Que el árbol no nos tape el bosque
Una mirada general sobre el resultado del domingo. El peronismo que “hay” y el rol de la militancia en este contexto. La santa sabiduría popular que tracciona hacia adelante.
El momento cuantitativo
Ni el más positivo de los pronósticos para el peronismo auguraba lo que finalmente ocurrió. A pesar de los continuos embates de los grupos económicos concentrados contra la economía de las y los argentinos, el ministro de Economía y candidato a presidente Sergio Massa logró pasar del 21% de los votos en las PASO, a casi el 37% en las elecciones generales.
Si bien la calle nos marcaba un termómetro de las elecciones (que por espanto a las propuestas de Milei empujaba la abstención y el voto en blanco e, incluso, a que muchos votantes de La Libertad Avanza se replantearan su voto), los números nos demuestran que la consciencia del pueblo argentino sobre los derechos adquiridos por los gobiernos populares está más que vigente.
Ya advertíamos, desde este espacio, la incompatibilidad de los votos de Milei con sus propuestas. Encuestas de Zuban Córdoba (única encuestadora en vaticinar el resultado electoral de 2019 y 2021) mostraban que mas de dos tercios de los argentinos estaban en contra de la privatización de las empresas de bandera como Aerolíneas Argentinas e YPF. Este porcentaje era mucho mayor cuando se hablaba de la privatización del sistema de salud o de la educación pública. Los recientes contenidos audiovisuales realizados por @indisciplinadxs nos mostraban de forma mucho mas palpable esta realidad.
En Cutral Có, por ejemplo, todos los entrevistados habían participado o tenían familiares que participaron de los piquetes de los 90’ cuando el gobierno de Carlos Menem privatizó la petrolera nacional. Nadie estaba a favor de la privatización de YPF, pero varios habían votado a Milei y un trabajador de YPF había votado en blanco.
También pudo observarse la negativa de los votantes de Milei a la dolarización, a la privatización del sistema de salud, del sistema de educación y a otras tantas propuestas del candidato liberal-libertario.
Entonces, ¿qué fue lo que paso? La respuesta parece obvia. Y ya fue adelantada por la gran mayoría de quienes intentamos pensar la política el día después de las PASO. El descontento con el sistema político reinante fue el actor principal de las jornadas electivas de agosto, llevándose puesto anteriormente a varios oficialismos provinciales que gobernaban hace varios períodos. Pero, a diferencia de lo que muchos (incluso peronistas) creen, el pueblo no es tonto: era necesario expresar el descontento a través de la única forma que tiene de expresarse en la política (el sufragio) pero no iba a permitir mayoritariamente que las políticas de Milei se lleven adelante.
Básicamente se tomó consciencia, muy rápidamente, de que el “que explote todo” los incluía. Veamos algunos números:
- En términos de cantidad de votos, Unión por la Patria creció casi un 50%, pasando de 6.7 millones de votos a 9.7. En términos porcentuales, pasó de 28,88% a 36,69%
- La Libertad Avanza, en cambio, aumentó en votos solo lo necesario para mantenerse casi constante en términos porcentuales. Solo se agregaron 650.000 votos a los 7.3 millones obtenidos en las PASO
- El gran perdedor de la jornada fue, sin dudas, Juntos por el Cambio. Bajó en ambos sentidos: perdió 500.000 de los 6.9 millones de votos que había recolectado, hundiéndose del 29,6% al 23,84%
Finalmente, un dato que no puede dejar de llamar la atención es que hubo otro perdedor importante. Sin partidos marginales que no superaron las PASO, aún así el voto en blanco y el nulo cayeron abruptamente, pasando de representar casi un 7% a menos del 3%.
El resumen es abrumador: los votos válidos fueron 3.752.175 mas y Unión por la Patria creció 3.185.420 votos. En los distritos electorales más importantes, la tendencia se repite en Córdoba y Buenos Aires, mostrando que Unión por la Patria creció entre un 60 y un 70 por ciento por lo que crecieron los votos afirmativos (lo cual, además, apareció como transversal entre los circuitos electorales de clase baja y los de clases medias-altas). En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por su parte, Unión por la Patria creció casi el 100% de lo que crecieron los votos positivos totales.
Sin embargo, esta cuestión sólo sirve para terminar de convencernos del alto grado de consciencia existente en el pueblo sobre los acuerdos básicos que construyó -con todos los defectos que le marcamos- la democracia liberal en tensión permanente con el proceso de lucha del pueblo argentino. Los cuadros políticos y militantes del campo nacional y popular tenemos la obligación de que la alegría generada por la victoria parcial no tape los desafíos que tenemos por delante.
El peronismo no se inscribe en la tradición de los partidos liberales y, por lo tanto, no cree que la democracia liberal sea otra cosa mas que un medio que le permite adquirir cuotas de poder (no EL poder) para consolidar posiciones en la lucha estratégica, resumida en tres banderas: independencia económica, soberanía política y justicia social.
La actual dirigencia política del peronismo confunde, por subordinación expresa o tácita al capitalismo y por ende al sistema liberal, estrategia con táctica y táctica con tacticismo.
La política se vuelve, de esta forma, un espacio de disputas cortoplacistas e intestinas por acaparar pequeñas cuotas de poder personal, en lugar del espacio de construcción y articulación de una estrategia de poder conjunta de los sectores populares y nacionales. El peronismo, por su parte, se subordina a ese sistema entendiéndolo como “el único sistema” posible, mientras que los sectores marginados de la sociedad aumentan, por la acción de un capitalismo en crisis que cada vez repliega más sus posiciones en el centro acelerando la sobreexplotación de los pueblos del mundo.
Táctica y tacticismo
El General Perón establecía en su “Manual de Conducción Política” que:
¿Por qué, señores, debe dividirse este campo? ¿Por qué razón no se hace solamente la táctica y no la estratégica? Nosotros estamos acostumbrados, en nuestra política, a confiar demasiado en la lucha táctica. Hasta ahora se ha hecho muy poco en el orden de la lucha estratégica. Se confiaba en la acción de los caudillos parciales.
Para mí, la elección es un acto cuantitativo. Son votos que se meten dentro de las urnas, y para meter votos dentro de las urnas, los hombres que comparten mis ideas y las de todos los que pensamos así ¿necesitamos estar organizados? Lo que necesitamos es gente que vote. Y para eso no es necesario organizar.
Para el peronismo, la lucha electoral siempre fue táctica y cuantitativa. Nunca fue un fin sino un medio. Profundizando más, tampoco nunca fue un fin en sí mismo la toma de las instituciones del Poder Ejecutivo, que no representan más que una arista del poder político (por la cual también debemos luchar, ya que tenemos la obligación de disputar en todas sus determinaciones). Y que tampoco representa su parte preponderante ni, mucho menos, su totalidad.
El movimiento justicialista, nacido al calor de las peleas de la clase trabajadora y de su alianza con los sectores del naciente empresariado industrial (Ver “Volver a Perón…”), representó un elemento disruptivo ya que nació de las clases postergadas y las integró como actor político principal, quitándolo de su papel de eterno espectador que siempre le tocaba pagar los platos rotos de las fiestas de la oligarquía.
Perón sintetizo el modelo de democracia justicialista en “La Comunidad Organizada”, donde supedita el rol del Estado a la articulación de las Organizaciones Libres del Pueblo, espacios políticos construidos de y desde las bases con incidencia política en los distintos territorios.
Así irrumpió el sindicato en la acción política de la Nación, dejando de disputar la parte que correspondía al sector de la producción para pasar a discutir cual era el modelo de país necesario para la clase trabajadora, expresado en el Programa de la CGT de Huerta Grande. Así nacieron las Sociedades de Fomento y los clubes de barrio, y tantas otras organizaciones populares que tuvieron la tarea fundamental de otorgarle una tarea en la política territorial a cada miembro de la comunidad. Hacer de cada vecino un militante político.
En los años 60 y 70, derrocado y proscripto el peronismo, las discusiones del conjunto de las organizaciones políticas versaba sobre cuál era el método para la construcción de poder popular, entendiendo que no había posibilidad de retorno del General Perón ni de gobernabilidad si el pueblo no se integraba de conjunto a la acción política.
La derrota a las organizaciones revolucionarias en los 70’, con la posterior integración/subordinación del peronismo al pensamiento “occidental” (mas precisamente, del Norte de Occidente y, mucho más precisamente, de Estados Unidos) construyó una dirigencia acorde al proceso de vaciamiento de cuadros políticos.
La administración del Estado pasó a ordenar la política y, por ende, la lucha política se encerró en la disputa interna por la administración del Estado.
Las elecciones cobraron así un papel predominante, como única forma de “acceder al poder” y se abandonaron todos los intentos de construcción de un modelo de democracia participativa que entienda al pueblo como sujeto de transformación. El sujeto político pasó, además, a ser “la orga política”, profundizando el proceso de desintegración político-ideológico que solo se encuentra, circunstancialmente, cuando observa que solo no puede ganar la elección y que es mejor asegurarse una porción de la torta antes que perder los lugares ganados.
Para peor, en un marco de crisis del capitalismo, naturalmente la democracia liberal se vuelve incapaz de resolver las pocas cosas que garantizaba. Ciertos sectores de Unión por la Patria vitoreaban alarmados que Milei representaba la flexibilización laboral y la pérdida de la educación y la salud pública.
A su vez, la mayoría de la población que trabaja de forma precarizada y sin llegar a cobrar la canasta básica, y que cuando necesita atenderse de urgencia en el hospital tiene que ir a las dos de la mañana a hacer fila durante ocho horas para rogar conseguir un turno dentro de seis meses, respondía acertadamente “¿qué derechos?”.
Dada esa situación, naturalmente, el descontento con las caras visibles de ese sistema político (“la casta”) articulado inteligentemente por un sector que logró instalarse como outsider, tenía mucho que ganar.
Pero, para sorpresa de varios dirigentes, el pueblo no es sonso. A pesar de la subordinación orgánica a la socialdemocracia y a la política del posibilismo instalado por los ideólogos del poder, los procesos de organización social y de consciencia del pueblo siguen activos, aunque a pocos les interese escucharlos. Y es natural que, en un pueblo como el argentino que algo sabe de luchas y de las consecuencias que trae subordinarse a los poderes económicos, la bronca contra la clase política sea -todavía- menor al entendimiento sobre las consecuencias que traería un gobierno “liberal”.
La estrategia
Sin embargo, mientras el capitalismo no pueda resolver el problema de la reproducción de toda la humanidad, la pérdida de legitimidad de su superestructura política será una tendencia creciente. Y si el capitalismo se preocupara por cuidar al medio ambiente y que todo el pueblo se desarrolle no sería capitalismo.
El peronismo debe ser revolucionario no por un capricho teórico y pequeñoburgués. Debe ser revolucionario porque, si se queda integrado como un partido político más del sistema, dejará de ser el movimiento político de las clases oprimidas. Y al perder su esencia bajo la forma de un partido del ajuste “light” con derechos civiles y progresista, el pueblo seguirá luchando construyendo la consolidación de una nueva identidad, pero nunca resignándose.
Quienes vemos en el justicialismo el espacio político que representa la consciencia de la clase trabajadora tenemos que desprendernos rápidamente de nuestra herencia posibilista y entender que las condiciones subjetivas para enfrentarnos a los grupos económicos que saquean nuestra Nación, se encuentran vigentes siempre y cuando se demuestre para con el conjunto, un horizonte acertado. Si bien el sujeto político es el pueblo y no la organización política, tampoco deja de ser cierto que la posibilidad de un cambio profundo es con un pueblo luchando con una estrategia clara.
La rebeldía política expuesta de forma anárquica termina como en el 2001: varias decenas de muertos bajo la consigna “que se vayan todos” y, para sorpresa de nadie, ninguno se fue.
La estrategia justicialista, como dijimos anteriormente, se resume en la premisa “Independencia económica, soberanía política y justicia social”. Ese es su horizonte estratégico. Y el conocimiento de las condiciones objetivas en el que desarrollamos la política es el primer paso para empezar a plantearnos los esquemas organizacionales que nos permitan realizarlo.
La necesidad de la construcción de poder popular tampoco es una premisa romántica: el carácter concentrado de los monopolios es tal que, en primer lugar, necesitamos de una fuerza mucho mayor a la que puede tener un presidente o un conjunto de dirigentes políticos para enfrentarlos. Y, en segundo lugar, a su vez esos grupos económicos son tan concentrados que expulsan cada vez más a mayores sectores de la población generando, al mismo tiempo que se “agrandan”, pérdida de hegemonía al no poder convencer a la población de su proyecto político.
El carácter de las organizaciones nacidas al calor del avance movimentista con una conducción centralizada en Néstor Kirchner primero y en Cristina Fernández de Kirchner después, es un modelo que caducó cuando cambió la etapa política. La crisis del capital a nivel global obliga a repensar los modelos organizacionales más aptos para combatir el saqueo de los fondos de inversión transnacionales.
El seguidismo caudillista y el tacticismo son la muerte de la política revolucionaria, y debemos aprender de los errores de nuestros procesos de lucha para evitar repetirlos.
Si nos entendemos como parte del pueblo que se encuentra oprimido por los poderes reales, es menester apurar el paso y consolidar núcleos militantes que discutan de una vez por todas la independencia total y definitiva de nuestra Nación. Y eso no se puede hacer atado de las narices de los dirigentes políticos que se han subordinado al sistema de forma irreflexiva ni de una militancia que, por acción u omisión, ha dejado hace tiempo de pelear contra el statu quo porque se muere de ganas de integrarlo, creyendo que el problema no es el sistema, sino que el sistema lo representan unos y no otros.
Ganamos una elección. De hecho, ganamos la primera vuelta de una de las elecciones más importantes que nos tocó militar, ya que con un gobierno que reivindica abiertamente a la última dictadura cívico-militar y la represión política las tareas propuestas se vuelven mucho mas complejas (por no decir imposible mientras eso tenga un alto consenso social).
Pero que el árbol no nos tape el bosque: si los que hacemos política abandonamos la discusión estratégica, implicará aceptar la estrategia del enemigo. Y si nos confundimos en el inmenso mar de fracciones políticas defensoras de los intereses del capital, el proceso de lucha popular (que existe y existirá con o sin nosotros) tiene más probabilidad de terminar con una violenta derrota que nos retrase en nuestro destino mas que con la victoria de las grandes mayorías.
Excelente análisis, fundamental tener cada punto en nuestra militancia de cara al futuro, al peronismo que se necesita para de verdad luchar por una Patria Libre, Justa y Soberana