
COMUNIDAD
Una batalla tras otra
La dolce vita
Supongo que no soy el único que de repente siente la necesidad de descansar de internet. Las horas de pantalla te dejan seco mental y espiritualmente. El scrolleo erosiona nuestro espíritu y disuelve nuestra fe en altas dosis de ansiedad.
Desconectarse del ruido virtual es una necesidad, por lo tanto, un derecho. La paz está subestimada. Salir a caminar, subir a una montaña, regar las plantas, mojar los pies en el río y andar por ahí como Dios nos trajo al mundo, sin señal. Tratar de conectar lo pequeño e intrascendente de nuestra existencia con algo de lo universal y ¿eterno? de este misterioso espacio-tiempo que habitamos.
Soy de una generación bisagra entre la era analógica y la digital. No llevábamos celulares a la escuela y conocer a una chica en el baile te obligaba a aprenderte el teléfono de su casa de memoria, un ejercicio complicado teniendo en cuenta que eran tiempos de tragos absurdos y el baile del pimpollo.
Hace poco tuve el impulso de desinstalar X —para mí siempre será Twitter—. Resulta que vi unas fotos de Tucumán en los años 60 que habían aparecido en el archivo de alguna universidad alemana y las publiqué en X comentando que parecían sacadas de una película del director italiano Fellini.
En una de las fotos se puede ver a cuatro chicas motorizadas, tres de las cuatro ríen, la otra parece más concentrada en el camino, ninguna lleva casco. La otra foto es de la casa histórica, con un par de autos pintorescos de la época estacionados en su puerta.
Hasta ahí era apenas un tuit de apreciación, casi naïf y a menudo intrascendente. Pero los algoritmos también juegan y el tuit se hizo viral, llegando a tener casi un millón de visualizaciones.
Traigo esto porque la gran mayoría de las interacciones con el tuit hacían referencia a una Argentina blanca, linda, próspera, sin zurdos y, por lo tanto, sin negros, marrones o lo que desde esa lógica es lo mismo: peronistas.
Rápidamente, y haciendo sociología barata, uno observa en esos comentarios una especie de nostalgia por aquello que nunca fuimos. La batalla es permanente contra la negación sistemática de nuestra historia y nuestras raíces. La raza no es un hecho biológico sino un fenómeno político que se evidencia cada vez que alguien habla en términos de superioridad estética y moral.
Esa línea discursiva que relaciona zurdos, peronismo, decadencia y color de piel oscura es el kilómetro cero de la grieta. Argentina nunca tuvo un presidente negro. Quizás Perón, con su mestizaje, sea de lo más marrón que tuvimos, y es justamente el movimiento que surgió a partir de su liderazgo al que muchos de estos haters identifican con la decadencia argentina, a pesar de que los datos duros demuestren lo contrario. Presidentes zurdos, que yo sepa, tampoco tuvimos, pero por ahí algún conocedor de la historia puede corregirme.
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La batalla es permanente contra la negación sistemática de nuestra historia y nuestras raíces.
Cuenta Alejandro Grimson en el artículo “Raza y clase en los orígenes del peronismo: Argentina, 1945” que el 17 de octubre fue un parteaguas en ese sentido. Una argentina blanca, porteña y orgullosa de su “raza” veía conmocionada cómo las calles se poblaban de cabecitas negras. Según Félix Luna: “Lo más singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana […]. Y eso es lo que resultó más chocante a esta Buenos Aires orgullosa de su rostro europeo: reconocer en esa hora desaforada que tenía el color de la tierra, una caricatura vergonzosa de su propia imagen”.
Supongo que mientras siga existiendo esa preferencia por ser, como decía Florencio Escardó, “la sede de los colonizadores y no de los colonizados”, nuestra bandera seguirá flameando entre las ruinas.

Las relaciones carnales en la era digital
¿Alguien vio las métricas de ese tuit? Tiene más de 250 mil likes, tiene casi 16 millones de impresiones… Solo en mi cuenta de Instagram tiene un millón de likes. Lo que quiero decir es: así como hay un salame o tres salames opinando desde una computadora… ¿Sabés qué? Mientras que ellos miran a la señorita por internet, yo estoy en el medio de sus sábanas.
Cuando Milei hizo esas declaraciones todavía era candidato a presidente. Visiblemente alterado y fuera de eje, nos dejaba este testimonio como una revelación de lo que ocuparía su centralidad a la hora de gobernar: las métricas, los likes y la señorita en medio de sus sábanas.
Atrapado en su realidad virtual, el presidente emula a esas gallinas a las que le dibujás un círculo alrededor y no pueden salir de ahí. La lógica de las métricas y los algoritmos son los límites que eligió Milei en la configuración de su espacio vital. Es probable que esté más preocupado por la falta de likes en sus últimas publicaciones que por el cierre de fábricas o el deterioro en la calidad de vida de los argentinos.
Solo desde esta lógica se comprende mejor la humillación pública a la que se sometió el Presidente de la Nación el día que decidió llevar un tuit impreso al encuentro con el Presidente Trump y entregárselo haciendo como si fuera un gesto amable del mandatario de EE. UU. Un decime algo lindo a cielo abierto y desde una sumisión desesperada.
El gesto de Milei crea una “hiperrealidad” donde la legitimidad de su política no proviene de un mandato popular o un programa de gobierno, sino del simulacro de aprobación de un líder global. Enroscado en su lógica, necesitó darle cuerpo a un texto que estaba condenado a la pantalla y cuya sola realidad era su circulación. Al presidente argentino no le alcanzó el RT ni las menciones de sus aduladores, necesitaba convencerse y convencernos de que el apoyo de EEUU no era producto de su imaginación.
Ese tuit impreso se convirtió en el símbolo de las relaciones carnales en la era digital. Quedó claro que Milei no ve a Donald Trump como un colega, sino más bien, como un sugar daddy.
Lamentablemente la actitud arrastrada del presidente no queda solo en la impresión de un tuit, en este decreto se autoriza al ejército de los EEUU a entrar a territorio nacional entre los días 20 de octubre y 15 de noviembre de 2025 para hacer ejercicios combinados en nuestra zona económica exclusiva del que también participan las fuerzas armadas de Chile.

De regreso a octubre
En unas cuantas semanas vamos a votar y puede pasar cualquier cosa. Todos los pronósticos son prematuros en nuestra desopilante realidad política.
Voy a arriesgar: La LLA perderá en casi todo el país. Quizás en la Capital, Córdoba, Entre Ríos y Mendoza conserve alguna ventaja, pero la sensación que flotará en el aire la noche del 26/10 es que la sociedad argentina ya les picó el boleto.
El presidente se juega un pleno a mantener como sea el dólar barato hasta las elecciones. Todos sus esfuerzos están orientados a ese objetivo. Se notó mucho cuando anunciaron la medida de retenciones cero para el “sector agrícola” (un currito de 1.500 millones de dólares para un puñado de exportadoras) y se nota más cuando, desde el Banco Central, acaban de prohibir a las billeteras virtuales la compra y venta de divisas extranjeras.
Milei parece haber perdido el aura. Es apenas un simulacro de sí mismo. Agotó su capacidad creativa y lo que antes era fresco y novedoso en su discurso, hoy aparece como incómodo y forzado, algo así como ponerse cuatro camperas en plena primavera.
Queda poco y nada de su narrativa mística con la que supo brillar en tiempos de campaña y sus primeros meses al frente del gobierno. Recordemos que, según sus palabras, él solo es Aarón y Karina es Moisés.
Llegaron a la Argentina bajo la promesa de liberar a nuestro pueblo de la esclavitud a la que la casta nos había sometido, pero rápidamente pasaron a saquear el Estado y prostituir nuestra soberanía a cambio de la promesa de dólares frescos.
Su rol como representante en la tierra de las fuerzas del cielo se fue pinchando y hoy solo aspira a ser un pequeño servidor de Trump o Netanyahu —en el preciso momento que todo el mundo lo repudia por haber interceptado a una flotilla con ayuda humanitaria en aguas internacionales—.
Jorge Asís caracteriza este apagón espiritual del León con su pluma sagaz: “Lo que encantaba de Milei era la imprevisible creatividad que suele confundirse con locura (…) Pero al diluirse la atracción de la magia disruptiva, paulatinamente se le pierde el respeto hasta como transgresor. Para disolverse en el destino torpe, despreciablemente normal, de pasar a la indiferencia de la historia como cualquier otro eslabón de la cadena institucional de fracasos”.
Hasta este momento el candidato en la principal sección electoral sigue siendo José Luis Espert, el pequeño profe. Digo hasta ahora porque propios y ajenos están poniendo en tela de juicio su candidatura. Si bien Milei intenta minimizar la denuncia diciendo que son chismes kukas de peluquería, la denuncia viene desde su tan ponderado EEUU y los periodistas no consiguen hacer decirle al diputado Espert que nunca recibió esos 200.000 dólares del presunto narco Fred Machado.
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Su rol como representante en la tierra de las fuerzas del cielo se fue pinchando y hoy solo aspira a ser un pequeño servidor de Trump o Netanyahu.
Si el Estado retrocede, el narcotráfico avanza. Ese debería ser un punto de encuentro entre los argentinos que queremos a nuestra patria. En definitiva, el patriotismo y la defensa de nuestra soberanía es una forma colectiva de amor propio.
Quizás ahí radica la principal diferencia entre las fuerzas que aman a este suelo y quienes festejan los gestos de genuflexión de nuestro primer mandatario. Porque como dijo don Arturo Jauretche: “Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”.

Eso fue todo queridos amigos y amigas, las pinturas que ilustran esta publicación pueden verse en el MNBA, hace poco anduve por ahí inspirado por la lectura de “El nervio óptico” un libro de María Gainza que me gustó mucho.
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