Biopsia a la democracia

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Biopsia a la democracia

Por: Pablo Garello

Pensar la democracia más allá de su valor y entenderla como sistema. La falta de organización y la pasividad de un movimiento que se volvió partidocrático.


Cuando hace un tiempo, prendido a la televisión, veía que efectivamente salía la ley bases, pensaba en la democracia. ¿Qué es este sistema que ponderamos como vaca sagrada hace 40 años, pero que sin embargo convive plácidamente con 50% de personas en la pobreza, una desigualdad galopante y leyes totalmente contrarias al interés del pueblo?

Democracia, del griego dēmokratía: “demos”, pueblo, y “kratos”, poder. ¿Dónde está el poder del pueblo cuando un legislador sanjuanino entra al senado en una lista que se llama Unión por la Patria, pero después vota a favor del RIGI, un acuerdo leonino para el saqueo de nuestros recursos minerales por multinacionales extranjeras? ¿Dónde está el poder del pueblo cuando dos tipos que fundieron a la Argentina vuelven a la escena central del poder económico y trafican negocios para sus amigos?

La democracia liberal no pudo nunca romper la barrera de 25% de pobreza y, más allá del oasis kirchnerista, la desigualdad fue una constante del ‘83 para acá. ¿Cómo se hace para defender un sistema que tiene ese repertorio? ¿Qué entiende un pibe de 19 años cuando le decimos que Milei atenta contra la democracia?

El justicialismo perdió su esencia movimientista y se volvió totalmente partidocrático. Para el discurso oficial del peronismo hegemónico, democracia es que el tipo vote cada cuatro años, que los partidos políticos compitan en paz, que haya libertad de expresión y alguna cosa más. Las viejas coquetas del kirchnerismo 2013 se escandalizan cuando el Gordo Dan habla de guardia pretoriana, pero para un rappi de 27 años eso no significa nada, ni bueno, ni malo, sencillamente nada. Por eso tenemos obligación de enjuiciar a la democracia, de rascar un poquito y ver qué tiene para decir, de obligarla a que exprese alguna cosa más que solo boletas, avales y buenos modales. 

Porque la gente no come corrección política ni valores universales hechos stickers para el mate. Pedirle respuestas a un sistema que es una fábrica de pobres y que no soluciona ninguno de los problemas estructurales desde hace 50 años, es una obligación moral. Porque, aunque a muchos les pese, el peronismo real no es el partido vernáculo de la socialdemocracia europea y tensiona con la democracia liberal, un sistema ideado y controlado por los ricos de este mundo.

Dijo Perón: “Somos demócratas en el doble sentido político y económico del concepto, porque queremos que el pueblo, todo el pueblo (en esto sí somos “totalitarios”) y no una ínfima parte de él, se gobierne a sí mismo, y porque deseamos que todo el pueblo adquiera la libertad económica que es indispensable para ejercer las facultades de autodeterminación. Somos, pues, mucho más demócratas que nuestros adversarios, porque buscamos una democracia real, mientras que ellos defienden una apariencia de democracia, la forma externa de la democracia. Pretendemos que un mejor estándar de vida ponga a los trabajadores, aún a los más modestos, a cubierto de las coacciones capitalistas”.

Fíjense qué idea distinta de democracia que la mayoría de los políticos actuales. Se trata de una democracia sustancial, no sólo procedimental. La forma no es lo importante, sino el contenido. Seguimos con Perón:

“La configuración de esta comunidad organizada implica la creación de un sistema de instituciones políticas, sociales, es decir, estructuras intermedias completas que garanticen la presencia del pueblo en la elaboración de las decisiones y el cumplimiento de las mismas. Esto es en definitiva lo que se denomina democracia orgánica. Esta concepción de la democracia sobrepasa con creces la concepción liberal de democracia, que sólo reconoce de hecho el papel de las organizaciones intermedias denominadas «partidos políticos», con lo cual la savia de los pueblos, que son las múltiples organizaciones de la sociedad civil, queda de lado en la gestión política”.

Este es el meollo de la doctrina peronista. Las organizaciones libres, que convierten a la masa en pueblo y le permiten ser consciente de sus intereses. No el pueblo entendido desde los ‘80 para acá:

– Electoralista: solo vota cada cuatro años, sin otra forma de participación.
– Consumista: acompañará a medida que pueda consumir bienes materiales.
– Espectador: mira a la política como un espectáculo, se debe entretener y elegir por la oferta más atractiva (de allí la hegemonía de los focus group en comunicación).

Junto a eso un sistema partidocrático, endogámico y profesional. Sin los factores concurrentes de los que hablaba Perón, sin la crema necesaria para una verdadera política justicialista.

La comunidad organizada, es la base de la democracia social. Los clubes de barrio, el sindicato, las parroquias, el vecindario, son las células de la democracia. Donde no prima el liberalismo (con foco en el individuo) sino la comunidad. Donde se discute de política, se idean soluciones para los problemas colectivos, se ejerce la palabra y la deliberación, se denuncian medidas antipopulares y se exige a los gobernantes. No importa la ideología, lo importante es el bien común. Si un vecino es políticamente independiente, pero se levanta a las 6 de la mañana a cocinar pollos, porque hay que arreglar la cancha del club, ese tipo es peronista. Porque el peronismo no se refugia en un marco de ideas superestructurales, sino en un conjunto de valores.

La premisa de Perón es que si el pueblo está organizado, difícilmente pueda gobernarlo un presidente antipopular. Pensemos un ejemplo: el intendente de una ciudad quiere llevar adelante un negocio inmobiliario en un espacio verde. Sin embargo, existe la organización “amigos del parque” que denuncia la embestida. Pero no solo eso, sino que además habla con el grupo parroquial del barrio y la vecinal. Esos tres grupos organizados, no como individuos sueltos, sino como comunidad, llevan adelante un conjunto de acciones políticas que impiden el negocio inmobiliario. ¿Importa si el presidente de la asociación amigos del parque se dice peronista? Perón diría que no. Lo importante es la organización del pueblo, que, como tal, bregará por el bien común.

Pensemos otro ejemplo. En estas semanas se habló de privatizar Aerolíneas Argentinas. Imaginemos que el sindicato se opone de forma organizada, pero también lo hacen los clubes de aeronavegación y una asociación nacional que fomenta la aviación en Argentina. Se decide un plan de lucha entre las tres organizaciones que termina impidiendo la venta de aerolíneas. Eso es democracia social diría Perón. Allí el pueblo es verdaderamente libre y no solo cuando vota, porque el poder reside en las organizaciones libres, y no en el Estado. Por eso el general impulsó con tanto fervor a los sindicatos o a las asociaciones de fomento, por eso creó miles de clubes de barrio. Una masa que se organiza. Y en lo posible se encuadra dentro del proyecto político, por eso la escuela superior peronista y las miles de unidades básicas en los lugares más recónditos de la Argentina.

¿Se acuerdan cuando Cristina dijo que siendo la presidenta tenía el 25% de poder para cambiar las cosas? Siempre me sonó raro (más teniendo en cuenta todo lo que hicieron Nestor y ella para fomentar la organización popular) hasta que en un momento me dí cuenta de porqué. En primer lugar, es una visión estática del poder, en segundo lugar, una visión estatista. Claro, desde los órganos de gobierno más el poder de la militancia política, podía acumular un 25%. ¿Pero, y el pueblo? ¿Dónde estaba el poder de las organizaciones libres? En Conducción Política, Perón establece algunos lineamientos para fomentar la organización de la masa; nunca pensando en un 25% claro, de esa manera, la revolución sería imposible.

Por supuesto que hoy hay un gran problema para el ejercicio de la democracia social. La técnica de la época, la fragmentación del mundo del trabajo, la polarización e ideologización de la política; todo atenta contra la comunidad organizada. El encierro y el sedentarismo rigen la vida de muchos de los jóvenes, el miedo la de los adultos, el individualismo la de todos. La subjetividad neoliberal impera y el sálvese quien pueda es la regla.

A eso se le suma el despojo de una de las cosas más estimables que tiene el ser humano: el tiempo. El capitalismo nos robó el tiempo. Tener que trabajar 12 horas para llegar a fin de mes. Tener que resolver problemas todo el tiempo en una sociedad cada vez más compleja y un país cada vez más complicado. El tiempo escasea, y cuando hay un cacho, preferimos entregárselo a las corporaciones tecnológicas de datos para que sigan amasando guita con nuestra atención: Instagram, tik tok, netflix, codere. Los nuevos reyes del mundo. ¿Qué comunidad puede sobrevivir así? ¿Qué democracia se puede llegar a imaginar?

Y sí, podemos elegir meternos en el mundo de las redes sociales y dar la disputa ideológica allí. De hecho, yo lo hago. Podemos adaptarnos a este capitalismo caníbal y tratar de jugar con sus reglas para intentar llegar al poder. ¿Pero qué sentido tiene si no creamos comunidad? ¿Cómo vamos a gobernar con sentido popular a una masa atomizada y alienada? ¿Quién va a bancar las políticas de la revolución? ¿El Estado, los militantes?

Perdón, pero no alcanza. Y, ojo. No quiero decir que el pueblo tenga que ser militante. No soy Damian Selci. Quiero decir que la gran mayoría de nuestro pueblo debe organizarse para tener claros los intereses de su comunidad vital.

Por eso debemos fiscalizar a esta democracia, formar comunidad y soñar con la esperanza. En el dirigente que hace pollos a las seis de la mañana, en el monaguillo que sigue invitando a sus compañeros a la parroquia, en el vecino que convoca a una reunión barrial, en los estudiantes que arman una cátedra sobre Malvinas. El argentino lleva la comunidad en sus genes. Por eso el fenómeno del gremialismo nacional no existe en el mundo. Por eso ganamos un mundial de fútbol con pibes de clubes de barrio. Nuestra esencia está marcada por lo grupal, por lo solidario, por el cariño colectivo.

¿Por nuestro gen mestizo, que mezcla a indios, españoles, criollos y tanos por igual? ¿Por el desierto y la extensión de nuestra pampa que exige acompañarnos? ¿Por la religión que demanda amor al prójimo por sobre todo?

No lo sabemos, pero sí confiamos.

Confiamos, una vez más, en el glorioso pueblo argentino.

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1 comentario

  1. «La democracia es gobierno del pueblo; pero para que sea del pueblo debe ser con el pueblo y gobernar con el pueblo es hacerlo con las organizaciones del pueblo.» (J. P.)
    Y esta es la cuestión: las organizaciones son conducidas por los cuadros auxiliares de la conducción superior, y carecemos de ambos.
    Salida del problema: Formar cuadros junto al pueblo que organicen comunidad en el territorio, y organizar la Conducción superior del Movimiento con los escasos cuadros populares que aun quedan.

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