EDITORIAL
¿Perón ha muerto?
Por: Agustín Chenna
La crisis del movimiento no es de representatividad, es de verdades. Un movimiento que trasciende a las personas y un pueblo que siempre encuentra su cauce. De las clases magistrales a la acción política. Volver a ser el muerto que no para de nacer.
Hace unos días, en un acto de una agrupación kirchnerista, se hizo público un video en el que un militante expresaba “¿Qué hizo Rosas? Se tomó el palo. Pero también antes que eso le pasó a San Martín. Porque San Martín cruzó los Andes, libero a Chile, llegó a Mendoza, quiso negociar con los porteños quedarse como gobernador, dos intentos de asesinato y San Martín se tomó el palo. Cuando vino Perón, ¿Qué pasó con Perón? También se tomó el palo ¿Quién se quedó en Argentina a defendernos a todos nosotros? Cristina Fernández de Kirchner”
Lo que quiso hacerse parecer como un error aislado de un compañero envalentonado por las cámaras y la presencia de sus dos jefes políticos no es algo más que un ciclo más de la espiral decadente que viene sufriendo el ¿justicialismo? Nos remitimos a lo que dijimos en “Edipo Conducción”. El problema de cuadros del proceso kirchnerista es algo así como cuando uno se predispone a enrollar cualquier cosa. Al principio, un error milimétrico es solo eso, un error imperceptible. A medida que uno procede, el error inicial, minúsculo en principio, se hace cada vez más grande y evidente. Si se sigue procediendo se llega a un final catastrófico, donde uno solo puede llegar a la conclusión de que la única forma de arreglar el problema es desenrollando y, esta vez, haciéndolo bien desde el principio.
El gran problema de analizar la situación del peronismo es que ha funcionado tan bien en tantos aspectos de la vida política argentina que mientras algunos ven un proceso muerto otros observan en Milei “el peronismo realmente existente” basándose en una concepción litúrgica y estética. Pareciera que se ha convertido en un gran problema que, si no hubiese existido el Perón presidente, gestor de las grandes obras que han trascendido a su tiempo, el Perón pensador hubiese sido el filósofo y pensador más importante del Siglo XX. Pero la dimensión que nos interesa a los militantes políticos es otra: si no hubiese existido Juan Domingo Perón, o si la suerte del destino lo hubiese ubicado lejos de su Patria en los momentos trascendentes, el pueblo hubiese parido otro de similares características.
El error del compañero que comenzamos citando no es el error de él solamente, y por eso entendemos que no tiene ningún tipo de sentido proseguir la cacería de brujas más allá de la lógica indignación. El error del compañero es el error de una generación entera que se crió negando su historia. Negando los tres elementos centrales de la filosofía peronista y la inteligencia política: la verdad, el orden vertical y la trascendencia.
Nadie se suma a militar un proyecto político que empieza y termina en sí mismo, tanto física como temporalmente. Nadie entrega los pocos años que le otorga la vida a una liberación de la Patria que, probablemente, no va a ver, si no cree en la eternidad. No en vano la Comunidad Organizada termina diciendo: “Sentimos, experimentamos que somos eternos”.
También es la Comunidad Organizada la que expresa que, más allá de lo terreno y lo corpóreo, existe en nuestra filosofía una noción de valores inherentes al ser humano y un sentido de la verdad. Las verdades existen, no es todo relativo. Y nuestra verdad es que el ser humano merece ser dignificado por su sola condición de existencia, contrariando a la lógica capitalista que pone al ser humano en el rol de productor de riqueza y consumidor de mercancías.
Es en ese sentido que, por lo menos creemos, deben entender al peronismo los militantes políticos. Como un proceso revolucionario que ha subvertido el papel insectificante que le otorga el capitalismo post Bretton Woods (el sistema dominante de su tiempo) al ser humano. Eso conlleva una liturgia, una estética, una forma de ejercer el poder, un plan político, económico, cultural y cuantos etcéteras queramos sumarle. Pero su esencia es, fundamentalmente, esa: el peronismo fue un hacer revolucionario en cuanto a su concepción de la vida y del hombre.
Esa concepción sólo puede hacerse práctica política rebelándose al sistema impuesto. Negando la condición colonial que le hayan otorgado a nuestra Patria en lo que han llamado la “división internacional del trabajo”, y que los técnicos olvidan decir que es una división impuesta, no discutida, que se decide en los centros y se impone en las periferias. Y que las colonias no estamos ni siquiera en condiciones de decidir qué es el trabajo para los argentinos, en tanto esto ha sido digitado por fuerzas externas y ajenas a la voluntad popular que se expresa como una doble resignación: la de aceptar su papel subordinado y la de no entender por qué eso es así.
Homero está cansado
Come y se quiere acostar
Vuelve a amanecer y entre diario y mates se pregunta
¿Cuánto más?
Y es así
La vida de un obrero es así
La vida en un barrio es así
Y pocos son los que van a zafar
Sin sentido de la trascendencia tenemos un proyecto político que empieza y termina en nosotros mismos. La movilidad social ascendente termina y empieza en sus dirigentes y su círculo cercano. El sentido histórico no existe. Todo es para hoy o, a lo sumo, para las próximas elecciones legislativas.
Perón no ha muerto. Lo han matado (o querido matar). Acciones repetidas en el tiempo, por acción u omisión y de manera consciente o inconsciente, han liquidado todos los valores que el peronismo vino a representar. Estos quedaron opacados y su liturgia cooptada, a tal punto que si hiciéramos una crítica meramente estética veríamos más peronismo en un acto libertario lleno de marginados cantando “Hola a todos yo soy el León” que en un acto de funcionarios de traje aplaudiendo a Cristina, Mayans y Pignanelli bailando al ritmo de Lali Espósito y su pegadizo “Na na nanananana”. (Perdón, lo tenía que decir. Nunca me hubiese imaginado al Secretario General de un Sindicato en un acto del PJ con una canción de Lali de fondo. Te bancamos Lali. Solamente que la escena es todavía más patética y forzada que la de Larreta en el recital de Taylor Swift)
Por eso no hacemos críticas estéticas, porque no creemos bajo ningún punto de vista que Milei sea el peronismo. Milei es solo la rebeldía superficial. De fondo, es el mismo plan de entrega que los argentinos conocemos bastante bien, con distintos nombres, pero con iguales (o peores) políticas de saqueo en favor de los capitales extranjeros.
Si creemos o intuimos que el peronismo ha perdido su potencia revolucionaria y los niveles de adhesión política en la clase trabajadora, nuestra esperanza debe ser entender al peronismo como un proceso de síntesis más en una línea histórica, que no empezó en 1945 ni terminó en 1974. Desembarazarse de las tradiciones cuesta, pero si algo enseña la historia es que lo único permanente son los pueblos, y que el movimiento de liberación nacional es algo que existe independientemente de los aciertos o desaciertos de sus dirigentes para conducirlos. San Martín, Rosas y Perón no tuvieron en común que “se tomaron el palo”. Tuvieron en común que todos sufrieron el exilio por conducir procesos políticos que cuestionaban directamente la división internacional del trabajo impuesta por los imperios.
Lo hizo San Martín, cuando contrariando los designios del Foreign Office británico no agotó la liberación en lo que hoy conocemos como Argentina, y lo extendió a Chile y a Perú, para luego encontrarse con el otro gran Libertador de América en Guayaquil y unificar a la Patria Grande en un abrazo. Lo hizo Rosas, cuando no reconoció la libre navegación de nuestros ríos interiores ni el designio británico de ser una colonia ganadera y ovina que dependa directamente de las necesidades de sus obreros y sus telares. Lo hizo Perón, cuando fue más allá de la industrialización controlada que proponía el Modelo de Sustitución de Importaciones y disputó la tecnología y la industria pesada directamente con los Estados Unidos.
Y, por sobre todas las cosas, lo hizo el pueblo argentino, que antes de todo eso resistió dos invasiones del Imperio más grande de la historia; que cuidó a San Martín y cruzó con él La Cordillera de los Andes; que erigió a Rosas dos veces como Gobernador y puso el cuerpo en Obligado y Punta Quebracho; que se movilizó el 17 de octubre a rescatar a Perón, que resistió 18 años de proscripción y que luego fue fusilado, torturado y desaparecido.
Hay que dejar de decirnos peronistas y empezar a hacer peronismo. Si la gran dificultad es pensar “¿Qué es el peronismo hoy?” proponemos reemplazarla por lo siguiente: ¿Qué implica hoy rebelarse contra la división internacional del trabajo y proponer una política soberana? El rol que le ha sido asignado a la Argentina luego de la última dictadura cívico-militar es, en primer lugar, la profundización del modelo anterior basado en su rica naturaleza: proveer de recursos naturales y materias primas a los centros de producción mundial.
Ya no es solo la carne de vaca. Litio, petróleo, gas, agua dulce, energía, alimentos y todo aquello que hace tan rico y codiciado a nuestro territorio. Pero el modelo de valorización financiera implica además que la política se encuentre al servicio de la economía y está al servicio de las finanzas. Argentina es una colonia financiera más del sistema mundial, en el que “capitales golondrina” depositan los excedentes mundiales a planificadas tasas de interés y, cuando la economía nacional no puede soportar más ese modelo, es endeudada con el Fondo Monetario Internacional y vaciada nuevamente para ir a parar a otra colonia del mundo donde la rueda se repite.
Hay que invertir la ecuación. Subordinar las finanzas a la economía y ésta a la política es la condición sine qua non de cualquier proyecto que quiera tener algo de soberanía en el mediano y largo plazo. No existe batalla cultural contra el individualismo y la sociedad de consumo sin romper con el entramado económico y legal que Martínez de Hoz nos legó y Menem consolidó. Nuestro proyecto político implica la insubordinación a las teorías derrotistas que quieren hacer de la economía argentina una economía de servicios que delega la producción en las potencias. Debemos avanzar hacia el control nacional de los resortes estratégicos de la economía y terminar con el dominio de los fondos de inversión en la toma de decisiones. Hay que quitarle el lugar que le dieron a la economía como garante del bien común y devolverle esa tarea a la política y a sus ejecutores.
Como dijo Cristina: “hay cinco tareas que tiene que realizar el peronismo los próximos años: formar cuadros, informar, planificar, divulgar, organizar”. Pero, también, como dijo Perón: “mejor que decir es hacer”. Los discursos quedan vacíos si la práctica política que los respalda es diametralmente opuesta a lo que se dice.
Nuestra generación debe cambiar las clases magistrales por una práctica política realmente transformadora.
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Sigan así chicos y que Dios bendiga todo su trabajo❤ Abrazo Peronista!!!