El IAPI, una herramienta de estrategia soberana

El IAPI, una herramienta de estrategia soberana

Por:  Juan Manuel Piccolo / Lucía Ferrari (MLN)

Juan Manuel Piccolo y Lucia Ferrari son militantes del Movimiento de Liberación Nacional que conduce Martin Ayerbe y las propuestas desarrolladas en este artículo se encuentran en sus plataformas de campaña.

El Aluvión no es un medio orgánico a ningún partido político en especial, pero si a los intereses de la patria. Y entendemos que es nuestra tarea difundir todas aquellas propuestas que discutan cómo dejar de ser una semi-colonia.


La economía nunca es libre. O la conduce el Estado en beneficio del pueblo o lo hacen las grandes empresas en perjuicio de este.

Juan Domingo Perón

¿Cómo romper el esquema económico en donde nuestra nación se ve perjudicada? ¿Es posible la industrialización de la República Argentina asolada por mercancías extranjeras? La respuesta es sí. No solo es posible, sino que ya se hizo.


El mercado mundial es el espacio donde las naciones se disputan la riqueza. Los procesos económicos internos de cada nación se ponen en juego en los intercambios internacionales. La política económica grande se juega en esa arena. 

Y en ella vale todo. Ninguna nación ahorra en medios para lograr sus objetivos. Los países industrializados luchan por ocupar los mercados internos de los que no desarrollan su estructura productiva. Combaten entre ellos a muerte para garantizar un espacio a sus mercancías. Las dos guerras mundiales, con sus más de 70 millones de víctimas humanas, dan un claro testimonio de la bestialidad a la que están dispuestas las principales naciones industriales. Más cuando se trata de defender su espacio en los mercados de intercambio internacional. 

Pero… ¿qué es lo que se disputa? ¿Qué hay detrás de la masacre? La respuesta es más simple de lo que parece: trabajo.

Conquistar los mercados internos, el genuino interés de las potencias

Ocupar los mercados internos de las naciones dependientes les garantiza, a los países industriales, adquirir determinadas cuotas de producción destinadas a satisfacer la demanda no abastecida por la falta de desarrollo productivo de los primeros. Este fenómeno se traduce de manera directa en puestos de trabajo industrial de alta calidad en las plantas productivas de los países industrializados.

Este hecho, a su vez, produce de forma deliberada la atrofia productiva del país no industrial. La lluvia de mercancías provenientes de los centros fabriles inhibe cualquier posibilidad de desarrollo autónomo bajo las condiciones del “libre mercado”. El trabajo registrado bien pago que florece en las naciones de Europa y Norteamérica es la contracara necesaria de la desocupación crónica en nuestras tierras.

Lo que cabe preguntarnos a esta altura es: ¿cómo romper este esquema económico en donde nuestra nación se ve perjudicada? ¿Es posible la industrialización de la República Argentina asolada por mercancías extranjeras? La respuesta es sí. No solo es posible, sino que ya se hizo. Y si ya se logró se puede volver a conseguir.

Inglaterra, nuestro principal comprador de carne y granos, en 1930 decide firmar el Tratado de Ottawa con sus dependencias coloniales. Este acuerdo establece que Gran Bretaña se compromete a brindar exenciones aduaneras a la hacienda y la cosecha de sus colonias como Canadá y Australia, con el objetivo de privilegiar a sus dominios imperiales sobre sus demás proveedores. Este hecho provocó una fuerte crisis al interior de la oligarquía terrateniente, dado que se había quedado sin su principal comprador. 

Para solucionarlo, los oligarcas imploraron por la intervención estatal con miras a colocar su producción sobrante. En esta década es cuando se fundan instituciones fundamentales para el desarrollo económico de la Nación. La necesidad de intervención del fisco en el proceso comercial, ameritó la creación de nuevas estructuras mediante las cuales el Estado pudiera volver efectiva dicha actividad. En

1933 se fundaron con este objetivo la Junta Nacional de Granos y, meses más tarde, Junta Nacional de Carne.

La llegada del IAPI

La creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) fue dispuesta por el Decreto 15.350 del 28/05/46, aún bajo el Gobierno de Edelmiro Farrell, aunque ya formaba parte del conjunto de medidas proyectadas por el Coronel Perón, ya electo Presidente en febrero de ese año.

El 25 de marzo de 1946 se había nacionalizado el Banco Central, con lo cual a través

de estas dos medidas el Gobierno podía controlar directa o indirectamente la producción y el ahorro nacional. Los argumentos que se alzaron a favor de la creación del IAPI fueron, entre otros: 

  1. Que los intereses económicos del país debían primar sobre los privados
  2. El Estado era la única instancia que podía garantizar que el ingreso de divisas, provenientes del comercio exterior, fueran transferidas hacia el desarrollo industrial y la creación de puestos de trabajo genuinos en el país. 
  3. Al ser necesario conquistar nuevos mercados y desplegar una adecuada propaganda sobre la calidad de nuestros productos. 
  4. La actividad privada no se vería afectada negativamente, sino complementada y beneficiada. Por ejemplo, al proteger a los productores de los posibles cambios en los precios internacionales, se eliminaban o reducían al máximo las consecuencias desfavorables que pudieran producir las inclemencias climáticas (sequías, inundaciones, etc).
Foto y eslogan del proyecto IAPI: «Con la argentinización del sistema bancario y la creación del I.A.P.I la Argentina afirmará su potencialidad sobre pilares de oro, y alcanzará la plena manifestación de su grandeza» | Créditos: Archivo

Las funciones del I.A.P.I fueron varias y muy complejas. A nivel comercial, compraba la cosecha a los productores y luego la exportaba. En el caso del trigo, compraba la totalidad (incluso la destinada al comercio interior). En cambio, en el resto de los cereales, sólo compraba el cupo de exportación, dejando la parte destinada al consumo interno en manos de los privados. 

A nivel financiero, otorgó fondos a reparticiones públicas para la compra de bienes de capital (interviniendo en la compra de los ferrocarriles, buques para la Marina Mercante, teléfonos, entre otras). También recibieron créditos los Gobiernos Provinciales para bienes de capital (camiones y equipos para obras viales), como así también las industrias privadas (metalúrgica, frigoríficos, jabonera, entre otros). 

A nivel de la Regulación del mercado interno, el IAPI influía en el equilibrio del sistema económico mediante diversas decisiones, por ejemplo: compraba en el mercado interno aquellos productos que no encontraban colocación (por ejemplo el arroz); establecía el margen de beneficios al sector industrial (por ejemplo el aceite de tung en 1950); fijaba precios de ciertos productos tales como pan, carne o harina; compraba excedentes de sobreproducción comprometiéndose a no venderlo en el mercado interno (por ejemplo los tomates en 1950); creaba comisiones mixtas para afrontar la crisis de determinados productos tales como los tejidos o el quebracho y, también, adquiría materia prima para entregársela a los industriales para su proceso a cuenta y orden del Instituto (como por ejemplo el lino, en 1949). 

A nivel de promoción y fomento, las actividades productivas definidas como estratégicas recibían un tratamiento especial, que en ciertos casos incluyó la entrega de créditos sin obligación de devolución. Esto incluyó, principalmente: a sectores agropecuarios perjudicados por inclemencias climáticas; a productores ubicados en zonas de sequía como el tanino, al fomento a la inmigración o mismo también a la venta de productos a precio de costo a la industria local. 

A nivel de abastecimiento, el Instituto se encargó de importar ciertos artículos que eran imprescindibles y complicados de conseguir por la situación de postguerra (cemento, tejidos de algodón, yute y soda cáustica). En la función subsidiadora, se subsidiaron ciertos productos de consumo masivo como la carne para mantener el nivel de salario real en el orden interno.

El IAPI fue central para conducir el proceso económico y productivo desde una visión de totalidad e interés nacional. Al expandirse la industria, se necesitaban más insumos y bienes de capital. Esto implicaba ampliar las exportaciones para obtener las divisas necesarias para adquirir esos bienes. En ese sentido se tomaron muchas medidas en favor del sector agropecuario, tales como: el congelamiento y las rebajas de alquileres, la prórroga de contratos, la suspensión de desalojos, la financiación de semillas, los créditos para la compra de tierras para arrendatarios, la expropiación de tierras a compañías extranjeras, el Estatuto del Peón Rural, créditos para la obtención de maquinaria y así tecnificar la producción en el campo y precios sostén. 

Sin embargo, la estructura jurídica de la tenencia de tierra no fue sustancialmente alterada, es decir no se realizó una reforma agraria. Eso implicaba que la decisión sobre qué sembrar, cómo y con qué tecnología quedaba en manos de los privados.

Con respecto a las importaciones y el fomento a la actividad industrial, el IAPI como organismo oficial obtenía mejores precios en las adquisiciones en el mercado internacional, sólo importando aquellos bienes indispensables para el país que no compitieran con la industria nacional. La política de importaciones fue quizá la más compleja ya que implicaba decidir a quiénes primero y a qué precio, afectando así a los intereses de los importadores. El IAPI realizaba consignaciones y compras, estableciendo así acuerdos con diversos países para la adquisición de bienes. Esto implicó también invertir en galpones y logística para almacenar y trasladar desde los puertos hasta las empresas los bienes importados. En lo que refiere al rubro automotriz y de maquinarias, se importó principalmente de Estados Unidos e Inglaterra.

También se importó arpillera (India); madera y cemento (Rumania y Polonia) y Metales (Inglaterra y Japón).

El rol del IAPI fue principalmente comercial y de fomento a la producción, pero al insertarse en la disputa del mercado mundial, sin dudas se vio afectada por la geopolítica del momento, como lo fue en la decisión argentina de no convalidar el acuerdo de Breton Woods y proclamar así una política de cooperación y liderazgo en Sudamérica. 

El plantarse con postura propia como Tercera Posición en un mundo fuertemente polarizado, implicó que la Argentina quede afuera del Plan Marshall, el programa norteamericano para la reconstrucción de Europa, lo cual le impidió colocar producción allí. Además, el IAPI también se veía afectado por presiones internas, de sectores como la oligarquía terrateniente, los grandes empresarios asociados capitales foráneos y las empresas extranjeras. Y esto sin contar que, durante los años del peronismo, el movimiento obrero organizado tenía fuerte injerencia en las decisiones gubernamentales para garantizar su poder adquisitivo a través de sus organizaciones sindicales y políticas.

El IAPI después de Perón

En 1955, el IAPI fue disuelto por el gobierno de Aramburu. Y fue bajo la presidencia de facto de José María Guido, que se lo reorganizó en 1963 como parte de la Junta Nacional de Granos. Finalmente, también las juntas nacionales fueron disueltas en 1991 por el decreto N.º 2284/91 de Desregulación de Mercados, elaborado por el ministro Domingo Cavallo bajo la presidencia de Carlos Menem

Este mismo gobierno también privatizó los puertos y disolvió nuestra flota mercante de bandera. Esto dejó el comercio exterior íntegramente en manos de los privados, en toda su cadena de valor. Desde aquellos años hasta la actualidad, esto se profundizó cada día más. Ningún gobierno de los últimos 35 años revirtió la situación. 

Gráfico de la situación argentina del año 2018, que muestra claramente el no crecimiento de las últimas tres décadas y media | Créditos: Archivo

Argentina es uno de los países líderes en exportación agropecuaria. La cosecha argentina llegó al récord en 2018/2019 de aproximadamente 150.000.000 de toneladas. Debido a que no contamos con una planificación y gestión como la que supo llevar adelante el IAPI, a mediados del siglo XX, el 92% de la producción se exporta. Y esto pasa mientras en nuestro país alimentarse es cada día más costoso

Un importante porcentaje de nuestro pueblo se alimenta en comedores y recibe bolsones de mercadería en escuelas e iglesias. En un país con capacidad de alimentar a 400.000.000 de personas, el 60% de los niños se encuentran subalimentados, sin recibir las proteínas esenciales que proveen la carne vacuna, el pescado, las legumbres, las frutas y verduras. 

Una alimentación basada en harina, azúcar y grasas, nos dará una generación de adultos con problemas de salud asegurados.

Soberanía alimentaria: primera necesidad para liberarse del yugo colonial

Por este motivo, la propuesta para revertir esta situación que se repite en todos los órdenes de nuestra matriz productiva, que es la condición colonial, debemos avanzar con una propuesta clara, contundente y beneficiosa para el conjunto de los argentinos. Lo primero que debemos hacer es recrear aquello que fueron las Juntas ya nombradas, pero actualizadas a nuestro siglo y centralizadas por un Instituto Argentino para la Promoción y el Intercambio del siglo XXI. 

Y debe funcionar en principio como un competidor más siendo estatal en la producción, que beneficie principalmente a los pequeños y medianos productores del campo argentino. 

El proyecto del nuevo IAPI

El proyecto de ley presentado en el Congreso por iniciativa del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), la organización de Martín Ayerbe, a través del diputado santafesino Eduardo Toniolli con el expediente 1154-D-23, se propone la creación de las siguientes Sociedades del Estado:

  1. Empresa Argentina de Granos y Derivados.
  2. Empresa Argentina de Cereales y Derivados. 
  3. Empresa Argentina de Oleaginosas y Derivados. 
  4. Empresa Argentina de Alimentos Cultivables.
  5. Empresa Argentina de Carnes.
  6. Empresa Argentina de Lácteos.
  7. Empresa Argentina de Semillas. 

La principal función del IAPI en el siglo XXI sería conducir y regular la producción progresivamente, hasta convertirse en el único mostrador estatal como fue a mediados del siglo pasado. A los productores se les aseguraría un precio sostén, la posibilidad de colocar la producción ya sea en el mercado internacional o nacional, y la posibilidad de realizar su plan anual con la tranquilidad de tener al Estado como comprador. 

Además, este organismo les permitirá ventajas en créditos, subsidios, facilidad de acceso a tecnología conveniente, fertilizantes, pesticidas, medicamentos y vacunas para el ganado. Todo esto en coordinación con el resto de los organismos estatales como lo son el INTI, INTA y el SENASA

Es menester volver a apropiarnos de la cadena de valor completa, desde la producción, la logística y la comercialización, en manos argentinas. Contar con una empresa logística multimodal que pueda trasladar la mercadería del campo hasta el centro de acopio en su flota de camiones, para luego combinarse con barcazas, ferrocarril o buques dependiendo del caso puntual y lo más conveniente para el mismo, sería esencial.

Captura de pantalla del diputado Toniolli, anunciando la entrada del proyecto del IAPI XXI al Congreso | Créditos: Twitter

Para poder instrumentalizar y ejercer el comercio exterior con el IAPI, es decir, colocar la producción en el mercado internacional, se necesita a su vez como condición sine qua non la Marina Mercante de bandera nacional. Gracias a Dios contamos con el Astillero más grande de América del Sur en Ensenada, capacidad técnica, historia y los dos proyectos de Ley que componen al Plan Naval Argentino (transporte por agua con reserva de cargas y FODIN) con estado parlamentario en el Congreso de la Nación hace más de 15 años. 

Sin dudas medidas como está requieren de asumir un conflicto que se viene postergando, alegando distintas excusas tales como que los argentinos no somos capaces o que no tenemos la correlación de fuerzas. En la situación que nos encontramos, a punto de ser entregados definitivamente como colonia norteamericana, incluso planteando que utilicemos como moneda de intercambio el dólar, que estemos pensando en soluciones de medias tintas, parches, intentos del “quise pero no pude”, es simplemente ser cómplice de la situación

Es la hora de los Patriotas. Más allá de las ideologías partidarias, simpatías por determinados nombres o banderas, los argentinos que aún creen que una Argentina soberana y productiva debemos unirnos bajo una conducción estrictamente nacional, que priorice la unidad de los argentinos en la lucha contra los enemigos extranjeros imperialistas.

  

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La economía nunca es libre. O la conduce el Estado en beneficio del pueblo o lo hacen las grandes empresas en perjuicio de este.

Juan Domingo Perón

¿Cómo romper el esquema económico en donde nuestra nación se ve perjudicada? ¿Es posible la industrialización de la República Argentina asolada por mercancías extranjeras? La respuesta es sí. No solo es posible, sino que ya se hizo.


El mercado mundial es el espacio donde las naciones se disputan la riqueza. Los procesos económicos internos de cada nación se ponen en juego en los intercambios internacionales. La política económica grande se juega en esa arena. 

Y en ella vale todo. Ninguna nación ahorra en medios para lograr sus objetivos. Los países industrializados luchan por ocupar los mercados internos de los que no desarrollan su estructura productiva. Combaten entre ellos a muerte para garantizar un espacio a sus mercancías. Las dos guerras mundiales, con sus más de 70 millones de víctimas humanas, dan un claro testimonio de la bestialidad a la que están dispuestas las principales naciones industriales. Más cuando se trata de defender su espacio en los mercados de intercambio internacional. 

Pero… ¿qué es lo que se disputa? ¿Qué hay detrás de la masacre? La respuesta es más simple de lo que parece: trabajo.

Conquistar los mercados internos, el genuino interés de las potencias

Ocupar los mercados internos de las naciones dependientes les garantiza, a los países industriales, adquirir determinadas cuotas de producción destinadas a satisfacer la demanda no abastecida por la falta de desarrollo productivo de los primeros. Este fenómeno se traduce de manera directa en puestos de trabajo industrial de alta calidad en las plantas productivas de los países industrializados.

Este hecho, a su vez, produce de forma deliberada la atrofia productiva del país no industrial. La lluvia de mercancías provenientes de los centros fabriles inhibe cualquier posibilidad de desarrollo autónomo bajo las condiciones del “libre mercado”. El trabajo registrado bien pago que florece en las naciones de Europa y Norteamérica es la contracara necesaria de la desocupación crónica en nuestras tierras.

Lo que cabe preguntarnos a esta altura es: ¿cómo romper este esquema económico en donde nuestra nación se ve perjudicada? ¿Es posible la industrialización de la República Argentina asolada por mercancías extranjeras? La respuesta es sí. No solo es posible, sino que ya se hizo. Y si ya se logró se puede volver a conseguir.

Inglaterra, nuestro principal comprador de carne y granos, en 1930 decide firmar el Tratado de Ottawa con sus dependencias coloniales. Este acuerdo establece que Gran Bretaña se compromete a brindar exenciones aduaneras a la hacienda y la cosecha de sus colonias como Canadá y Australia, con el objetivo de privilegiar a sus dominios imperiales sobre sus demás proveedores. Este hecho provocó una fuerte crisis al interior de la oligarquía terrateniente, dado que se había quedado sin su principal comprador. 

Para solucionarlo, los oligarcas imploraron por la intervención estatal con miras a colocar su producción sobrante. En esta década es cuando se fundan instituciones fundamentales para el desarrollo económico de la Nación. La necesidad de intervención del fisco en el proceso comercial, ameritó la creación de nuevas estructuras mediante las cuales el Estado pudiera volver efectiva dicha actividad. En

1933 se fundaron con este objetivo la Junta Nacional de Granos y, meses más tarde, Junta Nacional de Carne.

La llegada del IAPI

La creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) fue dispuesta por el Decreto 15.350 del 28/05/46, aún bajo el Gobierno de Edelmiro Farrell, aunque ya formaba parte del conjunto de medidas proyectadas por el Coronel Perón, ya electo Presidente en febrero de ese año.

El 25 de marzo de 1946 se había nacionalizado el Banco Central, con lo cual a través

de estas dos medidas el Gobierno podía controlar directa o indirectamente la producción y el ahorro nacional. Los argumentos que se alzaron a favor de la creación del IAPI fueron, entre otros: 

  1. Que los intereses económicos del país debían primar sobre los privados
  2. El Estado era la única instancia que podía garantizar que el ingreso de divisas, provenientes del comercio exterior, fueran transferidas hacia el desarrollo industrial y la creación de puestos de trabajo genuinos en el país. 
  3. Al ser necesario conquistar nuevos mercados y desplegar una adecuada propaganda sobre la calidad de nuestros productos. 
  4. La actividad privada no se vería afectada negativamente, sino complementada y beneficiada. Por ejemplo, al proteger a los productores de los posibles cambios en los precios internacionales, se eliminaban o reducían al máximo las consecuencias desfavorables que pudieran producir las inclemencias climáticas (sequías, inundaciones, etc).
Foto y eslogan del proyecto IAPI: «Con la argentinización del sistema bancario y la creación del I.A.P.I la Argentina afirmará su potencialidad sobre pilares de oro, y alcanzará la plena manifestación de su grandeza» | Créditos: Archivo

Las funciones del I.A.P.I fueron varias y muy complejas. A nivel comercial, compraba la cosecha a los productores y luego la exportaba. En el caso del trigo, compraba la totalidad (incluso la destinada al comercio interior). En cambio, en el resto de los cereales, sólo compraba el cupo de exportación, dejando la parte destinada al consumo interno en manos de los privados. 

A nivel financiero, otorgó fondos a reparticiones públicas para la compra de bienes de capital (interviniendo en la compra de los ferrocarriles, buques para la Marina Mercante, teléfonos, entre otras). También recibieron créditos los Gobiernos Provinciales para bienes de capital (camiones y equipos para obras viales), como así también las industrias privadas (metalúrgica, frigoríficos, jabonera, entre otros). 

A nivel de la Regulación del mercado interno, el IAPI influía en el equilibrio del sistema económico mediante diversas decisiones, por ejemplo: compraba en el mercado interno aquellos productos que no encontraban colocación (por ejemplo el arroz); establecía el margen de beneficios al sector industrial (por ejemplo el aceite de tung en 1950); fijaba precios de ciertos productos tales como pan, carne o harina; compraba excedentes de sobreproducción comprometiéndose a no venderlo en el mercado interno (por ejemplo los tomates en 1950); creaba comisiones mixtas para afrontar la crisis de determinados productos tales como los tejidos o el quebracho y, también, adquiría materia prima para entregársela a los industriales para su proceso a cuenta y orden del Instituto (como por ejemplo el lino, en 1949). 

A nivel de promoción y fomento, las actividades productivas definidas como estratégicas recibían un tratamiento especial, que en ciertos casos incluyó la entrega de créditos sin obligación de devolución. Esto incluyó, principalmente: a sectores agropecuarios perjudicados por inclemencias climáticas; a productores ubicados en zonas de sequía como el tanino, al fomento a la inmigración o mismo también a la venta de productos a precio de costo a la industria local. 

A nivel de abastecimiento, el Instituto se encargó de importar ciertos artículos que eran imprescindibles y complicados de conseguir por la situación de postguerra (cemento, tejidos de algodón, yute y soda cáustica). En la función subsidiadora, se subsidiaron ciertos productos de consumo masivo como la carne para mantener el nivel de salario real en el orden interno.

El IAPI fue central para conducir el proceso económico y productivo desde una visión de totalidad e interés nacional. Al expandirse la industria, se necesitaban más insumos y bienes de capital. Esto implicaba ampliar las exportaciones para obtener las divisas necesarias para adquirir esos bienes. En ese sentido se tomaron muchas medidas en favor del sector agropecuario, tales como: el congelamiento y las rebajas de alquileres, la prórroga de contratos, la suspensión de desalojos, la financiación de semillas, los créditos para la compra de tierras para arrendatarios, la expropiación de tierras a compañías extranjeras, el Estatuto del Peón Rural, créditos para la obtención de maquinaria y así tecnificar la producción en el campo y precios sostén. 

Sin embargo, la estructura jurídica de la tenencia de tierra no fue sustancialmente alterada, es decir no se realizó una reforma agraria. Eso implicaba que la decisión sobre qué sembrar, cómo y con qué tecnología quedaba en manos de los privados.

Con respecto a las importaciones y el fomento a la actividad industrial, el IAPI como organismo oficial obtenía mejores precios en las adquisiciones en el mercado internacional, sólo importando aquellos bienes indispensables para el país que no compitieran con la industria nacional. La política de importaciones fue quizá la más compleja ya que implicaba decidir a quiénes primero y a qué precio, afectando así a los intereses de los importadores. El IAPI realizaba consignaciones y compras, estableciendo así acuerdos con diversos países para la adquisición de bienes. Esto implicó también invertir en galpones y logística para almacenar y trasladar desde los puertos hasta las empresas los bienes importados. En lo que refiere al rubro automotriz y de maquinarias, se importó principalmente de Estados Unidos e Inglaterra.

También se importó arpillera (India); madera y cemento (Rumania y Polonia) y Metales (Inglaterra y Japón).

El rol del IAPI fue principalmente comercial y de fomento a la producción, pero al insertarse en la disputa del mercado mundial, sin dudas se vio afectada por la geopolítica del momento, como lo fue en la decisión argentina de no convalidar el acuerdo de Breton Woods y proclamar así una política de cooperación y liderazgo en Sudamérica. 

El plantarse con postura propia como Tercera Posición en un mundo fuertemente polarizado, implicó que la Argentina quede afuera del Plan Marshall, el programa norteamericano para la reconstrucción de Europa, lo cual le impidió colocar producción allí. Además, el IAPI también se veía afectado por presiones internas, de sectores como la oligarquía terrateniente, los grandes empresarios asociados capitales foráneos y las empresas extranjeras. Y esto sin contar que, durante los años del peronismo, el movimiento obrero organizado tenía fuerte injerencia en las decisiones gubernamentales para garantizar su poder adquisitivo a través de sus organizaciones sindicales y políticas.

El IAPI después de Perón

En 1955, el IAPI fue disuelto por el gobierno de Aramburu. Y fue bajo la presidencia de facto de José María Guido, que se lo reorganizó en 1963 como parte de la Junta Nacional de Granos. Finalmente, también las juntas nacionales fueron disueltas en 1991 por el decreto N.º 2284/91 de Desregulación de Mercados, elaborado por el ministro Domingo Cavallo bajo la presidencia de Carlos Menem

Este mismo gobierno también privatizó los puertos y disolvió nuestra flota mercante de bandera. Esto dejó el comercio exterior íntegramente en manos de los privados, en toda su cadena de valor. Desde aquellos años hasta la actualidad, esto se profundizó cada día más. Ningún gobierno de los últimos 35 años revirtió la situación. 

Gráfico de la situación argentina del año 2018, que muestra claramente el no crecimiento de las últimas tres décadas y media | Créditos: Archivo

Argentina es uno de los países líderes en exportación agropecuaria. La cosecha argentina llegó al récord en 2018/2019 de aproximadamente 150.000.000 de toneladas. Debido a que no contamos con una planificación y gestión como la que supo llevar adelante el IAPI, a mediados del siglo XX, el 92% de la producción se exporta. Y esto pasa mientras en nuestro país alimentarse es cada día más costoso

Un importante porcentaje de nuestro pueblo se alimenta en comedores y recibe bolsones de mercadería en escuelas e iglesias. En un país con capacidad de alimentar a 400.000.000 de personas, el 60% de los niños se encuentran subalimentados, sin recibir las proteínas esenciales que proveen la carne vacuna, el pescado, las legumbres, las frutas y verduras. 

Una alimentación basada en harina, azúcar y grasas, nos dará una generación de adultos con problemas de salud asegurados.

Soberanía alimentaria: primera necesidad para liberarse del yugo colonial

Por este motivo, la propuesta para revertir esta situación que se repite en todos los órdenes de nuestra matriz productiva, que es la condición colonial, debemos avanzar con una propuesta clara, contundente y beneficiosa para el conjunto de los argentinos. Lo primero que debemos hacer es recrear aquello que fueron las Juntas ya nombradas, pero actualizadas a nuestro siglo y centralizadas por un Instituto Argentino para la Promoción y el Intercambio del siglo XXI. 

Y debe funcionar en principio como un competidor más siendo estatal en la producción, que beneficie principalmente a los pequeños y medianos productores del campo argentino. 

El proyecto del nuevo IAPI

El proyecto de ley presentado en el Congreso por iniciativa del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), la organización de Martín Ayerbe, a través del diputado santafesino Eduardo Toniolli con el expediente 1154-D-23, se propone la creación de las siguientes Sociedades del Estado:

  1. Empresa Argentina de Granos y Derivados.
  2. Empresa Argentina de Cereales y Derivados. 
  3. Empresa Argentina de Oleaginosas y Derivados. 
  4. Empresa Argentina de Alimentos Cultivables.
  5. Empresa Argentina de Carnes.
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  7. Empresa Argentina de Semillas. 

La principal función del IAPI en el siglo XXI sería conducir y regular la producción progresivamente, hasta convertirse en el único mostrador estatal como fue a mediados del siglo pasado. A los productores se les aseguraría un precio sostén, la posibilidad de colocar la producción ya sea en el mercado internacional o nacional, y la posibilidad de realizar su plan anual con la tranquilidad de tener al Estado como comprador. 

Además, este organismo les permitirá ventajas en créditos, subsidios, facilidad de acceso a tecnología conveniente, fertilizantes, pesticidas, medicamentos y vacunas para el ganado. Todo esto en coordinación con el resto de los organismos estatales como lo son el INTI, INTA y el SENASA

Es menester volver a apropiarnos de la cadena de valor completa, desde la producción, la logística y la comercialización, en manos argentinas. Contar con una empresa logística multimodal que pueda trasladar la mercadería del campo hasta el centro de acopio en su flota de camiones, para luego combinarse con barcazas, ferrocarril o buques dependiendo del caso puntual y lo más conveniente para el mismo, sería esencial.

Captura de pantalla del diputado Toniolli, anunciando la entrada del proyecto del IAPI XXI al Congreso | Créditos: Twitter

Para poder instrumentalizar y ejercer el comercio exterior con el IAPI, es decir, colocar la producción en el mercado internacional, se necesita a su vez como condición sine qua non la Marina Mercante de bandera nacional. Gracias a Dios contamos con el Astillero más grande de América del Sur en Ensenada, capacidad técnica, historia y los dos proyectos de Ley que componen al Plan Naval Argentino (transporte por agua con reserva de cargas y FODIN) con estado parlamentario en el Congreso de la Nación hace más de 15 años. 

Sin dudas medidas como está requieren de asumir un conflicto que se viene postergando, alegando distintas excusas tales como que los argentinos no somos capaces o que no tenemos la correlación de fuerzas. En la situación que nos encontramos, a punto de ser entregados definitivamente como colonia norteamericana, incluso planteando que utilicemos como moneda de intercambio el dólar, que estemos pensando en soluciones de medias tintas, parches, intentos del “quise pero no pude”, es simplemente ser cómplice de la situación

Es la hora de los Patriotas. Más allá de las ideologías partidarias, simpatías por determinados nombres o banderas, los argentinos que aún creen que una Argentina soberana y productiva debemos unirnos bajo una conducción estrictamente nacional, que priorice la unidad de los argentinos en la lucha contra los enemigos extranjeros imperialistas.


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