EEUU retrocede y Ucrania busca “nuevos puentes”
Por: Victoria Sosa
Mientras el mundo pierde interés en seguir apoyando la guerra, Ucrania se ve obligada a buscar nuevos aliados. Crecen las tensiones sociales al interior de EEUU y el dólar se desmorona día tras día como moneda internacional.
“La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político. Es una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”. Esto decía en el siglo XIX el militar prusiano Carl von Clausewitz, hace más de dos siglos atrás.
El conflicto entre Ucrania-Rusia que ya tiene más de un año, va más allá de una contienda entre dos países vecinos con una histórica relación turbulenta. La necesidad occidental de imponer su voluntad sobre los pueblos del mundo, con Estados Unidos a la cabeza, se ve a través de campañas geopolíticas.
En esta línea el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, intervino en el Consejo de Seguridad de ONU para señalar los riesgos de que aumente un conflicto global.
«Esto conduce inevitablemente al deterioro de la estabilidad global, a la exacerbación de las fuentes de tensión existentes y al fomento de nuevas. También aumentan los riesgos de un conflicto global», señaló el jefe de la diplomacia rusa.
Aunque las Naciones Unidas, un organismo internacional aparentemente neutral, tenga una carta con los principios de las relaciones internacionales, ésta no se respeta y se aplica selectivamente, donde muchas veces son pasados por alto los principios de igualdad soberana de los Estados, la no injerencia en sus asuntos internos, el respeto a la integridad territorial y el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
En sus declaraciones, Lavrov culpó a Occidente del «colapso de Ucrania», afirmando que tiene la responsabilidad directa en la incitación a la guerra civil en su territorio, después de haber perturbado la implementación de los acuerdos de Minsk. «Desde el colapso de la URSS y la formación de Estados independientes en su lugar, EE.UU. y sus aliados han interferido de manera grosera y abierta en los asuntos internos de Ucrania», aseguró el canciller.
En el arte de la guerra, sobre todo en un mundo capitalista donde no imperan los principios de cooperación y camaradería internacional, las alianzas son transitorias y aquel que es amigo hoy, puede ser un enemigo mañana. Tal es la retórica que plasma el accionar de los países miembros de la OTAN que, en su ambición de ir por más, poco a poco dejan de ver la utilidad de poner todos sus esfuerzos en la intervención en Ucrania.
Sin embargo, les resulta imposible soltar su injerencia en la Europa del Este. La estrategia y los medios son los mismos, solo cambia el punto de establecimiento. Ahora, los ojos se encuentran sobre Polonia, quien hasta entonces se mostró como aliado de Ucrania, pero que ya empezó a desempeñar un papel fundamental en el esfuerzo de la OTAN por fortalecer su flanco oriental.
De este modo se puede explicar por qué el Departamento de Estado de EE.UU. anunció la concesión de un préstamo directo por valor de 2.000 millones de dólares al gobierno polaco para que siga adelante con su campaña de modernización de sus Fuerzas Armadas, puesto que consideran a Polonia como uno de los aliados más importantes en el ámbito de seguridad para así activar métodos de financiación momentánea. «Aparte de su rol central en la facilitación de la asistencia internacional para Ucrania, Polonia demostró su férreo compromiso con el fortalecimiento de la seguridad regional a través de inversiones robustas en el gasto de defensa», señalaron desde el Departamento de Estado, valorando los planes de Varsovia de renunciar a los equipos heredados de la era soviética.
Polonia, quien hasta hace poco era el tercer suministrador de armamento a Ucrania, ya no le realizará la transferencia de armas modernas para poder armarse a sí misma, limitándose a enviar sus “excedentes”. El presidente polaco, Andrzej Duda, dijo que las autoridades ucranianas se comportan como una persona que se está ahogando y se agarra a todo lo posible, con lo cual puede arrastrar a las profundidades a quien quiera ayudarla. Es importante remarcar aquí que dichas declaraciones aparecieron después de que Polonia prohibiera las importaciones de producción agrícola de origen ucraniano.Estas actitudes parecieran mostrar que el bloque occidental planea deshacerse de Zelenski, a la vez que contribuye a aumentar la tensión entre Ucrania y Polonia, quienes se disputaron muchas veces el comercio de granos. Mientras chocan todos estos intereses políticos internacionales que también son económicos, el pueblo se encuentra siempre de rehén. Y son ellos quienes sufren las consecuencias de la violencia de un sistema que no se contenta con nada.
Mientras que Estados Unidos y sus aliados diseminan la discordia por el mundo, al interior de su país se comienza a escuchar un ruido que ya es imposible de parar. Durante la segunda mitad de septiembre comenzó una huelga automotriz, con manifestaciones en la General Motors, la Stellantis y Ford, con el fin de mejorar las condiciones laborales.
La misma fue organizada por el sindicato United Auto Workers (UAW) y participaron unos 5.600 agremiados, los cuales abandonaron 38 centros de distribución y repuestos de General Motors y Stellantis. El presidente de la UAW, Shawn Fain, dijo que el movimiento abarca a 20 estados y fábricas de General Motors y Stellantis, con quienes las negociaciones se estancaron. La huelga no afecta a Ford ya que, aunque hay discrepancias en algunos temas, la compañía hizo algunas concesiones importantes desde que empezó la protesta hace algunas semanas. Aunque Biden se “solidarizó” con los trabajadores, ellos continúan su lucha.
Después de las guerras mundiales y de la Guerra Fría, la mayor parte de la población global se vio lobotomizada con la idea del “sueño americano”, pero este ya no puede mostrarse como un anhelo, ya que es evidente que este ideal se cimentaba sobre las espaldas de miles de familias que, sin el respaldo de leyes laborales, trabajaban bastas horas en malas condiciones, para acceder a diferentes deudas que los hicieran sentir propietarios de cosas que nunca serían de ellos.
Esto no solo se deja ver en la población de a pie, sino que los estratos más altos y corporativos comienzan a sentir la debacle de esta falsa ilusión. Más de 450 corporaciones estadounidenses se declararon en quiebra desde enero de este año, según un informe de la asesoría internacional financiera y de inversiones Guggenheim Investments, citado por MarketWatch.
La crisis yanki llegó a un punto donde ya no puede mantener las empresas “zombi”. Las quiebras corporativas en Estados Unidos podrían alcanzar su nivel más alto desde 2010 debido al continuo aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de EE.UU. Actualmente, la conjunción de una demanda debilitada, una inflación disparada, unos estados financieros sobreendeudados y unos costes de los préstamos mucho más altos será demasiado para los prestatarios más frágiles.
Por lo general, las quiebras se intensifican cuando empieza la recesión, pero las empresas se están desplomando a pesar de que los mercados de trabajo y los beneficios empresariales demuestran una asombrosa resistencia. Esta es una de las explicaciones:
La generosidad de los programas gubernamentales de ayuda financiera durante la pandemia, aparte de la suavización de las condiciones en las que las compañías deben acogerse a la quiebra, condujeron a un insólito alto en el número de quiebras empresariales en 2020-2021. La crisis financiera de EE.UU. llegó al punto de no tener más dólares para seguir financiando las deudas. Estas empresas que se declaran en bancarrota se mantienen a través de la deuda y a través de la refinanciación de éstas, por lo que al no tener dinero que sustente la deuda, estas empresas se vienen abajo.
Con una hegemonía tambaleante, el poderío aparentemente natural e inevitable del grande del norte se ve socavado. Por ejemplo, Gazprom Neft, la mayor empresa petrolera rusa bajo control del Estado, dejó de usar casi por completo las monedas yanquis y europeas en sus operaciones con socios extranjeros, habiendo superado ya el 80% de los intercambios en otras monedas.
Este proceso de transición del dólar hacia las monedas de China y Rusia se corresponde con el ritmo acelerado del derrumbe del sistema de relaciones capitalistas y con el avanzado recorrido de estos países en la construcción de un nuevo orden global. «No utilizamos rupias. Utilizamos principalmente yuanes y rublos. Prácticamente hemos abandonado los pagos en dólares y euros», explicó el director general de Gazprom Neft, Alexánder Diúkov. Los capitales concentrados ya no logran dominar el sistema de intercambio a nivel mundial.
De la misma manera, en medio de un proceso inflacionario y de devaluación de su dinar, el gobierno iraquí decidió tomar las medidas conducentes para dejar de utilizar el dólar como moneda de transacción internacional y poder afirmar así su soberanía económica. La iniciativa del gobierno iraquí de usar su moneda para las relaciones comerciales internacionales va en correspondencia con el desplome del dólar como moneda hegemónica de transacción mundial y se enmarca en el camino hacia el multilateralismo que están desbrozando los países del bloque BRICS.
Nos encontramos ahora en un mundo multipolar, donde los antiguos ejes de poder realizan todo dentro de su alcance para no perecer. Y donde los que siempre han sido subordinados, empiezan un camino tortuoso para poder erigirse correspondientemente. Mientras tanto vivimos en el limbo de esas contradicciones. Ya lo dijo Gramsci: “…cuando el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.