
EDITORIAL
LIBERTAD BANANERA
Por: Agustín Chenna
“¿Con qué derecho ellos, a cambio, usan una droga venenosa para perjudicar al pueblo chino? Déjennos preguntar: ¿Dónde está vuestra conciencia? He oído decir que fumar opio está estrictamente prohibido en vuestro país; esto ocurre porque es claramente entendido el daño que el opio causa. Dado que no está permitido hacer daño a vuestro propio país, entonces todavía menos deberían ustedes dejar que se perjudique a otros países. ¡Tanto menos a China!”
Carta de Lin Zexu a la Reina Victoria de Inglaterra
intentando evitar la futura Guerra del Opio
I.
Quienes nos conocen saben que lejos estamos de sobreestimar la democracia liberal y, por tanto, de volvernos locos por los resultados electorales. Probablemente, pase lo que pase, tanto el gobierno como el peronismo dirán que ganaron y, en ambos casos, será parcialmente verdad, de acuerdo a qué camiseta tenga puesta el que lo mire.
Al mismo tiempo, anular su importancia absoluta en el impacto que tenga en la situación política nacional sería absurdo. Por fin, el domingo vamos a tener una foto del sentir social, ese que pocos tienen la capacidad de olfatear y que solo puede verse reflejado en un evento de estas características.
La situación del 7 de septiembre ya algo adelantó. En la provincia de Buenos Aires, aquella que conjuga todas las identidades de la Nación en una misma zona geográfica, el rechazo al gobierno viene in crescendo. Ese rechazo no es solo al gobierno. Lejos de ser una novedad, expresa el mismo sentimiento que impera en la sociedad desde la pandemia: el odio a una clase política incapaz de solucionarle los problemas a la gente o, al menos, de identificarse con ella. La nueva noticia solamente es que a Javier Milei, el outsider que logró representar a una mayoría popular, se le terminó el relato.
La buena nueva es más para la clase política opositora que para el pueblo. Ante el fracaso político y económico del proyecto libertario, el peronismo aparece como la única alternativa posible en cualquiera de sus formas. “Seremos menos malos que los demás” puede ser una fórmula tentadora para los peleadores de cargos. Para los que creemos en la realización de la Nación, es un enunciado inadmisible. No es paladar negro: no estamos dispuestos a ser parte de una nueva alianza de gobierno que le asegure un sueldo en blanco durante cuatro años a la dirigencia política, mientras cada vez más argentinos y argentinas son empujados a la miseria.

Esa miseria -que ya, para este punto, creo que es más correcto llamarla marginalidad o lumpenización- no es casualidad o mala praxis política. Cada fuerza electoral representa a un bloque de poder. Hoy, desde el gobierno, se encuentra dominando la Nación un sector que poco tiene que ver con la Argentina, y que si la observa solo es como proveedor barato de los recursos que necesita su producción ¿Cómo se saquea un país con una tradición política tan fuerte?
II.
Somos un país muy grande. Quizás el mejor del mundo. Pero dejemos el ombliguismo y el baiteo para Twitter. El terraplanismo político nos ha hecho creer que por ciertas características somos, de alguna forma, inmunes a las coyunturas mundiales. Error. Argentina es, como todo el mundo, un teatro de operaciones de la Tercera Guerra Mundial, absolutamente novedosa por sus características (para ver esto más desarrollado, leer Guerra Abierta).
La contradicción principal en la que hoy se dirime el mundo es entre aquellas fuerzas que intentan sostener el dominio unipolar de la post Guerra Fría y aquellas que pujan por una nueva “Comunidad de Destino Compartido”. Mientras que el Imperio en repliegue, a medida que va perdiendo posiciones, necesita profundizar su saqueo al conjunto del globo que aún puede saquear; ciertos actores como la República Popular China tienen un interés objetivo en promover la estabilidad e instancias de cooperación.
En esa disputa, ante la imposibilidad de generar un enfrentamiento directo producto de los altos niveles de integración y dependencia mutua, cada región o Estado en disputa se vuelven importantes ya no solo por su control directo, sino también por frenar la intromisión del bloque ajeno.
Ante el quiebre de la relación entre Estados Unidos y Europa, el proceso de expansión de los organismos multilaterales en Asia y Eurasia y el triunfo de cada vez más movimientos nacionalistas en África, el aseguramiento del continente americano por parte de los Estados Unidos aparece como un imperativo estratégico. Aún más, teniendo en cuenta que una parte importante de los países no son gobiernos afines al imperio anglosajón, el gobierno de Javier Milei es una posición que es imposible de perder. Estamos en ese momento del TEG en el que la cosa se nos puso negra, y forzosamente exponemos nuestro objetivo por la necesidad de acumular todas las fichas en ese lugar.
Las discusiones del futuro serán por energía, alimentos, agua y, teniendo en cuenta el acelerado proceso de achicamiento de valor en la producción, logística y datos. Aún más, observando los altos niveles de inversión en I+D que han alcanzado China y Estados Unidos, mientras se consiga la energía, la creación artificial de alimentos y la potabilización del agua serán, en poco tiempo, realidades concretas. Tierras raras, hidrocarburos, control de sectores geopolíticamente estratégicos, creación de nuevos polos logísticos y bases de datos, ahí se encuentra la pelea futura.
III.

Tanto en términos logísticos como energéticos, Argentina es un país importante. Los poderes que gobiernan Estados Unidos requieren su control territorial y el fácil saqueo de minerales y tierras raras. Hace pocos días, The Wall Street Journal sacó a la luz una reunión entre el Secretario del Tesoro norteamericano y Luis Caputo, donde el imperio anglosajón expresaba su intención de acceder al uranio argentino y desplazar a China de la ecuación.
Ese Secretario del Tesoro no es cualquier persona. Treinta años atrás, Scott Bessent trabajaba en Soros Fund Management, el fondo de inversión del multimillonario George Soros, que se haría conocido por amasar una enorme cantidad de dinero presionando y, finalmente, haciendo quebrar el Banco de Inglaterra en 1992. Dicen que, justamente, fue Bessent el que identificó esa debilidad en la economía británica, engordando las bancas de Soros a costa del empobrecimiento de las clases trabajadoras de Inglaterra. Esa misma persona hoy controla nuestra economía.

Scott Bessent es hoy uno de los alfiles de un imperio en declive, conducido por un aparentemente impredecible Donald Trump que, sin embargo, es de manual. Su reaccionarismo político, sus ataques frontales, sus “sincericidios”, son solo muestras de su incapacidad para construir un orden social, ya sea como líder o gendarme del mundo. Como en Irak, Libia, Afganistán o tantos otros lugares más, pueden entrar, destruir y saquear; pero difícilmente puedan quedarse. Lo saben. Sin embargo, aún debilitados, son Imperios. Y, por tanto, todavía tienen alguna capacidad: la de organizar el caos.
Una Nación fuerte, con un pueblo organizado y conducciones políticas preparadas, es imposible de reducir a la humillación a la que fuimos testigos durante los últimos días por parte de Donald Trump. La llamada “caribeñización”, que no es más que la socialización de la marginalidad en todos los estratos socioeconómicos, lejos de ser un proceso inocente, es parte de un plan finamente orquestado para garantizar las condiciones del saqueo.
Al fin y al cabo, no vamos a ser tan estúpidos de pensar que la CIA opera financiando guerrillas extremistas en Medio Oriente, pero no tiene nada que ver con la marcada baja cognitiva de nuestra población. O con el hecho de que hoy, en los conurbanos de la Argentina, sea cada vez más difícil hablar de organización popular, porque el narcotráfico (y, por lo tanto, la fragmentación social, la violencia, la marginalidad y todo lo que acarrea) domina gran parte de la escena de nuestros barrios.
No todo es una conspiración, dirán. Probablemente. Pero el plan ya se ejecutó con absoluto éxito. Si no saben lo que fueron las Guerras del Opio, googleenlo o vean esto antes de seguir:
IV.
Hace un tiempo, una gran parte de personas venimos pegados a la televisión siguiendo el día a día de la farandulización del triple homicidio ocurrido en Florencio Varela. El caso tiene todos los chiches: solo por ahora, tres pibas de La Matanza que ejercían la prostitución, que le robaron droga a un narco peruano con domicilio en Florencio Varela y que regenteaba prostíbulos en la CABA, el streaming de una tortura, homicidios planificados en restaurants y guerra de bandas. Un sicario que hasta hace seis meses laburaba en blanco, se metió a hacer trading, la chocó y se puso a matar gente por guita para juntar la plata que tenía que devolver. Si lo guionás, no te sale.
Muchos, que no conocen ni un poco las calles del conurbano, se enteraron ahí que en los barrios la prostitución por dos mangos es moneda corriente, que la gente vende dosis de paco para parar la olla, que los pibes están arruinados por la merca que es tan mala que solo sirve para fumarla, que hay otros que andan enfierrados desde los 9 años porque ser soldadito deja entre 20 y 30 lucas por día, una guita inalcanzable para muchos sectores. Se enteraron ahora que los transas son los principales empleadores, arman ollas populares, prestan guita sin interés, hacen obras de mejoramiento en los barrios. En fin, que los barrios tienen de patrones a los criminales que arruinan a nuestra sociedad.
Desgraciadamente, en el proceso de redacción de esta nota, sumamos una noticia más para marcar nuestro punto. Dorrego, González Catán, La Matanza. Un barrio que lejos está de la marginalidad o la falta de organización política. Un sábado a la madrugada como cualquier otro, a un pibe de 22 años, papá de dos chicos, le dicen que corra la moto y que se vaya de una plaza. No se quiere ir y le meten dos tiros en el pecho. Así, de la nada. Todos saben quién es el asesino: el hijo de un transa que se cansaba de subir fotos armado a las redes sociales. Todos saben dónde vivía el transa, donde se escondía el pibe, quien le pasaba la droga ¿Todos menos la policía y el poder judicial?
No hace falta ser muy despierto para darse cuenta que a un transa no se le ocurre, así como así, imponerse como el nuevo orden social de un barrio. Al factor de la ausencia del Estado, la ausencia de los espacios comunitarios y su propia existencia como fuerzas vivas del barrio, todavía queda sumarle una cuota de ingenio político y de protección política-judicial-policial que un tipo que regentea dos o tres bunkers no tiene de por sí. ¿Cómo es la red que permite que una persona que todos saben que vende droga sea absolutamente impune ante los ojos de todos? ¿Alcanza con decir que hay un jefe de calle o un comisario corrupto? ¿Hasta dónde podemos llegar si nos ponemos a pensar un poquito y vamos subiendo los niveles de toma de decisiones?

Volviendo al primer caso, cualquier boludo se da cuenta que “Pequeño J” no es más que un eslabón inferior del narcotráfico. Ningún criminal más o menos respetable transmite por TikTok un homicidio. Tampoco es muy creíble que, viviendo donde vivían, los que imputan como “jefes” de la banda sean efectivamente los jefes. La droga es un negocio millonario y, aunque suene cliché, hay que repetir que los verdaderos jefes, si viven en el país, más probablemente estén en Puerto Madero que en Villa Celina, arreglando para morfar con altos funcionarios del Estado, pagando campañas políticas e integrados en las cámaras empresarias que sus negocios legales les permiten.
No es casualidad que cada proceso de “neoliberalismo” económico traiga consigo un incremento de estas situaciones. Que la cocaína ingresó masivamente al país con la última dictadura cívico-militar es conocido. Los 90’ y el 2001 nos trajeron la baja de la calidad y la masificación de drogas realmente destructivas como el paco, el crack y el pegamento/poxiran.
Para este proceso de toma del poder político-territorial por parte del narco, no hay dos personas que digan una fecha distinta: si bien la venta de droga siempre existió, el inicio del dominio del narcotráfico empezó en la pandemia, cuando el Estado más necesario era y solo se le ocurrió, como mucho, soluciones para los trabajadores formales bancarizados, dejando a casi la mitad de la población sin poder salir a laburar y sin garantizar ningún tipo de ayuda estructural.
A ese entramado de destrucción poblacional se le agregan todo tipo de condimentos. Casas ilegales de apuestas, cajeros de casinos virtuales, escaneos de iris, protestantismo religioso, el culto al posmodernismo, a lo efímero y a la inmediatez. Cualquier cosa menos comunidad. Desaparecieron las Unidades Básicas, las sociedades de fomento, los punteros y las manzaneras, y quedó un entramado de búnkers de drogas, prostíbulos e iglesias pentecostales. Todo ante la mirada (si miraron) absorta o ineficiente de la dirigencia política peronista.
V.
Si hablamos de ineficiencia es porque todavía creemos en las buenas intenciones. No creemos que todos los políticos tengan, como Espert, relaciones de negocios o amistad con narcotraficantes. Confiamos en que sí hay compañeros que les preocupa, pero “el camino al infierno está lleno de buenas intenciones”. El problema es, como siempre, la falta de comprensión profunda sobre las cosas. En quedarse solamente en lo perceptible y en poder valorar sobre si está bien o mal, cuando el trabajo de la política es atacar los problemas y resolverlos.
“Sensibilidad e imaginación es base para ver, ver base para apreciar, apreciar base para resolver, y resolver base para actuar”.
Lejos de ser esta cuestión un conjunto de situaciones aisladas, el panorama actual es el reflejo del rol que le tocó a la Argentina en la división internacional del trabajo del imperialismo. Primarizada y descapitalizada, nuestra Nación solo sirve a los designios de la JP Morgan para exportar tierras raras, hidrocarburos, granos y alguna que otra cuestión más. En su modelo, casi no es necesaria la clase trabajadora, y aquellos que no pudieron entrar en los reducidos circuitos de producción o servicios aún vigentes -que, claro está, se encuentran reservados a una determinada clase social con determinada proveniencia-, tienen pocos caminos.
Se va conformando, así, una pirámide del sálvese quien pueda, que empieza por los Ubers cuentapropistas y sigue con los que alquilan, los delivery con moto, los que tienen bici y, bajando, narcotráfico, juego clandestino, prostitución, rastrerismo. Bien arriba de todo, casi en otra pirámide, los pocos que disfrutan de las jugosas ganancias que los fondos de inversión transnacionales les otorgan y les otorgarán por permitir el saqueo del país.
La alianza cada vez más profunda con Trump demuestra que eso es lo que tiene La Libertad Avanza para ofrecer al pueblo argentino. En el peronismo, por su parte, si se esboza un gesto de independencia del imperio estadounidense, es para ir corriendo a buscar financiamiento del Partido Comunista Chino (que demuestra que tampoco conocen cómo hace política internacional la República Popular de China). Sin comprender que lejos estamos de un escenario de Guerra Fría o mundo bipolar, no observan que la disputa sobre los “dos modelos de país” no es sobre cómo vamos a ser furgón de cola.
Lo que se está discutiendo es a qué fuerza en pugna se insertará la Argentina en los años venideros: si peleará por un modelo independiente, humanista, y que ejerza su soberanía estableciendo lazos de cooperación con el mundo; o si seguirá malgastando sus ventajas comparativas en promover modelos de dependencia.
Para comenzar a construir ese proceso, que al parecer difícilmente sea unidireccionalmente generado por algunas de las dirigencias que tenemos a mano, debemos volver a hacer pie en los espacios que, con su existencia, no han permitido que el nuevo orden capitalista se meta de lleno en los barrios. Y, fácilmente, encontramos que el caos organizado ha penetrado mucho menos allí donde la organización comunitaria resiste, construye lugares de pertenencia y sentido para pibes que, según les tocó en algún sorteo macabro, desde chicos los vienen convenciendo que su única salida es la calle, la cárcel o el cementerio.
Si hoy, con todas sus cosas malas, Argentina todavía no es un “país caribeño”, se debe al peronismo como sentido, encarnado en cientos de miles de hombres y mujeres anónimos que han suplido de padres y de madres de barrios y generaciones enteras. Que, con su ejemplo, han sostenido clubes, ollas, centros comunitarios, sociedades de fomento o cuanta forma haya tomado la solidaridad social. Ahí está el peronismo realmente existente, y el kilómetro 0 de cualquier construcción política que quiera volver a reconstruir un sentir nacional y verdaderamente popular, lejos de los partidos sectarios de bien pensantes que quieren decirle al pueblo qué tiene que pensar y qué tiene que hacer.
Solo queda averiguar si las características propias del peronismo son virtudes o defectos. Prescindir de un movimiento tan amplio y con tanta historia para la tarea venidera es difícil. Lograr que el conjunto de sus fuerzas logre actualizarse a los desafíos del siglo XXI, también. Más allá de sus instituciones y su liturgia, la esencia doctrinaria planteada por Perón es más necesaria que nunca: “una nueva filosofía de vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista”.
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