INFORME
Gobernar es crear trabajo
Por: Mariano Valdéz (MLN)
Mariano Valdéz es militante del Movimiento de Liberación Nacional que conduce Martin Ayerbe y las propuestas desarrolladas en este artículo se encuentran en sus plataformas de campaña.
El Aluvión no es un medio orgánico a ningún partido político en especial, pero si a los intereses de la patria. Y entendemos que es nuestra tarea difundir todas aquellas propuestas que discutan cómo dejar de ser una semi-colonia.
La opinología desbocada está al orden del día para defender números. No importa de qué pico salgan, siempre van a estar bien para una fracción de la militancia de Twitter y mal para otra. Pero, apelando a la mayéutica que mejor nos representa, hay que hablar de las cosas.
24 de marzo de 1976. Tal vez una de las fechas, si no la más marcada a fuego en la historia argentina. El inicio de lo que se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional“ no sólo arrasó con 30.000 argentinos y argentinas, sino que fue el puntapié inicial para el objetivo final del Imperialismo: la destrucción de la industria nacional y la supresión del empleo en la Argentina.
Este sanguinario proceso fue muchas veces vapuleado desde la vuelta de la democracia. Sin embargo, queda cada vez más en el olvido el trasfondo real de la última dictadura que atravesó nuestro país, viéndose este horror reducido a la mera discusión de un número.
Esta es una estrategia más que favorable para el enemigo que contó con la complicidad de los “propios” que abandonaron una discusión central en el peronismo y otras corrientes nacionales, que es la defensa de las banderas de los movimientos nacionalistas industriales en torno al Estado manejando las actividades principales de la economía nacional con la finalidad de garantizar la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social.
Pero por sobre todo se perdió lo más importante: la discusión es en ese orden y no en otro. Porque la conectividad real es esa y no la inversa. Sin Soberanía Política, jamás se pueden tomar decisiones reales sobre el destino del país. Sin poder tomar decisiones, nunca se puede tener la independencia necesaria para poder llevarlas a la acción. Y sin la independencia para decidir, jamás se alcanzará la Justicia en la sociedad para que nuestros compatriotas dejen de sufrir las injurias de un sistema que funciona a tracción de sangre desempleada.
¡Me la dieron, Limón!
Rodolfo Walsh en la “Carta abierta a la Junta Militar” denuncia que, a un año de la última Dictadura, el desempleo alcanzaba un récord de 9%. Considerando que Argentina venía de alcanzar el Pleno Empleo en 1973 y 1974 con Perón, sólo en 3 años un aproximado de 2.404.000 argentinos se encontraron con el desempleo por primera vez luego de mucho tiempo. Estamos hablando de los abuelos y abuelas de quienes hoy estamos rozando los 30 años. Muchos de ellos, abuelos y abuelas de familias cuyos individuos aún hoy en día no encuentran empleo formal en blanco, con derechos laborales, aportes, jubilación, obra social, etc.
Este número, desde 1977 hasta la fecha, lejos de ser alentador, empeoró de forma gradual hasta nuestros días.
Con la vuelta de la democracia, la principal bandera del alfonsinismo fue llevar al tribunal a los militares. Sin embargo, fue el gobierno de Alfonsín el que trajo el primer antecedente que tiene esta Patria de lo que hoy conocemos como “los planes”: la famosa CAJAPAN.
¿Y qué fue la CAJAPAN? Una medida para paliar el hambre en una Argentina que ya tuvo un primer golpe en su industria, donde la desocupación sólo creció año a año, para la imposición de un modelo que lo que buscaba era negociar con un sistema que lo único que quería era una profunda, y cada vez más, destrucción de la clase trabajadora.
Para 1989, Alfonsín deja el gobierno con un 3.9% de desempleados. Pero ahí empiezan las tramoyas, y el número que publican se mide sobre la Población Económicamente Activa en lugar de sobre la población total. Estrategias diagramadas por John Maynard Keynes para que los números representen un impacto menor al ser oídos, sobre todo considerando que la población crece y no se mantiene constante.
Hablar de porcentajes sólo aporta a la confusión generalizada de si un gobierno fue mejor o peor, aunque estos suelen no blanquear el número real de desocupados en cuanto a personas se trata.
Ya en la época de los ‘90, pizza y champagne para algunos, el menemismo logró dos hechos particulares con el apoyo de la embajada Estadounidense:
- Oficializar los planes sociales como otra unidad de medida, es decir fragmentar aún más la pobreza.
- Embarrar el nombre del movimiento de los trabajadores en nuestro país, incluso abriendo la puerta a la existencia del “peronismo de derecha” (más trucho que juguete chino).
Con estos dos puntos, siendo el representante del peronismo, Menem pudo finalizar el trabajo de los milicos avanzando con las privatizaciones de las empresas del Estado con la excusa de que estas eran deficitarias y demases artilugios (parece campaña 2023, pero ya se hizo en los ‘90) que se utilizaron para enmascarar la verdadera búsqueda de destruir aquel modelo de Estado que permitió alcanzar la cúspide de gloria de nuestra Patria con trabajo para todo el mundo, e incluso llegando a ser prestamistas de caras al mundo y no meros exportadores de granos y materias primas sin industrializar.
De esta manera, se ven beneficiados los privados con la adquisición por dos pesos o dos dólares, de empresas que para la Nación fueron claves en términos estratégicos y no necesariamente económicos, marcando un punto de partida muy dificultoso para retomar un proyecto relativamente inmediato de reconstrucción de la gloria que hemos sabido tener como argentinos.
En este punto hay que tener en claro que no se trata sólo de quiénes se quedaron con los negocios, o cuánto ganaron con ellos. Se trata, por sobre todas las cosas, del detrimento de una Nación en beneficio de unos pocos, porque los ‘90 fueron la cúlmine de muchas cosas, pero sobre todo lo ha sido de destruir el Estado Empresario creado por el Peronismo.
Ya al final del menemismo, el gobierno de La Alianza llegó a la cúspide de la triste historia reciente de nuestro país con el estallido social más grande de la época: corralito, muertos, etc. Pero cuando todo parece oscuro, una esperanza se enciende con la llegada al poder de Nestor Kirchner.
Los gobiernos que se sucedieron desde 2003 al 2015 tuvieron grandes defensores. En la TV, en las redes sociales, en oficinas cerradas y actos abiertos. La década ganada fue vanagloriada apropiadamente por la gran cantidad de conquistas sociales que han surgido de estos gobiernos.
Obsecuentes por doquier, poco se habló de lo negativo de este gobierno que, por sobre todas las cosas, debiéramos hablar de la continuidad de un modelo de “negocio con el sistema” que, aunque algunos quieran utilizar el mote de “anacrónicos”, reemplazó las verdaderas bases del peronismo en torno al desarrollo industrial local y la necesidad de políticas, también, de industria nacional.
Lástima que se nos fueron los atentos…
La opinología desbocada está al orden del día para defender números. No importa de qué pico salgan, siempre van a estar bien para una fracción de la militancia de Twitter y mal para otra. Pero, apelando a la mayéutica que mejor nos representa, hay que hablar de las cosas.
“Cuando terminé mi gestión el 10 de diciembre de 2015 la desocupación era del 5,9%” reza la carta publicada por CFK el 27 de Octubre de 2020, obedeciendo a los números plasmados en los informes de gestión de su último gobierno y acatando lo dictaminado por el FMI en la década de los 90´de medir por separado al trabajo en blanco, trabajo en negro, planes sociales y desocupados puros, para reducir el impacto de las estadísticas e informes desde el menemismo en adelante.
El número per-sé es real. Y no cabe duda de que es ese el nivel de argentinos y argentinas que efectivamente no tenían ningún tipo de ingreso al 10 de diciembre de 2015. Sin embargo, esa medición es dañina a los efectos de la construcción de un proyecto de país y funcional nada más que al sistema que requiere esta confusión para disminuir la tasa de probabilidad de un estallido social y debiéramos agrupar tanto a los trabajadores en negro, aquellos cuyo único ingreso es un plan social y aquellos que efectivamente son el 5,9% de desempleo declarado, en un único grupo. En este sentido, al abandonar el gobierno, CFK deja el gobierno con un país con un 32% de desocupados.
Llegado este punto, y lejos de querer herir susceptibilidades, estos números se toman no como una crítica y ya, si no porque son aquellos últimos números publicados en los que podemos confiar.
Ahora, lo que hay que pensar, y es la invitación que les hacemos, es si no debiéramos trabajar justamente partiendo de la base de que, incluso, para muchos, los mejores gobiernos de los últimos tiempos no han podido romper con una dinámica iniciada hace 50 años, de suprimir cada vez más a la clase que el peronismo elige representar, los que trabajan. Y en su lugar han mantenido una lógica servil para con aquellos que viven de los que trabajan.
En lugar de atacar el problema de raíz, aquel gran fenómeno político que ganó con más del 50% de los votos en 2011, decidieron mantener una lógica donde distintas discusiones han sido la punta de lanza en distintos momentos, mientras la generación de empleo ocupó un lugar secundario. Cuando el orden debe ser estrictamente inverso y todas las discusiones que se quieran dar deben ir ordenadas detrás de la necesidad de empleo, no por carecer de importancia las primeras, sí por ser fundamentalmente importante la primera.
Sobre todo, hay que pensar en las distintas brechas que se dejaron obrar de esa manera y que fueron beneficiosas para el enemigo, pero dañinas para nosotros. Sin ir más lejos, el cómo se gestionaron los planes sociales dió lugar a la existencia de los punteros y todas las dinámicas, turbias pero reales, que aún al día de hoy vemos quienes militamos en los barrios, y en los cuáles se centraron los armados de más de una organización militante donde dirigentes se enriquecieron arduamente mientras administraban una pobreza que solo fue en crecimiento.
Sería erróneo ocultar esto y decir que todos los problemas son estrictamente del gobierno de Mauricio Macri o Javier Milei. Como cuando se juega al jenga, si la torre se va construyendo torcida, obvio que al sumar piezas verticalmente, en algún momento se desmorona.
¡El tic no alcanza al tac!
En estos momentos estamos atravesando una crisis de representatividad a nivel país que ha desembocado en Javier Milei como presidente. Agotando un discurso cargado de algunas verdades y varias mentiras, el enemigo una vez más demostró que es muy bueno para explotar enojos y frustraciones en la población y explotarlas en su propio beneficio.
Podemos hablar del grado de realidad de existencia de la casta política, porque que no se quiera ver es otra discusión aparte. Pero sobre todo hay que hablar de que en las últimas cinco décadas, la realidad del país solo fue empeorando año a año por más cosas positivas que querramos recalcar de aquellos gobiernos que cada quien considere mejor. Y el resumen de todo este panorama es que, lo que acontece en la realidad, no existe un proyecto de país fundado sobre la necesidad de crear trabajo industrial de calidad que permita resolver otros conflictos que atraviesa el país.
Muchas discusiones podemos tener sobre la ley de alquileres, pero cómo eso soluciona el hecho de que la gente en situación de calle es cada vez más.
Otras tantas podemos encarar en un café sobre el precio de la carne, pero cómo eso cambia el hecho de que uno de cada dos pibes no tienen para comer porque sus padres no tienen trabajo.
Podemos dialogar largo y tendido sobre las jubilaciones por moratoria, pero cómo eso cambia el hecho de que cada día son más las personas que no pueden acceder a un trabajo y, por relación directa, cada vez menos gente aporta en pos de poder sostener a aquellos que están jubilados y/o aún están estudiando y no tienen la edad necesaria para su primer trabajo.
En este sentido, es necesario repensarnos como argentinos principalmente y qué futuro queremos para nuestro país y todo lo que ello conlleva. Pero como alternativas políticas, es necesario exigirle a la dirigencia que tome el bastón de mariscal y empecemos a centrar las discusiones en el principal ordenador de las realidades de los individuos: el trabajo.
Ir a Perón
Como bien nos enseñó Perón, cuando se habla mucho de las cosas, poco de los demás y casi nada de nosotros mismos, hay más puntos de acuerdo de los que nos quieren hacer creer cuando hablamos de un proyecto de país en torno a lógicas fundamentales que ya han demostrado San Martín, Rosas, Yrigoyen, o Perón y Eva, que funciona: el Estado como motor de la industria nacional.
Ningún argentino o argentina de bien va a estar en contra si hablamos de que la sustitución de importaciones en la industria liviana funciona. Por ejemplo, si fabricamos nosotros los juguetes que se traen de China, se pueden generar 7.049 puestos de empleo de manera directa entre el Estado y las PyMEs proveedoras, además de otros 9.683 por reflejo social. Porque el que tiene plata se corta el pelo, compra en el almacén, se hace las uñas o sale a comer con la familia.
Al subir la complejidad de las producciones, la discusión se hace más sondable. Si hablamos de la fabricación de artículos del hogar de línea blanca (licuadoras, batidoras, cocinas, etc.) podemos hablar de casi 25.0000 nuevos empleos, entre Estado + PyMEs, y más de 34.000 por reflejo social.
A estas alturas estamos hablando de que estamos a una decisión política de generar 75.000 puestos de trabajo que permitirían que más familias puedan acceder a tener un techo, algo que comer, ropa, zapatillas y demases cuestiones que dejaron de ser lo común en la realidad de nuestro país y han pasado a ser privilegios hace años. Y, nobleza obliga, es lo que debemos reclamarle a nuestros representantes que tomen la posta y hagan, porque todo aquel discurso que quiera plantear como una dificultad esto, no es más que un discurso de indiferencia hacia el dolor ajeno y muchas veces propio, también. Y cada día que pasa, el estado de situación se vuelve más complicado para revertirlo.
Ya no late el animal
El sistema capitalista está en crisis, a las claras están las evidencias de ello y, si hubiera algún despistado, hay material de análisis de sobra en este mismo medio. Y en sus alaridos, mientras se desangra, el grado de presión y sometimiento que los imperialismos quieren ejercer ya ha sobrepasado todos los límites permisibles para el ser humano y la tierra.
Pensar, en este sentido, un plan de pleno empleo, no solo es una necesidad de hace ya mucho tiempo, sino un acto de justicia para con todo el mundo que se ve afectado por las explotaciones mineras sin medición de consecuencia de los privados, los desmontes, incluso en favor de reducir el impacto en el cambio climático que tiene la organización del mundo tal y como la conocemos hoy.
Es preciso pensar que no es el Estado sino la única herramienta que tenemos para protegernos como ciudadanos y como respuesta a la hiper individualización que hoy reina en el mundo. Es el Estado quien puede definir cómo se hacen las explotaciones de las reservas de los recursos que tenemos a lo largo y ancho de nuestra Patria, en pos de aquello que sea más beneficioso para los argentinos y las argentinas. Así como es el estado también quién es el responsable de generar las condiciones necesarias para que las generaciones que ya atraviesan dificultades, y las que vendrán, las puedan resolver.
Es el Estado quien debe retomar la idea de que “donde existe una necesidad, nace un derecho” y atarla a su hermana “cada quien debe producir por lo menos lo que consume”, porque no es ese si no el único camino para erradicar de nuestra patria las injusticias y el asistencialismo a la vez, y lograr que reine una vez más en el Pueblo el amor y la igualdad.
Es precisa la organización de las discusiones. A pesar de la inmediatez y relevancia que todas aquellas puedan tener, y ordenarlas detrás de la necesidad de generar empleo para que, de una vez y para siempre, en el país de los alimentos, ya no haya niños revolviendo la basura buscando qué comer.
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