Refutando leyendas II: Alimentos para 400 millones

INFORME

Refutando leyendas II:
Alimentos para 400 millones

30 de Diciembre de 2025

Por: Mariano Valdez

Se dice que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas. La realidad de un discurso esgrimido por todo el espectro político, pero que es falso. ¿Comería usted soja forrajera?


Como vimos en la entrega anterior, hay discursos instalados que sostienen una especie de “misticismo” sobre un rol para el agro argentino que no es precisamente concordante con la realidad actual de ese modelo en nuestro país. Así como Argentina debe dejar de lado ese imaginario instalado de ser “el granero del mundo” ocupando la tasa del comercio exterior que ocupa, hay más discursos que nos debemos replantear para comprender mejor el estado actual y el potencial desarrollo nacional.

En esta ocasión, la idea es reflexionar sobre la creencia de que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas. ¿De dónde nace? ¿Quiénes esgrimen este discurso? ¿Qué tan preciso es ese dato?

Para analizar esta temática hay que ir al origen de esta cifra, un estudio de Sergio Britos (CEPEA) basado en los datos de la producción agropecuaria argentina en el año 2015. Britos tomó las 120 millones de toneladas de materias primas y alimentos procesados que se produjeron en argentina en ese año, convirtió todo a calorías y dividió el total por las 2000 kcal recomendadas para una dieta promedio en Argentina. De esa división, el valor resultante da que Argentina produce 800 mil millones de calorías, suficiente para cubrir la dieta de 400 millones de personas.

Sergio Britos

Este resultado, que uno puede escucharlo en discursos de expresidentes como Mauricio Macri o Alberto Fernandez, en exministros de agricultura como Carlos Casamiquela, o en expresidentes de la Sociedad Rural Argentina como Luis Etchevehere, o incluso en boca de dirigentes más incipientes, es una simplificación de algo mucho más complejo y no tan lineal.

A resumidas cuentas, el primer gran error de no detenerse 2 minutos a pensar antes de repetir este dato es que, en el cálculo realizado, así como se incluye la producción de trigo que luego se transforma en fideos o harina, hay soja forrajera destinada exclusivamente al consumo animal. 

Por lo tanto, o separamos y hacemos aproximaciones más reales de lo que podría consumir un humano de lo producido, o blanqueamos que quien lo dice está de acuerdo en que la soja forrajera podría consumirla tanto algún sector de la población como los chanchos de China.

En el caso de querer analizar más en profundidad, si de la ecuación quitamos aquellos volúmenes producidos que son finalmente exportados, en Argentina queda “fronteras adentro” suficiente cantidad para cubrir la necesidad calórica de 60 millones de personas. Sin embargo, al igual que venimos hablando, hay que considerar que calidad no es lo mismo que cantidad.

He de decir que hay datos que sí son esperanzadores. Por ejemplo, el hecho de que en Argentina se producen 500kg entre frutas, verduras, hortalizas y carne, por año, por habitante. Estos valores cubren por exceso la dieta recomendada promedio según las GAPA (Guías Alimentarias para la Población Argentina), pero los datos demuestran que los argentinos no cubren lo recomendado, siendo el principal factor económico el que les impide acceder a estos alimentos.

En un ejemplo muy rápido, que profundizaremos en el siguiente escrito de esta terna, en el año 2014 se produjo una gran alza en el precio de la carne argentina en el comercio exterior, que se mantiene al día de la fecha. El inconveniente con eso es que, cuando se comercializa internamente, se busca cubrir los mismos valores. 

Ese aumento de precio produjo una gran migración de la carne vacuna al cerdo y/o pollo. Mientras hay sectores que no pueden acceder a un corte de carne fresca, el consumo se mantuvo, o incluso aumentó, gracias a estos cortes más económicos. De aquí que es un gran problema para la población local tratar a los alimentos como commodities y que la comercialización de los mismos estén en manos de un puñado de corporaciones, como vimos en la entrega anterior (click acá).

Todo esto nos ayuda a clarificar que estamos en un contexto donde, no solo no tenemos la capacidad de alimentar 400 millones de personas, muy a pesar de lo que se cree y repite, si no que la configuración actual del agro sigue siendo un gran problema al momento de abordar el acceso a un alimentación saludable, económica, de calidad.

Entonces, si esta información está accesible para un técnico en alimentos cualquiera como quién escribe, ¿por qué se sigue repitiendo información errónea?

Hay casos en los que, hablar de que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas es una manera, no la mejor, de hablar de lo injusto que es que, en este país, nuestros pibes y pibas tengan que revolver la basura buscando qué comer. Pero en muchos casos, valga la redundancia, se hace para demostrar un potencial del agro argentino que no necesariamente es el mejor, pero que sirve para sostener un modelo productivo instalado. En ambos escenarios, sea por omisión casual o adrede, lo que se omite es la veracidad de esa información.

No merece la pena redundar, al menos en este escrito, sobre lo dañino que puede ser seguir sosteniendo estos imaginarios. Sin embargo, sí merece la pena pensar que, sostener discursos en torno a la soberanía alimentaria, a un acceso justo y equitativo, universal, a una alimentación más saludable, requiere necesariamente desandar la construcción del imaginario que nos fue instaurado para replantear no solo el acceso a la tierra de los productores, sino también el acceso a alimentos, que se deben dejar de tratar como commodities, por toda la población argentina.

Desde este último punto retomaremos la próxima. Dando cierre ya a la cuestión de los alimentos, su configuración en el imaginario social y en la división internacional del trabajo en nuestro rol de proveedores de materias primas, dejando los diagnósticos atrás para dar pie al trabajo que tenemos pendiente, el que dejamos de lado cada vez que nos enfocamos en producir una hectárea más de soja que se va en un buque.

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