La contradicción principal de la Argentina actual

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La contradicción principal
de la Argentina actual

Por: Pablo Garello

Pablo Garello es integrante del medio digital Rosca y Tinto y actual Secretario General de la Juventud Peronista del Partido Justicialista de Santa Fe.

La liberación nacional sigue inconclusa y el movimiento se pierde en discusiones de segundo orden. La estrategia sigue siendo dividirnos para reinar.


¿Cuál es nuestra contradicción principal?

Desde principios del Siglo XIX nuestros enemigos confían en una estrategia infalible: divide y reinarás. Diplomáticos, embajadores, ministros y comerciantes ingleses hicieron lo imposible para abortar el plan continental de Simón Bolívar y de José de San Martín que consistía en crear una Gran Nación Hispanoamericana.

Para erigirse como potencia mundial, Inglaterra debía balcanizar América del Sur; comerciar en términos favorables con decenas de republiquetas bananeras recién inventadas y no con un enorme continente. La estrategia fue clara: romper alianzas entre países hermanos y cooptar a las elites monoproductoras para imponer la división internacional del trabajo. Carne y granos en Argentina, café en Brasil, minerales en Chile, Perú y Bolivia, frutas tropicales en el Caribe. Se hacían de las materias primas y nos vendían las manufacturas. Nuestras naciones quedaban chicas e impotentes, con un mercado interno famélico incapaz de llevar adelante un proceso de industrialización.

Cuando, más de 100 años después, Juan Perón intenta proyectar el ABC (la unión de Argentina, Brasil y Chile como base de la integración sudamericana), vuelve a aparecer el enemigo anglosajón, esta vez desde América del norte, para intentar boicotear los planes. Las potencias imperialistas detestan el más tímido atisbo de unidad. La premisa hoy, como hace doscientos años, sigue funcionando: divide y reinarás.


La premisa hoy, como hace doscientos años, sigue funcionando: divide y reinarás.

Al final de su vida, el líder justicialista percibió el problema de la división con respecto a la política Argentina y esbozó el modelo argentino (1974). Que en su objetivo primario establecía:

Un Ámbito de Coincidencia Nacional

El primer objetivo del Modelo Argentino consiste en ofrecer un amplio ámbito de coincidencia para que de una vez por todas los argentinos clausuremos la discusión acerca de aquellos aspectos sobre los cuales ya deberíamos estar de acuerdo.

“Es imprescindible que mis conciudadanos comprendan que la presencia central del Justicialismo en un Modelo que deseo para todos los argentinos, sin exclusiones de sectores, no responde al intento de forzar una indebida generalización de principios meramente partidarios (…) No tengo dudas que éste es un momento crucial de nuestra Patria; o profundizamos las coincidencias para emprender la formidable empresa de clarificar y edificar una gran Nación, o continuamos paralizados en una absurda intolerancia que nos conducirá a una definitiva frustración.”

Es la época en que Perón modifica la verdad número 6 de: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista” por la de “Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. Y resulta increíble que el 1ro de Mayo de 1974 pase a la historia como el día en que Perón echó de la plaza a Montoneros marcando la división y la ruptura, y no que Perón leyó ante la legislatura nacional el discurso del Modelo Argentino, ¡donde establece la unidad de todos los hombres de bien! Es esta propuesta de unidad real en torno a valores humanos (no ideológicos) la que persigue la grandeza nacional y la felicidad popular, comprendiendo que el faccionalismo solo beneficia los intereses foráneos.

Como dijo el Martín Fierro:
“Los hermanos sean unidos/porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera/en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean/los devoran los de afuera.”

Además de la unidad, este tercer Perón comienza a esbozar una idea que no estaba conceptualizada en sus primeros años. Es la idea de liberación nacional, que aparece fuertemente en La Hora de los Pueblos (1968) y por supuesto en el Modelo Argentino. En su primer gobierno, el peronismo sí lleva adelante un proyecto de liberación, pero esto no se refleja conceptualmente en los escritos de la época como lo va a hacer a finales de los 60 y principios de los 70.

Por supuesto que el clima de época tiene que ver: los movimientos de descolonización, el auge del tercer mundo y el binarismo imperialista de la guerra fría, inciden. Pero también es la comprensión cabal de que la división permanente solo conduce a la frustración política. De allí que aparezca la idea de liberación nacional: ¿Qué argentino de bien no va a desear la independencia y soberanía de su Patria? ¿Qué valor más noble que ese puede existir? ¿Qué tarea más urgente y prioritaria?

Por supuesto que sin esta liberación, la realización plena de todos los compatriotas no puede existir. La felicidad y la grandeza, son imposibles en un país subyugado material y espiritualmente. Por eso este principio nos ordena en la tarea del momento: Unidad para la Liberación. Y aquí entran dos conceptos que remiten a la misma idea: contradicción principal y economía de fuerzas.

El primero es un concepto que viene de la izquierda nacional. Es decir, no aquella internacionalista, sino que entiende la política de forma situada, espacial y temporalmente. Mao Tse Tung lo plantea desde China, en Argentina es retomada por militantes de la izquierda nacional como Abelardo Ramos y Milcíades Peña. Básica y resumidamente, la idea de contradicción principal establece que en el desenlace histórico de un pueblo existen luchas principales y luchas secundarias. Por ser China una nación semicolonial sometida al imperialismo, según Mao, la contradicción principal se da entre el pueblo (en su enorme complejidad) y el imperialismo; y no entre la burguesía y el proletariado como ocurría en Europa.


La felicidad y la grandeza, son imposibles en un país subyugado material y espiritualmente.

Abelardo Ramos plantea algo similar: Argentina es una semicolonia agrícola que vende materias primas y compra manufacturas. El imperialismo controla el comercio exterior, los bancos, las minas, los ferrocarriles, los fletes, los seguros, dejando una economía interna anémica y remitiendo las ganancias al exterior. Tiene un único socio local que se beneficia con el modelo: la oligarquía terrateniente.

Este sistema opresor asfixia tanto al trabajador como a la débil industria nacional ¿Cómo estos grupos se van a enfrentar? Al contrario, ¡deben ser aliados, luchar juntos en pos de la contradicción principal! Obreros, peones, ejército y burguesía local deben luchar contra el enemigo prioritario (en ese momento Gran Bretaña y sus corporaciones) y no entre ellos. Según la izquierda nacional, esto es lo que condujo Perón: un frente policlasista de liberación nacional.

Traduciendo: en política hay que establecer objetivos estratégicos y objetivos tácticos. Nuestro objetivo estratégico sigue siendo romper las cadenas que impiden nuestra autonomía nacional. Un país que tiene una deuda exorbitante con organismos internacionales, que tiene un tercio de su territorio controlado por la OTAN, que tiene su comercio exterior manejado por 5 cerealeras extranjeras, que tiene parte de su tierra extranjerizada (principalmente en la Patagonia con los Lewis y los Benneton), que no tiene flota mercante propia (el flete se lo hacen los de afuera), que los bancos que operan son principalmente del exterior, que su principal arteria fluvial será concesionada a una multinacional europea, que no controla ninguno de sus recursos minerales, que tiene intervenido todos sus circuitos económicos por grandes fondos de inversión, que no tiene soberanía tecnológica, que sus tierras producen granos para los chanchos del sudeste asiatico y para los bolsillos de financistas norteamericanos y no para alimentar a su pueblo. Que su cultura y su espíritu están totalmente prostituidos por el globalismo y el dios dinero.


Nuestro objetivo estratégico sigue siendo romper las cadenas que impiden nuestra autonomía nacional.

Argentina es una semicolonia y la contradicción principal se reduce a terminar con el sometimiento del capital extranjero (y sus socios menores locales) sobre nuestro pueblo. Por eso Perón en el modelo argentino habla de unidad en pos de la liberación. Por eso en 1952 esboza la idea de economía de fuerzas, cuyo principio era para él, la médula misma de toda conducción política.

El principio de la economía de fuerzas establece, como condición fundamental para vencer en la lucha política, que es necesario ser más fuerte en la acción en un momento y en un lugar, que es donde se produce la decisión. Observen ustedes que esto es toda una técnica que no obedece solamente a la lucha. Es un principio casi universal y permanente en la vida. Se cumple ese principio cuando decimos que hay que aprender una sola cosa a la vez; o que no hay que buscar cosas que respondan a dos objetivos, sino a uno solo. Dedicar los medios principales a las cuestiones principales, atendiendo las secundarias también con medidas y medios secundarios.

El principio de la economía de fuerzas consiste en ser más fuerte, vale decir, en dominar la situación política en un lugar y en un momento: en el lugar donde sea más decisiva y más principal, en el momento en que sea más decisiva y más principal.

Como se darán cuenta, la de economía de fuerzas es una idea similar a la de contradicción principal: dirigir las energías principales del movimiento político a aquello más importante. No desesperarse por todo, detenerse, pensar, analizar. No dejarse comer por el inmediatismo del sistema político liberal o por las modas bienpensantes de los países desarrollados. Elegir el objetivo estratégico.

Jauretche también sostenía la misma idea. En un discurso conmemorativo del aniversario de FORJA, dirá:

“Cuando se nos acusa de tener una visión parcial del panorama, al referir las causas de nuestros males presentes y pasados al fenómeno imperialista, tenemos que contestar con una directa acusación. Todas las actividades políticas que prescinden de ese hecho fundamental, están destinadas exclusivamente a impedir el planteo básico de los argentinos. Ya llegará la hora de disputar la distribución más equitativa de los bienes entre nosotros. La hora de plantear los problemas de lujo que dividen por motivo de confesión religiosa, de organización jurídica de la familia, de sutilezas pedagógicas. He dicho en muchas esquinas de Buenos Aires y lo he repetido muchas veces: “No es tiempo éste para pelear por las achuras como los perros de los mataderos, mientras el abastecedor se lleva la res entera”.

Es un párrafo excelente, de plena actualidad y de una síntesis envidiable. ¿Realmente nos vamos a pelear por la interna a concejales en el último rincón de la Argentina? ¿Realmente nos vamos a dividir por cualquier boludes para no enfrentar las luchas reales que tenemos como argentinos?

Aporto un ejemplo para más claridad. En mayo de 2018 Macri anuncia el préstamo con el Fondo Monetario Internacional de 50 mil millones de U$D. El más grande de la historia Argentina, el más grande para el FMI contando todos los países del mundo. Un crédito que nos endeudó a 100 años y someterá a generaciones y generaciones. Una deuda que no se ejecuta para cobrarnos, sino para quitarnos independencia económica, someternos a planes de ajustes y evitar nuestro desarrollo.

Sumado a eso, seguir saqueando nuestros activos en recursos naturales. La de ese mayo era una discusión trascendental para la Patria, para su soberanía y su integridad. Sin embargo (y usted lo puede verificar ahora mismo en google), ese mismo mes fue el más álgido en relación a la discusión por el aborto. Sí, en el mismo momento en que debíamos frenar como sea una deuda leonina, estábamos peleando dentro del movimiento entre católicos y proabortos, celestes y verdes, por una discusión totalmente menor. La noticia del FMI pasó desapercibida, o al menos no fue tomada con la atención que merecía. El préstamo salió y la Argentina volvió a entregar su soberanía financiera. Por supuesto que esto no fue culpa ni de la militancia ni menos que menos, del movimiento feminista. Esto fue culpa de la dirigencia superior y de su falta de conducción estratégica. De la falta de unidad de concepción y de acción, la falta de prioridades en la lucha política, la falta de doctrina.

Y ojo, para los desprevenidos y pícaros: no estoy diciendo que estuvo mal que salga la ley. Mi opinión sobre el tema ni siquiera importa. Estoy diciendo que no podemos invertir las prioridades. Me refiero a un tema de praxis política permanente, no de puntualidades de la coyuntura. El enemigo en ese momento no eran los celestes (fundamentalmente las clases bajas, que decimos representar) era el FMI, EE.UU. y la oligarquía financiera. Un enemigo muy poderoso frente al cual no podíamos dividirnos por cuestiones morales o religiosas. Y lo hicimos.

Como este, hay innumerables ejemplos. Y con las categorías de izquierda y derecha, ocurre algo similar: existen para dividirnos. Estos conceptos surgen a fines de SXVIII durante la revolución francesa y en un comienzo se expanden a los países desarrollados. Países que tenían resuelta la cuestión nacional, eran soberanos y tenían independencia económica: se habían industrializado.

Entonces la contradicción fundante allí se daba dentro, entre los dueños de la propiedad (los burgueses, “la derecha”) y los trabajadores (“la izquierda”). Había una dominación de una clase sobre otra, no una dominación extranjera.Como aquí la sujeción proviene de afuera, la contradicción principal es entre argentinos e imperialistas. Lo que se traduce también entre los de arriba y los de abajo. ¡No entre izquierda y derecha!

O acaso yo les pregunto ¿Es de derecha un cura que organiza un bachillerato popular en la villa solo por su religiosidad? ¿Es de izquierda una universitaria de Recoleta que habla con la E y está a favor de la liberación animal? ¿O se derechizó un albañil que votó a Milei porque estaba cansado de que el sistema político no atienda sus demandas más elementales? Como se darán cuenta: son categorías que no sirven, no explican nada. Nosotros debemos ir por un nacionalismo popular amplio, que incluya, que no sectorice ni genere pugnas intrascendentes. Que atienda a la contradicción principal por sobre disquisiciones menores. Que se plantee objetivos estratégicos para lograr de una vez por todas un país con soberanía política, independencia económica y justicia social.

  

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