
COMUNIDAD
Proyección y Nación:
apuntes para el resurgimiento
Por: Pablo Garello
Pablo Garello es integrante del medio digital Rosca y Tinto y actual Secretario General de la Juventud Peronista del Partido Justicialista de Santa Fe.
La reunión de economistas convocada semanas atrás por Moreno resulta significativa. Como dijo Tomás Trapé en Twitter: alegra que una vez en la vida se convoque a los distintos sectores del peronismo para pensar un programa y no para un cierre de listas. Efectivamente, esto y la presentación del plan de gobierno, representan un cambio de paradigma.
En política argentina no hay muchas certezas. Pero desde hace meses, una es evidente: estamos llenos de slogans. Por izquierda y por derecha, consignas sin ningún tipo de contenido que reflejan pertenencia identitaria e inundan la agenda pública: “Nadie se salva solo”; “Hay que insertarse al mundo”; “Los derechos que supimos conseguir”, etc.
Ojo, no digo que esté mal ni digo que no sean comunes (ni necesarios) en política. Lo son y existieron siempre. El problema es cuando el slogan obtura la discusión, cuando tirando un par a la mesa, el militante promedio cree saldado su esfuerzo argumentativo para sostener determinada posición. Y le basta. Y no escucha. El slogan bloquea, cierra, no representa más que una fagocitación de lo propio.
Sin embargo en estos últimos meses, desde el seno del justicialismo brota un slogan diferente. No es evasivo ni soberbio, más bien intenta cobijar niveles de compromiso y de proposición. La frase (repetida hasta en la básica más recóndita) es: “necesitamos un proyecto”. Una propuesta que surge, incluso, de las fuerzas más improvisadas hasta de las más oportunistas. Un nuevo consenso, parido al calor del fracaso sistemático de los nombres propios. Del dedo. De las figuras. Parido de la necesidad imperiosa de unificar a partir de una serie de ejes y no de señorajes. Porque como dijo Juan Perón: “Hay que hablar mucho de las ideas, poco de las cosas y nada de las personas”.
En este sentido parece haber avances. La reunión de economistas convocada semanas atrás por Moreno resulta significativa. Como dijo Tomás Trapé en Twitter: alegra que una vez en la vida se convoque a los distintos sectores del peronismo para pensar un programa y no para un cierre de listas. Efectivamente, esto y la presentación del plan de gobierno, representan un cambio de paradigma.

Sin embargo, la discusión sobre un proyecto de Nación no llega solamente de Principios y Valores. Grabois pide pista con las propuestas de una Argentina Humana y la sintetización del desafío que tenemos por delante en la idea de un nuevo ALCA: Agua, Litio, Combustible y Alimentos. Además, los planteos de Kulfas y cía. desde el desarrollismo, intentan presentar a la agenda política variantes estructurales del desarrollo, como la logística, el transporte y la infraestructura (obvio que no comulgo con el desarrollismo, pero sí le respeto su vocación por discutir temas ajenos al mainstream político comunicacional). Si a eso le sumamos la aparición de CFK con Rosemblat y A Kicillof en San Vicente invocando al nacionalismo, tendremos a un peronismo diferente que en todos los casos intenta subir la vara de la discusión.
Esperen. ¿Esto quiere decir que el sistema político cambió radicalmente y guarda la solución de nuestros problemas? No. En absoluto. El hecho es que la circunstancia geopolítica, el fracaso de absolutamente todos los dirigentes, el cansancio de tener que soportar más el regodeo ideológico de un peronismo amarillo que el enfrentamiento a los verdaderos problemas nacionales, crearon las condiciones para la emergencia de una narrativa que propone organización en torno a un plan y no a la caripela de internistas, polemistas y twitteros profesionales.
Nuestra tarea militante es agrandar esa ventana creada por circunstancias tan particulares y seguir fomentando la discusión. Estudiar, abrirnos al debate, proponer. Volver a encontrarnos con las organizaciones libres del pueblo como órganos consultivos. Exigirle a los dirigentes. Explicarles que no pueden conducir a nadie inventando dos o tres propuestas en el marco de una campaña. Pensar. Volver a pensar y hacerlo con coraje.
Ejemplos sobran
Hace dos semanas se conoció la noticia de que Níger, pequeña Nación de África, recuperó la mina de uranio más grande del país quitándole la concesión a una empresa francesa. Unos días atrás ocurrió lo mismo con la segunda más grande, en manos de una corporación canadiense. En ambos casos, el 51% de las acciones del yacimiento pasan a manos del Estado. Estamos hablando de energía, el activo geopolítico más importante del momento y, por la transición energética, la energía nuclear se revaloriza y el precio del uranio está por las nubes.
De esta manera, con una enorme visión política, el gobierno nacionalista de Níger recupera un resorte estratégico para su pueblo en un momento clave. Repetimos: se trata de un país pobre de África, con índices de desarrollo autónomo muchísimo menores a los de Argentina. Pero… ¿cómo un país con un poder tan escaso puede plantarse así a Occidente y a principalmente a Francia, su verdugo histórico?
La respuesta está en la geopolítica. Siempre que ocurre una disputa de poder por la hegemonía mundial se abre una ventana para que los países periféricos puedan consolidar mayor autonomía estratégica. La guerra fría es un ejemplo: los procesos de descolonización de África y Asia ocurren cuando EEUU y la URSS se disputaban el futuro del mundo. El peronismo también es hijo de ese momento histórico, consolidando una estrategia de soberanía política e independencia económica.
Entonces: ¿Como Níger, un país pobre y débil, puede llevar adelante una revolución y Argentina no?
La realidad es que están dadas las condiciones geopolíticas para un nacionalismo revolucionario, por dos aristas: por la debilidad de occidente y por las características particulares de nuestro país.
Y todo esto teniendo en cuenta que nuestro país cuenta con: recursos naturales en cantidad; recursos humanos de alto nivel educativo; memoria industrial; doctrina política y una enorme tradición de lucha. De esta manera, la historia abrió una ventana única para discutir cuestiones que hace años no se discuten. ¿Quién va a controlar el comercio exterior? ¿Quién va a explotar nuestras minas? ¿Vamos a seguir siendo una Nación sin flota mercante?
Por eso insisto: hay que fomentar el debate propositivo y hacerlo con coraje. Están dadas las condiciones para que el nacionalismo, con eje en la planificación estratégica, vuelva a ser considerado una alternativa de poder y pueda transformar la vida de las mayorías.
En síntesis: fomentar la discusión por un proyecto dentro del justicialismo, volver a debatir los grandes temas de la Argentina y hacerlo con conocimiento y coraje. La hora del nacionalismo, luego de cincuenta largos años, está de vuelta.
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