El gigante enterrado

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El gigante enterrado

Por: Facundo Cabral

Entre caipiriñas, la memoria, el consumo y las tensiones políticas se entrecruzan en nuestras vidas, moldeando el presente mientras seguimos buscando un futuro más justo.


¿Qué clase de dios es ese, señor, que desea que el mal causado permanezca olvidado y sin castigo?
¿Cómo pueden cerrarse las viejas heridas mientras los gusanos siguen moviéndose con impunidad por ahí? ¿O es que va a durar para siempre una paz construida sobre una matanza y los engaños de un mago?

Wistan el guerrero

I

Intenté pasar mis vacaciones con el celular en modo avión, confieso que me resulta más fácil no usar las redes sociales que dejar de al menos fisgonear en qué andan las noticias.

Parece ser que salvando el Wandagate, el tópico del verano consiste en comparar precios y servicios entre la costa brasileña y la Argentina.

En un recorte de esas notas de color una cronista se esfuerza por sostener la sonrisa en una Mar del Plata semi vacía, gris y con 17 grados en la siesta de un 8 de enero. 

En la vereda del frente el notero se acerca a uno de esos carritos lleno de frutas y bebidas tropicales para preguntar por el precio de una caipiriña (30 Reales aproximadamente 6000 pesos), el sonido de la coctelera en plena función suena en sincro con un tema de Ulises Bueno que se escucha de fondo, el plano se abre para mostrar a una multitud de familias argentinas disfrutando del sol y de la arena color maicena de una playa al sur de Brasil. 

Un señor con la camisa desprendida y un trago en la mano se acerca al micrófono para mandar saludos a sus compañeros de trabajo de una carbonería en la localidad de Quilmes y dejar su reflexión: “pensar que los brasileros cuando iban a las canchas de argentinas se burlaban de nosotros rompiendo billetes de 1000 pesos, ahora yo vengo aquí con mi familia,  me doy el gusto de traerlos a la playa y salir a comer afuera que en Argentina está casi imposible”

Como ese trabajador, miles de laburantes argentinos disfrutan del goce efectivo de su sueldo y comprueban que, por fin, su plata vale. Una sensación tan agradable como ganar de visitante.

II

También en los tiempos de Néstor y sobre todo con los de Cristina fueron muchos compatriotas los que tuvieron la oportunidad de viajar. El recuerdo del economista Gonzales Fraga diciendo  «le hicieron creer a un empleado medio que podía comprarse celulares e irse al exterior»,  funciona para entender algo que flotaba en la época. Gran parte de la estrategia de Macri se montó justamente sobre la idea de que los argentinos estaban viviendo por encima de sus posibilidades, producto de un “populismo monetario”, producto del pensamiento mágico de un kirchnerismo eternamente enamorado de la maquinita.

El discurso de Macri fue asumido por gran parte de la sociedad que justificó el ajuste, tal es así que sobre la base de recortes en el presupuesto nacional, los despidos y la persecución política (la extinción de la grasa militante), el PRO logró imponerse en las elecciones de medio término. 

Para sorpresa de muchos, un desangelado ministro de educación como Esteban Bullrich se imponía en Buenos Aires ante la figura más relevante de la política argentina de los últimos 20 años, la hoy presidenta del PJ, Cristina Fernández de Kirchner. 

Pero si hay una época en la que los viajes quedaron grabados en gran parte de la clase media argentina es la del Menemato. Justamente es ese periodo el espejo en el que se quiere ver el actual presidente y es esa parte de la historia la que se propone recuperar en su batalla cultural. 

De los ‘90 me queda un tibio recuerdo en las conversaciones de mis viejos con sus amigos. Primero muy alegres con la victoria de Menem y la vuelta del peronismo al poder, de a poco esa alegría se fue diluyendo hasta convertirse en decepción para finalmente terminar en ruptura. Había en esa época unas calcomanías que daban vueltas por mi casa con la consigna de: Basta de Sapos.

Un gran sector del peronismo marginado ideológicamente no parecía dispuesto a abrevar en uno de corte neoliberal que accionaba y gobernaba en contra de sus banderas históricas. Quizás podemos encontrar en esa incapacidad hepática de seguir tragando anfibios el soporte material de lo que hoy se denomina casi con desprecio progresismo.

En mi registro personal los 90 se terminaron de cristalizar en la crisis del 2001, quiero decir, para mí el menemato fue eso qué terminó ahí, así. 

Hoy, con un poco más de tiempo golpeando sobre mis primeros juicios, entiendo que no fueron solo relaciones carnales, entrega de nuestros recursos naturales, el uno a uno, etc. Menem representaba una Argentina que quería dejar atrás su pasado, disfrutar del presente y sentirse parte del futuro. Pareciera haber como un acuerdo tácito entre la sociedad y sus gobiernos: dame estabilidad económica y hace lo que quieras.

III

Hoy los economistas más críticos hablan de un veranito cambiario producto de un dólar pisado y unas reservas que se evaporan. El FMI alaba las políticas del oficialismo lo que todo hace pensar que se viene otro endeudamiento récord para nuestra nación.

Desde el lado del gobierno dicen que está todo bajo control, respaldan su postura apelando a la baja del riesgo país y a la expansión de la inversión directa extranjera. 

La primera privatización de este gobierno es una realidad, se trata de IMPSA, una metalúrgica estratégica para la defensa y el desarrollo argentino. A nadie sorprende la privatización en la idea de Estado que impulsa y predica Milei(el topo), aunque sí llama la atención la mala venta que según los que saben se hizo de la metalúrgica. Parece curioso que a un experto en crecimiento económico con o sin dinero se le escape algo así. 

Al parecer se trata de una nueva muestra de amor a Trump, para más información pueden leer este posteo del compañero David Pizarro Romero.

Obviamente el tema no ocupa la centralidad de la discusión política, cuesta encontrar algo de información en los grandes diarios nacionales, vale la pena preguntarse ¿por qué si el modelo de expoliación de nuestros recursos estratégicos nunca funcionó a nadie parece importarle demasiado?

Un trabajador argentino se puede preguntar con justa razón de qué le sirve a él mantener con la suya una empresa estatal si ni siquiera puede comprarse un par de zapatillas. De esa respuesta depende el futuro de nuestra patria y hay que estar preparado para darla, sin subestimación, sin chicana.

En el documental Memorias del saqueo, hay un mapa del futuro. Lo dejo aquí:

IV

Hay un hilo que conecta todos los gobiernos neoliberales con la fantasía de borrar la memoria.

En 1998 Menem anunció el derribo de la ESMA, La idea de Menem era demoler todas las instalaciones y convertir el predio en un espacio de «reconciliación». Finalmente, un amparo presentado por Graciela Lois (cuyo marido desapareció en la ESMA) y Laura Bonaparte impidió la demolición.

El 24 de marzo de 2004 el presidente Kirchner pide perdón en nombre del Estado Nacional por los años de silencio y crea en la ESMA el museo de la memoria. 

El 11 de agosto del 2016, con todavía altos niveles de confianza y adhesión, Mauricio Macri puso en discusión la cifra de los 30.000 desaparecidos. «No tengo idea [de si fueron 30.000]. Es un debate en el que no voy a entrar, si son 9000 o 30.000, si son los que están anotados en un muro [en la Costanera] o si son más. Es una discusión que no tiene sentido» dijo el entonces presidente, antes había llamado un curro a las políticas de Derechos Humanos. 

Hace unas semanas el legislador porteño Ramiro Marra publica un video donde borra una pintada de Grabois que celebra la aparición del nieto 138. En paralelo, el influencer oficialista conocido como El Gordo Dan llamó a los militantes libertarios a: “hostigar a las Madres de Plaza de Mayo hasta que se mueran”.

La disputa por la memoria que se da en el presente es determinante para nuestro futuro, cada llama de la memoria que se apaga es una batalla perdida en la construcción de un país más justo, libre y soberano.

En el 2017 escribí un tuit que dice “Estos tipos gobiernan con la convicción de que en 15 años nadie se acordará de lo que hicieron. Eterno retorno de un pueblo sin recuerdo”. Fui un optimista, pasaron solo 6 años y Caputo volvió a manejar la economía del país.

La memoria parece cada día más precaria, como si el dragón hembra de la novela El gigante enterrado habitara entre nosotros envolviéndonos con su aliento en el manto del olvido. 

V

Guillermo Moreno no se caracteriza por sacarle el culo a la jeringa. Más allá de sus vicios y virtudes, no es un tipo que esquiva los golpes, es más bien de los pugilistas que se plantan en el ring y aguantan. Gran parte de su fama la construyó en base a la polémica y a nunca dejar huérfana una pregunta. 

Sin embargo, cuando se le pregunta por los años 70 elige no responder porque entiende que el pueblo argentino en general, pero el peronismo particularmente, nunca pudo llegar a una síntesis. En sus palabras “aún no pasó el tiempo suficiente así que en nuestro espacio los 70 no se debaten” y profundiza su tesis “para construir organización popular no sirve, ¿pensas que Massa sabe algo de esto? los que hacemos política tenemos que construir y pensar en el futuro”.

Moreno y una gran parte de la sociedad creen que hay discusiones imposibles de saldar, conflictos que conviene olvidar para poder construir futuro. Una especie de tercer Perón haciendo como si el operativo independencia y el golpe del 76 no hubiera existido ¿acaso Menem? 

Esa necesidad operativa de velar la memoria para cortar la hemorragia es el argumento central de la novela de Kazuo Ishiguro El gigante enterrado. Cuenta la leyenda que el rey Arturo le pide al Mago Merlín que arroje sobre su reino un manto de olvido, Arturo cree que la única forma de frenar la guerra es enterrando la memoria su pueblo, esas memorias cargadas de rencor, resentimiento y dolor solo sirven para fagocitar cualquier posibilidad de concordia.

Con la lectura sobre los 90 pasa lo mismo. No importa tanto si el 1 a 1 fue pan para hoy y hambre para mañana, lo que importa es el recuerdo del consumo que supimos conseguir.

Milei al igual que Menem dan cuenta que los consensos construidos en torno a la democracia y a las políticas de Derechos Humanos no están todo lo sedimentados que creemos. Siempre se puede tirar un poco más de la cuerda en la tensión de imponer una narrativa. Evidentemente, la memoria y sus espacios no son funcionales a la estrategia del oficialismo.

VI

Una noche me levanté diciendo una palabra que creo que no existe y ya no me acuerdo exactamente como era, pero tenía que ver con el mar y su movimiento constante, la palabra sintetizaba la idea de mar como respiración del mundo. La palabra se me perdió para siempre, pero la idea me pareció hermosa y aprovecho para compartirla con ustedes.

Es sabido que nuestro pueblo -y quizás ninguno del mundo- no tiene la vocación de caminar con el boletín oficial bajo el brazo. La mayoría prefiere vivir sin demasiada información, sin demasiado pasado, “para eso votamos cada cuatro años si no funciona en cuatro años se cambia y chau picho”. 

La disputa por el sentido de la historia es una tarea de la militancia y es una batalla que no podemos dejar de dar si queremos vivir en un país donde no sobre ningún argentino. 

  

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