El trabajo es cultura: una perspectiva política para disputar el sentido

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El trabajo es cultura: una perspectiva
política para disputar el sentido

Por: Florencia Lizaraso

*Responsable de la Comisión Bonaerense de Trabajo y Cultura Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires

Este artículo no nace desde una resolución ni desde un cargo consolidado. Nace desde una convicción y una lucha en curso. Quiero compartir esta propuesta para abrir debate, sumar voluntades y empezar a instalar públicamente una mirada que impulse políticas culturales desde y para el mundo del trabajo. Porque si no lo decimos nosotros, lo dice el mercado.


¿Y si el trabajo fuera algo más que un empleo?

En un contexto que reduce a los trabajadores a estadísticas, costos o variables de ajuste, nace desde la Provincia de Buenos Aires una herramienta política para disputar sentidos: la Perspectiva de Cultura del Trabajo y Derechos Sociolaborales.

Impulsarla es parte de una construcción más amplia: una política que se enraíza en la decisión estratégica de incorporar el enfoque cultural al interior del Ministerio de Trabajo, y que se potencia por la apertura que brinda una gestión comprometida con la memoria, los cuerpos y la organización del pueblo trabajador.

Una propuesta integral

Esta nota propone una mirada integral sobre el mundo del trabajo, que lo entiende no solo desde lo jurídico o lo económico, sino también desde su dimensión simbólica, identitaria y cultural. Impulsada desde la Comisión Bonaerense de Trabajo y Cultura, del Ministerio de Trabajo, esta perspectiva se plantea como estrategia para reconocer, visibilizar y organizar los saberes, lenguajes y memorias del pueblo trabajador.

¿Qué es la Perspectiva de Cultura del Trabajo y Derechos Sociolaborales?

La Perspectiva de Cultura del Trabajo y Derechos Sociolaborales propone ser una herramienta político-institucional para pensar y actuar el mundo del trabajo no solo desde lo productivo o lo jurídico, sino también desde su dimensión cultural, histórica, simbólica y territorial.

Es una invitación a reconocer que el trabajo no es solo empleo. Es también identidad, memoria, saber, organización, lenguaje, cuerpo, sentido. Donde hay trabajadores y trabajadoras, hay cultura del trabajo. Y ahí también debe haber política pública.

¿Por qué es necesaria hoy?

Porque estamos atravesando un momento histórico en el que se pretende vaciar de contenido simbólico y político la palabra trabajo. Se lo reduce a costo, a variable de ajuste, a dato técnico. Mientras tanto, los sectores populares resisten, se organizan y producen sentidos desde abajo.

En este contexto, disputar el sentido del trabajo es disputar el sentido de la vida. Y sin cultura no hay disputa posible. Necesitamos una política que reconozca y potencie los lenguajes propios del pueblo trabajador, sus modos de narrarse, sus herramientas de creación y organización.

Fundamentos políticos y conceptuales

Esta perspectiva se sustenta en cinco pilares:

1. El trabajo como hecho cultural, no solo económico

El trabajo es experiencia histórica, social y comunitaria. No es solo empleo ni estadística. Es organizador de sentido. Eliminar su dimensión cultural facilita el vaciamiento neoliberal del sujeto trabajador.

2. La cultura como derecho y como herramienta política

La cultura del trabajo no es adorno: es derecho y es herramienta. Habilita al pueblo a narrarse, resistir, crear. Organiza la esperanza.

3. Perspectiva situada: clase, territorio y cuerpo

Esta mirada parte de los cuerpos concretos que trabajan. Reconoce sus marcas, saberes y desigualdades. No hay política pública transformadora sin inscripción territorial ni conciencia de clase.

4. Disputa de sentidos: del ajuste al hacer colectivo

Frente al relato dominante del mercado, esta perspectiva propone una narrativa propia: la del hacer colectivo, la de la memoria activa y la organización como respuesta política.

5. Continuidad histórica y resignificación popular

Nada empieza de cero. Esta propuesta se inscribe en una genealogía obrera, educativa, cultural y sindical. Lo nuevo es volver a decirlo hoy, con claridad y con decisión.

Desde dónde se propone

Esta perspectiva no es neutral. No es técnica ni aséptica. Nace desde un área institucional que asume explícitamente el cruce entre trabajo y cultura como eje político. Porque entendemos que esa intersección es estratégica: nos permite mirar el mundo laboral no solo como producción, sino como comunidad viva, con lenguajes, saberes, memorias, deseos, conflictos y formas de organización propias.

La propongo desde el Ministerio de Trabajo, pero con una raíz cultural, territorial y popular. Porque cuando decimos «cultura del trabajo» no hablamos de valores abstractos, hablamos de historias concretas: del saber hacer de los oficios, de las palabras que circulan en los talleres, de las memorias que se cuentan en las fábricas, del arte que nace en los márgenes, de los cuerpos que resisten.

Como responsable de esta Comisión, no llego a esta propuesta desde un escritorio ni desde una planilla. Llego desde la militancia, desde la educación popular, desde el teatro, desde la historia del movimiento obrero y desde una formación situada que me enseñó que el trabajo no es mercancía y que la cultura no es adorno.

En este tiempo de avance de la derecha, de discursos de odio, de mercado como único lenguaje permitido, esta perspectiva busca ser una herramienta concreta para disputar sentidos, defender derechos y organizar esperanza. No desde la nostalgia, sino desde una decisión de futuro.

¿De dónde viene?

Esta perspectiva no es una moda ni un eslogan. Tiene raíces profundas en la historia del movimiento obrero argentino, en la educación popular, en el teatro comunitario, en la memoria viva de las fábricas, en los sindicatos que fueron también imprentas, bibliotecas, peñas, centros de formación, cineclubes.

Tiene también una genealogía en el pensamiento nacional y popular: Perón, Evita, Cooke, Scalabrini Ortiz, Marechal, Francisco. Todos supieron que sin cultura no hay organización ni comunidad posible. Y que el trabajo no es solo lo que se hace: es lo que se transmite, lo que se recuerda, lo que se defiende.

¿Qué líneas propone?

La Perspectiva de Cultura del Trabajo y Derechos Sociolaborales se expresa en cuatro líneas principales:

Reconocimiento del trabajador y la trabajadora como sujetos culturales, con saberes propios, trayectorias y lenguajes.

Memoria activa del trabajo, no solo como homenaje, sino como política viva que recupere y transmita luchas, gestos, oficios y prácticas organizativas.

Formación cultural y política, que incluya herramientas de gestión, comunicación, arte y derechos, pensadas desde y para el mundo del trabajo.

Producción cultural con base territorial y sindical, fortaleciendo redes, materiales, espacios y encuentros que partan desde abajo.

¿Qué rol tienen el Estado y el sindicalismo?

El Estado tiene la responsabilidad de garantizar condiciones para que esa cultura viva del trabajo se fortalezca, se difunda y se convierta en política pública. No como folclore, no como relato congelado, sino como herramienta concreta de organización y transformación.

El sindicalismo, por su parte, es y debe seguir siendo actor central en esta construcción. Porque donde hay organización obrera, hay memoria, hay saber, hay comunidad. La cultura del trabajo no es decorado ni suplemento: es corazón de nuestra historia y de nuestra potencia futura.

Para cerrar

Esta perspectiva es una construcción política que impulso como responsable de la Comisión Bonaerense de Trabajo y Cultura. No es una adaptación técnica ni una línea heredada: nace desde el hacer, desde el territorio y desde una convicción de época sobre el rol de la cultura en el mundo del trabajo.

No es una etiqueta ni una campaña: es una estrategia. Es una forma de mirar, de hacer y de decidir. Y su fuerza está en que no se impone desde arriba ni se terceriza: se construye con y desde lxs trabajadores.

La posibilidad de pensar y construir esta perspectiva también se enraíza en una decisión política previa: la incorporación del enfoque cultural al interior del Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires. Esa incorporación —que no es usual ni automática— expresa una mirada estratégica y sensible, que reconoce que la cultura no es decorado ni accesorio, sino una dimensión vital del mundo laboral y sindical.

Esta perspectiva se potencia porque nace en un Ministerio conducido por un dirigente con recorrido sindical, territorial y político, que al asumir la gestión pública no deja afuera esa experiencia, sino que la transforma en acción concreta. Esa trayectoria del Ministro —capaz de unir gestión y pertenencia obrera— abre caminos para pensar otras formas de hacer Estado, de hacer política y de disputar sentidos.

Desde la Comisión, asumo el desafío de impulsar esta perspectiva, definirla y defenderla públicamente, como parte de una política del Ministerio de Trabajo que busca estar a la altura de este tiempo: un tiempo en el que no alcanza con resistir. Hay que crear. Y para eso, necesitamos cultura.

Así como otras provincias institucionalizaron perspectivas transversales en torno a género, juventudes, discapacidad o interculturalidad —mediante leyes, decretos, consejos interministeriales o programas con presupuesto y rectoría—, hoy afirmo que el trabajo también merece una perspectiva que lo reconozca como hecho cultural y derecho colectivo. Una que dialogue con sindicatos, con los territorios, con los cuerpos y con las memorias.

Es tiempo de nombrar lo que somos. Y hacerlo política pública.

  

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