
EDITORIAL
Guerra abierta
Por: Agustín Chenna
¿Qué hay más allá de la represión a los jubilados? El fin del mundo unipolar, la Tercera Guerra Mundial en cuotas y el papel de la Argentina en la América de Trump. El eterno retorno de Norma Plá.
Estamos en guerra
Por si todavía quedaban algunas dudas, el escenario planteado por las fuerzas represivas en la marcha de los jubilados del 12 de marzo terminó de demostrarle al sector nacional y popular lo que la oligarquía entendió hace rato. Estamos en una guerra.
Es importante aclarar, por más que parezca obvio, que el gobierno algo sabe de economía de fuerzas. Y, aunque no supiera, toda lógica indicaría que no es necesaria la movilización total de la Policía Federal Argentina, la Gendarmería y la Prefectura para contener una movilización que lejos está de ser todavía masiva.
El mensaje es claro, y es que no se va a tolerar ningún proceso de movilizaciones que pueda dar la sensación de que es posible la construcción de una fuerza política alternativa al actual gobierno. Por si no lo notaron, la estrategia cambió desde el macrismo.
A diferencia de la Reforma Previsional (2017) y las subsiguientes marchas, ahora la represión se da en los momentos de preparación de la concentración. No dejan a la gente llegar, no dejan que se junten, no dejan que la plaza se llene ni que se construya un espíritu de cuerpo. Aprenden rápido los muchachos.

Quizás quien lea estas líneas crea que hablar de guerra puede ser exagerado. Salgamos, para volver, un rato de la Capital Federal.
La verdadera política es la política internacional
Si tuviéramos que marcar un punto de inicio para poder entender lo que está pasando (y que sea lo más cercano posible), propongo ubicarnos en la génesis del sistema mundo que hoy estamos viendo en conflicto. Desde principios de siglo se da una tendencia que cada vez se hace más evidente: el abandono de la situación de hegemón unilateral de los Estados Unidos conseguida luego de la caída de la URSS y la consecuente instauración del mundo unipolar, reflejada en una rebelión en su propio patio trasero que tuvo como fecha consagratoria el No al Alca (2005).
Esa situación de declive relativo de los Estados Unidos y su imposibilidad de seguir siendo el único ordenador del sistema mundial no iba a ser, por supuesto, libre de tensiones. Y es que la característica central de los países imperiales es que, justamente, sus economías sobreviven sobre la base de la subordinación de otras economías periféricas, apropiándose de sus recursos naturales y explotando su fuerza de trabajo.
Pedirle a Estados Unidos que abandone su actitud imperialista es, básicamente, pedirle que renuncie al extraordinario negocio que implica, y que ha dotado históricamente a sus clases trabajadoras de un poder adquisitivo único en el mundo y a sus clases dominantes del dominio del mercado global.
Estas tensiones no se expresan de otra forma que no sea la guerra. Y como ningún orden cae si no existe otro que lo reemplace, la aparición de fuerzas contrahegemónicas que plantean la construcción de un mundo multipolar (BRICS, Organización para la Cooperación de Shanghai, etc.) ha desembocado en una situación de transición más que conflictiva en el tablero global. Por mas que la frase sea trillada, funciona: “lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir.”
La particularidad del momento actual es que las guerras ya no pueden imaginarse con trincheras y tanques, pero tampoco con misiles ni bombas nucleares como método predominante de resolución. La globalización y la interdependencia económica han generado que sea imposible pensar en una situación bélica tradicional, con economías de guerra cerradas y aisladas del mundo, y un sistema económico en parálisis total en alguna región mientras en otras sigue funcionando. Puede haber guerra, pero la maquinaria del capital tiene que seguir funcionando porque tiene intereses en todos lados.
Es por esto que el concepto cambió, y en palabras de Gabriel Merino “es completamente difusa: se desdibuja el límite entre lo militar y lo civil, entre el inicio y el fin, entre lo público y lo privado. Y se observa que se puede seguir escalando, profundizando los enfrentamientos en todos los niveles”. Para agregar más, la inserción territorial no es (solo) militar, sino que juega un papel central la fuerza intelectual del enemigo y la capacidad de incidir y doblegar al otro en su aspecto psíquico, cognitivo y emocional.

“El principio central de las nuevas guerras es que no hay reglas, en tanto comprenden todas las modalidades de acción posibles, con despliegues en todos los frentes, multiplicándose y diversificándose los medios “no letales” y donde el ataque es de un modo sutil, lento pero sistemático”.
En el año 2014, más o menos para el momento en los que iniciaba el conflicto entre Rusia y Ucrania por la península de Crimea, el Papa Francisco decía:
Descartamos a toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se aguanta, un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como han hecho siempre los grandes imperios. Pero como no se puede hacer la Tercera Guerra Mundial, entonces se hacen guerras zonales ¿Y esto que significa? Que se fabrican y se venden armas, y con esto los balances de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se sanean.
Capitalismo, imperialismo y guerra son todas caras del mismo poliedro.
Trump y Milei contra la Comunidad Organizada
Si el 2008 inició una tendencia irrefrenable, la pandemia no hizo más que catalizar un proceso que venía contenido hace mucho tiempo. Ante el avance de la República Popular China, los Estados Unidos se debaten entre las estrategias del Partido Demócrata y el Partido Republicano.
Los demócratas optan por sostener el papel de gendarme de los Estados Unidos a cualquier costo a pesar de que la realidad objetiva les demuestra que ese mundo se fue y no va a volver. Los republicanos, con mayor realismo, optan por un repliegue estratégico, destruyendo los organismos multilaterales que ellos mismos crearon ante la imposibilidad de controlarlos.
Ante un frente interno destruido (solo basta analizar el crecimiento de la marginalidad, desempleo, indigencia y pobreza en los EEUU en los últimos años), optan por ordenar las cuentas en casa y analizar bien cuánto cuesta sostener el Imperio y cuánto les hace ganar.
Es por eso que vienen fallando los que creen que “América para los americanos” o el “nacionalismo estadounidense” puede ser beneficioso para los argentinos. Como dijimos anteriormente, el consumo estadounidense se basa en el saqueo a otros. No están discutiendo si saquear o no: están discutiendo a quién y cómo. Y en las últimas elecciones ganó la opción de focalizarse en el patio trasero y protegerlo del avance chino a como dé lugar. Como cuando uno se las ve feas en el TEG y empieza a juntar fichitas en ocho países porque no le da para sostener veinte.

El empleado Milei no es parte menor ni casual de esa estrategia. Es una pieza importante del tablero, y cada paso que ha dado en su gobierno (a diferencia de Macri) ha sido en función de esta tarea: el RIGI, la Ley Bases, el manejo de la economía y el ajuste a como dé lugar. Este gobierno es, en definitiva, el saqueo abierto a todos los argentinos, que solo es posible con una profunda derrota moral y anímica de la totalidad de la población.
Se hacen llamar “los ingenieros del caos” y, un poco, la razón les asiste. La destrucción anímica y la subordinación psicológica (o sea, la derrota de los pueblos) es un elemento central de la Tercera Guerra Mundial por partes, en la cual la República Argentina, productora de materias primas de todo tipo para los países centrales, es un diamante en bruto.
Algo de eso se viene observando en la situación social. Cuando alguien pregunta “¿y cómo la ves?” creo que nadie responde “va a mejorar”. No solo porque la situación económica vaya a empeorar, sino porque no aparece ningún atisbo de reacción en un pueblo que hace años viene de mal en peor. Observen las entrevistas a los vecinos de Bahía Blanca. A diferencia de otras épocas no reinaba el enojo o el reclamo hacia un tercero por algo que no hizo. La respuesta común era algo así como “Y bueno… No queda otra que meterle y salir adelante”.
Sin embargo, no es todo desazón. Paradójicamente, aunque el estado verbal sea ese para con la injusticia propia, la respuesta inmediata de inmensos sectores de la sociedad (desde cadenas de gimnasios hasta clubes de fútbol) fue organizar la solidaridad para hacerla llegar a nuestros compatriotas que peor la estaban pasando. La marcha de los jubilados fue otro ejemplo: lo que empezaron siendo viejos solos se empezó a nutrir de otros sectores vinculados históricamente a lo popular como clubes de fútbol, para culminar en una gran convocatoria de hinchadas en defensa de los jubilados.
El pasado de la Comunidad Organizada está ahí latente, pero no existe quien lo convoque desde la política. El gran problema de las movilizaciones como la del miércoles 12 es su espontaneidad. Como crecen se diluyen ante la imposibilidad de acumular todos esos esfuerzos en un horizonte político. En criollo, nadie quiere ir a hacerse cagar a palos gratis.
La “política”, por su lado, por pereza o lejanía a la sociedad, se encuentra calculando jugadas de palacio mientras nuestro pueblo se caga de hambre. Le erran en creer que la salida se construye entre cuatro paredes y, así, política y pueblo quedan cada vez más alejados. Se profundizan la apatía y el descontento. Algo completamente orgánico a la estrategia del enemigo.
Volvemos a la Capital Federal, más precisamente a la Avenida de Mayo, territorio histórico de los enfrentamientos donde se sintetizan décadas de dialéctica histórica. Si entendemos que somos parte de uno de los tantos escenarios de la Guerra Híbrida entenderemos que con las Hinchadas Unidas no alcanza. Si la solidaridad popular no está siendo convocada es porque no existe un Estado Mayor capaz de conducir aquellas voluntades dispersas que están hartas de esta situación.
Una conclusión por la que deberíamos empezar es que quienes dicen representarnos, por falta de capacidad o por complicidad, no están a la altura de la comprensión del momento histórico y político, local y mundial. No hay otra escapatoria: somos nosotros o no es nadie.
Hablamos siempre de Comunidad Organizada. Pero, por si no se sacaron conclusiones históricas, tenemos que recalcar que la Comunidad Organizada tiene enemigos concretos y a eso nos enfrentamos. Las mil familias de la oligarquía de la Pampa Húmeda, socios y/o empleados de los grandes fondos de inversión como Blackrock y JP Morgan. Los mismos que estuvieron dispuestos a desaparecer 30.000 seres humanos y que, por supuesto, no tienen mayores problemas en reventarle la cabeza a una jubilada que cobra la mínima. Los que en su culto al dios dinero están dispuestos a barrer con todo obstáculo. Si vis pacem, para bellum.

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