El Triángulo Austral

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El Triángulo Austral

Por: Agustín Jofre

El potencial de la Patagonia en todas sus facetas debe tener un rol protagónico en la Argentina del futuro. Un problema que es una solución para el proyecto nacional.


La Patagonia Austral es un territorio de promesas, un espacio narrado a través de la retórica del “paisaje idílico” y el “potencial estratégico”, pero que hoy se presenta como uno de los nudos problemáticos de nuestro país. 

Su historia está atravesada por el imaginario del desierto indómito, bajo el manto ideológico que ocultó las formas de la geografía realmente existente: un suelo infinito de cordillera, estepa, lago y mar. En materia de desarrollo territorial, representa el verdadero mosaico de políticas productivas y de poblamiento -a menudo conflictivas- como ninguna otra región en nuestro país. Osciló entre la marginación y momentos de relevancia, marcados por ciclos de expansión y contracción de su matriz productiva, con una crisis de desindustrialización y un sustrato permanente de extractivismo voraz.

El presente y el futuro nos interpelan exigiéndonos una nueva síntesis profunda del rol del litoral patagónico en el esquema de planeamiento urbano argentino, que consolide esta unidad territorial como el eje meridiano de la Argentina con una nueva centralidad.

Mosaico Patagónico

¿Cómo concebir un federalismo que responda a los desafíos que nos presenta nuestro siglo? 

La Patagonia en toda su vastedad cuenta una superficie del 46% del territorio argentino bicontinental, pero representa tan solo un 5% de la población del país. Estas cifras, lejos de ser solo una estadística, son una verdadera numerología. Hablan por sí misma de las derivaciones de nuestro destino.

Sus riquezas naturales son innegables: hidrocarburos, minería, metalurgia, recursos ictícolas, vegetales de mar, turismo y una plataforma marítima de fuerte implicancia geopolítica con proyección antártica. 

La región patagónica en su conjunto se divide en cuatro áreas que conforman una unidad territorial  (cordillera, comahue, estepa, litoral). En esta nota me interesa hablar del litoral atlántico austral, una ecorregión propia del cruce entre estepa y mar, caracterizado por paisajes semi-desérticos, costeros e insulares que conforman un corredor biológico clave para la logística, la pesca, el turismo, la energía y la investigación marina. 

Su estructura territorial está atravesada verticalmente por la RN 3 (con las transversales RN 25, 26 y 288) que conecta los principales centros urbanos de la región: Puerto Madryn-Rawson-Trelew, nodo siderúrgico y pesquero; Comodoro Rivadavia-Caleta Olivia, como núcleo hidrocarburífero; y Río Gallegos, vinculado a la minería. Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur -conectada de manera fluvial al continente- cuenta con dos enclaves urbanos: Río Grande, capital industrial de la Argentina, y Ushuaia con un perfil turístico y de servicios. Este sistema urbano vincula ciudades costeras separadas por grandes distancias territoriales y marítimas, que en materia de conectividad encarecen la integración. Cuenta con una población de aproximadamente 625 mil habitantes y una baja densidad (3,9 hab/km²).

Geografía política

La historia de la Patagonia Austral ha estado marcada por una tensión constante entre las políticas de soberanía territorial, el desarrollo productivo y el posibilismo primarizante, con fuerte dependencia del sector externo. 

Primero fueron las lanas y las carnes, luego el petróleo, la minería y la metalurgia, y más tarde se sumaron la pesca y el turismo. Este modelo, si bien generó riqueza en el corto plazo, consolidó una economía dependiente de la explotación de bienes naturales, que sin una planificación integral sostenida en el tiempo, promoviera la ampliación de la matriz productiva.

En la década de 1940 se marca un punto de inflexión en la historia. El consenso industrialista de la época impulsó un despliegue socio-territorial sin precedentes en las ciudades atlánticas australes, fortaleciendo su economía y generando una explosión demográfica en los centros urbanos. El General Juan Domingo Perón sentó las bases para una política de malvinización  y soberanía sobre el Atlántico Sur, consolidando la presencia argentina en la Antártida y fortaleciendo nuestras Fuerzas Armadas.

En términos del desarrollo territorial, la creación de operaciones en Comodoro Rivadavia (YPF), Río Turbio (YCRT) y Puerto Madryn (ALUAR) trazan una línea histórica que se completa con uno hitos más importantes que asume la región: la Ley 19.640 de Promoción Industrial en Tierra del Fuego.

Como instrumento central de la política económica y demográfica de la Patagonia, esta medida tiene al día de hoy un impacto ineludible, en los objetivos de inserción territorial, convirtiendo a la ciudad de Río Grande en el mayor PBI industrial de nuestro país. Y estableciendo a 1000 km de la Antártida, un asentamiento provincial de 200 mil personas según el último censo, como una de las gestas patrióticas más significativas de Argentina.

Dilemas de la australidad

Uno de los mayores desafíos que enfrenta la Patagonia Austral es en materia de conectividad. Las enormes distancias que separan a sus ciudades, sumado a la falta de una planificación vial integral, dificultan las conectividades internas y encarecen los costos logísticos, limitando el potencial de integración productiva de la región.

Sin embargo, este desafío puede transformarse en una oportunidad. El litoral patagónico con su ubicación estratégica, puede convertirse en un polo de inversiones como corredor bioceánico, retomar la senda ferroviaria y construir puertos de aguas profundas, fortaleciendo su vinculación con los mercados internacionales y consolidando su rol como puerta de entrada y salida, de Argentina hacia el mundo.

La Patagonia atlántica se encuentra en una encrucijada productiva como consecuencia de una economía estructurada principalmente en torno a la industria hidrocarburífera. Hoy en día, está enfrentando el desafío del agotamiento de las cuencas tradicionales y el desplazamiento de las inversiones hacia nuevas tecnologías “no convencionales” en otras regiones del país. 

Esta situación genera incertidumbre y obliga a repensar el modelo de inserción regional, buscando alternativas que garanticen los reequilibrios territoriales. 

Nueva Centralidad

El único camino para alcanzar una efectiva política de soberanía sobre el Mar Argentino, las Islas del Atlántico Sur y la Antártida argentina es descentralizar el país. Y el objetivo es claro: poblar la cuenca austral, equilibrar las capacidades regionales del litoral patagónico y gestionar con la mayor eficiencia posible sus espacios terrestres, marítimos e insulares.

Frente a un gobierno que desde el 2024 ha abandonado las incumbencias históricas del Estado en materia de obra pública y planificación territorial, la inversión en infraestructura productiva, logística y el fortalecimiento de los trabajadores patagónicos, son los requisitos claves de cualquier innovación de cara al futuro.

No se trata de profundizar un esquema que encapsule a la Patagonia solo como “Parque Nacional del Planeta”, un sitio exclusivo del turismo internacional; sino profundizar los nuevos perfiles productivos para el agregado de valor, eje fundamental de cualquier intento de ampliación de la matriz productiva y mayor capacidad de absorción del empleo local. 

En el siglo XXI, si bien la tendencia al crecimiento demográfico de la región se mantiene -y se observa un aumento en las zonas extrapampeanas- las tasas de crecimiento han sido moderadas en comparación con el auge industrial y extractivo de décadas pasadas. A pesar de esta desaceleración relativa, la región continúa siendo una de las más dinámicas del país en términos de expansión demográfica.

Los sectores estratégicos como la economía azul (biotecnología marina, pesca y acuicultura), la industria tecnológica, la metalmecánica, las energías limpias (eólica, hidrógenos), la logística antártica, el turismo y el autoabastecimiento de alimentos, emergen como alternativas viables, pero no suficientes, si no están integradas y superan los grandes obstáculos estructurales.

Esto no es más que una corazonada del destino que tenemos por delante, que nos invita a soñar con las nuevas geografías y paisajes de nuestra nación, que vincula los sedimentos generacionales de una historia que viene de allá lejos, atravesando nuestro suelo, sembrando en nuestros hijos y los hijos de ellos, como los únicos destinatarios de las acciones que emprendemos para alcanzar algún día una Argentina más Grande.

El fin es el lugar donde empezamos…

  

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