
INFORME
ANTÁRTIDA,
TURISMO Y SOBERANÍA
23 de Diciembre de 2025
Por: David Pizarro Romero
El abandono argentino y la estrategia británica. El turismo como termómetro de soberanía.
La Antártida, además de ser uno de los continentes con mayor potencial para estudios científicos, presenta paisajes totalmente excéntricos y únicos. El turismo antártico presenta rasgos difíciles de encontrar en otros sitios del planeta y convierte a la Antártida en una plataforma excepcional para su desarrollo. Cada año más y más visitantes llegan para conocer su belleza.
Según el sitio web de IAATO (International Association of Antarctica Tour Operators), en el 2024, más de 118.000 personas, principalmente de los Estados Unidos y China, con edades mayores a 45 años y alto poder adquisitivo fueron atraídos por los paisajes únicos y la fauna icónica, que incluye mamíferos como focas, orcas, ballenas y pingüinos. Las expediciones se realizan en buques pequeños o medianos. Se visitan áreas como las Islas Orcadas del Sur, las Islas Shetland del Sur, la Isla Elefante y la Península Antártica. La temporada turística abarca de octubre a marzo y con itinerarios de 10 días a 3 semanas.

La IAATO fue fundada en 1991 y es la organización que regula y promueve el turismo responsable y ambientalmente sostenible en la Antártida. Dicha asociación estipula que la actividad turística debe servir como una herramienta educativa con el fin de generar conciencia ambiental y a su vez educar a los visitantes. Para esto, las empresas que operan cruceros en la Antártida deben cumplir regulaciones muy estrictas respecto al cuidado del ambiente e incluso tener actividades educativas que enseñen a los visitantes a cuidar la Antártida ya que se busca que estos se transformen en “embajadores antárticos”.
La creciente tendencia mundial del turismo de cruceros en las últimas décadas contribuye a consolidar la actividad turística en la región. La expansión de esta actividad en la Antártida está demostrando ser un fenómeno imparable. En lugar de resistirlo, nuestro país debería canalizarlo hacia un modelo virtuoso donde la experiencia del visitante fortalezca—en lugar de comprometer—los esfuerzos de preservación y ciencia en la región.
Gran cantidad de paquetes turísticos incluyen las Islas Malvinas y Georgias del Sur en sus visitas, por lo cual el turismo antártico se vincula con la causa de reclamo nacional por la soberanía argentina a raíz de su usurpación por parte de Gran Bretaña.
El turismo antártico se vincula con la causa de reclamo nacional por la soberanía argentina.
Y hete aquí que el turismo puede ser una herramienta de poder blando en favor de quien la utilice correctamente. Esto se debe a que colabora en la construcción de una imagen del territorio y de una narrativa que el país pretende proyectar al exterior obteniendo una identidad.

La utilización de las capacidades estatales, englobadas bajo el concepto de poder duro (coerción militar o económica) o blando (capacidad de un Estado para influir en otros mediante la atracción cultural, los valores políticos y las políticas exteriores legítimas, en lugar de la coerción o el pago), responde a la voluntad de los Estados por ejercer autoridad en el territorio como muestra de poder y soberanía. Nuestro país no está aprovechando esta potencialidad del turismo. Por otro lado, Gran Bretaña lo está haciendo de forma magnífica. Chile también está en ese camino.
A pesar de que la Antártida se presenta como una zona de paz sin inconvenientes inmediatos para la Argentina, el accionar británico desde las Islas Malvinas y la posible revisión del sistema del Tratado Antártico en un futuro ponen a nuestro país en alerta y con la necesidad imperiosa de utilizar todas las herramientas posibles para fortalecer su posición en el continente blanco.
Ya en la actualidad muchos científicos e investigadores argentinos consideran que un desarrollo turístico responsable en Antártida podría contribuir al financiamiento de investigaciones profundas y extensivas. Su consolidación en el territorio puede ser una herramienta para el fortalecimiento político por el reclamo de soberanía nacional que está en pugna con los reclamos territoriales de Gran Bretaña y Chile.

Desde hace varios años, Chile se encuentra decididamente abocado a establecer Punta Arenas como principal punto de acceso a la Antártida, condición que se superpone con la ciudad de Ushuaia, pero en detrimento de nuestra ciudad, Punta Arenas recibe y realiza la logística de la casi totalidad de las expediciones científicas de terceros países que se dirigen a la Antártida (COMNAP), lo cual debería ser un motivo de preocupación para Argentina.
El presidente de Chile, Gabriel Boric Font, visitó el mismísimo Polo Sur en enero de este año, mostrando la importancia que la Antártida representa para ese país. Además, en mayo pasado la república trasandina anunció la construcción de un muelle en la base Frei Montalva, ubicada en la isla 25 de Mayo (los chilenos la llaman Rey Jorge).
Según declaró el presidente Boric, “la Antártida es estratégica para el futuro del mundo, y Chile es su puerta de entrada”. El proyecto forma parte de la “Visión Estratégica para 2035”, cuyo objetivo es fortalecer la presencia chilena en el continente blanco, reforzar sus derechos, ampliar su influencia en el Sistema del Tratado Antártico y mantener la Antártida como un espacio dedicado a la ciencia y la paz.
Por otro lado, Gran Bretaña no se queda atrás. En el 2024 renovó por completo su base insignia, Rothera, modernizando su pista de aterrizaje y todas sus instalaciones.
El país anglosajón también anunció la construcción de un moderno puerto en nuestras Malvinas, la finalidad es servir de base a las diversas flotas pesqueras extranjeras que pescan en el Atlántico Sur, pero también competir por ser la “puerta de entrada” a la Antártida. Pero lo más relevante de la acción británica en la Antártida es sin dudas la utilización de la actividad turística antártica para instalar y difundir la narrativa propia respecto al pasado y al presente de la Antártida.
Port Lockroy, gestionado por el UK Antarctic Heritage Trust (UKAHT), es uno de los sitios turísticos más emblemáticos de la Antártida. Operando como museo y oficina postal, recibe alrededor de 18,000 visitantes por temporada (noviembre a marzo), principalmente desde cruceros que parten de Ushuaia. La base permite hasta 400 visitantes diarios y destaca por su oferta educativa y simbólica. Los turistas participan en actividades como el franqueo de postales con sellos británicos y la compra de merchandising temático, generando ingresos que llegan cerca de 1.000.000 dólares anuales, parte de los cuales se reinvierten en la conservación de la infraestructura británica en la región.
La estrategia de merchandising en Port Lockroy refuerza narrativas históricas y geopolíticas. Los productos estrella incluyen sellos postales, parches, certificados de visita y libros que enfatizan la historia de expediciones británicas como las de Shackleton y Scott. Estos artículos incorporan símbolos como la Union Jack y mapas del «British Antarctic Territory«, omitiendo cualquier mención a las disputas de soberanía con Argentina y Chile. Esta aproximación no solo genera recursos, sino que normaliza la presencia británica en el territorio, utilizando el turismo como herramienta de poder blando.
Los guías turísticos, contratados y formados por el UKAHT, relatan una versión cuidadosamente construida de la historia antártica británica. Se destaca la base como pionera en investigación científica desde 1944, se exaltan hazañas heroicas de exploradores y se promueve la conservación ambiental, pero se evita cualquier referencia a los reclamos superpuestos de Argentina y Chile sobre la misma área. Esta narrativa, aunque técnicamente alineada con el Tratado Antártico que congela las disputas, proyecta una imagen de autoridad y legítima pertenencia británica.
En cambio, la Argentina, que se encuentra ante una ventana de oportunidad excepcional para aprovechar la enorme cantidad de personas que visitan la Antártida, está desaprovechando sus posibilidades y ventajas.

Con una presencia continua que se remonta a 1904, el país no sólo es uno de los doce signatarios originales del Tratado Antártico, sino que también ha acumulado una vasta experiencia logística y científica en el continente. Esta trayectoria, sumada a su posición geográfica estratégica, lo coloca en una situación inmejorable para reforzar su liderazgo en la región.
Sin embargo, hay mucho por hacer y mejorar. Hay una falta de iniciativa evidente en lo que atañe al turismo antártico. En primera instancia, los refugios antárticos nacionales (pequeñas estructuras de emergencia, abastecidas con víveres y suministros básicos, para resguardar a investigadores o turistas en caso de condiciones extremas o imprevistos logísticos) están bastante descuidados.

Hay tres de ellos, los refugios navales Groussac (en la isla de Petermann), Callet Bois (en la bahía Mikkelsen) y Bahía Dorian (en la Punta Damoy), que cobran mayor relevancia que el resto porque están dentro de las rutas turísticas que recorren la Antártida. Los dos primeros no se reparan desde 2018 y el último desde 2011, generando esto que en la actualidad estén con los vidrios rotos, las paredes exteriores despintadas e incluso con las puertas abiertas y el interior lleno de nieve.
Genera tristeza y una indignación grande ver el Bahía Dorian en un estado lamentable a tan solo 25 metros de un refugio británico llamado Damoy Point Hut que está en perfectas condiciones, llenos de víveres y de otros elementos del día a día. Estos detalles me fueron transmitidos por amigos argentinos que trabajan como guías en los cruceros que llevan gente a recorrer la Antártida y que vieron de cerca el abandono al que están sometidos los refugios argentinos el verano pasado.
Pero las deficiencias no son solo de infraestructura. El problema de fondo es estratégico: la falta de capacitación. Mientras el Reino Unido entrena metódicamente a sus guías para proyectar una narrativa histórica alineada con sus intereses, la Dirección Nacional del Antártico (DNA) no ofrece formación sistemática a los guías argentinos en temas críticos como historia antártica nacional, geopolítica o los fundamentos científicos que sustentan nuestros derechos soberanos.

La provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (TdF AIAS) tampoco se involucra en la formación de los guías argentinos que suben cada temporada a los cruceros y los cuáles, en muchos casos, viven en Ushuaia. La provincia, teniendo a la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTdF) entre otras instituciones educativas, debería brindar una formación nacional a todo aquel que trabaje en relación con el turismo antártico. Sin embargo, esto no solo no pasa, sino que, al momento de escribir estas líneas, el gobierno provincial ni siquiera ha garantizado la ropa para los niños y niñas que irán a invernar en Base Esperanza en el 2026.
El resultado es predecible: en pleno territorio reclamado por Argentina, son las versiones británicas las que predominan ante los visitantes internacionales. Urge revertir esta asimetría. Faltan acciones concretas para dotar a nuestros guías de herramientas que les permitan difundir con orgullo y precisión la historia, la presencia continua y el desarrollo científico nacional en la Antártida.
En pleno territorio reclamado por Argentina, son las versiones británicas las que predominan ante los visitantes internacionales.
Una de estas acciones podría ser colocar placas de acrílico reforzado en el exterior de los refugios antes mencionados (también puede ser en el interior de estos) en tres idiomas (castellano, inglés y chino) que cuenten la historia antártica argentina, y la historia del refugio en el cual sean depositada. Lo ideal sería transformar estos refugios en refugios / museos, y realizar los trámites para obtener la habilitación de la IAATO para que estén registrados como sitios turísticos.

Otra podría ser dar capacitaciones en los temas pertinentes a los guías de turismo argentinos que cada vez en mayor número, son empleados en los cruceros y se dedican a interactuar y guiar a los visitantes en los días que dura el viaje. Ellos son nuestros embajadores ante todos los visitantes del continente blanco, es responsabilidad estatal el darles a ellos las herramientas para que puedan defender nuestra soberanía a través de la palabra. En esta línea la DNA y la provincia de TdF AIAS podrían articular convenios con distintas universidades nacionales (la UNTdF, por ejemplo) que estarían contentas de poder aportar al esfuerzo por sostener nuestra soberanía en la Antártida.
Port Lockroy ejemplifica cómo el turismo antártico puede servir a intereses nacionales de manera no confrontativa. Reino Unido aprovecha para fortalecer su influencia en la región, mientras Argentina, pese a su proximidad geográfica y presencia continuada, aún no ha logrado capitalizar turísticamente sus bases de igual manera. Para contrarrestar esta asimetría, sería clave desarrollar una estrategia propia que combine oferta turística de calidad, narrativas soberanas basadas en evidencia histórica y una diplomacia pública activa en foros antárticos internacionales.

Lejos de ser un espacio de mera cooperación científica, la Antártida es hoy también un ámbito de competencia estratégica creciente, donde el turismo se ha convertido en un instrumento de influencia geopolítica y proyección blanda. Ante este escenario, Argentina no puede permitirse la inacción: debe consolidar su protagonismo mediante una decisión política que impulse una estrategia integral que articule sus capacidades históricas y logísticas con nuevas alianzas y desarrollos, potenciando el turismo sostenible como herramienta de soberanía, aprovechando la posición única de Ushuaia como puerta de entrada a la Antártida, profesionalizando servicios, desarrollando infraestructura especializada y diseñando experiencias que, más allá del aventurerismo, incluyan una narrativa pedagógica sobre su historia, sus derechos y su compromiso científico en el continente blanco.
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