Mono con navaja

EDITORIAL

Mono con navaja

Por:  Agustín Chenna

Una errante política exterior de un gobierno que no entiende la coyuntura internacional. El fin de la histórica “posición de neutralidad” y la preponderancia de los Estados- Nación. El enemigo ya no tiene bandera.


Algo que aparece como agotador en la política es el falso discurso refundacional de cada Presidente, Gobernador, Intendente o Concejal al momento de asumir. Todos van a terminar con la fiesta de la política y a encarar un nuevo proceso en su lugar de gestión que, ahora sí y a diferencia de los otros que lo dijeron antes, va a ser verdad. Mintió Macri con los globos y la alegría que escondían la esperanza permanente de los sectores oligárquicos de terminar con el peronismo. Por supuesto, no lo hicieron. También mintió Alberto con desarticular el eje de poder tejido por Macri, el poder judicial, las corporaciones económicas, los servicios de inteligencia y el poder mediático. 

Milei también mintió. Pero, para sorpresa de varios, solo a medias. Si bien el ajuste no lo está pagando la casta política que ahora él mismo integra, nunca en la historia de la democracia post dictadura hubo tanta ruptura del statu quo del sistema político (cosa que no es necesariamente buena). La Boleta Única, con su consecuente fragmentación de las grandes estructuras partidarias, es una muestra de eso. 

Sin embargo, de forma casi desapercibida por los grandes medios de comunicación y analistas políticos, en su primer discurso en la ONU Milei pateó el tablero del posicionamiento argentino en el juego mundial. Y como la verdadera política es la política internacional, esto sí implica una consecuencia con el espíritu refundacional de la Nación:

“Quiero ser claro con algo para que no haya malas interpretaciones: la Argentina, que está viviendo un proceso profundo de cambio, en la actualidad, ha decidido abrazar las ideas de la libertad; esas ideas que dicen que todos los ciudadanos nacemos libres e iguales ante la ley, que tenemos derechos inalienables otorgados por el Creador, entre los que se encuentran el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Esos principios, que ordenan el proceso de cambio, que estamos llevando adelante, en la Argentina, son también los principios que guiarán nuestra conducta internacional, a partir de ahora.

A partir de este día, sepan que, la República Argentina, va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad.”

Si algo caracterizó a Argentina durante todo su desarrollo como Estado-Nación fue, particularmente, la llamada “posición de neutralidad”. Esto no fue azaroso. La creación del Estado Argentino y sus instituciones se hicieron con el objetivo de otorgar una superestructura política a una relación de dependencia económica que ya existía desde hace décadas, y que se selló con la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros. 

La inserción de Argentina en el mundo capitalista se hizo de forma subordinada, otorgándole en la división internacional del trabajo el papel de productor-exportador de materias primas y comprador de productos manufacturados de la mano del Imperio Británico. De forma muy sincera, en el año 1933, Roca (h) expresaba que “Argentina es la joya mas preciada de la corona británica”.

La situación de subordinación económica, política y cultural de las clases dominantes resultó, de forma paradójica, en una política exterior bastante agresiva y autonomista en la relación de Argentina con el hegemón continental. Los Estados Unidos de América, que ya en su nombre originario dejaron entrever su “destino manifiesto”, establecieron en 1823 la Doctrina Monroe, que establecía que cualquier intervención europea en un país del continente americano sería visto como un ataque a los propios Estados Unidos. “América para los americanos” es la frase por la que célebremente se conoce y que algunos repiten sin entender que, en inglés, American significa estadounidense. Su verdadero significado: América es nuestra y no se metan.

Sin disputar su lugar hegemónico en el dominio del continente, la República Argentina se caracterizó en cuanto a su política exterior por contrariar constantemente los deseos unitarios de Estados Unidos y tensionando en todos los ámbitos de acuerdo a las necesidades de Gran Bretaña. 

Cuando en 1902, por primera vez desde la mención de la Doctrina Monroe, un país americano recibió un bloqueo naval por parte de potencias europeas para obligarla a pagar sus deudas y Estados Unidos se desentendió de su defensa continental, la República Argentina estableció la llamada Doctrina Drago en cuanto a su política exterior. 

Su contenido era muy sencillo: evitar la intervención de terceros en un conflicto entre Estados mientras estos tuvieran canales de resolución bilateral. En el fondo, era un mensaje a EEUU: siempre que quieran intervenir en los destinos del continente se van a encontrar con nuestro repudio.

A pesar de los distintos gobiernos que se sucedieron en la República, hasta la dictadura del 76’ siempre existió un consenso sobre el asunto. Con mayor y menor grado de tensión y de cipayismo, la política exterior argentina previa al peronismo rechazó integrar la Sociedad de las Naciones propuesta por el presidente norteamericano Wilson, ya que no se respetaba la igualdad entre Estados ni exigía el arbitraje obligatorio para evitar futuras guerras. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países de Centroamérica rompieron relaciones con el Eje y le declararon la guerra pocos días después que lo hicieran los Estados Unidos. Brasil siguió ese camino en 1942 y Colombia en 1943. Argentina, por su parte, fue el último de los países en unirse al bando aliado seis meses antes de la capitulación del Eje. Incluso Frondizi, que no puede ser sospechado de antiyanqui, incorporó a Argentina al Movimiento de Países no Alineados en el 64’, se entrevistó con el “Che” Guevara en Uruguay y recibió a Fidel Castro en Olivos.

Obviando la dictadura militar, que incluso mantuvo fluidas conversaciones e intercambios comerciales con la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, la única ruptura de la posición de neutralidad fue (caída del Muro de Berlin mediante) durante el gobierno de Carlos Menem. La receta fue subordinación al Consenso de Washington, entrega del Estado a los grandes grupos económicos y alineamiento incondicional a la política exterior yanqui, que generó uno de los momentos más oprobiosos de las Fuerzas Armadas argentinas con el envío de tropas a la Guerra del Golfo.

Pero el alineamiento de Javier Milei al eje Estados Unidos-OTAN-Israel es todavía peor. El mundo en el que vivimos no es el de los 90’ y no existe ningún tipo de razón -excluyendo la ideológica- para asumir dicho posicionamiento. El paso del sistema unipolar al multipolar en el escenario internacional ya es un hecho, y todos los países que han asumido una actitud de seguidismo unilateral a los Estados Unidos sufrieron rápidamente las consecuencias.

Alemania y Francia, potencias capitalistas por excelencia del siglo XX, ingresaron a una guerra contra Rusia, su principal proveedor de hidrocarburos, al mismo tiempo que abandonaban su política nuclear por pedido de los Estados Unidos. Ahora, mientras tienen que seguir pagando las armas que usan los ucranianos, se encuentran en recesión económica porque sus principales empresas no pudieron afrontar los costos del encarecimiento energético y se mudaron a… Estados Unidos.

El sacrificio parece aún menos inteligente cuando, a pesar de los intentos ucranianos de generar una épica con contraofensivas estériles, Rusia avanza de forma decidida sobre los territorios en disputa. Tomó el nodo logístico de Ugledar la semana pasada -lo cual venía intentando desde el inicio de la guerra-, y aseguró Mariupol, con lo que prácticamente sella la victoria sobre el territorio del Donetsk. 

Cuando veíamos que la fractura de la Unión Europea era inevitable y la victoria rusa estaba por ocupar la primera plana de todos los países, casualmente Israel recrudeció sus ataques sobre Palestina y el mundo árabe. Dicho conflicto, que lleva milenios y que obedece a razones múltiples, escaló rápidamente: gracias al armamento de Irán, los focos del conflicto se ampliaron de la frontera sur de Israel a la frontera norte que comparte con Líbano; y al Estrecho de Ormuz, por donde pasa más de un tercio de los envíos internacionales de petróleo a través de cargueros internacionales que los hutíes se encargaron de bombardear desde Yemen. Y los enfrentamientos elevaron su nivel la semana pasada, cuando Israel difundió los videos donde explotaban celulares de líderes de Hezbola en mercados rodeados de civiles y, a los pocos días, anunció el asesinato de toda la cúpula del partido gobernante de Líbano. Irán, por su parte, ingresó directamente al conflicto bombardeando Tel Aviv.

¿Dónde se juntan esos dos conflictos? Hace pocos días Israel, entre sus múltiples hostilidades, atacó una base rusa instalada en Siria, con lo que pareciera que ingresamos a un conflicto de otras características que exceden a las regionales y que, como dijera el Papa Francisco, toman forma de una “Tercera Guerra Mundial en cuotas”

Las consecuencias parecen evidentes para la República Argentina. Por un lado, la última vez que tomamos una postura unilateral en favor del eje estadounidense terminamos con dos atentados terroristas en la Ciudad de Buenos Aires. Por el otro, la política exterior de Carlos Menem sería hasta comprensible en el mundo post caída del Muro de Berlín, pero en un mundo donde las relaciones internacionales tienden al multipolarismo, la posición de Javier Milei aísla a la Argentina y la sitúa como enclave de una OTAN en decadencia en el Atlántico Sur con vistas sobre la Antártida.

Lo interesante de todo esto es que no existe determinación política posible escindida de las fuerzas sociales y los intereses que la empujan. Una política exterior que abiertamente rompe toda posibilidad de puentes con la segunda potencia mundial y principal destino de exportaciones del complejo agroexportador, la República Popular China, nos habla de una fuerza social existente que orienta la política hacia ese lado. Es la misma China que a su vez comanda el proceso de integración político-económica que marca la agenda del Siglo XXI, el BRICS+, al cual Argentina rechazo unirse en enero de este año.

Ni Mauricio Macri, cipayo y oligarca de cuna, rompió relaciones con la República Popular China. Y es porque, como dice Moreno, Mauricio es Blanco Villegas, no Macri. Su gobierno representó la alianza de todos los sectores de AEA, AmCham y la Sociedad Rural y su comando fueron los sectores dominantes de esta última. Los mismos que se convirtieron en Grupos Económicos Locales en la dictadura del 76’ y se transnacionalizaron durante el gobierno de Carlos Menem con las privatizaciones. Por lo que su amor ideológico por Estados Unidos pero su dependencia económica de China, más que una contradicción, era la regla a seguir.

Si el gobierno de Javier Milei avanza hacia este tipo de política exterior es porque es una política posible. Y si es una política posible y visible es porque existe una transformación anterior de la estructura económica argentina que, pueda verse o no, sirve de sustento al cambio radical de más de un siglo de política de no intervención. Es imposible responder a qué Estado-Nación obedece Milei porque simplemente no obedece a ninguno. La transformación económica subyacente es que los grandes fondos de inversión se encuentran ya dominando la política mundial y los Estados solamente son sus ejecutores.

La política estatal ha dejado de dar respuesta a muchas preguntas simplemente porque ha quedado sepultada junto al Siglo XX. El problema es mucho más profundo que la economía bimonetaria y la restricción externa, que solo son manifestaciones visibles de lo primero. Las guerras mundiales entre Estados dejan de existir porque ya no son estos los actores principales de la política. Y si aún existen los conflictos bélicos es porque hay algunos países o pueblos que no se resignan a entregarse a las garras del capital transnacional. 

El enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, por ejemplo, es solo la tapadera del enfrentamiento entre las corporaciones y la Federación Rusa, la cual fue bloqueada y expulsada de todos los circuitos financieros y mercantiles que se encuentran financiando las armas ucranianas.

Las obligaciones que acarrea esto para la militancia nacional y popular son profundas. Si algo demuestra la guerra en Ucrania es que no son invencibles, pero que sí es necesario tener una conducción y un pueblo conscientes de los problemas contra los que batallan. 

Argentina sigue siendo una semi-colonia y el lema “Patria o Colonia” cobra más actualidad que nunca. Pero el sentimiento antiimperialista o “antiyanqui” debe poder traducirse en una comprensión real de que el enemigo histórico no tiene ya la bandera de un Estado-Nación sino el logo de un fondo de inversión extranjero.

Estados Unidos ya no significa nada. Y, si no me creen, observen como funcionó en piloto automático durante cuatro años el gobierno de un señor que está visiblemente afectado en su psiquis. 

Pocos grupos como BlackRock, Vanguard, JP Morgan y Goldman Sachs controlan la mayoría de los paquetes accionarios de las empresas que consumimos diariamente y, a su vez, tienen la mayoría de las acciones de sus “rivales”, demostrando una vez más que el gobierno de las élites es uno solo e indivisible. 

Esos mismos grupos a los cuales se encuentran subordinados los Caputo, los Eskenazi y los Elsztain, son los mismos que guardaron a Milei en un hotel después de su victoria en el ballotage y le digitaron, uno por uno, a quien tenía que poner en el gobierno y qué tenía que hacer. Todas las medidas de gobierno vienen dando cuenta de eso y los grandes ganadores de la Ley Bases y el RIGI lo demuestran: ahora sí, señoras y señores, estamos ante el gobierno de las corporaciones financieras.

  

Comunidad

Última editorial

  • Tenemos razón

    Por Agustín Chenna | Acá no hay héroes ni redenciones…

Informes

Comunidad

  • Noviembre: La Náusea

    Por Facundo Cabral | Arrancamos diciembre con una pequeña certeza: gordos, no se viene. Milei está en su peak y…

  • Elijo Creer

    Por Imanol Garcilazo | El movimiento nacional no se nutrió nunca de palabras muertas en textos que nadie leía, sino…

  • Biopsia a la democracia

    Por Pablo Garello | Pensar la democracia más allá de su valor y entenderla como sistema. La falta de organización…

Última editorial

  • Tenemos razón

    Por Agustín Chenna | Acá no hay héroes ni redenciones fáciles: solo militantes con la certeza de que es posible…

Informes

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *