No miren para arriba

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No miren para arriba

Por: Facundo Cabral

Para todos los vivos que dejaron de creer.


Hace rato que tenía ganas de estar frente al teclado, mano a mano, en este espacio donde me siento libre de compartir ideas o intuiciones más o menos ordenadas. Comencé este blog cuando asumió Milei con el objetivo de tener un registro, una especie de historia clínica sobre este paciente colectivo que somos, una colección de sensaciones cristalizadas en palabras, algo con lo que me encontré hace relativamente poco y que disfruto mucho.

El mes pasado solo vine aquí a dejar un link sobre Palito Ortega y su pasó fugaz por la política tucumana. Me interesa mucho la cuestión política pero lo que realmente me seduce son esas historias de mujeres y hombres que empujan su vida hacia las orillas de la trascendencia.

A propósito, si les interesa dejo por aquí la primera parte y aquí la segunda. Estos textos fueron escritos con el amigo Emmanuel Montivero y se publicaron el sábado pasado en la revista Panamá.

La vida se compone de dos tipos de momentos, uno que tiene que ver con la planificación, el desarrollo de una idea, los tiempos de la burocracia, el calendario en la pared, el día a día de la agenda, controlar el arroz, escribir sobre Palito, etc. El otro se define por los imponderables, el destino, las circunstancias concretas. Que se te caiga un piano en la cabeza, perder un avión, intoxicarte, romperte los meniscos, ganarse el Quini 6, que se te filtre un audio, venir a descargarme en Las Fuerzas del Suelo.

Entre esas dos aguas navegamos y tratamos de hacer lo mejor posible, a veces alcanza con transitar sin molestar a nadie, labrar y orar, jugar callado. Un buen vecino que saca la basura en el horario permitido y separa sus residuos incluso compostando la materia orgánica para nutrir la tierra que le tocó en suerte. Sentarse a escribir mientras el destino de un gobierno parece depender de la capacidad técnica -y la buena fe- de unos cuantos peritos informáticos sumergidos en teléfonos surcoreanos inteligentes intentando extraer información judicialmente relevante.

Según las encuestas, el 95% del país sabe de lo que estamos hablando. La hipótesis de un gobierno corrupto no solo está viralizada por ese placer chismoso que genera escuchar una conversación ajena, sino por el arco narrativo que nos ofrece un entramado lleno de personajes siniestros. El caso promete ser una saga que puede incluso desplazar al clima en la conversación por default de cualquier vecino argentino: “que bárbaro lo de Karina no?, para mí el presidente no tiene idea de los bichos que tiene alrededor (…) lo están usando para afanarse todo”.

El gobierno parece atrapado en una cadena interminable de egos lastimados, proveedores molestos, servicios de inteligencia precarizados y una escalada de paranoia -totalmente justificada- que amenaza con llevarse puesto al núcleo duro del presidente o al mismo presidente si es que decide “no soltar” y correr la suerte de su desgraciada tropa.

Es un principio narrativo que cuando una máquina de contar dinero aparece en el primer acto lo más probable es que se dispare en el desenlace, eterno retorno del dineros público, es de manual.

Los análisis más profundos deberían llegar seguramente hasta el financiamiento de la política, o lo que es lo mismo: ¿cómo se puede hacer política sin plata? Spoiler: no se puede. Igual sospecho que nadie quiere llegar tan lejos y sin embargo, al menos hoy, yo tampoco.

Desde hace un tiempo a esta parte vengo con la sensación de que este gobierno disparó un misil a 90 grados y mientras pueda pisar el dólar y los organismos financieros internacionales acompañen, el cohete seguirá subiendo. El problema es que en algún momento la nafta se acaba y el misil regresa indefectiblemente a su lugar de origen.

A esta hora parece que el artefacto balístico se va pinchando y el tanque de reserva enciende su luz de alarma, de fondo suena Tchaikovsky, la crisis parece inevitable, comienza a dibujarse la curva descendente. No miren para arriba.

Mientras termino de escribir esto el gobierno no deja ninguna bandera en pie e interviene en el mercado cambiario, el pueblo argentino se acostumbró a flotar entre bandas, somos rehenes de un autor desconocido.

Entonces la pregunta urgente es sobre cuál será nuestro puesto de campaña el día después de la explosión; desde dónde hacemos red para sostener a los que se hunden no sólo en términos socioeconómicos sino también espirituales; qué hacemos con aquellos que creyeron en el proyecto libertario y hoy se encuentran paralizados entre la desilusión y la bronca. El cohete se acerca y estamos lejos de dimensionar la magnitud del impacto.

El ciclo esperanza-crisis-esperanza se repite desde que tengo conciencia política, lamentablemente estoy notando cómo ese estado de ánimo que surge cuando se presenta alcanzable lo que se desea, viene con el ala herida. La esperanza hoy es un animal golpeado que se acerca a nosotros sin convicción.

Para muestra basta con ver la participación electoral. Ya nadie quiere escuchar tu remera, ni tus promesas de campaña. Flota en el aire la canción del que se vayan todos pero sin pueblo que la cante, difícil que haya coro cuando todos tienen sus auriculares puestos. El Antón pirulero se impone. La falta de expectativas es el factor común des-aglutinante.

La esperanza hoy es un animal golpeado que se acerca a nosotros sin convicción.

Nuestro mayor enemigo no está en el gobierno sino en la sensación de que nada se puede cambiar, la resignación y la apatía son los componentes sustanciales de una sociedad fragmentada, de la victoria del sálvese quien pueda y de la imposibilidad de pensar un proyecto común.

Con qué ganas voy a dedicar mi tiempo en construir o sumarme a una organización política si en las listas, hace por lo menos 15 años, se repiten los mismos nombres que se van alterando entre oficialismo y oposición.

La política Argentina tiene un elenco estable que fue justamente la denuncia que capitalizó Milei. En apenas dos años, el presidente pasó de ser ese líder que metió a toda la grieta en la misma casta, a ser el periquito de los mismos que vienen enriqueciéndose a costa del Estado Argentino desde siempre.

Pasan los gobiernos y quedan los artistas corruptos, el tema no es pedir coimas sino perder poder, la corrupción es el menor de los problemas de este gobierno y aunque en un exceso de imaginación cautelar la justicia ordenó el cese de la difusión de los audios grabados a Karina Milei, el olor a casta no se lo sacan mas. Casta menor.

Flota en el aire la canción del que se vayan todos pero sin pueblo que la cante, difícil que haya coro cuando todos tienen sus auriculares puestos.

Hace poco escuché al periodista Reynaldo Sietecase hablar de un monstruo que habita en el lago escondido, parece que no conviene denunciarlo, se conoce muy poco pero las altas esferas del poder judicial le rinden pleitesía, no conocemos el tipo de sacrificio ritual que se realiza en la casa del inglés Joe Lewis pero sin dudas deben ser importantes para justificar eso viajes all inclusive pagados por el grupo Clarín. Casta mayor.

Advierte Sietecase que quien ponga los ojos y la atención en ese caso puede comprender buena parte del funcionamiento de la corrupción enquistada en el poder judicial argentino. No miren para arriba.

Otro hilo para tirar que se fue deshilachando a fuerza de los audios escandalosos es el del fentanilo contaminado, el caso es tan grave que casi duplica en víctimas a la tragedia de Once, sin embargo el ministro de Salud sigue en su cargo y la prensa ya no le presta demasiada atención.

Algunos pocos periodistas sensatos que hacen investigación se preguntan por qué esto no y lo otro sí. Quizás el peligro de mirar para arriba sea quedar paralizado ante la evidencia de que el poder real es inconmovible y, por lo tanto, mejor hacer como si no existiera. Leí en algún lado que reconocer una realidad y negarla al mismo tiempo es lo que hace del ser humano el único animal capaz de volverse loco.

No miren para arriba es la orden tácita que sostiene el equilibrio en el desastre: distraer la mirada mientras el misil cae, mientras algún entendido saca la plata de un banco y la pone en otro, no mires por favor y no prendas la luz, no preguntes por los muertos del fentanilo ni por los vivos que dejaron de creer.

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