
INFORME
Las vaquitas son ajenas
2 de Octubre de 2025
Por: Mariano Valdéz
48 horas de “retenciones cero” bastaron para que las multinacionales consumen un doble saqueo: comprar extremadamente barato y quedarse luego con los dólares que le corresponden a nuestro país.
Durante 48 horas de “retenciones cero”, las grandes multinacionales se hicieron con el dinero de la exportación de granos que habían comprado a pequeños y medianos productores, a precios con retenciones. Dos días bastaron para consumar un doble saqueo: comprar extremadamente barato y quedarse luego con los dólares que le corresponden a nuestro país.
Aunque pueda parecer un acuerdo coyuntural, lo cierto es que estas prácticas se repiten desde hace décadas. Las multinacionales se nutren del trabajo de pequeños y medianos productores -quienes siembran y cosechan o crían y faenan- y luego arman grandes pools de exportación, quedándose con las ganancias del negocio real.
¿Quién, si no ellos, tiene el volumen y la capacidad logística para comprar y vender de tal manera que, en apenas 48 horas, el gobierno obtenga el titular que necesita para ganar aire hasta las elecciones? Mientras tanto, nuestra gente se encuentra cada vez más sumida en la pobreza, y quienes han logrado tener una pyme o un puñado de hectáreas están cada vez más cerca de la quiebra.
Veo la gente caer
Retrocediendo en el tiempo, en el año 2015, Cristina Fernández de Kirchner, por entonces presidenta, culminaba su mandato anunciando que dejaba el país con un 5,9% de desocupación. Sin embargo, esa medición, producto de la lógica liberal de los ´90, no era del todo real. Dentro de esa cuenta, se excluían -como si ya no lo estuvieran socialmente- quienes cobraban planes sociales y aquellos que tenían alguna changa o laburo en negro. Así, el número de desempleados en el país no era tan impactante, aunque sin laburo en blanco no hay empleo real.
Desde entonces, no solo hubo escasez de mediciones sino que, lo poco que se pudo analizar, fue cada vez más desalentador. Sostener un modelo productivo primarizado tiene un claro horizonte negativo: la desocupación, el subempleo, e incluso, más moderno, el tener que realizar varios trabajos en simultáneo para poder llegar a fin de mes.
La parte negativa de este modelo la conocemos hace años. La discusión real en términos económicos es clara: una Patria inserta en la división internacional del trabajo, con una economía primarizada y de servicios, contra una Patria industrializada que no responda a los intereses de otras naciones, que genere empleo de calidad y en cantidad, para que no haya hambre en nuestro suelo.
San Martín, Rosas, Perón, son solo algunos nombres referentes de esta segunda lógica, cuya bandera levantamos quienes creemos que una Patria justa, libre y soberana no sólo es posible, si no que es necesaria.
Hoy, 2025, las grandes exportadoras que obran en el país liquidaron casi 4 mil millones de toneladas de commodities en 48hs, en una maniobra articulada con el gobierno actual para llenar sus bolsillos. Mientras, 1 de cada 2 de nuestros niños, sigue revolviendo la basura para comer.
Cosas raras para gente normal
Argentina, país de los alimentos. Con una superficie de 2.780.085 km² en continente americano, tiene hoy 34.282.860 hectáreas de su superficie copada de cultivos.

Trigo, Avena, Sorgo, Soja… se siembran y cultivan campaña tras campaña en nuestro territorio para poder ser exportados y que ingresen algunos dólares al país. Lo curioso no son las producciones en sí, sino las prácticas asociadas. Lejos de lo que pueda imaginar el común de la sociedad, se esconden mecanismos turbios que sostienen a los verdaderos dueños del poder bajo las sombras.
Un ejemplo de estos artilugios es la utilización de la Ley N° 13.246 de Arrendamientos rurales y aparcerias para descentralizar la propiedad de las tierras. De esta manera se disimula la concentración de tierras que más tarde se evidencia de facto: al momento de liquidar los granos, cuando un puñado de corporaciones liquidan no solo de sus tierras, sino también del 70% de las tierras que figuran como arrendadas para producir granos y commodities.

Se trata de una ley de 1948, cuya última modificación y actualización se realizó en 1980, y que hoy permite un sistema de empleabilidad que carece de controles y posee multas irrisorias (apenas $4000) para quien tenga empleados en negro en sus campos. Un esquema que opera de facto, año tras año, gobierno tras gobierno, como vimos en el manotazo de ahogado de Javier Milei con las retenciones cero. Un modelo productivo dañino con el medio ambiente, con la gente y con la soberanía.
Todas estas son patas de un esquema que necesitamos discutir, rever, reorganizar, y reestructurar. Un esquema cuya principal contrapropuesta es una lógica de bolsones agroecológicos, que está bien pero es insuficiente. Como ya mencionamos en informes anteriores, el camino es hacia un IAPI de este siglo XXI. En el mientras tanto, precisamos de una dirigencia dispuesta a dar estas luchas y discusiones para ir cercando este esquema y empujarlos hacia ese horizonte posible.
En paralelo, la militancia no solo nos debemos la discusión de si los dirigentes del campo popular no saben, no quieren, o no pueden dar y conducir estas discusiones, sino que tenemos la obligación de construir espacios que formen cuadros que sí puedan, sí sepan y sí quieran, mientras discutimos la institucionalización de estos paliativos que, por más progresista que sea, resulta insuficiente contra la discusión central de que hoy nuestros medios de producción están en función del sistema financiero y las multinacionales, no del pueblo.
Todo este proceso debe ir acompañado de un proceso de “despertar conciencia” y rescatar, principalmente, a aquellos compañeros con los que ya hemos caminado dando estas discusiones y los ha pinchado la falta de voluntad y decisión política de la dirigencia de hacerle frente a estos conflictos que van más allá del conflicto con el campo en el 2008.
Nene de antes
En este escenario de transición, donde los BRICS le hacen frente a la hegemonía estadounidense y donde el campo, o la burguesía nacional, toma consciencia de que el negocio no es de ellos, dar discusiones de una transformación profunda es condición necesaria para revertir el agotamiento de la gente con la política y con un modelo que le da promesas sin cumplir desde hace años.
Este escenario es una oportunidad para abandonar ese mito introducido en el siglo XIX de que Argentina es “el granero del mundo”, que no responde a una realidad, sino a una imposición: que Argentina sea solo proveedor de materias primas y no logre industrializarse. Un puntapié inicial es dar la discusión de que nuestro país es productor de commodities, no de alimentos, que no es lo mismo.
Hoy, el modelo productivo argentino, está orientado a la exportación de commodities, tanto es así que solo el 8% de lo que se produce en nuestro territorio se destina al consumo de los Argentinos. Con suerte, si tienen el dinero para pagar. Y, en caso de que no lo tengan, son sometidos a la espera de bolsones de mercadería basada en grasas y harinas, no pudiendo garantizar una correcta nutrición de las personas, yendo en contra del Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, reconocido en el Artículo 75, inciso 22, de nuestra Constitución Nacional.

La nueva Argentina, que debemos construir, precisa de nuevas lógicas que permitan que todo aquel habitante de nuestro territorio nacional, pueda mantener una dieta balanceada y que, en tal caso, el no consumo de carne, sea una decisión personal y no un símbolo de injusticia.
En paralelo, y sumado a esto, es necesario que lo que se consuma, ya sea comprado en un supermercado o recibido en un bolsón a través de un programa del Estado, sean alimentos de calidad, seguros, y no un riesgo para la salud.
Como ya vimos en el anterior informe de El Aluvión “Soberanía Alimentaria: Qué comemos cuando comemos”, lo que consumimos viene asociado a una carga de compuestos químicos que guarda relación con el desarrollo de enfermedades no transmisibles. En el presente informe, analizamos la propiedad de la tierra y el negocio en torno a estas producciones, que no son de la sociedad argentina. En ambos, así como en el artículo sobre el IAPI publicado hace ya un tiempo, queda en evidencia la necesidad de revertir la realidad de las y los argentinos, y cambiar el modelo productivo nacional porque hoy, al fin y al cabo, solo las penas son de nosotros.
De aquí en adelante, la información necesaria y las posibles salidas para un futuro más esperanzador que la realidad que habitamos.
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