¿Querés ser tu propio esclavo?

COYUNTURA

¿Querés ser tu propio esclavo?

Por: Leyla Bechara

Leyla Bechara es politóloga (UBA), militante peronista, trabaja en marketing y comunicación digital. Además de en este medio, pueden verse publicaciones escritas y audiovisuales en Revista Demodé y CEIBO.

¿Qué hay detrás de ser una influencer de la política? ¿Qué vende y a quiénes se dirige? Un análisis crítico al documental “¿Cómo ganar plata?” de Ofelia Fernández.


Rockeros bonitos, educaditos con grandes gastos, educaditos.

Música para pastillas
Patricio Rey y sus redonditos de ricota

Hace solo unos meses, Ofelia Fernández dejó la política institucional avisando a sus seguidores que entendió que ahí no queda más nada. Al igual que lo entendió Nati Jota, muy a pesar de ser el foco de las críticas progresistas por tibia, el sentido común de la época nos señala el problema. El sentido común ordena. Es Yanina Latorre aunque no nos guste. Triunfa en poder explicar el mundo y Ofelia busca lo mismo con su nuevo producto audiovisual realizado en conjunto con la Fundación Fundar y Corta, donde durante casi 60 minutos se dedica a explicarnos el mundo del trabajo. Después de los partidos políticos viene la vocería mediática. Una suerte de camino inverso al de Javier Milei ¿Qué hay detrás de ser una influencer de la política? Sin cargos públicos, ¿a qué se dedica un dirigente en el Siglo XXI?

A pesar de las acusaciones de Latorre a Ofelia por tener el “CUIT virgen”, Ofelia misma sabe que los tiempos que se avecinan la pueden tener en la vanguardia de la conversación pública y política. Así como fue pionera durante la oleada del feminismo, logrando ponerle nombre y representación a una agenda que evitaba a toda costa entrar en la discusión partidaria y nos permitía aplaudir en llanto a Silvina Lospennato, el año 2024 nos encuentra desentendidos de las discusiones partidarias. Es tan confuso el presente que hasta el kirchnerismo, que hasta no hace mucho denunciaba por pejotistas a quienes intentaban recuperar ese espacio, ahora reclama el Partido para sí.

El sentido común confirma, Milei mediante, que no hacen falta Partidos para transformar el sentido de época y Ofelia es producto mismo de ese proceso. La aparición de Juan Grabois aletargó su devenir natural, haciéndola parte de una estructura partidaria, a la vez que la expuso a una maquinaria que constantemente le ofrecía mejores joyas. 

Simbólicamente suelta e inorgánica, Ofelia encuentra lugar para su praxis política en las redes sociales. Dejó atrás la disputa por el PJ Capital de la mano de Pedro Rosemblat, cuando recorrían básicas y centros culturales de la Ciudad, y retoma su viejo skill de escribir guiones audiovisuales. Al final Ofelia, en el fondo (como casi todos nosotros), es una creadora de contenido más. La pregunta es ¿qué nos está vendiendo?

¿Por qué la discusión?

Tengo un colega que me recuerda como mantra que las transformaciones se observan primero en la cultura, después en la economía y por último en la política. Algo me hace pensar que la política argentina no solo está llegando tarde a la reforma laboral, sino que está llegando vaga. La planificación y la mediación estatal en la vida social fue reemplazada por la inmediatez y la velocidad de la circulación[1] de la información. Y la capacidad de imaginar futuro quedó relegada a la creatividad de locos delirantes que sueñan con poblar Marte mientras miles de niños se cagan de hambre en África. Así de fragmentada está la cosa, que unos juntamos firmas para que los senadores “voten bien” y otros hacen soft power para legitimar la extinción humana a niveles interplanetarios. Sin llevarlo al extremo, Elon Musk presenta sus nuevos robots autónomos mientras a nosotros nos maravilla haber hablado más de dos palabras con un Rappi, salteando la costumbre de conversar sólo para mostrarle el código y decirle que le dejamos propina en la app. No imagino las cosas que comprendería del mundo tan sólo si me dijera cuánta guita hizo esta semana.  

La muerte del utopismo en las izquierdas globales es más bien la muerte de la izquierda. Porque ya no existe derecha: solo existe adelante. A donde sea que nos esté llevando el curso de las cosas, parece ser más un tiempo de cagarse en esa velocidad y no ceder ni un solo paso a la propuesta de reformismo constante. 

Mientras el mundo en su conjunto muestra sin mucho velo los efectos irrenunciables de su sistema de reproducción de la miseria, no habrá justificación alguna para defender que unos pocos quieran hacernos conformar con las condiciones de vida actuales. Si el mundo propone una aceleración, tenemos que ser capaces de intervenir en la dirección de esa velocidad y no ser el lastre conservador y reaccionario de una comunidad cuya existencia se sostiene de sobrevivir más que en la idea de una vida mejor.

En las siguientes preguntas, intentaremos hacer un aporte al debate que Ofelia inaugura en el documental, con el interés de marcar la tensión y la incomodidad en las consideraciones sublimadas sobre el trabajo, la productividad y la realización personal. Como lo manda nuestro compromiso, creemos necesario recuperar esa capacidad crítica para poder marcar el límite entre la vocación transformadora de una patria soberana y el conformismo reformista propio de una semicolonia.

01. ¿Quién está pensando en la reforma laboral? 

Una de las primeras preguntas que me generó el anuncio del documental fue ¿a quién estaba dirigido?  ¿A quién le “sirve” este mapeo sobre el mercado del trabajo actual? Los primeros descartados por obvias razones son los propios jóvenes. Con tan sólo dos años en el mercado de trabajo cualquier hijo de vecino comprende los pormenores, límites y posibilidades que hoy ofrece el gran mundo globalizado para hacer un cv (páginas web donde se puede pagar para que una IA te lo diseñe), difundirlo (otras plataformas como LinkedIn, CompuTrabajo, Wework, etc) facturarlo (Behance, MercadoPago, Lemon) y/o escalarlo (Tik tok e Instagram como principales plataformas para viralizarse y escalar ventas). Podemos asegurar que en la generación jóven existe una suerte de idiosincrasia nativa tecnológica que reclama una actualización constante en el arte de la venta, de la propia subjetividad, pero superficialmente al menos, de la fuerza de trabajo. Las capacitaciones que antes reclamaban los trabajos formales, ahora llegan en forma de renovación de tendencias y la aparición de nuevas plataformas cada dos meses.

La segunda población objetivo posible para este producto audiovisual podría ser la sociedad en general, lo cual también sería un error en términos de estrategia comunicacional porque según el mismo documental, un casi 60% de la población económicamente activa además de estar integrada en este mercado de trabajo, lo hace en condiciones de precariedad ¿Qué novedad le estaríamos trayendo para que comprenda su propia condición? A menos que creamos que hay que iluminarlos, o en términos marxistas, que tomen conciencia de clase. Creo que la boleta de luz nos resuelve bastante ese problema.

Nos queda un tercer sector, y es justamente el tercer sector. En las sociedades contemporáneas, los partidos políticos como estructuras institucionales de formación y representación de intereses han perdido su capacidad de injerencia e impacto. Como correlato de esta retirada de los Partidos, las Organizaciones No Gubernamentales han pasado a explicar gran parte de la investigación y el lobby en políticas públicas. 

Son la tercerización de la política. Diagraman políticas públicas con el fin de influenciar a legisladores y ofrecer un marco de información “técnica y objetiva”, que nunca es neutral, sobre diversas áreas de la sociedad civil. Su trabajo es mediar entre la Sociedad y el Estado y, en términos reformistas, lo hacen muy bien. Son verdaderos burócratas profesionales.

En el evento de presentación del documental se pudo ver, gracias a la cobertura de Corta, el público objetivo. Funcionarios, legisladores, ex funcionarios, dirigentes políticos, empresarios y líderes de opinión (para no decirles periodistas) que están alejados de la realidad del mercado de trabajo. Más bien, su mercado de trabajo se sostiene en la misma invisibilización de la realidad del trabajo. Si hablaran con un Rappi todos los días, imagino, tendrían más incentivos para prender fuego todo. Dejamos la pregunta abierta sobre la propia disposición de Ofelia para articular como mediadora entre una sociedad que es dinámica en una velocidad inusitada y una dirigencia política cuyo mote de casta será difícil reemplazar en los próximos años.

02. ¿Somos todos economicistas?

Transcurridos los primeros minutos del documental aparece una primera condición sublimada sobre el trabajo. Las bondades y perjuicios de las condiciones laborales son remarcadas en una suerte de pros y contras en cada tipo de trabajo a lo largo del tiempo. Esta especie de excelización en la que es posible agarrar lo mejor de cada época y descartar lo malo asume una actitud de realismo reformista.

Pero para discutir este punto es importante partir del concepto de trabajo. Según Marx, (paciencia con este sketch) el trabajo es algo más complejo, donde intervienen no sólo las condiciones de producción dadas por la misma sociedad sino también los costos de reproducción de esas mismas condiciones de producción. 

Para hacerla simple, no existen buenas o malas condiciones de trabajo, existen condiciones objetivas sobre las que la fuerza social puede y necesita ser reproducida para garantizar el maldito excedente que genera que vivamos en el capitalismo. La consideración sobre la mirada más bien subjetiva (esta idea de bueno y malo, deseable o no deseable) sobre el valor social del trabajo, pone a Ofelia y a su documental más cerca de la idea de Oferta y Demanda del economicismo que de la productividad objetiva justicialista. En un sentido ideológico, no hablar de ciertas cosas, deja a las ciertas cosas operando por lo bajo. Ser neutral también es tomar una postura.

Es en la charla que Ofelia mantiene con la trabajadora de Marolio donde esta distancia se hace carne. Cuando Ofelia le pregunta si “siente que gana bien” la joven trabajadora duda, reconoce que le gustaría ganar más. Ofelia mete el dedo en la llaga: “¿comparado con tus amigas también?”. Y ahí la Jefa de Desarrollo de Marolio explica para el sentido común una verdad irrefutable. Gana mucho mejor que sus amigas cuyos trabajos informales todavía las dejan vivir, pero sentencia “obviamente, es otro tipo de trabajo, por lo tanto, otra ganancia”. La sola consideración de a cada tipo de trabajo, le corresponde una ganancia, pone de manifiesto que hay trabajos más valorados por la sociedad. Por supuesto que fabricar 400.000 paquetes de fideos diarios es más valorado que hacer nail art en un monoambiente de Palermo. Y por supuesto que en los 400.000 paquetes de fideos pasa más fuerza de trabajo argentina que por las uñas.

Pero para el sentido común, al menos de este documental, el punto no es lo que la sociedad valora de cada tipo de trabajo sino la libertad que la sociedad le reconoce a cada tipo de trabajo, es decir, bajo qué condiciones cada trabajador puede reclamar más libertad (sin jefes, sin horarios, sin estructura, sin contrato).

Para resumir, todo su desarrollo parte de reconocer que en el mercado de trabajo ya no rige el valor del trabajo sino más bien el precio de la libertad del sujeto trabajador, casi en un movimiento que dar por saldada la inevitabilidad de la precarización y la flexibilización como condiciones inobjetables del sujeto humano. Por eso, la propuesta es clara: “más derechos” implica reconocer más libertades ¿Dónde queda el trabajo que necesita la Argentina para abandonar justamente la inevitabilidad de la inserción tercerizada y primarizada en el mercado internacional?

Frente al desorden del mercado internacional, la globalización de las fuerzas productivas y la liberalización de la economía, la masa trabajadora -que ya no responde a ninguna planificación estratégica-, encuentra incentivos para hacer plata. No es a través del trabajo que uno llega a “ser alguien”. Y con la cantidad de trabajos que se necesitan para sobrevivir, tampoco es en el “estar siendo” que uno es alguien[2]. En este marco de competencia irrestricta por la supervivencia, es difícil pensar que la libertad es un valor en sí mismo. Esto no quita que sean necesarias formas de regular e intervenir en las condiciones laborales existentes, pero sí propone una visión un poco más arriesgada para solucionar una deuda que no tiene dos años y que anticipa consolidarse como estructural sino leemos las raíces que la fundamentan.

03. ¿Otra vez con lo del Plan Cóndor?

Entre las razones que Ofelia y los guionistas eligen para poder explicar el presente del trabajo descartan aquellas que se detienen en los intereses políticos que hubo detrás de la liberalización de nuestra economía durante la última dictadura militar. Casi como por una cuestión de economía del tiempo no parece haber necesidad de ni siquiera mencionar que una de las principales consecuencias del terror genocida fue la desarticulación del movimiento obrero y la reforma estructural de la economía argentina.

La omisión directa sobre el plan de Martínez de Hoz, legado reconocido por el propio Milei, conflictúa cualquier análisis posterior sobre la realidad del trabajo, porque da por sentada una planificación de la economía imposible. “El mercado es esto, así funciona, así te generás tu trabajo, mejor hacerle ajustes”.

Es una postura contundentemente conformista sobre las posibilidades que una crisis como la que incluso Ofelia se encarga de delimitar hacia el final (pandemia, guerra, revolución tecnológica) abre para este tipo de discusiones. Comprender por qué la fragmentación no es una pregunta menor. Porque más allá del mapeo fino, más allá de hacer un excel con los pros y contras de cada tipo de trabajo que existe en la República Argentina, las condiciones de posibilidad para esa fragmentación pueden brindar una proyección para evitar más fragmentación, más descalabro y más miseria.

Luego de los 90s, una vez que estalló la crisis económica del modelo financiero legado por la dictadura y consolidado Menem, lo que llegó fue una especie de parche a la crisis social. Una vez recuperados los índices de actividad y producción, la marginalidad estructural que se consolidó producto de la transformación de la matriz productiva fue contenida con las Organizaciones Sociales, los subsidios y los planes. “La clase peligrosa” de Juan Grabois lo explica perfecto.

Esa marginalidad estructural fue institucionalizada por el Kirchnerismo, se le dio un Ministerio durante el Albertismo y hoy forma parte fundamental de la sociedad argentina. La pregunta honesta que encierra la etapa es si vamos a seguir emparchando al modelo liberalizado de los Martínez de Hoz o vamos a recuperar la planificación de nuestra economía de manera soberana y estratégica. 

Para algunos esta puede ser una pregunta utópica. Incluso Ofelia se encarga de recuperar algo de la visión realista y pragmática que sin dudas demanda la etapa. Pero teniendo en cuenta que no cumple ninguna función pública y que su formación política la tiene más cerca de la experiencia de la organización colectiva, es llamativo al menos que la propuesta para resolver un conflicto de larga data parta de un tímido mapeo para diputados con más de dos gestiones al hombro ¿Esta es nuestra ley bases? ¿Seguir trabajando para el reformismo? 

04. ¿Cuál es el trabajo del futuro?

Para muchos espectadores es probable que las consideraciones acá volcadas sean obvias e innecesarias de remarcar, aunque el intento es más bien una apertura del debate y no la sutura de la discusión. En tal caso, alguien tiene que hablar de la masificación del trabajo sexual en plataformas como only fans y la proliferación de distintos formatos de esquemas ponzi. Sin ir más lejos hay un pueblo entero en la provincia de Buenos Aires subsumido bajo una estafa piramidal que usa lenguaje cripto para generar expectativas de ingresos a sus participantes. La promesa de plata fácil no es una novedad y con cada crisis económica revive el cuento del tío. ¿Cuál es la novedad de este presente y qué anticipa del futuro?

Otra de las cosas que por omisión llama mi atención son los estudios. Los únicos entrevistados que hablan de su formación son la piba de Marolio y el Policía y, de hecho, ambos hablan bien de la misma. El resto dejó sus estudios. Nunca accedió a la posibilidad o ni siquiera los menciona.

En un contexto de claro repliegue y desfinanciamiento de la Educación Pública (y observen que con intención no lo reduzco a la Universidad) es al menos provocativo pensar que la inserción en el mercado de laburo tiene que ver más con la intención del sujeto trabajador de “crear su propio trabajo” que “prepararse para trabajar”.

Durante la campaña electoral Sergio Massa era uno de los pocos que hablaba de los recursos humanos argentinos, calificados y aptos para competir en el mercado internacional de la economía del conocimiento. Hoy por hoy, Argentina es de los países que más agregado de valor genera en la economía del conocimiento y cuenta con una estructura impositiva y cultural completamente desarticuladas de esta producción de valor. Pero, además, ranquea como prestador de mano de obra barata por la nula intervención en la gestión de sus cuadros académicos, ofreciendo una evolución del telemarketer y convirtiendo a graduados de Letras en entrenadores de IA para chats sexuales de plataformas extranjeras.

Desarrolladores y programadores responden casi en su totalidad a una economía transnacionalizada, donde el valor que la Universidad Pública generó se dedica a exportar capital para intereses que poco tienen que ver con las necesidades de infraestructura, circulación y flujo de información en el que Argentina bien podría tener un diferencial.

Para una sociedad en crisis como la nuestra, en qué desarrollos queremos que trabajen nuestros pibes es una pregunta que regula y guía la planificación de incentivos y expectativas que puede legitimar y construir la sociedad en su conjunto.

Mientras un esquema ponzi genere más prestigio social, por resolver en menos tiempo y con más escala, el problema de la estabilidad económica individual, no habrá forma de reorientar el sentido del trabajo colectivo. Seguiremos trabajando para sobrevivir.

Hacia el final del documental Ofelia sentencia: hay una reforma laboral de hecho. ¿Es este intento de explicación de esta reforma (que insisto, es la continuación del Plan Cóndor) una forma de darle legalidad al asunto, perdonar por los errores y mirar adelante o una invitación a recuperar la soberanía política sobre los destinos de la Patria?

¿Cuál es el precio de transformar la Patria?

Si tomamos a éste como un primer paso en una discusión generacional, honesta, adulta y responsable sobre los debates que hacen a nuestro futuro, es esperable que se de en redes sociales, en formatos divertidos y bien curados, sintéticos y hasta por momentos chatos. La política parece decirnos que no está para resolvernos ningún problema. Como mucho, podemos aspirar a sentirnos representados en marcadores estéticos, tonos, audiencias y lenguajes. Pero no reclamemos audacia, ni mucho menos innovación cuando se trata de pintar alguna imagen de futuro. Es en ese contexto que Ofelia reclama un respiro para todos.

La intención tranquilizadora sobre el caos bajo la premisa de “poner orden” responde a la confusión generalizada que cualquier sub35 hoy presiente y vive diariamente ¿Que efecto tiene este clonazepan en forma de video aesthetic?

En un mundo donde la mediación y la representación se volvieron meme, la información circula en cápsulas demasiado literales, ocultando toda dimensión compleja y tensionada de la ideología. Los políticos se parecen a los influencers y los influencers se parecen a los políticos porque la operación es la misma. La democracia representativa parece decirnos a todas luces, que no es de abajo hacia arriba como se construyen dirigentes, intereses o incluso poder. Es a través de estas mediaciones vaciadas, memes, reels, videos, imágenes, tuitardos, que uno acumula sentido de época y puede dirigir a la masa a una comprensión chata sobre su propia realidad y hasta ofrecer una reforma laboral más digerible.

El sentido común ahora no necesita de Mirta Legrand los domingos al mediodía. Necesita diputados en el Congreso, porque para todos, los hilos están demasiado ocultos y nadie se tomaría el trabajo de desmontarlos.

Al final, nadie trabajaría por un laburo que paga poco y nada.

PD: No es para nada casual, ni accidental que en todo el documental ni en esta nota se haya mencionado ni una sola vez a la Confederación General de Trabajo. El ejercicio de reflexión debería convocar a todos a pensar por qué.


[1] Ver más en Immediacy, or the style of too late capitalism de Anna Kornbluh

[2] Ver más en Geocultura del hombre americano de Rodolfo Kusch

  

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6 comentarios

  1. Entre muy enojadita por que criticabas a Ofelia. Pero la verdad, ahora tengo mas preguntas que antes. Como una buena critica creo que complementa al documental para seguir pensando y analizando. Excelente Bechara.

  2. Muy buena la nota.
    Recién termino de ver el documental y me generó las mismas preguntas. La línea que lo conduce es esa «libertad» de los trabajadores e incluso el trabajo en donde se «divierten» y donde se «aburren», poniendo una cuota moral que ella misma dice no querer poner. Y en esa línea, no problematiza que los que tienen un trabajo libre, laburan casi 12 hs por día. Opone oficina aburrida vs horario libre y divertido, pero no indaga que todos los trabajadores informales / libres/ divertidos sueñan con estabilidad ( el de rappi con tener su baberia, la prof de educación fisica el circo incluso la camarera) Tampoco problematiza o pone en discusión que la flaca de marolio estudió y por eso accede a mejores condiciones laborales y salariales.

  3. La gran pregunta que le falta al documental es ¿cómo hacemos una contra reforma laboral frente a lo ya funciona «de hecho»? ¿Como hacemos para que el trabajo formal sea más atractivo que cualquier otra forma de precarización? Por ejemplo, ¿Es posible imaginar una aplicación de delivery, nacional, que ofrezca relación de dependencia y no exponga a los pibes a matarse en la moto para no ser castigados por el tiempo?

  4. Noto cierta pica, no se si la hay o no, pero algunos puntos de tu análisis me dejan preguntas y eso es un montón. No mencionas el largor del documental, que creo que tambien podría ser parte del punto ¿A quien esta dirigido?. Acaso no dicen que les jóvenes no miran cosas tan largas? El documental requiere y reclama atención, dudo que sea tan visto como sí escuchado… de fondo.
    Buen análisis. Gracias.

  5. «En un mundo donde la mediación y la representación se volvieron meme, la información circula en cápsulas demasiado literales, ocultando toda dimensión compleja y tensionada de la ideología.» Esta idea en algún lado la tenés desarrollada? La primera parte parece cierta, pero la segunda es un tanto cuestionable. El meme y twitter no ocultan la ideología, por el contrario la panfletean. Cuanto mucho ocultan las condiciones de fondo (esas que llamas objetivas) que una crítica como la presente puede exponer, mostrar o lo que sea.
    Una ideología es una creencia que justifica la acción eyectándola del campo moral o incorporándola según convenga. Pero su correlato material tiene que ser una práctica social (cosa que enumeraste en el artículo); no debería «flotar en el aire». Por eso me llama la atención que la conclusión sea que el contenido es la Idea (en este caso vacía del meme, twittardo, etc.). El aspecto formal de la Idea y el contenido no se diferencian, entonces de lo que se trata es de hacer más y mejores contenidos-formales. Esa es la conclusión? Porque de ser así, lo único que hay que hacer es tomar «la forma violencia» y cambiar los nombres (contenido) de un panfleto a otro. No entiendo hasta dónde alcanza la crítica y cuando empieza la condena.
    El problema que tiene esto es que no hay «un afuera» de la lógica neoliberal (globalización). Es el triunfo del «cómo» por sobre el «qué». Con el detalle de que en el aspecto internacional parece que las fichas se están reacomodando en disputa justamente con esta lógica.
    La propia crítica parece un claudicar, una no alternativa. Parecería querer decir que hay que aceptar que el «sueño» del transhumanismo (incluso el más falopa) llegó para quedarse y está bien que así sea. El sueño es dentro del sueño.
    Sin más que decir, el art me pareció interesante. Sldos.

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