EDITORIAL
Rialpolitik
Por: Agustín Chenna
Semanas de política farandulera y panic show. Del Elfo a Lilia, de la peronización de Villarruel al change org. Mientras todo sube menos los salarios, la bronca explota contra el de al lado y no logra canalizarse politicamente ¿Como se reconstruye el peronismo cuando la autoestima del pueblo esta tan golpeada?
Las últimas semanas fueron tan agitadas en el terreno político que el pueblo ni se enteró. No sé si tiene que ver con ser un genio entendiendo los climas de época, con estar tocado por la varita mágica o con que el circo es trascendental a todas las etapas políticas y económicas del país, pero Jorge Rial volvió a estar en el lugar indicado y en el momento indicado. Justo cuando decidió retirarse de la farándula para pasar a hacer periodismo político, la farándula dejó de existir, Tinelli no supera los 4 puntos y la política se volvió más vedetera que las temporadas de la Década Ganada en Villa Carlos Paz. ¿Y quién estaba listo como un boyscout para capitalizar una interna del bloque de gobierno que parece dirimirse en los chats y fotos de relaciones personales entre funcionarios? Él, el peor de todos, otra vez.
Como corresponde, las redes sociales se llenaron de indignación militante. Siempre discutiendo lo importante, y a la expectativa de la aparición de los chats filtrados de Lilia Lemoine -o el ansiado video del ascensor, lo que suceda primero- los medios de comunicación y sus hijos bobos se espantaban del amateurismo de La Libertad Avanza y de lo raro que es el presidente Javier Milei.
Ante tamaña debilidad mediática, en un nuevo acto de ejercicio de poder de Milei vetando el aumento a las jubilaciones, las propuestas de la oposición no se hicieron esperar. Esta vez sí que las redes estallaron en una nueva cruzada entre antiprogres que tratan a Kirchner de socialdemócrata y antiviejos-meados conducidos por personas mayores de 70. Por respeto a ambos, nobleza obliga decir que tanto la discusión planteada por Moreno sobre si Villarruel es peronizable y el juicio político como la juntada de firmas en change.org propuesta por Di Tullio para frenar el veto al aumento a las jubilaciones son, sin mayores distinciones, bastante pelotudas.
Lo que tienen en común dichas propuestas es una caracterización errónea de cuáles son los alcances de las instituciones de la democracia liberal. Moreno los sobredimensiona y Di Tullio, cobrando 9 millones de pesos todos los meses, directamente los descarta. Sin embargo, la falta de capacidad para construir representación social que iguala a todos los sectores es que quieren solucionar en el palacio un problema que está en la calle. Discuten entre gente del palacio agendas del palacio y, mientras tanto, las tarifas se multiplicaron por cinco, el pasaje por seis y los alimentos ya no tengo idea por cuánto. El hambre y la gente que no está morfando, ni les cuento.
El problema de la calle que hay que resolver es que la situación está horrenda y todo parece indicar que va a estar peor. Que no solo no hay plata, sino que cada vez va a haber menos. Y que, como dijera Duka en ese magistral recorte en el que pide una última jugada de CFK poniéndose al frente y caminando, la etapa exige más jefes políticos y menos burócratas (en el buen sentido de la palabra). Porque necesitamos alguien que logre lo que hasta el momento se volvió imposible: desviar la violencia social con el de al lado y canalizar la bronca generada por las medidas de este gobierno en una respuesta política. El gran acierto actual de Milei es disociar absolutamente los niveles crecientes de pobreza, la bronca social en ascenso que vivimos cotidianamente en todos los ámbitos de nuestra vida de las medidas que él mismo toma.
Justamente ese problema no se resuelve desde las oficinas. Hay una falta de liderazgo político capaz de reencauzar la bronca social que está, que existe, pero que explota con el de al lado. Nadie se moviliza a Casa Rosada por el aumento del bondi, pero sí se viralizan videos de gente cagando a palos a un colectivero porque le quiso cobrar lo que vale el boleto. Y toda nuestra militancia en general fue criada más como niños de Estado que como jefes políticos. Dales una partida presupuestaria chica y te arman 500 programas desde La Quiaca a Ushuaia, pero no los tires en el tercer cordón del conurbano a organizar una plaza sin recursos del Estado porque duran dos segundos ¿Cómo te van a creer que tenés la solución a los grandes problemas de la patria si en tu historia militante no levantaste un merendero sin que aparezca un subsidio de algún lado? ¿Cómo te van a creer que tenés la solución al problema del hambre si nunca arrancaste una Unidad Básica de cero?
No sé si Cristina escuchó a Duka o a los miles que lo compartieron con esperanza en su persona, pero si lo hizo no le importó. Al poco tiempo saco un nuevo documento con la misma postura de los anteriores: el problema del bimonetarismo y la restricción externa y la incapacidad del peronismo para reordenar sus agendas en un mundo que cambió. Me permito un breve desliz: no es que desde el peronismo no se advirtió que el mercado laboral había cambiado, que las formas de relacionarse también, que hablar de seguridad era hablar de los problemas de los laburantes o que los sistemas educativos y sanitarios son una mierda. Pasa que al que se animaba a decirlo se lo atacaba como enemigo del proyecto nacional. Pregúntenle a Mayra Arena que pasó cuando advirtió, en la salida de la pandemia, que los pobres estaban cambiando su voto a Milei. O a Martin Guzmán qué pasó cuando quiso segmentar las tarifas.
Seguimos. No sé si el análisis es acertado o no. Lo que si estoy seguro es que la gente ni come ni vota proyectos de Estado. Ante la falta de jefatura política hace años se viene insistiendo en la necesidad de tener un programa, puntos de acuerdo, bases y condiciones o como quieran llamarle. Les recuerdo que estamos en Argentina, tierra de Juan Manuel de Rosas, Quiroga, Roca, Irigoyen, Perón, Menem y muchos más de todos los colores y tendencias. No son los programas los que movilizan a un pueblo. Moviliza la esperanza, la visión de futuro, la confianza, el sentimiento. Moviliza el ejemplo. Por más bueno que sea tu proyecto de Estado, si la sociedad no te cree no te va a votar ¿o que creen que paso en el ballotage 2023?
Pero si la cosa está tan clara ¿por qué tan pocos nos animamos a caminar? ¿A qué le tenemos miedo? ¿Perdimos la capacidad de generar esperanza porque no hay posibilidad de que esto cambie? ¿O perdimos nosotros la sensación de que esto puede cambiar? Quizás sea tiempo de asumir que todo puede cambiar, pero que vamos a tener que tomar medidas drásticas que barren de fondo con décadas de instauración de un peronismo idealista que nos hablaba de que “para un argentino no existe nada mejor que otro argentino” o que promovía el abrazo con el Almirante Rojas. Siempre prefiero recordar que no alcanzó con que Perón cambiara esa verdad peronista (antes era “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”) para que los radicales pidieran disculpas por apoyar el golpe del 55’, y que tan solo dos años después ya había algunos argentinos que estaban tirando a otros argentinos desde aviones al Río de la Plata en nombre de la Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
Nuestra proposición es clara y sin medias tintas: el punto sobre el que queremos discutir es qué vamos a hacer con los que hace 200 años se vienen enriqueciendo sobre el hambre de un pueblo argentino cada vez más pauperizado. El peronismo nunca fue una cuestión de medios sino de fines, con una mirada profundamente humanista. Es necesario desideologizarlo y devolverlo al terreno del que nunca tuvo que haber salido: el del proyecto político donde se discutían las soluciones para los sectores más humildes. Evita, fuego revolucionario del peronismo, decía en La Razón de mi Vida:
Los ricos todavía creen que cada hijo trae, según un viejo proverbio, su pan debajo del brazo; y que donde comen tres bocas hay también para cuatro. ¡Cómo se ve que nunca han visto de cerca la pobreza! Yo también los he visto volver a casa con el hijo muerto entre los brazos para dejarlo allí sobre una mesa y salir luego a buscar un ataúd como antes buscaron médico y remedios: desesperadamente. Los ricos suelen decir: ‘No tienen sensibilidad, ¿no ve que ni siquiera lloran cuando se les muere un hijo?’. Y no se dan cuenta de que tal vez ellos, los ricos, los que todo lo tienen, les han quitado a los pobres hasta el derecho de llorar”
Quizás el problema no es que el peronismo se haya vuelto un movimiento clasemediero. Los hay de todas las clases con muy buena consciencia social (y con muy mala también). Quizás el problema es que se llenó de personas que aman verse a sí mismos mucho más de lo que aman ver al de al lado. Que están enamorados de los “debates” entre ellos mismos, que se van contentos de los lugares cuando la discusión sale “ordenada” o cuando hablaron bien. Que están donde están por dónde nacieron o a qué colegio fueron, cuando el justicialismo llegó a este país para que la cuna donde nacía cada uno no sea la determinación de cómo iba a vivir y a morir esa persona.
Tal vez la etapa necesite escuchar y ver un poco más que lo que lo venimos haciendo. Poner el oído y la vista en los márgenes. En los que se acostumbraron a que nadie los quiere escuchar y casi que ya ni se animan a levantar la voz. Porque cuando deje de haber negros atrevidos que vean en las desigualdades una injusticia, por más seguidores en TikTok que tenga el PJ, ahí sí el peronismo va a estar muerto.
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