El coloniaje avanza

El coloniaje avanza

Por:  Agustín Chenna

La propuesta de Javier Milei en relación a la política internacional: alineamiento al eje EEUU-Israel y subordinación a la OTAN y a la OCDE.


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PLANES SOCIALES SÍ
EDUCACIÓN PÚBLICA S
Í

Eso reza la última imagen viral de campaña de Javier Milei, necesaria luego del video que se hizo viral donde era notorio que leía lo que estaba diciendo y, centralmente, que no creía en nada de eso.

Dado que la democracia liberal no requiere ningún tipo de compromiso entre las promesas discursivas de campaña, la plataforma partidaria inscripta en la Justicia Nacional Electoral y los actos de gobierno que realiza cada candidato una vez que gana las elecciones y accede al Poder Ejecutivo, es menester analizar -objetivamente- cuales son las verdaderas intenciones que esconden cada uno de los candidatos. Y, para eso, la forma más sencilla es remitirnos a las declaraciones de ellos mismos cuando no habían sido todavía asesorados por el domador de reposeras y rey de la estafa electoral, Mauricio Macri.

En este informe analizaremos tres de las posiciones políticas más rupturistas de La Libertad Avanza, el frente electoral que lleva como candidato al economista Javier Milei. En primer lugar, lo que ordena a toda la política nacional: la política internacional, donde el candidato propone una “alianza” con Estados Unidos e Israel. En segundo lugar, la política monetaria: cierre del Banco Central de la República Argentina y dolarización de la economía en reemplazo del peso argentino. Y, por último, en cuanto a su política de derechos sociales analizaremos la destrucción de uno de los principales baluartes de la Nación Argentina en el mundo (y la principal política, justamente, del Estado liberal de Sarmiento, Roca y compañía): la educación pública y estatal.

Javier Milei en su visita a Mark Stanley, embajador de los Estados Unidos en la Argentina, en octubre de 2022 | Créditos: Twitter oficial del embajador Stanley (@USAmbassadorARG)

“La verdadera política es la política internacional”. El proyecto liberal de subordinación a la OTAN y al eje Estados Unidos-Israel

Como dijimos antes, resulta sorprendente que, si nos remitimos a la plataforma electoral de La Libertad Avanza, no existe ningún tipo de planteo o desarrollo referido a la política internacional que tomaría un posible gobierno de Milei. Para agregar aún más, la elegida del partido liberal para hablar en materia de política internacional es Diana Mondino, una economista cordobesa. 

Formada en Columbia y Yale, participó en la gestión de algunos de los grupos económicos nacionales más importantes como Loma Negra y Supervielle. Fuera de Argentina, también trabajó en la calificadora de riesgo de Wall Street, Standard & Poor’s (para quien no la conozca, una de las pocas empresas financieras que decide unilateralmente el famoso “riesgo país”). Sin embargo, lo más resaltable de su currículum es su nula experiencia en el área de relaciones internacionales.

Diana Mondino, diputada electa de La Libertad Avanza | Créditos: CEDOC

En el programa de gobierno inscripto en la Justicia Electoral, solamente se observa una pequeña mención a la arena internacional en un apartado que nada tiene que ver con la geopolítica:

La primera etapa implica un fuerte recorte del gasto público del Estado y una reforma tributaria que empuje una baja de los impuestos, la flexibilización laboral para la creación de empleos en el sector privado y una apertura unilateral al comercio internacional.

Esto nos obliga a guiarnos por las pocas declaraciones que tiene Javier Milei en la materia. Y es que, lejos de ser un estadista, nos encontramos frente a un mediático de la economía que, además, tiene nula influencia en los ámbitos académicos de dicha ciencia. En un discurso dado ante el Council of the Americas -una ONG estadounidense promotora del libre comercio en América Latina pero nunca en su propia tierra-, el candidato libertario expresó:

“Somos defensores de la paz. Somos defensores del libre comercio. Somos defensores de la democracia. Y sobre todas las cosas somos defensores de la libertad. Y eso implica un claro alineamiento de geopolítica: Estados Unidos e Israel. Esa es nuestra política internacional. No nos vamos a alinear con comunistas y, a diferencia de las mentiras que tratan de establecer de Juntos por el Cambio y medios afines que responden a sus cajas, eso no quiere decir que el sector privado pueda comercializar con quien se le dé la gana (sic).”

Por si la idea no quedaba clara o le faltaban nombres propios en cuanto a que se refería con comunismo, en su entrevista con el periodista conservador yanqui Tucker Carlson dijo:

“No solo no voy a hacer negocios con China, no voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas no entran ahí. Los chinos no entran ahí. Putin no entra ahí. Lula no entra ahí. […] Nosotros queremos ser el faro moral del continente.”

La intromisión de Estados Unidos en la política interna de nuestra Nación y nuestra región ya es moneda corriente. Sin embargo, debemos preguntarnos ¿Qué implicancias tiene alinearse y subordinarse explícitamente a los Estados Unidos en el mundo actual? 

Componentes e historia del orden internacional que comanda Estados Unidos

El orden mundial que hoy vemos caerse a pedazos tiene sus inicios en los Tratados de Bretton Woods, donde se estableció formalmente la hegemonía norteamericana sobre el conjunto del mundo capitalista. Sus patas eran fundamentalmente tres:

La primera, la creación del Banco Mundial, para solucionar el problema de la morosidad entre Estados a la hora de cobrar los empréstitos entre países.

La segunda, la fijación del dólar como moneda internacional, bajo el principio “el dólar es tan bueno como el oro”, a través del cual el dólar se transformó en la moneda de referencia de la economía mundial al establecerse su convertibilidad en una determinada cantidad de oro, garantizado por el gobierno de los Estados Unidos.

Finalmente y, en tercer lugar, para garantizar la gendarmería financiera de Wall Street sobre los países, se estableció la creación del Fondo Monetario Internacional, que es un prestamista de última instancia -es decir, presta a menor tasa de interés que los demás prestamistas del sistema internacional- y, a cambio, garantiza la posibilidad de ejercer un control directo de los Estados Unidos en las economías nacionales

El Fondo Monetario Internacional, la herramienta de ajuste y control directo de los Estados Unidos sobre las economías nacionales | Créditos: Yuri Gripas/Reuters

Esa superestructura económica se complementó, posteriormente, con otros dos organismos que vale la pena mencionar dado que son aquellos a los que pretende “aliarse” el futuro gobierno de Milei: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

La OCDE nace en 1961, ocupando el rol de ser un organismo internacional con el objetivo de “promover el desarrollo económico”. Pero que además tiene, como premisa básica de quienes deseen integrarlo, la liberalización del flujo de capitales, activos y mercancías en los mercados nacionales. Argentina es, desde hace tiempo, un potencial miembro pero que nunca formalizó su ingreso.

La OTAN por su parte, representa el brazo armado que este vil saqueo necesita para ser llevado a la práctica. Y es que desde pocos años después de firmados los Tratados de Bretton Woods, el dólar dejó de ser tan bueno como el oro (spoiler: nunca lo fue). Lo que pasó a garantizar al dólar como moneda de intercambio mundial fue la poderosa maquinaria económica y política, pero sobre todo bélica, con la que contaban las potencias capitalistas para pulverizar a cualquiera que ose enfrentar el orden establecido. Esa maquinaria es la OTAN, que nace en 1949 después del Acuerdo del Atlántico Norte que firman las principales potencias de Occidente.

Cabe recordar que, en los marcos de la Guerra Fría, cada avance sobre la URSS contaba por dos. Por lo tanto, la OTAN tenía un doble objetivo: subordinar y atar a Europa (limítrofe con la URSS) a la suerte y la necesidad de los Estados Unidos; y funcionar también como órgano de coordinación de la política militar contra la Unión Soviética. El artículo 8 del Acuerdo refleja la prioridad de la relación entre los Estados que comandaron el proceso político “occidental” de posguerra:

“Cada una de las Partes declara que ninguno de los compromisos internacionales actualmente en vigor entre ella y cualquiera otra Parte o cualquier tercer Estado esté en contradicción con las disposiciones de este Tratado, y se compromete a no contraer compromiso internacional alguno que se contraponga a lo convenido en este Tratado.”

A pesar de las innumerables odas a la paz y cooperación internacional que se encuentran en el Acuerdo, el núcleo del pacto está en su artículo 5:

“Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas, y en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ayudará a la Parte o Partes atacadas, adoptando seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer la seguridad en la zona del Atlántico Norte.”

Finalizada la Guerra Fría, la OTAN fue el brazo armado de las potencias capitalistas en el nuevo reparto de la torta no sólo de los inmensos territorios dispersos por la disgregación de la URSS y de Yugoslavia; sino también de las nuevas zonas de influencia liberadas en el mundo por la desaparición de la otra potencia del mundo bipolar. A pesar de haber firmado acuerdos con Rusia a fines del Siglo XXI, donde la OTAN se comprometía a no expandirse “ni una pulgada hacia el este”, entró en combate en Bosnia-Herzegovina, bombardeó Kosovo e incorporó a sus filas a varias ex repúblicas soviéticas y yugoslavas: Polonia, Hungría, Letonia, Lituania, Estonia, Croacia, Albania, Montenegro y República Checa.

En azul, los países europeos que integran la OTAN desde antes de 1991. En verde agua, los que se incorporaron después | Créditos: ABC

Posteriormente, y en nombre del artículo 5, Estados Unidos alineó a todos los países del Tratado en su “lucha anti terrorista” posterior al atentado de las Torres Gemelas. De esta forma, la OTAN empujó desde principio de siglo (en su nombre o financiando las avanzadas estadounidenses), y de manera coordinada como bloque, la avanzada sobre los países del Norte de África y Medio Oriente. Arrasó con poblaciones enteras, destituyo o asesinó mandatarios y sembró el caos en la región que concentra mayores niveles de petróleo en todo el mundo. 

“Combatiendo” a Al Qaeda y al Estado Islámico, intervino en Afganistán, Siria e Irak. En nombre de la democracia, promovió en 2011 las revueltas conocidas como la “Primavera Árabe” cuyo corolario fue, por mandato de la ONU, la intervención directa de la OTAN en Libia asesinando al histórico presidente antiimperialista Muhammad Gadafi. 

Implicancias prácticas de la subordinación a la geopolítica estadounidense e israelí

La década de subordinación argentina a la política exterior norteamericana es, por excelencia, la del “mejor gobierno de la democracia” según Javier Milei: los 90’ de Carlos Menem. Al igual que el programa de La Libertad Avanza, el alineamiento incondicional menemista a la política monetaria de los Estados Unidos tuvo su correlación en la arena de la política internacional.

Con un conflicto activo de la OTAN en Ucrania contra la Federación Rusa, y con las tensiones entre Israel y Palestina en su máximo nivel, es fácil trazar un paralelismo de que ocurriría con las Fuerzas Armadas nacionales en un potencial gobierno de Milei. Durante el gobierno menemista, nuestras Fuerzas Armadas fueron parte de un hecho insólito: la Armada y la Fuerza Aérea participaron en la Guerra del Golfo, valiéndose así de una inédita enemistad con una parte importante del mundo árabe. 

Sin embargo, a principios de siglo y ya bajo la administración de la, pasó algo más insólito: algunos miembros del gobierno llegaron a discutir la posibilidad de participar en la intervención norteamericana a Afganistán. Menem fue mucho más lejos, sugiriéndole incluso a De la Rúa a actuar inmediatamente sin esperar la autorización del Congreso. Finalmente, la participación existió, aunque fue menor: se enviaron tropas a los Balcanes, en reemplazo de las tropas estadounidenses que abandonaban dicha región para dirigirse al fracaso en Afganistán.

Buque de guerra argentino en el conflicto del Golfo Pérsico, año 1990 | Créditos: Prensa del Ministerio de Defensa

Por más lejano que parezca, esa posibilidad todavía está latente. En 2022 estalló la guerra en Ucrania, que si bien tuvo su inicio en el año 2014, cuando Rusia anexionó la región de Crimea y la OTAN suspendió relaciones con la Federación Rusa, militarizando además toda la región. Ya para fin del año pasado, las “ayudas” a Ucrania por parte de los países de la OTAN superaban los u$s100.000 millones, de los cuales el diario alemán DW calculaba que casi el 50% correspondía directamente a insumos militares. A pesar de encontrarse en una profunda crisis económica y social, y con su principal potencia -Alemania- en recesión, la Unión Europea no para de destinar recursos a la guerra

Sólo por dar un ejemplo, el gobierno alemán incrementó su aporte al Programa de Fortalecimiento de las Capacidades de Seguridad de la OTAN de u$s2.200 millones a u$s5.900 en 2023.

Pero no se trata solo de dinero destinado a la industria militar. El alineamiento geopolítico contiene, necesariamente, un posicionamiento en materia de relaciones políticas y comerciales. Empujados a bloquear a Rusia, los estados europeos llegaron a pagar el gas hasta 10 veces más caro a las industrias estadounidenses, provocando el abandono de más de u$s30.000 millones de dólares en activos.

¿Sigue siendo muy lejano? Hace pocos meses, Alberto Fernández se sumó al grupo de presidentes latinoamericanos (Gustavo Petro, Lula da Silva y Andrés López Obrador, entre otros) que hicieron pública su negativa a los pedidos de la jefa del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos para que nuestras Fuerzas Armadas donen a Ucrania el equipamiento militar comprado a Rusia.

Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos, quién manifestó su “intención de fortalecer los lazos militares son Sudamérica” dados los “recursos que la región tiene para ofrecer a los EEUU” | Créditos: Reuters

La Causa Malvinas y la geopolítica antártica

De todas maneras, no hay que irse hasta Medio Oriente o Asia para visualizar los posibles retrocesos en términos de soberanía que implicaría el alineamiento a Estados Unidos e Israel. Las declaraciones de principios de Javier Milei no se agotan en su diatriba anticomunista. Hace un tiempo atrás, declaró que se sentía “muy identificado, en términos históricos, básicamente con Churchill, Reagan y Margaret Thatcher”. El primero, fue nada más y nada menos que el primer ministro inglés que influyó de forma protagónica en el derrocamiento de Juan Domingo Perón. Los últimos dos, fueron el presidente de Estados Unidos y la primera ministra de Reino Unido durante la guerra de Malvinas (1982). 

A pesar de las tesis de la Junta Militar de que Estados Unidos intervendría en favor de Argentina en la Guerra, lo cierto es que detrás de la presencia inglesa en las Islas Malvinas se encuentra algo superior. Y es que el territorio robado a nuestra Nación representa una de las bases de la OTAN de mayor importancia geopolítica, en tanto controla el único paso bioceánico no artificial y tiene una posición privilegiada en cuanto a futuros reclamos de soberanía en la Antártida. Y es que la OTAN, si bien no participó directamente del conflicto, aprovisionó al ejército inglés de armamento y de bases logísticas en islotes del Atlántico Sur a la espera de futuras recompensas.

En esto también Carlos Menem es, probablemente, un referente de Milei. En 1989 una de sus primeras medidas en términos de política internacional fue la firma del Tratado de Madrid el cual significó, en términos prácticos, la subordinación de nuestras FFAA en la región a la Corona Británica y el desconocimiento total de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y, por ende, del archipiélago, los mares y sus recursos naturales.

En resumidas cuentas, la política internacional de Milei tiene dos pilares fundamentales: apertura irrestricta del comercio nacional a través de la OCDE; y alineamiento geopolítico a los Estados Unidos con consecuencias directas bastante previsibles. Lo más interesante de la cuestión es que fue una política realizada hace poco tiempo en términos históricos y que tuvo funestos resultados para el conjunto del pueblo argentino.

Winston Churchill, ex primer ministro británico y principal cómplice de la caída de Perón en 1955 | Créditos: AGE Fotostock

“No negociamos con comunistas”

Sin embargo, el desglose racional de las diatribas de Milei en la televisión y TikTok nos aguarda observaciones todavía peores. Milei no solo no negocia con Estados comunistas. También cataloga de “mentiras socialistas” a las propuestas de la Organización de las Naciones Unidas (que, si algo no tiene, precisamente, es un carácter marxista-leninista). En el debate previo a las elecciones generales, el candidato cordobés Juan Schiaretti le preguntó a Javier Milei si iba a mantener la adhesión de Argentina a los Acuerdos de París y a la Agenda 2030, a lo que respondió:

“No vamos a adherir a la agenda 2030. No adherimos al marxismo cultural. No adherimos a la decadencia…”

¿Qué es la Agenda 2030 propuesta por la ONU? Entre otras cosas, propone que los Estados tomen medidas para, a final de la década, poder alcanzar determinados objetivos como:

  1. Fin de la pobreza
  2. Hambre cero
  3. Salud y bienestar
  4. Educación de calidad
  5. Igualdad de genero
  6. Agua limpia y saneamiento
  7. Energía asequible
  8. Trabajo decente
  9. Acción por el clima

Por su parte, el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático establece que, en cada lustro, los países se someten a revisiones en función de su compromiso a llevar adelante una reestructuración económica y social en pos de favorecer las formas alternativas de generación de energía y reducir así las emisiones de carbono. A su vez, establece que los países más fuertes económicamente deben otorgar ayudas a los países más vulnerables, para poder desarrollar así de forma conjunta soluciones al problema del calentamiento global que Milei desconoce como hecho científico.

Para peor, la ideologización de la política exterior -más aun en un mundo que se encuentra en un proceso de rediscusión de sus hegemonías-, no es definitivamente una buena idea. La propuesta actual de La Libertad Avanza es, incluso, más nociva que la de Carlos Menem porque desconoce contextos históricos y procesos mundiales. 

Mientras que Menem se subordinó a la potencia que acababa de vencer a su contracara socialista, estableciéndose como la potencia hegemónica del mundo unipolar (esperando beneficios que no llegaron, o lo hicieron a un precio mucho más caro que los beneficios que generaron), Milei propone alinearse a una potencia en decadencia que ha empujado a derrotas y crisis catastróficas a sus principales aliados buscando generar conflictos con sus enemigos comerciales y de alimentar su inmensa industria armamentística. Si Europa entera se encuentra en una profunda crisis social y la propia Alemania está en recesión, ¿alguien puede esperar un futuro auspicioso para la Argentina en este marco?

El ministro de Economía y Protección Ambiental de Alemania, Robert Habeck, explicando la recesión que viviría el país durante 2023, a principios de este año | Créditos: Kay Nietfeld/DPA

A quienes Milei llama “comunistas”, más precisamente a Brasil y China, representan el primer y el segundo socio comercial de la Argentina. De esta forma dinamita, con una oración, no solo a los principales socios económicos del país sino también a quienes encabezan el proceso de transición política hacia un mundo multipolar de la mano de los BRICS. Este año, el grupo compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica fue protagonista de tres hechos que sacudieron el tablero geopolítico.

En primer lugar, las proyecciones que establecían su superioridad económica futura en relación al G7 (mesa política de las potencias capitalistas compuesta por EEUU, Japón, Alemania, Francia, Italia, Canadá y Reino Unido) se hicieron una realidad. Y por primera vez superó en PBI (PPA) al bloque imperialista y mostró una mejora significativa en otras formas de medición. Gabriel Merino, en su nota “Del G7 a los BRICS: sobre el cambio estructural en el mapa de poder mundial” publicada en el portal “Avión Negro”, dice:

El G7 representaba en 1982 el 50% de la economía mundial medida a paridad de poder adquisitivo o el 70% en términos nominales. En contraste, los países que hoy conforman los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) representaban, el mismo año, el 10% de la economía mundial a PPA y mucho menos del 10% en términos nominales.”

Sin embargo, desde 2020 esa relación se invirtió, representando el G7 el 31% de la economía mundial a paridad de poder adquisitivo y el BRICS el 32%.

El segundo hecho es que la principal potencia del bloque, la República Popular China, se erigió como mediador en el restablecimiento de relaciones entre Irán y Arabia Saudita (histórico aliado de EEUU en la región), incorporando a este último país a la Organización para la Cooperación de Shanghái. A su vez, Arabia viró 180° grados su política petrolera, aumentando en niveles récord el precio del petróleo enviado a EEUU, reduciéndolo drásticamente y estableciendo que la prioridad del suministro del oro negro, de ahora en más, sería para las refinerías asiáticas.

Por último, y por si no hubiese sido poco lo anterior, en agosto de 2023 se confirmaron nuevos ingresos al BRICS: Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán pasarán a conformar el bloque, elegidos entre más de una veintena de países que habían solicitado su adhesión. De esta forma, solo por dar algunas de las tantas cifras relevantes, el BRICS pasaría a controlar el 42% del mercado de crudo mundial. Y, además, representaría el 29% del Producto Bruto Mundial

Comparación de la caída del PBI de los países del G7 con el crecimiento de los países del BRICS | Créditos: Síntesis Noticias

Conclusión

La realidad internacional es la ordenadora, siempre, de las condiciones del proceso político interno. Y, por lo tanto, establecen los marcos de posibilidad sobre los que se lleva adelante el proceso de toma de decisiones de carácter nacional. Por desconocimiento o por voluntad de entregar de forma absoluta a la República Argentina a los designios de la potencia capitalista en decadencia (creemos que es esta última), el programa político de Milei es profundamente dogmático, sobre ideologizado y no tiene en cuenta en absoluto el momento actual de las relaciones sociales y del proceso capitalista mundial.

Propone además alinearnos con Estados Unidos en su momento más decadente, atándonos a su suerte de una forma subordinada. Todo esto, además, eliminando el Banco Central y subordinando nuestra política monetaria al dólar en medio de un proceso de desdolarización mundial. 

Y por supuesto también destruyendo uno de los baluartes que sí funcionaron de la institucionalidad estatal (la educación pública y gratuita), en un mundo donde cada vez son más necesarios altos niveles de educación para insertarse en el mundo laboral.

El final del circo televisivo es el proceso de reflexión crítico de los militantes políticos y, centralmente, del conjunto del Pueblo. Esta primera parte del informe busca desandar el escenario mundial donde pretende erigirse como presidente un fundamentalista de un modo de producción que está en extinción. Y la elevación política de semejante ignorante no es más que otra manifestación del profundo proceso de crisis que se encuentra atravesando el sistema, ante una dirigencia opositora que no puede responder de forma simple a planteos que parecen complejos, pero que utilizan palabras difíciles para esconder lo evidente: que son errados.

Aquí va la primera parte de nuestro humilde aporte a este proceso político. 


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