El dilema de la hora: Nacionalismo o más de lo mismo

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El dilema de la hora:
Nacionalismo o más de lo mismo

Por:  Pablo Garello

Pablo Garello es integrante del medio digital Rosca y Tinto y actual Secretario General de la Juventud Peronista del Partido Justicialista de Santa Fe.

A diferencia del progresismo cultural o del economicismo técnico como variantes hegemónicas del peronismo durante los últimos años, el nacionalismo habilita lo que todo sujeto necesita para involucrarse en un proyecto colectivo: épica. ¿O ustedes pensaban que las mayorías populares se iban a enamorar del peronismo gracias a la revolución de las viejas de Cerruti o el Plan Platita de Massa?


La Patria se retuerce de dolor. La política profesional, repleta de inmorales del más diverso pelaje, acaba de lastimar todavía más su ya percutido cuero. Salió la Ley Bases, con el Régimen de las Grandes Inversiones como disposición estrella. Miseria para los de abajo y riqueza para los de arriba. La Década Infame del Siglo XXI se encuentra en su apogeo, respaldada por un orden internacional que quiere hacer de la Argentina una factoría semicolonial.

A principios de este mes se cumplieron 81 años de la Revolución del 43, que marcó el fin de la entrega y la corrupción de los años treinta. Por supuesto que uno se inclina a pensar que vivimos tiempos similares: orden mundial inestable, democracia falsa, ausencia de autoestima nacional, crisis moral, falta de conducción política, economía rota, profundización de la desigualdad, descreimiento en la gente, etc.

Quizá la historia pueda ayudarnos a encontrar un atisbo de luz. Durante la década del 30 nace FORJA. Se trata de un grupo de militantes radicales que al detectar la claudicación del viejo partido nacional, deciden abrirse y crear una nueva organización. Allí milita Arturo Jauretche, quien explica:

“FORJA intenta primero recuperar el radicalismo para su función histórica, después conformarse como partido de sustitución, pero en ninguna de las dos tareas tiene éxito. Comprende entonces, que su tarea fundamental es aportar al pensamiento argentino, el método y los modos de conocer nuestra realidad y señalar los rumbos necesarios para una política nacional”.

Es una cita excelente porque aporta elementos a una discusión sumamente actual. ¿En qué se tiene que enfocar la militancia justicialista para reconstruir la Argentina? ¿En elecciones, en recuperar el partido o en hacer pedagogía de lo nacional?

Arturo Jauretche en un acto de FORJA, a finales de los años ‘30 | Créditos: Archivo

FORJA se convierte en el primer grupo que denuncia al imperialismo inglés de forma sistemática. Los británicos eran dueños de los ferrocarriles, de los puertos, de la energía, del comercio exterior. Lo que comienza a develar FORJA a través de sus famosos cuadernos es justamente la sumisión colonial de la Argentina. A eso, le suma una militancia profundamente patriótica. Apelar a la unidad de la Nación por sobre todo, centrarse en la realidad de los argentinos y no en disquisiciones ideológicas, apuntar a cuestiones estratégicas y no a rencillas partidarias, elevar el orgullo nacional, diseñar un proyecto de país, etc.

Cuentan que un día le dijeron a Jauretche: “Arturo, hay un milico interesante, muy nacionalista ¿Si le mandamos los cuadernos? A las semanas, los escritos antiimperialistas de FORJA empezaron a llegar a Europa, donde un joven coronel estaba como agregado militar, su nombre era Juan Perón. Es decir, que parte de la génesis del peronismo radica en las ideas de los muchachos de Lavalle.

Resumiendo: la tarea del momento es muchísimo más profunda que trabajar por una vulgar elección. Debemos reconstruir una nueva mayoría para un Gran Proyecto Nacional, y para eso, debemos nacionalizar la discusión. ¿O creen que la victoria de un cipayo inédito como Milei no responde a una falta de patriotismo profundo en la sociedad y principalmente en la dirigencia? 

La tarea es crear la nueva FORJA, que no desgaste sus energías en la trituradora de carne que es el sistema partidocrático demoliberal (o al menos, que no reduzca todo su impulso vital a eso). El justicialismo está para cosas más grandes, menos individualistas y mucho menos aburridas que la mediocre rosca electoral. Y no solo por deseo, sino por responsabilidad histórica. 

Si queremos acabar con 50 años de decadencia, debemos priorizar la visión a largo plazo, proyectual. Y enfocarnos en lo permanente. ¿Qué es lo permanente? La Nación y el Pueblo argentino. Allí anida el nacionalismo, un nacionalismo emancipador. Una creación espiritual que nos permita la reconstrucción de una nueva mayoría que impulse la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. 

A diferencia del progresismo cultural o del economicismo técnico como variantes hegemónicas del peronismo durante los últimos años, el nacionalismo habilita lo que todo sujeto necesita para involucrarse en un proyecto colectivo: épica. ¿O ustedes pensaban que las mayorías populares se iban a enamorar del peronismo gracias a la revolución de las viejas de Cerruti o el Plan Platita de Massa?

El peronismo hegemónico de los últimos 10 años no solo fue pésimo económicamente, sino que además fue extraño a las mayorías y más aburrido que chupar un clavo. ¿Cómo no iba a atraer el libertario?

Mito, sujeto y predicado

Fíjense además que Milei, al igual que las religiones (que vienen a menguar la insatisfacción de la condición humana) propuso un mito, tratando de facilitar la comprensión de un mundo confuso y frustrante. 

Repasemos la narrativa libertaria: Argentina era un país soñado que gracias a los valores de la libertad tenía niveles de riqueza similares a las potencias del mundo. Vivíamos todos felices. Pero ocurrió algo terrible: El Estado empezó a meterse y provocó un derrumbe total. ¡100 AÑOS! Yrigoyen, Perón, los K, la casta que le robó a la gente de bien y llevó el país al abismo. Hasta que el profeta decidió meterse al barro de la política (él no viene de ahí) y devolverle la grandeza a esta maravillosa Nación.

Fijense: primero vivíamos en el edén, hasta que el fruto prohibido nos impuso una vida de sufrimiento y privaciones. Sin embargo, la promesa de salvación es posible de la mano del mesías (por supuesto que eso implica sufrimiento, sino no tendría sentido). Se trata de una operación mítica – religiosa casi tan potente como la redención del 17 de octubre. 

Y miren que loco: mientras el peronismo progresista espantaba a les clases populares con modas europeas o las pensaba desde un frío economicismo, Milei las sumaba a una lucha épica.

Creaba una operación que entroncaba con la tradición religiosa de nuestro pueblo. Cuando los burócratas del PJ se preguntan por qué la gente banca a Milei después de un ajuste inédito en la historia de la humanidad, la respuesta (que no ven) es muy sencilla: porque Milei les dió un sentido.

El sentido

El peronismo debe volver a otorgar sentido. Y la solución es la misma que en el 30: el nacionalismo. En un momento de impugnación severa a la dirigencia política, la única forma de pregonar los valores justicialistas sin nombrar a un solo dirigente es haciendo nacionalismo. Una narrativa épica que permita volver a enamorar a las mayorías e involucrarlas a un proyecto político revolucionario. Sintetizando, el nacionalismo nos permite enhebrar:

  • Un pasado común: Compartimos una misma historia de grandeza. La gesta de San Martín, la expulsión de ingleses y franceses del Paraná, los huevos en Malvinas, etc.
  • Unidad: somos todos Argentinos, no hay ideologías ni discursos fragmentarios.
  • Enemigo común: las corporaciones imperialistas y los dirigentes cipayos y corruptos. Siempre es necesario un enemigo claro en política porque unifica (ej. la casta).
  • Identidad cultural: Fútbol, el asado, la bandera, etc.
  • Sentido de trascendencia y un destino compartido.

De esta manera, el nacionalismo nos facilita todos los elementos necesarios para generar un proyecto de país estratégico. Además, es propicio coyunturalmente, el antipatriotismo de Milei hará que el sentimiento nacional florezca como hace mucho no ocurría. Como si fuera poco, nos permitirá incorporar a una nueva mayoría y fundamentalmente a jóvenes. 

Es evidente que los pibes imploran por lo genuino y lo disruptivo y que no enganchan, por una lógica cuestión etaria (un pibe de 18 tenía 9 cuando terminó el gobierno de CFK) con la devaluada épica kirchnerista.

Estamos en una crisis honda, pero con inventiva y coraje este país volverá a levantarse.

De abajo hacia arriba, la brasa… aunque no lo crean, todavía crepita.

  

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