Reconstruir las utopías

El general Juan Perón, el día de su retorno a la Argentina después del exilio, el 20 de junio de 1973 | Créditos: Archivo Prisma
El general Juan Perón, el día de su retorno a la Argentina después del exilio, el 20 de junio de 1973 | Créditos: Archivo Prisma

Reconstruir las utopías

Por:  Agustín Chenna

Limitar la acción política a la capacidad del consumo es exactamente caer en el posibilismo que nos impuso la derrota política de la dictadura del 76’. Es un error confundir buen vivir con vivir mejor o justicia social con movilidad social.


Una constante del General Perón durante toda su vida política fue remarcar la necesidad de que el peronismo supere los límites de la democracia liberal-burguesa (a la cual consideraba una trampa) y se constituya como un movimiento revolucionario de masas. 

Sin embargo, esa tensión existió históricamente en el movimiento peronista e incluso en los comportamientos del mismo Perón hasta un punto culmine de nuestra historia: la dictadura de 1976. Si bien existieron y existen intenciones de retomar las banderas históricas de nuestro movimiento en pos de romper la lógica del sistema liberal y de su democracia representativa, lo cierto es que luego de la desaparición de nuestros 30.000 mejores cuadros esta idea no volvería a disputar hegemonía.

Que sea el peronismo el que defiende de forma más tenaz las instituciones de la oligarquía, su democracia y su Constitución es solo el corolario de años de derrota política en manos del posibilismo.

¿Dónde estamos?

Ante la actual crisis económica y la imposibilidad de resolverse en los marcos de la sociedad de consumo, el peronismo se volvió impotente. Y generó a su vez que esa impotencia devenga en frustración de su estructura militante. Debemos asumir que quienes nos incorporamos a la política desde la construcción de una épica que invitaba a la transformación fuimos derrotados por la imposición de las lógicas del sistema político liberal.

Muchos de los dirigentes de este proceso no se parecen en nada a como imaginamos que serían, ni tampoco se parecen a nosotros en formas de hablar, de vestir o de relacionarse. Ni mucho menos se parecen a nosotros en cómo conciben su vida y, por lo tanto, la política.

Es necesario entender que, a pesar de que damos la disputa interna y no nos sentimos identificados con “los Insaurralde” del sistema, para la mayoría de la sociedad el peronismo no es la defensa de la clase trabajadora, ni mucho menos es ese grupo de “servidores” que militan territorialmente poniendo el tiempo y la plata que no tienen.

Para nuestro sujeto, el pueblo, el peronismo es un grupo de profesionales de la política con chofer y secretarías, que habla de los sectores más humildes en televisión, pero que mete escapadas de fin de semana a playas en el Caribe. 

Pero a pesar de que pueda ponerse en discusión si el peronismo está agotado como proceso político o no, en el pensamiento de Perón pueden observarse algunas cuestiones que hoy se encuentran muy vigentes.

Informes

Última editorial

  • Tenemos razón

    Por Agustín Chenna | Acá no hay héroes ni redenciones…

Coyuntura

Por:  Agustín Chenna

Limitar la acción política a la capacidad del consumo es exactamente caer en el posibilismo que nos impuso la derrota política de la dictadura del 76’. Es un error confundir buen vivir con vivir mejor o justicia social con movilidad social.


Una constante del General Perón durante toda su vida política fue remarcar la necesidad de que el peronismo supere los límites de la democracia liberal-burguesa (a la cual consideraba una trampa) y se constituya como un movimiento revolucionario de masas. 

Sin embargo, esa tensión existió históricamente en el movimiento peronista e incluso en los comportamientos del mismo Perón hasta un punto culmine de nuestra historia: la dictadura de 1976. Si bien existieron y existen intenciones de retomar las banderas históricas de nuestro movimiento en pos de romper la lógica del sistema liberal y de su democracia representativa, lo cierto es que luego de la desaparición de nuestros 30.000 mejores cuadros esta idea no volvería a disputar hegemonía.

Que sea el peronismo el que defiende de forma más tenaz las instituciones de la oligarquía, su democracia y su Constitución es solo el corolario de años de derrota política en manos del posibilismo.

¿Dónde estamos?

Ante la actual crisis económica y la imposibilidad de resolverse en los marcos de la sociedad de consumo, el peronismo se volvió impotente. Y generó a su vez que esa impotencia devenga en frustración de su estructura militante. Debemos asumir que quienes nos incorporamos a la política desde la construcción de una épica que invitaba a la transformación fuimos derrotados por la imposición de las lógicas del sistema político liberal.

Muchos de los dirigentes de este proceso no se parecen en nada a como imaginamos que serían, ni tampoco se parecen a nosotros en formas de hablar, de vestir o de relacionarse. Ni mucho menos se parecen a nosotros en cómo conciben su vida y, por lo tanto, la política.

Es necesario entender que, a pesar de que damos la disputa interna y no nos sentimos identificados con “los Insaurralde” del sistema, para la mayoría de la sociedad el peronismo no es la defensa de la clase trabajadora, ni mucho menos es ese grupo de “servidores” que militan territorialmente poniendo el tiempo y la plata que no tienen.

Para nuestro sujeto, el pueblo, el peronismo es un grupo de profesionales de la política con chofer y secretarías, que habla de los sectores más humildes en televisión, pero que mete escapadas de fin de semana a playas en el Caribe. 

Pero a pesar de que pueda ponerse en discusión si el peronismo está agotado como proceso político o no, en el pensamiento de Perón pueden observarse algunas cuestiones que hoy se encuentran muy vigentes.

El diagnóstico atemporal y vigente del General

La principal obra filosófica de nuestro líder –La Comunidad Organizada-, comienza diciendo justamente que “el hombre y la sociedad se enfrentan con la más profunda crisis de valores que registra su evolución”. Situémonos en tiempo y espacio. En 1949, al publicarse esta obra, habían pasado apenas cuatro años del fin de la Segunda Guerra Mundial. El ser humano había demostrado un desprecio por la vida tal que se llevó a 60 millones de personas en apenas 6 años. 

La ciencia, sinónimo de progreso, había demostrado al mundo también tener la capacidad de inventar la bomba atómica y finalizar la guerra bajo la advertencia, por parte de los Estados Unidos, de que ahora el poder económico -ellos mismos- también tenía la capacidad de destruir en segundos el planeta. 

Como reflejo ideológico afloraron (casi que con todo el sentido) corrientes filosóficas que relativizaron la propia existencia humana y abogaban por un nihilismo propio del desastre de la guerra.

En ese marco, un presidente latinoamericano que también era líder de un movimiento de masas inédito en la región por haber incorporado a la clase trabajadora a la política, organizó un Congreso Internacional de Filosofía y expuso una idea fundamental: “del desastre brota el heroísmo, pero también la desesperación cuando se han perdido la finalidad y la norma. Lo que puede devolver al hombre la actitud combativa es la fe en su misión”.

El punto central del pensamiento político del peronismo es que no existe construcción de un proyecto político revolucionario sin sentido de la trascendencia y sin la existencia de una verdad. Y a pesar de que por su retórica puede confundirse a Perón con un idealista, lo cierto es que como militar y conductor político era exactamente todo lo contrario

La única salida en escenarios de crisis generalizada, donde todas las realidades se derrumban, empieza por esas dos palabras: verdad y trascendencia, las cuales necesariamente van de la mano. Porque la verdad del justicialismo se basa en la existencia de algo superador a la individualidad liberal. Es el reconocimiento que el ser humano, por su sola condición de tal, por eso debe ser dignificado y reconocido en sus esencias y aspiraciones. Y eso conlleva internalizar que la vida es algo más que nuestra mera existencia individual. Que el desarrollo pleno de la individualidad está en el ser con el otro.

El posibilismo, enfermedad de nuestra actualidad

La acción política sin verdad es una acción política guiada por “lo posible” y, por lo tanto, subordinada al sistema dominante. El escritor francés Víctor Hugo decía que “sin infinito no hay ideal, sin ideal no hay progreso, sin progreso no hay movimiento; inmovilidad, pues, statu quo, estancamiento. Este es el orden. Hay putrefacción en ese orden”. Por eso La Comunidad Organizada no existe como realización acabada, sino como horizonte de lucha permanente por llevar humanidad donde el capitalismo instaló competencia e individualismo. No es un esquema acabado ni un conjunto de normas sino un ideal. Es el infinito de Víctor Hugo.

El 9 de diciembre de 2015, Cristina Fernández celebró su último acto en Plaza de Mayo como Presidenta de la Nación | Créditos: Télam
El 9 de diciembre de 2015, Cristina Fernández celebró su último acto en Plaza de Mayo como Presidenta de la Nación | Créditos: Télam

Parte de nuestro proceso crítico de los años transcurridos necesita retomar estas cuestiones y preguntarnos si verdaderamente, el 9 de diciembre de 2015, Cristina realmente dejaba un pueblo empoderado. El desarrollo posterior y la misma derrota con Macri nos indican que, probablemente, no alcanzaba con resolver la movilidad social ascendente a un sector importante de la población para que eso tenga un correlato en el empoderamiento político del pueblo.

El hecho de limitar la acción política a la capacidad del consumo es exactamente caer en el posibilismo que nos impuso la derrota política de la dictadura del 76’. Es un error confundir buen vivir con vivir mejor o justicia social con movilidad social.

Pero esto no es un proceso que nos haya ocurrido a nosotros solos. Hoy se observan día a día los avances en términos sociales que alcanza el gobierno de Lula da Silva en Brasil. Pero en el año 2015, en pleno proceso de ajuste a la clase trabajadora por parte del gobierno de su partido, el propio Lula decía: «No sé si el defecto es nuestro, sí es del gobierno. El PT perdió un poco de la utopía. Me acuerdo cuando creíamos en los sueños, cómo llorábamos cuando hablábamos. Hoy necesitamos construir eso porque hoy sólo se piensa en el cargo, en ser electo, y nadie más trabaja gratis. Tenemos que definir si queremos salvar nuestra piel, nuestros cargos, nuestro proyecto».

Porque como no hay política sin verdad, tampoco hay política sin valores éticos y morales que guíen esa acción. Toda política trae aparejada un conjunto de valores. E incluso la minimización de esa ética en pos de construir poder personal es toda una definición política de subordinación al sistema. 

Cuando dejamos de sentir un profundo malestar por la situación de indigencia en que viven nuestros sectores más oprimidos es que naturalizamos la situación de opresión. Cuando el dolor ajeno deja de sentirse como propio es que resignamos la utopía por lo posible. Y esa falta de valores éticos y morales propios del peronismo en la política actual no pasarían de ser un problema místico o moralista sino fuera porque es la consecuencia directa de haber perdido nuestra misión política.

Debemos construir desde otros valores. Pero, por sobre todo, debemos salir de la parálisis de la derrota y reconstruir nuestra verdad. El sistema nos condena cada vez más y abona a la disgregación y a la confusión social. 

Convoquemos a reconstruir nuestras utopías: una sociedad en la que todos los seres humanos tengan la posibilidad de realizarse de forma digna por su sola condición de persona. Una Argentina donde nadie se vaya a dormir con hambre y nuestras nuevas generaciones vuelvan a creer que el futuro puede ser mejor. “Solo en la actividad florece la vida. La inercia es retroceso y desgracia.”


Informes

Última editorial

  • Tenemos razón

    Por Agustín Chenna | Acá no hay héroes ni redenciones fáciles: solo militantes con la certeza de que es posible…

Coyuntura

1 comentario

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *