El Imperio contraataca:
El regreso británico al Índico
Por: David Pizarro Romero
Gran Bretaña vuelve a poner sus fichas en el océano Índico, comunicando a la comunidad internacional sus aspiraciones geopolíticas.
Hace más de medio siglo, el gobierno británico se comprometió a poner fin a sus operaciones de seguridad al este de la región de Suez. La economía atravesaba uno de sus momentos más difíciles y había que ahorrar dinero. Pero la verdadera razón del cambio de política era que los días del imperio habían terminado y los nuevos estados independientes, como India, Singapur y Malasia, estaban preparados para forjar su propio futuro y, por obvias razones, no querían a su ex colonizador cerca.
Nadie esperaba que esta decisión histórica se revirtiera. Sin embargo, paso a paso, esto es exactamente lo que pasó. Denominado en círculos oficiales como «inclinación» hacia la región, el regreso británico se produjo bajo el principio sotto voce, antes de las proclamaciones más recientes bajo la bandera post-Brexit de «Gran Bretaña Global».
Así, lentamente, Gran Bretaña intensificó su presencia militar y diplomática en la región, desafiando la narrativa de un imperio en declive y encendiendo debates sobre sus ambiciones geopolíticas.
A continuación, se describen cuatro ejemplos que exponen este giro de 180° grados en la política del Foreign Office respecto a la región.
Regreso a la India-Pacífico
El primer paso se confirmó en 2014 (seis años antes del Brexit) cuando el entonces primer ministro, David Cameron, anunció que comenzarían las obras de una nueva base naval permanente en Bahréin, estratégicamente situada en el Golfo Pérsico. La preocupación por el pésimo historial de Bahréin en materia de derechos humanos se dejó de lado.
Cameron argumentó que una presencia más fuerte no sólo evitaría posibles interrupciones en el suministro de petróleo de la región, sino que también podría utilizarse para operaciones antiterroristas y para luchar contra la piratería en alta mar. Bautizada como HMS Juffair, la base está situada en Manama, cerca de la de la Quinta Flota estadounidense. Su proximidad a Irán fue un factor decisivo para su desarrollo, como demuestra la propia concentración de poder naval estadounidense en el Estado del Golfo.
La HMS Juffair se inauguró en 2018, siendo la primera base militar británica en abrirse en el extranjero en más de 30 años, siendo la anterior la base de Mount Pleasant que se encuentra en nuestras Malvinas. La HMS Juffair tiene capacidad para albergar a 500 militares, un puerto con calado suficiente para albergar hasta fragatas y destructores pero aún así es muy inferior en tamaño y capacidad a la que ocupa nuestro territorio (Mount Pleasant alberga alrededor de 1500 soldados y un escuadrón de cazas Typhoon).
Una segunda intervención al este de Suez se produjo a raíz de la retirada británica de la Unión Europea, cuando el primer ministro Boris Johnson se mostró dispuesto a potenciar el papel global de su país. En un abierto desafío a la ascendencia naval de China en el Indo-Pacífico, Gran Bretaña fue invitada a unirse a Estados Unidos y Australia en una alianza militar denominada AUKUS, diseñado para construir una flota de ocho submarinos de propulsión nuclear en suelo australiano.
Se abandonó un plan anterior, liderado por Francia, que preveía la construcción de buques diésel. Respaldada por un antiguo acuerdo con Estados Unidos para que ambas naciones compartieran sus conocimientos nucleares, Gran Bretaña volvió a ser un actor clave en los asuntos de seguridad en el otro extremo del mundo. Encajaba bien con las aspiraciones post-Brexit del primer ministro, pero era cuestionable si para Gran Bretaña era algo más que un tenue recuerdo de días de grandeza imperial en gran medida olvidados.
En cualquier caso, para romper el nexo anglosajón, el lugar de Gran Bretaña en el triunvirato podría cederse a India, con el apoyo de otros países de la región como Japón y Corea del Sur.
El tercer ejemplo se centra en el archipiélago situado en mitad del océano Índico conocido como las islas Chagos, una antigua colonia rebautizada en la década de 1960 como Territorio Británico del Océano Índico. En 1966, Gran Bretaña, alquiló a Estados Unidos la isla más grande, Diego García, para desarrollarla como base principal. Tal como sucedió con los habitantes de las Islas Malvinas, los habitantes de las demás islas fueron expulsados a la fuerza, la mayoría a Mauricio y un número menor a Seychelles. La base se desarrolló entonces en condiciones altamente secretas para fuerzas navales y aerotransportadas de última generación. Desde Chagos saldrían los aviones que bombardearían Vietnam del Norte en los ‘70 y, años más tarde, salieron las tropas de la coalición liderada por los norteamericanos que atacarían Irak y, un corto tiempo después, Afganistán también. Con el paso de los años, Chagos se convirtió en una causa célebre internacional de los derechos humanos hasta que, bajo constante presión, en 2022 pareció que Gran Bretaña estaba finalmente dispuesta a ceder el territorio a Mauricio. Tras un fallo a favor de la República de Mauricio por parte de la Corte Internacional de Justicia en 2019, parecía que los británicos por fin iban a renunciar al archipiélago pero, tras un cambio de primer ministro, las negociaciones se interrumpieron perentoriamente. La posibilidad de reasentar a los chagosianos en las islas exteriores se ha vuelto a descartar.
La cuestión primordial debe ser la «seguridad, protección y utilidad de esta base». No puede ser casualidad que el endurecimiento de la posición británico-estadounidense haya tenido en cuenta el papel activo de Irán en el actual conflicto de Oriente Próximo. Aunque Mauricio mantiene que mantendría el acuerdo para permitir que Estados Unidos permanezca en Diego García, el riesgo de un cambio de opinión era claramente demasiado.
El hecho es que Gran Bretaña debería poner fin a su dominio sobre estas islas lejanas. Estados Unidos está en condiciones de conservar su tenencia en Diego García. El reasentamiento de las islas exteriores no es en sí mismo una amenaza para la seguridad y ya no debería ser responsabilidad de Gran Bretaña. En cualquier caso, en este caso más que una intencionalidad geopolítica puntual, la permanencia se debe a que muchos políticos británicos, sobre todo los Tories, todavía tienen nostalgia de la época imperial.
Por último, está el ejemplo actual de la intervención militar británica junto a Estados Unidos para rebatir los ataques con cohetes desde Yemen contra la navegación en el Mar Rojo. En un intento de internacionalizar el esfuerzo, a finales de 2023 Estados Unidos anunció la formación de la Operación Prosperity Guardian. Ésta se ha organizado bajo los auspicios de la Quinta Flota norteamericana en Bahréin.
Gran Bretaña se apresuró a manifestar su apoyo con el despliegue de un buque de guerra especializado, pero otros países que también podían beneficiarse de la recuperación de rutas marítimas seguras, no estaban tan dispuestos a participar en una acción militar. Varios optaron, en cambio, por limitar su apoyo a asesores especializados. Por miedo a las represalias de los partidarios de Hamás, algunos países optaron incluso por unirse a la OPG pero, al mismo tiempo, permanecer en el anonimato.
Al explicar el papel de su propia nación, el secretario de Defensa británico, Grant Shapps, afirmó que «Gran Bretaña sigue estando a la vanguardia de la respuesta internacional a los peligrosos ataques de los Houthis contra buques comerciales«.
A principios de 2024, Gran Bretaña y Estados Unidos llevaron a cabo conjuntamente ataques contra emplazamientos de drones controlados por los Houthi en Yemen. Sin embargo, esta intervención no está exenta de críticas, incluso internas, que cuestionan la capacidad del país para mantener una presencia militar sostenida en una zona tan conflictiva.
Dejar paso al realismo
La retirada de Gran Bretaña del este de Suez marcó el final de una era. O eso parecía. Durante el resto del siglo XX, esta política postcolonial se mantuvo en gran medida. En los últimos años, sin embargo, el contexto de la decisión original ha cambiado. La presencia de China en el océano Índico creó una nueva serie de retos, mientras que India está emergiendo como potencia mundial por derecho propio. Pakistán tiene capacidad nuclear e Irán está cerca de adquirirla también. Estados Unidos sigue siendo la fuerza más dominante en el Indo-Pacífico, pero se enfrenta a formidables desafíos a su supremacía mundial. ¿Qué tiene que ver todo esto con Gran Bretaña?
En una importante revisión de los intereses británicos en el Indo-Pacífico, un comité parlamentario concluyó que el gobierno británico «… debería crear una estrategia específica para el Indo-Pacífico, [que] debería incluir una respuesta diplomática y de defensa global a la creciente amenaza que supone China bajo el PCCh. Esta estrategia también debería identificar los objetivos específicos de «la inclinación» y dejar claro cómo el gobierno pretende alcanzarlos, siendo realista sobre lo que es alcanzable».
Este último punto es especialmente pertinente. ¿Es ya realista que Gran Bretaña desempeñe un papel internacional en una parte distante del mundo? Su presupuesto de defensa presenta ya graves deficiencias, -ojo, a no ilusionarse, el presupuesto argentino está a años luz de la inversión británica en defensa- en medio de interrogantes sobre su capacidad para emprender una acción militar sostenida.
Una señal de su falta de preparación se produjo en marzo de 2024, cuando la partida del portaaviones HMS Queen Elizabeth de la Royal Navy, para liderar un importante ejercicio de la OTAN, se canceló en el último minuto tras detectarse un problema con un eje de la hélice durante las comprobaciones finales.
China es, en efecto, la principal amenaza que los británicos perciben para la seguridad del Indo-Pacífico. Pero lo único que hoy tiene Gran Bretaña para actuar es su voto en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y esperar que en todo caso Estados Unidos llegue a un entendimiento con los países de la región. Gran Bretaña está actuando como si todavía se viera a sí misma como un actor global eficaz en lugar de la nación de rango medio con capacidad limitada en la que se ha convertido.
El realismo sugiere que haría mejor en centrarse, no en el Indo-Pacífico, sino en cuestiones de seguridad más cercanas. Bastante está sufriendo su economía con el desgaste que le generan las sanciones a Rusia (esto no es un error de tipeo) y la enorme erogación que le supone desviar fondos y armamento hacia el agujero negro que es Ucrania.
A pesar de esta realidad, por el momento, los británicos insisten en sostener este esfuerzo militar y económico a nivel internacional. Sus 145 bases diseminadas en 42 países son evidencia de ello. Nosotros lo sabemos, la base de Mount Pleasant en Malvinas es una clara evidencia que, aunque ahora de a poco Gran Bretaña se convirtió en un león de papel, todavía intenta rugir y dar zarpazos. Sin embargo, más temprano que tarde, la realidad se impondrá y tendrá que volver a centrar sus esfuerzos en Europa, dejando de lado sus aspiraciones imperiales, de una vez y para siempre.
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