
COMUNIDAD
Confesiones
Por: Facundo Cabral
En su purga mensual de sentimientos el compañero Cabral nos da un paseo por sus recuerdos militantes y de la vida. Convivir con las contradicciones que nos llevan a momentos de confesiones.
Nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos lo sean.
San Agustín
Hola, ¿cómo estás? Espero que muy bien. Yo aquí, volviendo a escribir después de unos días intensos. Marzo es como el lunes de los meses, y en este, particularmente, el diablo metió la cola: se juntó el carnaval con mi cumpleaños número 40. Sí, 40.

Para colmo, en este país pasan tantas cosas todo el tiempo que se hace muy difícil hablar de la coyuntura sin quedar desactualizado. El populismo libertario que conduce los destinos de la nación sigue haciendo un culto a la provocación permanente, así nos mantiene entretenidos y/o enojados, en un careo inconducente que termina por reflejar nuestra propia impotencia.
Cuando estábamos en plena ebullición del Criptogate, apareció Santiago Caputo y, con un movimiento medido y de alto impacto, logró llevarse la atención de lo que parecía un escándalo comparable al cumpleaños de mi querida Fabiola en Olivos. Todo quedó allá lejos, igual que la escaramuza de palacio entre el mismo Caputo y Manes, el neurólogo tuvo el atrevimiento de asistir al recinto con una Constitución Nacional bajo el brazo.
Después del Criptoescándalo y de los nombramientos de los jueces de la Corte por decreto, tengo la sensación de que el presidente podría agarrar su motosierra, decapitar a un jubilado en cadena nacional, y su imagen, mientras la inflación esté controlada y el dólar estable, seguirá siendo positiva para la gran mayoría de los argentinos. Para muchos, esas dos variables económicas representan el objeto principal del contrato electoral al que suscribieron. En sus palabras: es exactamente lo que votaron.
Si la suerte del gobierno está atada al dólar, parece razonable que toda la gestión esté orientada a sostener el tipo de cambio. El fin justifica los medios, ya sea metiendo mano en el fondo de garantía de la ANSES o recortando programas para enfermos de cáncer. Hoy leo un titular en el diario que podría encajar perfectamente en el 2018: “Luis Caputo defendió el acuerdo con el FMI y dijo que será clave para bajar la inflación”.
Pero la paciencia no es eterna, y el pueblo sabio suele darte un par de años para dejarte hacer. Recordemos que Macri ganó las elecciones de medio término y, a pesar del préstamo extraordinario del FMI, el gobierno se vino abajo y perdió las elecciones en 2019. Milei, todavía y a pesar de todos los errores no forzados, puede hacer una buena elección en octubre. Lo que creo que no hará bajo ningún aspecto es un buen gobierno, alguien que pone en su horizonte la extinción del Estado que conduce jamás podría ser un buen estadista.
Milei está condenado al fracaso, lo que no significa que la oposición esté condenada al éxito. En este caso, no es que Milei sea bueno, es que nosotros somos peores aún no somos.

No todo es desconsuelo. Sigo con atención la épica que se va gestando a partir de la convocatoria espontánea de hinchas argentinos que se solidarizan con los jubilados y comienzan a copar con sus colores las marchas de los miércoles. Ponerle mística a un reclamo justo y ver cómo se involucra cada vez más gente es visibilizar en las calles un profundo descontento que no encuentra representación en ningún espacio/dirigente de la oposición.
Son las fuerzas del suelo tomando conciencia de sí mismas.
El punto aparte que acaba de pasar fue un gran momento para abandonar el texto si lo que has venido a buscar es un poco de catarsis sobre la coyuntura política nacional o alguna visión que aporte cierta claridad a este horizonte sombrío. Lo que sigue será apenas yo compartiendo mi viejo álbum de figuritas.
Mi amigo Dios
Tuve miedo de que el papa Francisco se muriera el día de mi cumpleaños. Ya un 5 de marzo de 2013 me pasó con el comandante Chávez, aunque la distancia afectiva y emocional sea muy grande como para una comparación tan lineal ahora lo recuerdo en cada aniversario.
Chávez no fue un líder mundial espiritual como lo es Francisco, pero en ese entonces era un actor clave de ese reverdecer de la idea de Patria Grande, un proceso que ilusionó a muchos de mi generación y que nos permitía confiar en una continentalidad posible de la que ya nos habían hablado otros militares como San Martín y Perón.
Escribo mientras espero que se desocupe el peluquero. Creo que a medida que pasa el tiempo, la barba te crece más rápido, ojo es algo a chequear, no he querido googlear para no perder el ritmo. Creer en el otro es más fácil cuando tenés el filo de una navaja afilada surfeando tu yugular.
A veces se hace inevitable creer, situaciones que escapan de nuestras posibilidades o de las manos del barbero, en esos intervalos Dios se nos impone para salir de nosotros mismos en el preciso momento que la certeza se hace insoportable y el milagro es nuestra última carta.
A propósito de la salud del Papa Francisco, he vuelto a rezar y me sentí mejor. No es que esté rezando todos los días ni que me persigne en cada iglesia, mas con el pequeño gesto de orar restablecí mi conexión interna con ese algo más grande y más cerca del todo.

Cuando era chico pasaba mucho tiempo en casa de mis abuelos. Mi abuela Luisa era muy católica y me enseñó a rezar antes de ir a dormir. Algo básico: el Padre Nuestro, un Ave María, el Ángel de la Guarda y, luego si, hablar con Dios, confesarme, manguearle algo. Ese pequeño ritual nocturno de hablar con Dios fue un momento clave de mi infancia y tuvo su primera revelación un sábado por la mañana.
Debo haber tenido 8 o 9 años y entrenaba en una escuelita de fútbol. Al mismo tiempo, mi abuela me inscribió en la parroquia del barrio para hacer catecismo. Lamentablemente, mi primera clase de catecismo coincidía con el horario del partido. Yo no podía fallarle a mi abuela, pero jugar a la pelota era ya en ese entonces una de las cosas más divertidas de mi vida, sentí la presión, estaba atrapado entre dos lealtades.
Así fue que esa noche del viernes hablé con Dios en otro tono. Después de rezar, le expliqué la situación y finalmente elevé mi solicitud: “Por favor, Dios, si estás ahí, hace que mañana por la mañana llueva así se suspende el partido”.
Ese sábado a la madrugada, me despertó el ruido de un trueno. La lluvia torrencial hizo que hasta llegar a la Iglesia San Roque -a dos cuadras-, se hiciera difícil. Mi abuela me acompañó con un paraguas color beige, y cuando terminó la clase, fue a buscarme con una sonrisa orgullosa bajo un sol radiante, para almorzar había milanesas a la napolitana. Desde ese día, creí en Dios para siempre.

Quince años después de esa simpática anécdota, yo ya estaba dejando de ver a Dios en las cosas. Incluso la verdad era para mí una idea tramposa, un juego del lenguaje. El desarrollo de la política argentina en los años 90 me había vuelto más bien escéptico y cercano a las ideas ácratas.
En esos tiempos, armamos una agrupación delirante de la que ya hablé en anteriores entradas, en ese marco nos tocó sumarnos a la ola Nac&Pop que identificaba al Cardenal Bergoglio con lo más rancio de la tradición argentina.
Soy de los que se llevó mal con Bergoglio por una cuestión orgánica. Para graficar la época, puede venir bien esta historia: estábamos en julio de 2010, y la ley de matrimonio igualitario estaba a punto de ser sancionada. La directora nacional de la juventud, Mariana Grass, había invitado a jóvenes de distintas organizaciones de todo el país a un foro en el hotel Bauen para conversar sobre los procesos de ampliación de derechos que estaba motorizando el gobierno nacional. Desde nuestra agrupación, viajamos cuatro compañeros. Fueron días hermosos donde el progresismo era una fiesta.
El cierre del foro terminó con una marcha al Congreso. En esa marcha, uno de nuestros compañeros intentó, sin demasiado éxito, hacer que toda la columna cantara una canción que decía así: “Oleee oleeeee, ole olaaa, oleee oleee, ole ola, vení Bergoglio, vení mirá, los culorotos cada día somos más”. La canción solo tuvo banca entre los dogos y los putos peronistas.
En aquella época, para Bergoglio estaba en juego la pretensión destructiva del plan de Dios, y por tales razones abogaba para que la ley se rechazara. A nosotros nos parecía bien esa ampliación de derechos, pero desde nuestra óptica libertaria, incluso la institución del matrimonio en sí era algo a cuestionar.
Fuimos creciendo, pasaron los gobiernos, el progresismo resultó complicado, Bergoglio se convirtió en Francisco y comenzó a quedarse solo frente a un mundo cada vez más individualista y hostil. Hoy, el Papa Francisco paradójicamente aparece como la resistencia a un mundo que adolece de amor al prójimo, donde los proyectos colectivos parecen en vías de extinción y el culto a lo material se impone desde todos lados. “El diablo entra por los bolsillos”.
A Francisco comencé a leerlo y escucharlo a partir de escribir mi tesis de maestría sobre el derecho de las personas migrantes. En su carta encíclica Fratelli Tutti, sobre la amistad y la fraternidad social, muestra una sensibilidad estimulante que invita a la acción. En el capítulo primero, denominado Las sombras de un mundo cerrado, advierte sobre la necesidad de estar atentos ante algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal.
La encíclica es riquísima, y recomiendo leerla entera. Aquí voy a citar solo un poquito a modo de despedida:
“Abrirse al mundo” es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se refiere exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos». Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este modo, la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”.

Mi relación con Francisco cambió y a partir de rezar por su salud volví a conversar con Dios, lo escribo aquí y parece raro pero bueno que se yo, es así. Mi mamá que con 20 años me tiene alzado en esa foto de arriba se ríe incrédula cuando le cuento que he vuelto a rezar. Ella no sabía la anécdota de la lluvia torrencial que permitió mi primera y última clase de catecismo. Después volví a la biblia por curiosidad filosófica y últimamente por necesidad espiritual. De algo hay que agarrarse dijo el manco.
Un niño que le habla a Dios es esa conexión que quise traer a este texto, la relación de lo temporal con lo eterno, ser conscientes de nuestra finitud es asumir el milagro de nuestra existencia y por lo tanto la del otro.
Bueno amigos eso fue todo por hoy, en mi cumpleaños me di cuenta que la gente ya no te llama por teléfono para saludarte, los saludos vienen más por las redes y por mensajes de wasapp, no sé si les pasó, recomiendo que si todavía tienen abuelos vayan a visitarlos más seguido.
Este posteo va dedicado a todos los jubilados de nuestro país.
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