¿Será posible?

COYUNTURA

¿Será posible?

Por: Mauricio Vera

30 de abril de 2025, víspera de fin de semana largo, como para que la totalidad de los asalariados en blanco que pueden no trabajar en día feriado la vean, se estrenó El Eternauta.


Disclaimer: el texto tiene pequeños spoilers

30 de abril de 2025, víspera de fin de semana largo, como para que la totalidad de los asalariados en blanco que pueden no trabajar en día feriado la vean, se estrenó después de décadas la primera adaptación fílmica seriada de la obra magna de la ciencia ficción argentina: El Eternauta de H. Germán¹ Oesterheld.

La historieta, publicada entre el 57 y el 59 a razón de cuatro o cinco páginas por semana en la revista Hora Cero, transcurre entre el Vicente López y el Buenos Aires de la época, en una Argentina en la que todavía era razonable que una familia viva de un solo laburo y en la que, a diferencia de la serie que nos convoca hoy, no existía el divorcio. Y aprovecho esta diferencia con la historia original para decir que todos, repito, todos los cambios que hizo Stagnaro me parecen bien.

Revisionismos

Tesis: Ni El Eternauta historieta ni El Eternauta serie son ficciones kukas y/o peronistas, sino que más bien parten, para construir sus respectivos universos, de la visión que tiene de sí misma la clase media de cada época y, por ende, de lo que el imaginario social nacional entiende por lo argentino. En tanto representación de lo que entendemos por lo argentino, la serie logra convertirse en un fenómeno nacional transversal.

Como le debe haber pasado a varios, mis transformaciones en kirchnerista y en fan de Oesterheld corrieron paralelas. No fue por descubrir la política en la obra que empecé a leer primero a Juan Salvo y después a Mort Cinder, Ernie Pike y Ticonderoga. La colección gracias a la cual me pude acercar a la obra de Oesterheld fue ni más ni menos que la de la Biblioteca Clarín de la Historieta², que salió cuando tenía 10 años, en 2003. Gracias al Clarín todavía aliado al kirchnerismo, los pre-púberes millennials pudimos entrar en contacto con la historieta argentina de mitad de siglo XX, lo que a su vez le permitió a la generación de nuestros padres (anti-menemistas de los 90′, que luego en muchos casos devendrían en kirchneristas de los 00′ y los 10′) mostrarnos a nosotros las obras que los habían formado en su juventud.

Pero no fue porque Clarín no estaba peleado con el kirchnerismo que decidió publicar a Oesterheld. También publicó a Quino, a Fontanarrosa, a Trillo, e incluso a Milo Manara. El Eternauta, antes de ser el grafiti de un movimiento político en 2010, reapareció en las editoriales como parte del legado de una cultura en decadencia: la de la clase media argentina. Clarín curó su colección pensando en venderle a quienes de sí mismos cuentan que en los 80 iban a ver películas de Fellini y Woody Allen al cine, no en los ex-M ni en los primeros brotes kukas. No era ni para peronistas ni para radicales, aunque capaz que sí para los que votaron convencidos a Alfonsín. El Eternauta se reeditó para una generación para la que, antes de la dictadura, ver al Ejército Argentino y a la aviación cordobesa enfrentando a los aliens no rompía el pacto ficcional.

Y es que sí, El Eternauta se circunscribía en una tradición estética y cultural que es nacionalista y que defiende algunos de los valores en los que creemos los peronistas, pero no por justicialista sino por argentina. Porque si El Eternauta es peronista por ser nacionalista, anti-imperialista y humanista, entonces también hay que incluir a Illia en el movimiento.

HGO, más que representar a una facción, buscó representar a una nación, e incluso a lo humano en su conjunto. Lo osado de su trabajo es que, desde la periferia, narra una catástrofe universal y no un pequeño relato. Juan Salvo y su grupo son el siglo XX al rescate, porque lo que se rompió es el mundo. Y el Eternauta es buena porque lo viejo funciona, Juan.

La serie

Diciembre en Buenos Aires. Manifestaciones. Cortes de luz. 

El 2001 es el mito fundante sobre el que se construye la serie, ni más ni menos que el estallido durante el cual los que podían sacrificar cacerolas salieron a quejarse.

Omar recién vuelve de exiliarse en EEUU. Favalli es físico, tiene un velero y una casa en el Tigre. Elena es médica. Polski le prestó mucha plata a Lucas, quien a su vez tiene debilidad por los etiqueta azul. Hasta los Bonnie & Clyde que aparecen escuchan música de una determinada clase: les gusta Soda Stereo. A lo mejor son tus dealers de flores, de pastillas o de cocaína, pero su extracción social, que es la de una clase que es más fácil de delimitar por sus consumos que por sus ingresos, está muy clara. La única excepción es Inga, trabajadora de Rappi, que la historia decide que no sea argentina.

Por ese carácter más relacionado a una clase que a una ideología es que el Eternauta puede adquirir un carácter transversal hacia dentro del país. Por supuesto, es una visión sesgada, cuencadelplatacentrica y citadina de lo nacional, pero también es la representación más común de la argentinidad desde siempre en las pantallas chica y grande. El Eternauta, historieta y serie, nos parece una historia tan profundamente argentina, porque de Paolo Rocca para abajo, el 100% del país cree pertenecer al mismo grupo: el de la clase media.

En cualquier otra situación diría que fue un error, pero construyendo la obra alrededor de la clase media, heredera cultural del bagaje de Oesterheld y de los grandes de la era de oro de la historieta argentina, Stagnaro logra despartidizar y nacionalizar la historia. De hecho, siento un alivio retroactivo con el hecho de que la serie se haya producido hoy y no a la par de Revolución o de Belgrano, la película. Cabe la pregunta, ¿Hubiera sido posible en esa época hacer del Eternauta una obra donde aparecieran como aglutinadores sociales el Ejército, la Iglesia y la Gesta de Malvinas? Por suerte son contrafácticos.

El Eternautismo realmente existente

Con El Eternauta y con Oesterheld a los peronistas nos pasa algo parecido a lo que nos pasa con el Papa Francisco. Vemos en la obra el reflejo de muchos de nuestros valores: la solidaridad, la organización, la lealtad, la audacia, la creatividad. Como el Papa defiende el buen vivir en comunidad, tiene que ser peronista. Como Oesterheld quiere mostrar un héroe colectivo tiene que ser justicialista. La realidad nos sugiere más bien otra cosa.

El Papa Francisco era de familia radical, y si bien se le conocen vínculos a través de la USAL con militantes de Guardia de Hierro, no fue militante orgánico de la agrupación y nunca se declaró peronista. Tampoco hay citas públicas de HGO previas a su afiliación a Montoneros afirmando ser peronista. Su viuda contaba que, cuando Perón le ofreció trabajo en comunicación durante sus primeros dos gobiernos, él se negó a tomarlo. Mempo Giardinelli en el 79 contaba que según las averiguaciones de Montoneros había tenido vínculos con el PC. Y es que es al revés. Durante el primer gobierno de Perón, a Monseñor De Carlo (1882-1951) lo señalaban, contra su voluntad, de peronista. Cuando en un acto se cruzaron Perón y él, el presidente aclaró: “No es que Monseñor De Carlo sea peronista, es que yo soy Decarlista”.

Cuando Perón habla del justicialismo, dice que su doctrina tiene que derivarse de lo argentino. Esa es la operación: el justicialismo no es ni más ni menos que una forma de maximalismo argentino, no es una serie de valores para imprimir en la psiquis de la gente, sino un destilado de lo mejor de los sentires y los pensamientos de nuestro Pueblo. Estas confusiones son las que Perón quería ahorrarse cuando cambió la fórmula de “No hay nada mejor para un peronista que otro peronista” a “No hay ni debe haber para un argentino nada mejor que otro argentino”. 

El Eternauta llega a conclusiones parecidas a las nuestras, no porque Oesterheld fuera peronista, sino porque era argentino y de clase media, con todo lo bueno y lo malo que eso puede implicar. Y ahí creo que radica su potencia como mito nacional, en que El Eternauta nos pueda conmover no por entender que los hombres-robot son mileistas, o que los cascarudos son kukas, sino porque vemos en la obra reflejado lo mejor de nosotros mismos (y el orgullo que nos da que nos reconozcan en el mundo). 

Con la adaptación de Netflix, parafraseando a Hernán Vanoli en Cabaret Voltaire, creo que estamos frente al primer hito anti-grieta desde el mundial. Yo personalmente le agradezco mucho a Stagnaro por eso, y también le agradezco por entusiasmar un poco al Mauri de 12 años, que en ese momento se ponía triste porque le contaban que Argentina mandaba cohetes al espacio, hacía aviones y escribía historias increíbles, pero hacía mucho. Hoy le devolvieron la impresión de que todavía es posible.

¹ HGO, como en El Eternauta II, usaba en el día a día su segundo nombre.
² Existen dos ediciones de Clarín de El Eternauta. Una de la Biblioteca Argentina – Serie clásicos y otra de la Biblioteca Clarín de la Historieta, ambas editadas entorno a los años del primer kirchnerismo.

  

Si te gusta lo que hacemos y/o simplemente querés darnos una mano para seguir construyendo este espacio, podés apoyarnos con una suscripción mensual o aporte único.

Comunidad

Última editorial

  • Esperanza

    Por Agustín Chenna | Repensar el diálogo entre religión y…

Informes

Si te gusta lo que hacemos y/o simplemente querés darnos una mano para seguir construyendo este espacio, podés apoyarnos con una suscripción mensual o aporte único.

Comunidad

Última editorial

  • Esperanza

    Por Agustín Chenna | Repensar el diálogo entre religión y política. Tomar las palabras de Francisco, hacerlas carne y salir…

Informes

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *