Pueblo o ideología: El dilema del movimiento

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Pueblo o ideología:
El dilema del movimiento

Por: Pablo Garello

Pablo Garello es integrante del medio digital Rosca y Tinto y actual Secretario General de la Juventud Peronista del Partido Justicialista de Santa Fe.

La disputa comunicacional de discursos sobreideologizados mientras el pueblo padece un gobierno servil y cipayo. Un movimiento que se convirtió en una fuerza política más. Un pueblo que necesita hechos, no palabras.


Cuando lo apuran, su cara no se tensa. Está distendido, relajado, argumenta como si estuviera en la peña de los jueves, rodeado de viejos, esperando un costillar y tomando un malbec. ¡¿Pero cómo va a ser peronista Villarruel una mujer que visita genocidas?! le grita la panelista. Él responde, tranquilo. A mí me sorprende, que quieren que le diga. Defender tan serena (y tenazmente) una posición complicada como esa, parece todo un desafío. Pero él sigue y de a ratos sonríe, se nota que, a Guillermo Moreno, el planteo no le pesa.

Resulta que hace poco me invitaron a un canal de streaming, de esos donde el termo del mate tiene una foto del indio, donde los conductores usan camperas deportivas y donde sus programas sostienen, entre otras cosas, que Alberto fue una creación espontánea del sistema político argentino y no una decisión consciente del proceso kirchnerista. En fin, ustedes saben. Épica resistiendo con aguante y una chorrera de slogans con alta carga ideológica.

La charla estuvo buena, hablé del rol de la juventud en el peronismo, del RIGI y el atentado a la soberanía nacional, de la necesidad de vertebrar el territorio nacional en términos geopolíticos, entre otras cosas. De todo eso, el único recorte que publicaron en las redes fue mi respuesta (negativa, claro) sobre si Villarruel era peronista o no. Me dio por las pelotas. O sea, a los tipos no les interesaba nada de lo que había dicho, solo polemizar sobre una cuestión totalmente irrelevante. Agradecí por el espacio, pero por supuesto no acepté la colaboración en el reel.

A los días volví a enganchar a Moreno discutiendo sobre el mismo tema. Y ahí me cayó la ficha: el tipo, doctrinario, está tan relajado cuando lo increpan sobre Villarruel, porque lo hace una minoría sobrerrepresentada políticamente y, extremadamente ruidosa, cuando a él solo le importa lo que piensa la gente de a pie.

Y a ver, hago algunas aclaraciones:

1. Tanto yo como vos que estás leyendo, formamos parte de esa minoría. Somos los políticamente activos, leemos portales de noticias y tomamos posición sobre temas que el 90% de la población no toma. No sé si está bien o mal. Es lo que ocurre. La realidad, y la única verdad.

      2. Yo no coincido con Moreno. Para mi Villarruel no es peronista, es solo una nacionalista de campanario que forma parte de un gobierno servil y cipayo, que entrega los recursos naturales, destruye las capacidades nacionales y hambrea a su pueblo.

        3. No estoy diciendo que las mayorías sean fascistas. Estoy diciendo que, a parte de nuestro pueblo, privado de sus necesidades más elementales, le importa soberanamente un huevo el affaire Villarruel. Y generalmente, le prestan atención a Moreno, por otras cosas.

          Jauretche decía que para entender algún tema y pararse desde el interés nacional, había que leer La Nación y ponerse del lado contrario. Siento que, dentro de nuestro campo, hoy pasa lo mismo. Pararse del lado contrario de las sectas con borrachera ideológica, que no discuten ni reflexionan nada, solo se reducen a repetir slogans. Son ruidosas y no representan los intereses del pueblo.

          Moreno lo sabe, por eso no se alarma cuando la panelista se escandaliza y se tapa la boca. Es decir: Moreno sabe que en caso de ser candidato lo que la minoría politizada opine sobre Villarruel no mueve el amperímetro en términos electorales. Porque a diferencia del 90% de los dirigentes peronistas, él busca hablarle a la gente y no a su círculo de lameculos.

          Aclaraciones parte II: 

          Aunque esté en un loop reivindicatorio, quiero aclarar que no soy morenista y discrepo en mucho de lo que dice, solo trato de entender la política. Ustedes preguntarán: ¿y si le habla a la gente por qué insiste tanto con el tema Villarruel? La verdad que no lo sé, no creo que piense que le sume, pero estoy seguro de que tiene la certeza de que no le resta.

          Dirán que lo planteo en términos electorales cuando él no quiere ser candidato. A eso permítanme dudarlo, Milei en 2021 era un marginal, jugó en CABA, fue diputado y a los dos años presidente. No digo que vaya a pasar con GM, pero estoy seguro de que se le cruza por la cabeza, la política argentina es lo más impredecible que existe. Y, por último, que el tipo sea candidato o no, es una cuestión accesoria: el movimiento popular siempre debe preocuparse poco por la minoría ideologizada.

          ¿Y el peronismo?

          Todo esto, refuerza una premisa que ya veníamos advirtiendo: el peronismo se ha convertido en una fuerza minoritaria. Ya no es el partido del pueblo, al que lo votaba el 60% de la población, sino que es un espacio político más, altamente fragmentado, sin unidad de concepción y sin conducción política.

          El hecho, es que gran parte de la dirigencia y la militancia ideologizada creen que la población piensa como ellos (y por eso entienden que el tema Villarruel destroza la figura de Moreno) lo que no saben es que la ecuación es inversa a como la conciben desde hace más de 10 años:

          El pueblo no adquiere ideales peronistas por la batalla cultural o la inoculación ideológica, el pueblo se hizo (y se volverá a hacer) peronista por hechos concretos de la realidad, que luego deberán ir acompañados de un fuerte proceso mítico – espiritual (más que ideológico). Y, la verdad, es que hace mucho que el justicialismo no puede resolver problemas materiales concretos, a través, por supuesto, de políticas de masas.

          Política de masas

          Ejemplifiquemos: En los juegos Evita del ‘54 participaron un millón de pibes (que se tenían que hacer chequeos médicos, muchos por primera vez en su vida) sobre una población de 17 millones. Una política de salud infernal, como la creación de miles de hospitales o la erradicación del paludismo.

          ¿Por qué creen que Carrillo es tan conocido 80 años después? ¿Ustedes conocen a otro ministro de salud de la historia argentina? Seguramente no. ¿Por qué? Por la política de masas, que llega a la enorme mayoría de nuestro pueblo y se hace carne en su identidad. Lo mismo Eva con la función social o Pistarini en la obra pública. El peronismo construyó medio millón de viviendas en 10 años. Una máquina brutal de atacar los problemas de las mayorías: trabajo, salud, hogar, educación. Políticas de masas.

          En una nota de la semana pasada Aldo Duzdevich contaba que el encargado del registro civil de La Rioja le dijo que en toda la provincia se entregó UN solo documento con X. Uno solo. Política que Alberto inauguró con bombos y platillos en un acto inentendible para el 99,9% de la población argentina. Y así muchos otros ejemplos que dan cuenta de que el peronismo, atorado de ideología, se volvió un bicho raro para el hombre sencillo de nuestra Patria.

          Por eso, debemos volver a discutir políticas para el pueblo sin tanto chamuyo ideológico. Pensar un programa, pensar soluciones. Y llegada la posibilidad de volver a ser gobierno, efectivizarlas. Nueve de cada diez jóvenes sub 40 no tienen casa propia. ¿Cómo vamos a solucionar eso? Bien. En caso de hacerlo, concretamos una política de masas, que con corazón y buena comunicación convierte a cualquier desprevenido en peronista.

          En un país con 53% de pobres está todo por hacerse, y siempre se arranca por lo elemental: techo, comida, seguridad. La ideología y la soberbia nos hicieron mucho daño, hay que volver a escuchar y a hablarle al hombre de pueblo, desde la humildad.

          Coraje, trabajo y creatividad.

          Hay un país por reconstruir.

            

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