
COMUNIDAD
Capital extranjero:
Volver al justo medio
Por: Nahuel Cuevas y Francisco Hernando
*Nahuel Cuevas y Francisco Hernando estudian la Licenciatura en Economía en la Universidad Nacional de Mar del Plata y llevan adelante el proyecto Modelo Argentino (@modelo.argentino en Instagram).
Para debatir el desarrollo nacional hay que entender las herramientas a mano que tiene el mundo. El rol de la inversión extranjera y sus intereses.
El rol del capital extranjero en el desarrollo nacional es uno de los elefantes en la habitación que el peronismo ignora hace años, temeroso de discutirlo por considerarlo un tema “tabú” y espinoso. Este desentendimiento de la cuestión ha hecho que nuestro movimiento no pueda fijar una posición clara con respecto a esta cuestión, oscilando entre diferentes grises que dependían pura y exclusivamente de situaciones coyunturales y posturas personales de los funcionarios encargados de la cuestión.
En nuestro espacio coexisten hoy desde posturas neo-desarrollistas que ven en la inversión extranjera la única forma de suplir la falta de capacidades productivas locales, con propuestas que muchas veces pecan de naif e ignoran el conflicto de intereses existente, hasta posturas casi aislacionistas que, a pesar de sus buenas intenciones, se parecen más a la filosofía Juche norcoreana que a la posición histórica del peronismo.
Esta tensión, que se ha vuelto cada vez más inocultable, representa un profundo escollo a la hora de pensar en un plan de desarrollo peronista, ya que se sostienen posturas irreconciliables sobre un tema que, producto de la ampliación constante de la brecha tecnológica y el ascenso mundial de nuevas potencias con una inmensa capacidad financiera, adquiere todos los días mayor relevancia. En ese marco es que creemos necesario realizar nuestro aporte al debate.
Para arrancar hay que dejar claro algo: El capital internacional no es un todo homogéneo ni una “fuerza del mercado” que actua de manera neutral. El capital internacional está representado por un conjunto de actores, donde podemos encontrar desde empresas multinacionales y fondos de inversión hasta Estados Nacionales. Todos ellos defienden sus intereses y buscan garantizar su renta.
Una vez comprendido esto podemos discutir acerca de los pros y contras que puede significar el ingreso de capitales extranjeros a nuestra economía doméstica y en qué casos resulta necesario impulsar estos procesos. Para eso, creemos que hay 3 aspectos centrales a considerar:
1)Existencia de una brecha científico-tecnológica
La brecha científico-tecnológica es la causa principal que explica la diferencia entre un país periférico y un país central. Entendemos a la misma como la diferencia que existe entre las capacidades productivo-tecnológicas de los países “avanzados” y los llamados “países en vías de desarrollo”.
Esta brecha es la que explica, por ejemplo, que un país como la Argentina, con una de las tierras más fértiles del mundo, solo controle la siembra y la cosecha de sus granos, dependiendo de multinacionales para la adquisición de semillas transgénicas y fertilizantes, así como también para el transporte de su propia producción. Ejemplos como este se pueden encontrar en casi todas las cadenas de valor a nivel mundial, donde las potencias centrales hegemonizan siempre los sectores de mayor valor agregado, valiéndose para esto de sus mayores capacidades científicas y tecnológicas.
Este mecanismo se retroalimenta, ya que los países con mayores avances protegen sus inventos a través de un complejo sistema de patentes, el cual les permite obtener rentas de los mismos, que son utilizadas para financiar nuevas investigaciones. La brecha crece endógenamente, es subir y patear la escalera.
A pesar de esta situación, que puede parecer irremontable, hay países que han logrado cerrar la brecha. ¿Cómo lo hicieron? Subordinando el capital extranjero a sus intereses nacionales.
El mayor ejemplo de esto lo podemos encontrar en China, un país que, a diferencia de la versión simplificada que venden algunos manuales de historia económica occidentales, llevó a cabo una receta muy diferente a la que en los años 80 y 90 ofrecía el famoso “Consenso de Washington”.
Tras la muerte de Mao en 1976 el gobierno de Deng Xiaoping encabezó profundas reformas económicas, orientadas sobre todo a mejorar la posición relativa del entramado industrial chino y dar un salto productivo. En la Conferencia Nacional de Ciencia de 1978 Deng planteaba ya abiertamente la tesis que explicaría toda su política posterior: la ciencia y la tecnología constituyen la principal fuerza productiva.
Entendiendo lo que esta afirmación implicaba es que el gobierno chino impulsó la creación de las llamadas Zonas Económicas Especiales (ZEE), cuyo objetivo central no era cubrir una falta de divisas ni generar ingresos, sino permitir el acceso a la tecnología que solo poseían los países centrales.
Ofreciéndose primariamente como una plataforma rentable para los procesos industriales de bajo valor agregado que necesitaban las grandes multinacionales, el país fue escalando rápidamente en las Cadenas Globales de Valor, orientando la Inversión Extranjera Directa (IED) hacia los sectores de mayor dinamismo global e impulsando la transferencia tecnológica y de habilidades de gestión hacia las empresas chinas, cuyo crecimiento fue impulsado y apuntalado por el Estado.
Un caso ejemplar de esto es el de la industria de semiconductores, donde China, en el período 2001-2011. redujo considerablemente el peso interno de las actividades de embalaje y testeo, de menor valor agregado (del 79,3% al 38,9%), y aumentó fuertemente el del diseño (del 7,3% al 30,1%),
Es así que la experiencia china combinó incentivos a la IED con políticas para lograr que las empresas nacionales participen de esas cadenas de valor y se asocien con las empresas multinacionales, para lograr finalmente grandes conglomerados nacionales que sean capaces de competir a nivel mundial.
2)Posibilidades de agregación de valor
Entendiendo la importancia de reducir la brecha tecnológica es que se deben definir los sectores y eslabones en donde el país tenga mayor capacidad de agregar valor. La IED no es igualmente necesaria en todos los sectores, ni deben realizarse incentivos indiscriminados pensando al ingreso de capitales extranjeros como un fin en sí mismo.
Los capitales internacionales deben orientarse hacia actividades productivas que puedan generar eslabonamientos con un importante valor agregado, con incentivos que vengan atados a obligaciones de transferencia tecnológica, desarrollo de proveedores locales, vinculación con empresas nacionales, y otras políticas que permitan el surgimiento de un entramado local que vaya reemplazando paulatinamente al capital extranjero en las actividades de mayor complejidad científico-tecnológica.
En este sentido es que debemos entender que este proceso no está exento de conflicto. La transferencia tecnológica y el uso de la inversión extranjera como una herramienta para el desarrollo nacional no ocurre por la buena voluntad de las empresas foráneas, que intentan bajo todos los medios ampliar su renta y entregar el menor capital científico-tecnológico posible.
Por esto, debemos entender la posición que ocupamos en la negociación. Evidentemente nuestro país no está en la misma posición que China, no tiene un mercado interno de 1.300 millones de personas para ofrecer ni infinita mano de obra barata. Sin embargo, es poseedor de múltiples recursos que son estratégicos para el desarrollo de los principales sectores dinámicos de la actualidad:
● Petróleo, gas y litio, claves en el panorama energético actual y futuro.
● Granos y proteína animal, cada vez con mayor relevancia en un mundo donde la crisis climática desertifica muchas de las zonas tradicionalmente fértiles y multiplica los procesos migratorios y las hambrunas.
● Capital intelectual, a través de un complejo entramado científico y tecnológico que genera nuevas oportunidades dentro de un panorama tecno-productivo que se vuelve constantemente más intensivo en conocimiento.
Estos y muchos otros recursos hacen que la Argentina sea un actor relevante, con capacidad para hacer primar su interés nacional en su vínculo con los capitales extranjeros. Esto es lo que explica que multimillonarios como Elon Musk, con negocios fuertemente vinculados al litio, aparezcan fanatizados con la experiencia Milei, que ofrece un acceso irrestricto a los recursos estratégicos de nuestra Patria. No es admiración, son intereses económicos.
3)Capacidad de defensa de nuestro interés nacional
Toda esta posición soberana que venimos proponiendo no se puede sostener si no se mejora la capacidad de defensa de nuestro interés nacional. Para eso se debe trabajar en el ámbito social, político, económico y militar.
Ningún país puede negociar defendiendo una postura soberana si sus clases dirigentes tributan a intereses extranjeros, o si sus intelectuales poseen mecanismos de validación con terminales en las principales potencias, ni mucho menos si su pueblo no tiene conciencia de su propio interés nacional ni tiene las capacidades militares para disuadir a las potencias extranjeras que pretenden tener injerencia sobre su país.
Por todo lo desarrollado es que debemos abandonar la falsa dicotomía, dejar de debatir sobre posturas ajenas y retomar la línea histórica del peronismo. Defender nuestro interés nacional requiere de pragmatismo, para no caer en falsas promesas de desarrollo autárquico que terminan en estrepitosos fracasos e industricidios, ni tampoco esperar el desarrollo “por invitación” con el que aún sueñan algunos.
No estamos discutiendo sobre nada nuevo, es lo que ya entendía el Tte. Gral. Juan Domingo Perón cuando en el año 1955 firmó el acuerdo con la Standard Oil, entendiendo que de esa forma lograría alcanzar la autosuficiencia energética de forma más acelerada. La inversión extranjera como herramienta del interés nacional.
Por eso hay que saber que, aunque jugamos en una cancha inclinada y con reglas impuestas por otros, la Argentina cuenta con todo lo necesario para lograr, de una vez y para siempre, el desarrollo que garantice la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Será tarea de nuestro movimiento encarnar el deber revolucionario de despertar en nuestros compatriotas el sentir nacional que nos ponga en marcha para retomar ese sendero, reencontrando el justo medio que nunca deberíamos haber extraviado.
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