca, ¡Sigamos su luz!”, escribió el general Savio cuando comunicó a Fabricaciones Militares el feliz suceso.
En 1946, el Poder Ejecutivo Nacional aprobó el Plan Siderúrgico Argentino elaborado por la Dirección General de Fabricaciones Militares. Mediante la Ley N° 12.987 de 1947, el Poder Legislativo Nacional aprobó el Plan, siendo sus objetivos: producir acero en el país, utilizando minerales y combustibles argentinos y extranjeros, en la proporción que económicamente resulte más ventajosa y de manera de conservar activas las fuentes nacionales de minerales y de combustibles; en la medida conveniente para mantener la técnica respectiva en condiciones eficientes; suministrar a la industria nacional de transformación y terminado acero de alta calidad; fomentar la instalación de plantas de transformación y de terminación de elementos de acero que respondan a las exigencias del más alto grado de perfección técnica; y asegurar la evolución y el ulterior afianzamiento de la industria siderúrgica argentina.
El asesoramiento técnico económico y de contralor general del plan correspondería a la Dirección General de Fabricaciones Militares. En aquellos tiempos se usaban los recursos del Estado (“la tuya, contribuyente”), para producir acero a disposición de la industria argentina, en la cual se generaban los puestos de trabajo en blanco, con el máximo nivel mundial en derechos del trabajador, que a su vez aportaban y sostenían la caja del Estado. Un verdadero círculo virtuoso dónde “mantener” a los adultos mayores o a los niños no es un quebranto, sino que es un desarrollo armónico al aumentar la cantidad de contribuyentes, tanto trabajadores como empresarios y comerciantes.
La ley también aprobó la constitución y estatutos de Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (SOMISA), integrada por la Dirección General de Fabricaciones Militares y por los industriales siderúrgicos firmantes de las actas de fechas 19 de enero y 22 de febrero de 1946. Participaron también como accionistas del capital privado, en las mismas condiciones que los industriales siderúrgicos mencionados, aquellos que suscribieron las acciones que se ofrecieran públicamente, de acuerdo con lo establecido por la ley.
La infausta circunstancia del fallecimiento del general Savio el 31 de julio de 1948 paralizó durante casi una década la puesta en marcha de lo hasta entonces programado. Se sucedieron alrededor de diez años de gobiernos del propio Perón y de la Fusiladora para que recién en 1958 el presidente Arturo Frondizi retomase la iniciativa para lo cual recurrió a un préstamo de u$s60 millones, equivalentes a unos u$s2700 millones actuales, del Export and Import Bank of United States of America (Eximbank). Préstamo que ya le había sido concedido a Perón en 1955.
Con esos fondos se adquirieron los equipos y los servicios, en los Estados Unidos de América, para la instalación de la que se llamó “Planta Siderúrgica General de División Manuel N. Savio” instalada en Punta Argerich, en la que el 20 de abril de 1960 se lograse el primer deshornado de coque para su uso en la metalurgia. Un año más tarde, el 20 de junio siguiente se logró además la primera colada de arrabio, y el 5 de mayo de 1961 la primera de acero. Habían pasado trece años desde que Perón promulgase la Ley 12.987 cuando el 25 de julio de 1960, el presidente Arturo Frondizi encabezó la inauguración oficial de la planta de SOMISA.
Este enorme esfuerzo impulsado por Savio, respaldado por el gobierno de Juan Perón y efectuado por el conjunto del pueblo argentino, dio excelentes frutos durante muchísimos años.
Crecimiento demográfico es desarrollo nacional
La localidad de San Nicolás, que a comienzos de 1940 tenía 40.000 habitantes, comenzó a crecer vertiginosamente. El casco céntrico amplió su radio y los alrededores del pueblo se transformaron en parte de la ciudad. Fue todo muy vertiginoso y de la mano del acero. Para fines de los cincuenta la población había crecido un 20% y diez años más tarde, en los sesenta, casi se triplicó su número sobrepasando los 100.000 habitantes.
Fueron muchos años de bonanza para una ciudad que desconocía la palabra desocupación. La producción de acero en el país crecía al compás de planes económicos antagónicos, impulsados desde los vaivenes políticos que el país sufría, entre gobiernos militares de pocas luces y los civiles de poca fuerza. Pese a los cambios bruscos institucionales que se sucedieron a partir de 1955, San Nicolas y su industria fueron sobreviviendo, mientras que la demanda de acero también.
Entre 1973 y 1987 el aumento de la producción de las 8 grandes acerías del país, había crecido un 64% y la de hierro un 250%. Sin embargo, este período comenzaría a marcar un futuro incierto para San Nicolás. A pesar de este marcado crecimiento en la producción, desde 1976 y con la llegada del modelo económico de revalorización financiera capitaneado por Martínez de Hoz, se ingresó en otra cultura laboral que venía de la mano de nuevas tecnologías: la robótica y los despidos. Pese al aumento espectacular en la producción, el sector siderúrgico paso de 46.000 trabajadores a 34.000. Una caída del 27% de personal que obtenía un 64% más de producción.
Al principio de ese período, en 1973, SOMISA tenía 16.000 trabajadores que en su inmensa mayoría residían en San Nicolás, cuya población ya estaba en los 140.000 habitantes. La empresa estatal llegó a ubicarse entre las 30 de mayor facturación anual del país; era la primera en aportes a las exportaciones agregadas de productos siderúrgicos, con aproximadamente un 35 por ciento del total; y representaba cerca del 60 por ciento de la capacidad de reducción y producción de acero.
Propulsora Siderúrgica Argentina, una de las empresas del grupo Techint, comenzó a operar en 1970, tras obtener créditos blandos del Banco de Desarrollo con la venia de quien fuera ministro de Economía por aquel entonces, Adalbert Kriger Vasena. También obtuvo beneficios impositivos y hasta subsidios del Estado. La dictadura cívico-militar le otorgó varios privilegios a esta empresa del grupo Techint, como importar la chapa caliente sin pagar el arancel correspondiente. SOMISA fue obligada a trabajar a pérdida para abastecer a Siderúrgica vendiéndole a un precio especial que estaba muy por debajo de lo que indicaba el mercado.
Hablando en números la situación era la siguiente: Propulsora Siderúrgica pagaba 310 dólares la chapa en caliente importada sin gravámenes y la vendía en frío a 460. Pero, el convenio firmado por la dictadura le otorgaba una gracia extra, la de pagarle a SOMISA en total 260 dólares la chapa. Es decir, la empresa privada tenía una espectacular ganancia de 150 dólares por chapa, mientras que SOMISA perdía 150 dólares por cada chapa que vendía. Conclusión: SOMISA presentaba pérdidas anuales de 80 a 100 millones de dólares, esto a pesar del crecimiento que el sector tenía en aquellos años.
Para mediados de los ochenta la suerte ya estaba echada. La economía de SOMISA estaba en rojo permanente estimulando la presión de distintos sectores que pugnaban por su privatización, la que terminó por configurarse durante la presidencia de Carlos Menem cuando entregaba balances con déficit de 500 millones de dólares.
En virtud de los objetivos contemplados en el proceso de Reforma del Estado iniciado por Ley N° 23696 y su Decreto Reglamentario N° 1105/89, el Decreto N° 1398/90 declaró sujetas a privatización a las empresas, sociedades y establecimientos del área del Ministerio de Defensa. A los fines de contribuir al proceso de privatización, el Decreto 960/91 dispuso la intervención de SOMISA. Bajo la conducción primero de Jorge Triaca (sindicalista vandorista que luego fue ministro de Trabajo de Menem) y luego de María Julia Alsogaray, se llevó adelante el desguazamiento final de la gloriosa obra que tanto sacrificio conllevó.
Al déficit heredado de la política privatista de la dictadura, se sumó el de las gestiones menemistas, que vendían las piezas de SOMISA al 10% de su valor real. Conforme las herramientas establecidas por la normativa, el Decreto N° 1144/1992 emprendió la privatización de SOMISA mediante la constitución de una sociedad denominada Nueva Siderurgia Sociedad Anónima (posteriormente renombrada “Aceros Paraná S.A.” por Decreto N° 1652/92), llamando a concurso para la transferencia del patrimonio de la empresa destinado al sector privado y aprobando los estatutos de la nueva entidad. Ese mismo año se firmó el contrato de transferencia de acciones en favor de SIDERCA S.A. y Propulsora Siderúrgica S.A., ambas empresas del grupo TECHINT.
La venta de SOMISA, como también la de Altos Hornos Zapla, dejó al estado nacional sin participación estratégica en un sector tan dinámico como esencial para el desarrollo de la industria nacional.
Su lugar lo ocupan grupos nacionales y de capitales extranjeros que conforman las empresas: Ternium (ex Siderar), Aceros Paraná, y Aceros Zapla.
Ternium Argentina S.A. es hoy, gracias a aquel Estado nacional que creó SOMISA en 1947, la mayor empresa siderúrgica de Argentina. Su principal accionista es Techint. Fabrica aceros laminados en caliente y en frío, galvanizados y hojalata tiene balances con ganancias desde 1994.
Estos crímenes contra el país perpetrados durante la dictadura militar y profundizados en democracia con el menemismo aplicando las recetas del Consenso de Washington, jamás fueron juzgados. Son delitos de lesa patria que no prescriben, y aunque no haya muertos directos ni una historia tan trágica como la desaparición de personas, se les robó a todos los argentinos su patrimonio, se perdieron miles de puestos de trabajo y se regaló información valiosísima sobre el desarrollo tecnológico de un sector estratégico como es el acero. Para que cierre esa herida de los años 70 que, lamentablemente, sigue sangrando, se debe cortar con la impunidad que se le dio a personas como Paolo Rocca, que se vieron ampliamente beneficiadas por este robo, expandiendo y diversificando su capital y con el tupé de vender el acero 3 veces más caro en el país que el precio internacional, para asegurarse el mantener deprimida la industria argentina.
Es destacable relatar lo sucedido con SIDOR, en Venezuela. Ternium era propietaria de un 60% de Sidor (Siderúrgica del Orinoco), la fábrica de planos de acero que Hugo Chávez decidió pasar a manos del Estado, a mediados de 2008. En el acuerdo alcanzado luego de ocho meses de negociaciones, Techint había arrancado pidiendo 4.500 millones y Chávez había ofrecido de entrada sólo unos 400. El gobierno de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner intercedió en favor del grupo empresario “argentino” en la negociación con Venezuela para que Paolo Rocca cobre una indemnización excepcional. El acuerdo era que una vez abonada la indemnización de SIDOR esos dólares serían invertidos en la Argentina.
Incluso, en medio de esas negociaciones, un cable de WikiLeaks fechado el 30 de abril del 2008 narra un encuentro entre Wayne (embajador norteamericano) y De Vido (ministro de Planificación Federal) donde este último expresó al diplomático su “preocupación por la radicalización del proceso bolivariano conducido por los sindicatos, que está empujando a Chávez más y más a la izquierda”. En ese marco, De Vido citó la nacionalización de Sidor. El gobierno argentino logró finalmente que se le pagué una suma mayor al valor real de SIDOR a Paolo Rocca. No obstante, Techint decidió frenar la inversión prometida por 1.200 millones de dólares para la ampliación del Alto Horno Uno y despidió a unos 2.300 trabajadores de empresas contratistas. Para coronar está estafa relocalizó sus operaciones en el exterior, focalizando sus inversiones en Estados Unidos, y finalmente en el año 2011 la familia Rocca mudó su domicilio fiscal a Luxemburgo.
Estos sucesos de los que no se habla, ya que sobre el conflicto de los años 70 sólo se escribe y debate sobre la crónica policial y los derechos humanos; son los que perpetúan este sentido común de que es imposible industrializarse, de que tomaría años o que son utopías. Utopía es esperar que empresarios de esa calaña sean funcionales a la liberación nacional, cosa que repiten sectores que dicen ser peronistas. Utópico es creer que las multinacionales vendrán a invertir y desplegar un modelo de pleno empleo en el país, como dicen los liberales.
Lo realista es volver a lo que funcionó, el modelo argentino para el proyecto nacional que Perón nos dejó a nosotros, su único heredero, el pueblo. Por eso las plantas de San Nicolás y Zapla deben ser expropiadas y devueltas a quien las construyó con sangre, sudor y lágrimas: el Estado Empresario argentino.
No hay que achicarse ni caer en el juego bobo de la gobernabilidad, si Dios quiere y el pueblo nos acompaña, cuando logremos estar en la conducción de gobierno con dirigentes como Martín Ayerbe, debemos obrar con firmeza, lo que hay que hacer no es administrar la colonia sino la revolución justicialista. Esto requiere de actos de coraje que implicarán que aquellos criminales que cometieron estos delitos contra la Patria nos tiren con toda su artillería, y nuestro respaldo siempre será el pueblo organizado y movilizado en el trabajo, en la comunidad y dispuesto a la lucha.
No se puede volver a gobernar en nombre del peronismo para hacer desastres, y el mejor ejemplo de esto es el último gobierno del Frente de Todos, donde la dupla Alberto Fernandez- Cristina Fernandez de Kirchner hicieron una gestión tan criticable que nos trajo como resultado el gobierno del payaso usurero más inverosímil que jamás se ha visto. Si alguien nos decía hace 5 años que un personaje como Milei podía llegar a gobernar, nos reíamos en su cara. Sin embargo, acá estamos. Por eso, cuando se está en el poder, hay que hacer lo que hacer.
SOMISA debe volver a ser de todos los argentinos.
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Excelente nota, gracias Lucía y Aluvión. Vamos por el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional! El Estado en el resortes estratégicos de la economía.