Los héroes que vendrán

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Los héroes que vendrán

Por:  Carlos Ceballos Veterano militante del Movimiento Peronista

“El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires.” (11ª Verdad Peronista)


Los héroes que vendrán serán los necesarios. Surgirán de un pueblo castigado durante décadas; en el que unos han respondido dócilmente a las propuestas de la indiferencia y la banalidad de la cultura globalizadora; muchos otros han luchado hasta el agotamiento por su dignidad y para sobrevivir cuando pudieron resistir las tentaciones de la droga y la delincuencia y unos poquísimos han hecho del dinero dios y de la injusticia su bandera.

Surgirán en medio de este mar de incertidumbre sobre el que los humanos navegamos y donde nadie ve demasiado acerca del futuro mediato o inmediato, y en el que en general los argentinos, que ocupamos uno de los botes, aun padeciendo la misma ceguera que los demás contamos con la certeza que de nuestra Patria, como la conocemos, no quedará mucho en pie, se trate de nuestros valores morales, religiosos, culturales, y patrimoniales.

No obstante, entre nosotros y entre tantas angustias están los persuadidos de la resurrección y cuentan por ello con la esperanza de que una vez derrumbado el edificio existente queden a la vista las raíces fundadoras que nos han marcado el camino y ser el pueblo que somos.

Ciertamente estas primeras líneas podrían haber sido escritas hace bastantes años, pero el párrafo final está cumpliéndose en el presente cuando el sufrimiento de nuestro pueblo y la entrega patrimonial de nuestra Patria se han agudizado de manera acelerada, provocando que el subsuelo comience a emerger y a ser visible para una buena parte de los argentinos, y esto asegura un inexorable retorno a los orígenes.

La Argentina nació hace ya algo más de 400 años cuando la llamada “Edad Moderna” movía sus primeras piezas separando a Dios de los hombres, encumbraba la razón en los altares y tejía la convicción de un utópico progreso ininterrumpido en un proceso que finalmente condujo la cultura anglosajona para alcanzar el dominio del planeta a través de su codicia y su técnica.

Sin embargo, la Historia en su marcha ha fisurado este rumbo e ingresado, desde finales del siglo pasado, en un período incierto que es una agonía terminal y a la vez un nacimiento indefinido.

Se cuenta que Don Atahualpa Yupanqui respondió al comandante que elogiaba la rapidez del avión que los había llevado a destino: “mire, el cuerpo viene más rápido pero el alma viene de a pie.” Y es posible que el aviador y nosotros encontremos en esto una pista para la solución del problema que nos mantiene en la ceguera.

Ponerse al paso del alma constituye hoy un acto cultural revolucionario puesto que significa salir del “rapidísimo” actual para volver a lo permanente, tanto en las relaciones humanas como en los valores que inspiran nuestro andar. No es detener el fluir de la “modernidad líquida” ni quietud o rigidez que desecha todo cambio, sino recuperar nuestro propio ritmo en el andar que haga posible la reflexión y volver razonable la realidad.

El Alma (del latín ánima) no solo tiene su propio paso, sino que es además lo que anima o “lo que mueve”. Mueve al corazón (“centro” del sentir y el pensar) a amar y discernir o discernir amando, y en este nuevo estado podremos separar los escombros que dejará la destrucción de los tiempos modernos y encontrar entre ellos aquellos principios que nos devuelvan la vista y nos vuelvan a ubicar en nuestro camino.

Tiene su urgencia el caso pues vivimos en un mundo descentrado. Francisco ha respondido a esto fundando la Universidad del Sentido, mientras que adolescentes y jóvenes lo han hecho quitándose la vida tanto como nunca antes había sucedido, y si para el Papa el centro se define simplemente como Dios, para los otros el sentido perdido es carencia de amor, orientación, ausencia de conducción.

El proceso que nos devuelve la vista es, necesariamente, comunitario porque los pueblos llevan el paso del alma. Es pasar del constante fluir a una necesaria estabilidad, y de ésta endeble paz podrán surgir los héroes que encontrarán los valores, virtudes y capacidades que nuestro pueblo ha manifestado en su histórica lucha por expresar libremente su consciencia.

Eludirán las trampas de un régimen perverso que permanentemente combate a quien busca romper el cerco del pensamiento uniforme, banal y sin trascendencia; comprenderán que en toda construcción política la realidad prevalece sobre la idea y el tiempo es superior al espacio. Con este sencillo bagaje ellos podrán construir el Poder de los Argentinos suficiente para restaurar, recuperar y liberar a nuestra Argentina.

Obra sagrada será “salvar” a la Patria y los héroes que vendrán para realizarla no aparecerán casualmente. Serán aquellos que movidos por el alma se dispongan y preparen para reunir y combatir sacrificando algo propio, hasta la vida si fuera menester entregarla en un acto, o a lo largo de su existencia. Serán los que lo hagan sin pedir contraprestación y así, con sus acciones, redimirán la política.

Nada nuevo lo es plenamente, y siempre alcanzarlo es un acto de lucha, pues el paso del ser arrastrado por la corriente global a detenerse y preguntarse por el sentido que ha adquirido la propia realidad implica un combate interior, y tampoco es totalmente nuevo que para la mayoría de los hombres salir adelante de esa encrucijada es necesario la compañía (los compañeros = los que comparten el pan) de otros, independientemente de su número, que han surgido, o se encuentran cerca de manera inesperada, providencial.

Podrá salirse entonces del “debate” sobre la política que hacen los otros en el campo del Régimen, para ingresar en la acción con un pensamiento nacional y siguiendo su curso comprender como el alma anima a combatir para reunir (en el espacio interior de la persona); y reúne para combatir (en el campo de la Patria).

Resulta un esfuerzo en dos tiempos y direcciones que confluyen en un acto de renuncia personal a la que el protagonista está dispuesto. El alma y el corazón lo han traído hasta aquí, y lo pondrá frente al significado de esta renuncia que en su etimología (del latín sacrificium, combinación de las palabras sacer –sagrado- y facere -hacer-) es hacer cosas sagradas.

Este hacer renunciando, este dar a cambio de nada, retomará la mística que es el amor puesto en los actos trascendentes y tal vez llegue a la pasión del fanatismo que prefería Evita, que no significa caer en la irracionalidad estúpida como dicen los culturosos del Régimen, sino “convertir la vida en un morir permanente y heroico que es el único camino que tiene la vida para vencer a la muerte.” (Cfr. Evita “Mi mensaje”)

Los héroes que requiere la Verdad Peronista no son los individuales, los que entregan su vida por su comunidad, la Patria o la Verdad y que suelen tener un trágico final, sino preferentemente aquellos que junto con otros la entregan cotidianamente a la Causa del pueblo y serán medidos por la responsabilidad con que asuman su Misión porque “a todo el que se le da mucho, también mucho se le exigirá; y al que mucho se le confía mucho más se le pedirá.” (Lc. 12,48)

Serán los héroes que inexorablemente vendrán, los necesarios y todo ellos, aún los anónimos, serán los que organizando y conduciendo al pueblo que los está esperando, recibirán de este el amor y la gratitud que los guardará en su memoria para siempre, tal como recordamos hoy sin conocer sus nombres a los gauchos de Güemes y a los soldados de Malvinas.

 

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