La gestión del escándalo

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La gestión del escándalo

Por: Facundo Cabral

De Davos al Tecnofeudalismo, o la muerte de Don Draper


1- Gobernar es entretener

Vengo de la marcha antifascista, que agradable sensación esa de encontrarse con gente y copar las calles. En el caso de Tucumán, es más o menos siempre la misma gente la que se moviliza, un núcleo duro que marcha todos los 24 de marzo, que cobra músculo y diversidad cuando se afectan intereses particulares como el presupuesto universitario o, en este caso, la reacción al discurso homofóbico y estigmatizante del presidente hacia la comunidad LGBTIQ+ en el foro de Davos.

Mi alegría por la lucha y la manifestación duró casi lo que dura una historia de ig, si algo me quedó claro del primer año de Milei es que por más aberrantes y absurdos que nos suenen sus discursos, parecen responder a una táctica que tiene como objetivo captar nuestra atención (política del espectáculo), enojarnos y dividirnos.

Da igual si esos discursos son escritos por él, por encumbrados asesores o alguna inteligencia superior. Lo importante es entender que esas narrativas, aunque nos escandalicen, terminan por favorecerlo cuando la polémica inicial se desvanece.

El ejemplo de las protestas universitarias fue muy gráfico en ese sentido. El presidente trató de curro a las universidades y argumentó que: “el mito de la universidad gratis se convierte en un subsidio de los pobres a los ricos” (…) “las universidades sirven para financiar la mugre de la política”.

Ahí también nos indignamos y salimos a protestar, en el país se vieron imágenes de una masividad sorprendente, parecía que el gobierno tambaleaba. 

A veces perdemos de vista que por más gente que se movilice, siempre son más los que se quedan en la casa.

Así, los meses posteriores a las protestas mostraron una imagen de Milei fortalecida frente a las universidades que sin pena ni gloria fueron abandonando la lucha y que, frente a los ojos de las mayorías silenciosas, fueron diluyendo su capital social, perdiendo ese carácter de garante de la movilidad social ascendente para convertirse en una trinchera política más, usufructuada por los mismos vivos de siempre. Ganó Milei.

Supongo que la protesta antifascista correrá la misma suerte. Algo de eso se deja ver en la abuelita horrible fan de videla, hasta su exabrupto final. Su discurso sobre la inseguridad y los muertos es una preocupación real en los barrios más humildes de nuestro país, basta con recorrer los márgenes o leer la página de policiales.

Conclusión: hasta que no conectemos las luchas sectoriales con la lucha diaria de los millones de argentinos que, sumergidos en la pobreza pelean por sobrevivir, nuestras manifestaciones solo servirán para hacernos feliz un rato y cosechar un buen par de likes en las redes sociales.

2- ¿Por qué el presidente dijo lo que dijo? (tres hipótesis)

La primera respuesta no es mía, se la debo a un amigo liberal (sí, tengo amigos liberales). Desde su mirada, Milei sufrió unos días de total indiferencia producto de la asunción de Trump, el León no soportó ver cómo se apagaba la llama de su centralidad mediática y necesitaba volver a la escena de cualquier manera.

Milei es consciente de que gobernar es entretener y que la mala publicidad no existe. Desde esa concepción del juego, insultar y agredir a las minorías no representa un costo político sino más bien una inversión que lo ayuda a ganar tiempo y a fragmentar las demandas de sectores específicos.

Otra posibilidad es que se trate de una típica maniobra de distracción: suben las tarifas, aumenta la nafta, recortan el presupuesto a la salud, cierran la secretaría de vivienda, eliminan los subsidios, tienen un despelote interno, el dólar pelea por su libertad, las reservas se evaporan, el FMI pide devaluación para desembolsar, el campo quiebra; en ese contexto, que la gente se movilice para defender sus derechos contra el discurso fascista parece un gol de media cancha del oficialismo.

La tercera hipótesis, y que funciona como disparador del tema que quiero introducir en esta primera entrega 2025 de Las fuerzas del suelo, se inscribe en lo que se denomina tecnofeudalismo y que tiene a Elon Musk como una de sus referencias.

Es sabido que Milei, como buen vasallo, rinde pleitesía a Musk y esta nueva casta de tecnofeudales. Musk a partir de la transición de género de su hija, le declaró la guerra a la cultura Woke a la que consideró como un virus mental: “mi hijo ha muerto por culpa de la manipulación y la influencia de la cultura woke”.

El presidente aprovecha un foro económico para sumarse a esa cruzada y acerca posiciones con el dueño de Tesla. Milei quiere ser amigo de los dueños del mundo y no duda en ofrecer a la Argentina y sus recursos para obtener su membresía.

Para entender mejor qué es el tecnofeudalismo preparé unos apuntes que les dejo a continuación.

3- Siervos de la nube

Seguramente leyeron algo sobre la nueva guerra fría y cómo la aparición de la IA china Deepseek hizo estremecer a los mercados mundiales provocando que el gigante de la producción de chips Nvidia sufra la caída más estrepitosa en la historia de EE.UU. Esta disputa entre los reyes de la nube es la punta del iceberg sobre el control de la economía planetaria.

Unos días antes en la asunción de Donald Trump, se viralizó una foto que para muchos fue la confirmación de un cambio de era: Mark Zuckerberg (Meta), Jeff Bezos (Amazon), Sundarhai (Google) y Elon Musk (Tesla, SpaceX), le pusieron rostro a un nuevo orden mundial: el tecnofeudalismo.

¿Pero qué es concretamente el tecnofeudalismo? ¿Una nueva forma de estar solo, como decía el poeta?, ¿Es eso que nos pasa mientras nos pasamos horas scroleando sin darnos cuenta del tiempo abducidos por el poder anestesiante de la pantalla? ¿Es un nuevo sistema de producción, que tiene como eje central a la renta y no al beneficio?

La idea de tecnofeudalismo la popularizó y la viene militando Yanis Varoufakis, ex ministro de economía de Grecia (2015) y autor de “Economía sin corbata” un libro que no leí pero que por las reseñas se ve que es un intento de explicar cómo funciona el capitalismo a su hija.

En el año 2023, Varoufakis publicó “Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo”. Ahí se propone demostrar que el capitalismo finalmente pinchó, aunque lejos de dar lugar a un sistema socialmente más justo como vaticinó alguna vez el viejo Marx, estaba cediendo su hegemonía y claudicando ante los Nubelistas, que a modo de señores feudales 4.0 administran tus deseos, consumen tu tiempo y, sobre todo, se encargan de chuparte toda, toda, toda tu atención.

El libro es realmente fácil de leer porque se inscribe en la tradición mayéutica, en este caso no es su hija la destinataria de sus hipótesis, sino que el diálogo se genera a partir de viejas conversaciones con su padre, que ahora desde el más allá, continúa preguntando sobre la posibilidad real de que el capitalismo se autodestruya.

Además del argumento llamativo, el libro tiene un acierto considerable y es el de ejemplificar al capitalismo en su fase tecnoestructural con la ayuda de Don Draper, el gran publicista y tomador de whisky de la gloriosa serie Mad Men, que ambientada en el Manhattan de los años 60 refleja el boom de la publicidad y el consumo.

Don Draper es de esos jugadores por los que pagaría una entrada, el solo hecho de leer un par de frases en el libro del economista griego ya justifica su lectura. Draper aparece para mostrar ese momento bisagra en el cual el capitalismo ya no se conforma con venderte, sino que se dedica a hacerte desear.

Draper es la bandera de un capitalismo que no existe más, aquel que fomentaba la imaginación y la competencia en pos del beneficio. Para Varoufakis, los dos pilares en los que se asentaba el capitalismo han sido reemplazados: los mercados, por plataformas digitales que son auténticos feudos de las big tech; y el beneficio, por la pura extracción de rentas.

El griego lo resume así:

En el tecnofeudalismo, los nubelistas (un sector de la clase capitalista que logró acumular un considerable capital en la nube) se han convertido en una nueva clase dominante, y han reducido al resto de los capitalistas a un estatus de vasallaje; entretanto, los trabajadores asalariados se han convertido en proletarios de la nube cada vez más precarios y casi todo el mundo actúa como un siervo de la nube contribuyendo a que el capital en la nube acumule y construya los feudos en la nube.

Al apropiarse de nuestra atención, ha disminuido nuestra capacidad de concentración. No hemos perdido la voluntad. No, nos han robado la concentración.

4- Esto ya se dijo

Aunque Yanis Varoufakis popularizó el término «tecnofeudalismo», la idea de un retorno a estructuras feudales en la era digital no es nueva.

Evgeny Morozov, en El desengaño de Internet (2011), rastrea sus orígenes intelectuales. Señala a Jürgen Habermas, quien ya en 1962 advirtió que el discurso emancipador de la burguesía estaba siendo domesticado por el poder a través de la publicidad, lo que llamó una «refeudalización de la esfera pública».

Desde la filosofía del derecho, Alain Supiot (Homo Juridicus, 2005) profundiza esta idea. Para él, la neoliberalización y la digitalización son los motores de una nueva «refeudalización». Aunque no estamos volviendo a la Edad Media, Supiot argumenta que los conceptos feudales —como el gobierno por lealtades personales en lugar de leyes— son útiles para entender las transformaciones actuales bajo la globalización.

Morozov es bastante escéptico sobre si esta reconceptualización realmente puede ayudarnos a cambiar algo. En sus palabras: «La popularidad del lenguaje feudal es una muestra de debilidad intelectual, más que de astucia mediática. Es como si el marco teórico de la izquierda ya no pudiera dar sentido al capitalismo sin recurrir a la moralización.»

Un antecedente curioso, no mencionado por Varoufakis ni Morozov, lo aporta el economista Cédric Durand que en la introducción de su libro Tecno-Feudalismo, crítica de la economía digital (2021) comenta que, en 1990, los servicios secretos estadounidenses allanaron la empresa Steve Jackson Games y confiscaron un manuscrito -manual de rol- titulado GURPS Cyberpunk. Su autor, Loyd Blankenship, introdujo el término «tecnofeudalismo» para describir un mundo distópico donde las grandes empresas, más poderosas que los Estados, se convierten en feudos que controlan a sus «vasallos» (empleados y consumidores) a través de lealtades forzadas y monopolios.

5- Don Draper ha muerto

Me acostumbré desde que tengo memoria política a leer carteles rojos con la frase “el capitalismo está en crisis”. Nunca terminé de creerme esa idea y de a poco fui encontrando en la tercera posición del peronismo un buen refugio para mantener a flote la idea de la justicia social -posible- y de paso sentirme parte de algo más grande que yo.

Esa tan famosa frase atribuida a Jameson sobre que es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo, terminó de sedimentar la idea de que el enemigo ya ni siquiera existe como un otro, sino que forma parte de nuestro propio ser. Derrotarlo, entonces, implicaría de alguna forma dejar de existir. Digamos que la única alternativa posible sería una salida trágica a lo Mark Fisher.

Es tan frustrante vivir en una era en la que no podemos hacer nada para cambiar lo que existe que cuando llega un concepto nuevo, como este que propone Varoufakis, se transforma en un catalizador que al menos permite recuperar cierto sentido común global sobre la necesidad de ver al monstruo a los ojos y volver a pensar estrategias para derrotarlo.

Digamos que más allá de lo acertado o no del planteo sobre la muerte del capitalismo y el advenimiento del tecnofeudalismo, la riqueza de la propuesta y del intento de nombrar de otra forma todo esto que nos pasa, abre ventanas de posibilidades. Me refiero a que surgen nuevas intenciones en el lenguaje que permiten salir al menos por un rato del estancamiento y encontrar nuevos relatos. Me cuidé de no usar la palabra melancolía porque estoy haciendo el esfuerzo de ser nostálgico de mi futuro.

Don Draper murió en la guerra, Richard Whitman lo sabe y por eso a pesar de tener el mundo girando dentro de su vaso de whisky no puede detener su caída, se mueve en el abismo porque parasita una identidad que no le pertenece, su cuerpo es el huésped de un fantasma, su vida es una mentira elegante en la que todos necesitamos creer. Algo similar pasa con el liberalismo, en el 2008 fuimos testigos de cómo el estado tuvo que salvar a los bancos privados, sabemos por experiencia que la economía nunca es libre y que poner al estado en función del mercado significa hambre y destrucción de nuestro pueblo.

Al universo no le interesan nuestros planes, pero vale la pena recordar que muchas minorías juntas pueden constituir una mayoría siempre que se tenga conciencia del enemigo en común.

Eso es todo amigos, les dejo con una pintura de la baja edad media como para descomprimir un poco, espero hayan disfrutado de la lectura y si les gustó compartan. Gracias por leer, atentamente, Facu de las fuerzas del suelo.

  

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