¿Qué pasó?

¿Qué pasó?

Por:  Agustin Chenna

El triunfo de Milei provoca incertidumbre en el campo popular, no solamente por el abismo que representa su plan económico sino por su capacidad de convocatoria a las masas populares. Sin autocrítica no hay futuro posible.


El día más negro llegó. En la segunda vuelta, el candidato liberal-libertario Javier Milei se impuso por una mayoría abrumadora del 56% a la fórmula de Unión por la Patria. 

Y existe una diferencia cualitativa con el 2015: mientras que Cambiemos logró su victoria gracias a una excelente performance electoral entre las capas altas y medias -logrando cooptar, además, al sector más desclasado de la aristocracia obrera-, el candidato de La Libertad Avanza generó una fractura al interior del conjunto de la clase trabajadora. Ganó votos de todos los sectores asalariados, aunque fundamentalmente en el sector de los trabajadores cuentapropistas, fuerzas de seguridad y fuerzas armadas (63%, 72% y 90% respectivamente, de acuerdo a la encuestadora Prosumia).

Mauricio Macri el día de su asunción como Presidente, el 10 de diciembre de 2015 | Créditos: Marcos Brindicci/Reuters

Esa misma tendencia se vio reflejada, también, en geografía eleccionaria. En 2015 primó el voto al Frente para la Victoria en las provincias con mayor empleo estatal e informal, dejando el voto a Cambiemos en los sectores dependientes directa o indirectamente de la oligarquía de la Pampa Húmeda. En 2023 el eje se corrió completamente: el mapa se pintó de violeta pero se alcanzó, a su vez, una elección histórica en la Ciudad de Buenos Aires superando el 40%.

Esa pequeña introducción, consideramos, es suficiente para entender el problema en el que estamos sumergidos. El peronismo estuvo lejos de representar los intereses y deseos de la clase trabajadora, y se encuentra ante un problema importante para el futuro dado que su base social se encuentra minada y su dirigencia sin rumbo. El debate pasa ahora, entonces, por entender una sola cosa: ¿cómo se llegó hasta acá?

“Un gran error de la militancia pro-Massa en esta elección fue querer visualizar en Milei una suerte de nuevo Menem. Milei no es Menem. Decir eso es contraproducente, porque tenés un sector de la sociedad que tiene un buen recuerdo del Turco, y diciéndoles eso lo impulsaron a votarlo”. Esto nos decía en una entrevista para El Aluvión, Casey Wonder, militante de Principios y Valores -la fuerza política que llevó a Guillermo Moreno como precandidato en las PASO-.

Hay igualmente un denominador común de comparación entre la masa menemista y la mileicista, que pegó de lleno dado el vuelco a la socialdemocracia clasemediera por el que optó el peronismo-kirchnerismo hace ya varios años. Ambos procesos hicieron y hacen parte al pueblo trabajador de la construcción de su relato. Tanto Menem hace 30 años como Milei ahora, supieron sintetizar la figura del hombre común que hace política convocando al conjunto a formar parte de la pelea. 

El periodista de A24, Esteban Trebucq, lo mencionó en su editorial del lunes 20 después de la elección. “El hombre común le ganó a la política”. La improvisación de Milei al hablar, sus muletillas, sus traspiés y sus confusiones dialécticas reflejaron, de alguna manera, los mismos tropiezos con los que se encuentra uno mismo en la vida cotidiana. En eso se basó su campaña. Y fue lo que se notó en el debate del domingo 19.

Por otro lado, la convocatoria a la pelea solo puede darse si se cumple el primer punto del manual de la política: la identificación del enemigo que nos constituye por oposición. Como mencionamos en la editorial Volver a Perón, el análisis de la elección de tercios era errado. Existía ya entonces -consideramos ahora que, incluso, nos quedamos cortos- un 50% de la población que estaba harta del sistema político y otro 50% que aún tenía una expectativa en la posibilidad de que esta democracia resolviera algo. 

Y ese era el centro de la disputa. Al mismo tiempo que crecía la inflación y el empleo informal, crecía la bronca contra el sistema político. Y hubo un candidato que eligió de enemigo (discursivo) al sector del que nadie se animaba a hablar: la casta política.

¿Cómo respondió Unión por la Patria? Con monólogos, gestos aprendidos en cursos de coaching político y el forzado intento por transmitir una ilusión que siendo parte del gobierno desde 2019 no se supo construir. Mientras que desde el vamos advertimos que lo que es de Todos no es de nadie, el Frente de Todos buscó una falsa idea de gobernabilidad para todos los argentinos y se olvidó de la historia de lucha del pueblo argentino y de la necesaria pelea política contra sus enemigos históricos.

Por acción u omisión, y encerrados en esa misma lógica de hacer política sin enemigos, se desmovilizó a su militancia (freno a la movilización de Vicentín, freno a la marcha del 17 de octubre de 2020, freno a las movilizaciones el día posterior al intento de magnicidio a Cristina Férnandez y podríamos seguir infinitamente) y se la relegó a un rol pasivo dejando la política a los cobradores seriales de cargos. Para sorpresa de nadie, estos no estuvieron a la altura de las circunstancias. 

Y cuando se advirtió la situación y se llamó a la militancia a tomar el bastón de mariscal, los compañeros respondieron como pudieron luego de años de subordinación irrestricta a las líneas políticas de organizaciones y dirigentes, que camuflaban bajo la forma de orgánica su falta de determinación, coraje e inventiva.

Volver al pueblo. El repliegue táctico

Para algunos pensadores argentinos, sanos hijos de la intelligentzia progresista, el problema fundamental de la política es la capacidad que se tenga de atraer a los sectores medios y “pescar fuera de la pecera”. Los referentes latinoamericanos de estas corrientes, que encuentran su desarrollo más elevado en las tesis del ex vicepresidente boliviano García Linera, han enfatizado largo y tendido sobre este problema.

Sin embargo, creemos que eso significa poner el carro delante del caballo. El intento de ganar a las capas medias debe tener como premisa necesaria contar con el apoyo de las clases oprimidas y con una conducción acorde a sus intereses. 

El peronismo, nacido como el proceso de síntesis de la experiencia y los anhelos de las clases obreras y campesinas, abandonó todo intento de comprensión del pueblo y se sorprendió cuando éste votó en contra de un gobierno que duplicó la transferencia del salario al capital (de acuerdo a un estudio publicado por CIFRA, el observatorio de la CTA) a pesar de que el otro candidato reivindicaba a Churchill. 

Para peor, algunos sectores tuvieron el tupé de enojarse con el electorado de Milei, diciendo pública o privadamente cosas como “cuando les toque cagarse de hambre que no vengan”. Lo que inmediatamente debemos advertir es que ese “cuando les toque” es un tiempo muy cercano: no existen bases materiales para reconstruir un menemato con la plata dulce que generen los activos estatales que se privaticen

Más de 50.000 millones de dólares al Fondo Monetario y otro tanto en letras y bonos del Banco Central esperan ser cobrados. Y el regalo del patrimonio nacional a los grupos económicos transnacionales viene, si o si, de la mano de un ajuste brutal al pueblo trabajador en los primeros días de gobierno

En primer lugar, es necesario abandonar toda pose vanguardista. El propio proceso de incorporación de las capas medias a la vida y conducción de las organizaciones políticas insertó en estas la concepción de que el sujeto político es el “político” o “la orga” y no el pueblo. Más que salir a educar, en estos momentos es necesario salir a escuchar y aprender.

“El conservadurismo popular es el respeto por la vida y las construcciones culturales creadas por la población. Es no querer cambiar al pueblo en lo que hace, en lo que dice y en lo que piensa. Se opone a la idea de querer cambiar forzosamente la antropología popular de ese pueblo”, nos decía Wonder, en la entrevista con este medio.

Cuando hablamos de cultura, hablamos de un sistema de valores que constituyen a su vez un sistema de vida. En contraposición a la cultura individualista del capitalismo, nuestra cultura popular y de liberación tiene que ver con un proyecto de vida que se constituya en un proyecto histórico del conjunto. Del salto cualitativo del conjunto de las individualidades a la constitución de un pueblo, de una comunidad.

Pero este salto cualitativo no opera por arte de magia. Más bien, todo lo contrario. La acción del imperialismo es económica pero también cultural, y todos los días nos encontramos con trabas y ataques a ese proceso. La tarea de la militancia debe ser empujar prácticas comunes, codo a codo entre iguales, que empujen la reconstitución del espíritu de cuerpo y un reacercamiento de la política a la sociedad. Volver a legitimarnos de la única forma posible: demostrando con trabajo que estamos a la altura de las circunstancias.

La compañera Evita sintetizó, en una simple frase, lo que pensamos: “El peronismo será revolucionario o no será”. Es que, simplemente, un peronismo domesticado y servil al statu quo planteado por el Imperio no es peronismo. Y la revolución, la construcción de lo nuevo, no puede hacerse con las mismas estructuras que fracasaron. Sumada a la inmensa tarea de volver a nuestras raíces, se encuentra la obligación de hacerlo con la experiencia recogida pero desde otros lugares.

Naturalmente, junto a la crisis del Imperialismo viene la crisis de su sistema político, la democracia liberal. Y la deslegitimación de la política tradicional no ocurre por el accionar de sus cuadros dirigentes, sino por la incapacidad objetiva de solucionar los profundos problemas de la Argentina desde las instituciones creadas por la oligarquía terrateniente. 

El nuevo proceso que se abre requiere coraje, determinación y capacidad creadora. Las viejas estructuras seguirán existiendo, pero perderán su razón de ser en la medida que quienes creemos realmente en liberar a nuestra patria demostremos en la realidad que eso es posible.

Y, contrariamente a como piensan los que hacen política sin pensar en los estómagos que hoy se van a dormir vacíos, nosotros no creemos que nuestro destino sea “Luchar, vencer, caerse, levantarse hasta que se acabe la vida”. Hacemos política por la victoria final y definitiva del Pueblo sobre el antipueblo. Por la subordinación de todos aquellos que quieren la opulencia pagada con el hambre de los trabajadores. 

Por la construcción de una Patria Libre, Justa y Soberana donde comer, tener un techo y desarrollarse espiritualmente no sea un lujo sino un derecho universal de una vez y para siempre.


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