Recuperar la ofensiva
Por: Agustín Chenna
Nacionalismo y soberanía, dos palabras olvidadas por gran parte del sistema político, pueden ser los puntos de acumulación necesarios para reconstruir una identidad que contenga a las grandes mayorías. Incluso con aquellas que votaron a Milei por ver en Massa un continuador del statu quo que viene saqueando al país sin darle respuesta a las clases populares.
Quizás estas líneas sean las más complejas de escribir desde que inauguramos El Aluvión en octubre de 2023. Los análisis de la realidad y las críticas a un sistema político en profunda decadencia -si bien, por más evidente que sea, no abundan- tenían un grado de facilidad para quienes nos dedicamos a hacer política. Esta crisis no es nueva y estuvimos en primera fila viendo todo el proceso. Adivinar el desarrollo del final no es tarea complicada cuando se analizan las “casualidades”.
Pero la Ley Bases expuso de tal forma lo inconducente de ciertos accionares políticos (comunes a todos los sectores y líneas) que seguir hablando de lo malo de cierto sistema rozaría la pereza intelectual de la cual tanto renegamos.
Los dos grandes pilares del peronismo para sostener este tipo de procesos fueron, al mismo tiempo, los grandes ausentes.
Breve estado de situación
En primer lugar, nos mostramos imposibilitados de construir mayorías. La orfandad política se encuentra en el punto más alto porque no existen individuos con vocación y capacidad para conducir al conjunto heterogéneo del movimiento nacional y popular ni mucho menos a sus sectores aliados. Lo segundo, pero no menos importante y relacionado con lo anterior, es que la merma de la capacidad de movilización de los sectores opositores al gobierno de Milei fue más que importante.
Ni Grabois pidiendo que dejen de mirar Blender y salgan a protestar, ni Pablo Moyano conduciendo una de las poquísimas columnas sindicales que se vieron lograron la mitad de lo que logramos hace solamente siete años, estirando la votación por la previsional y, en palabras de Macri, terminando con la etapa de ofensiva/iniciativa de su gobierno.
Que la democracia liberal es limitada ya es sabido (si a alguien le queda alguna duda, recomiendo leer el análisis de nuestro amigo y compañero Pablo Garello en el Instagram de @roscaytinto). Que los mecanismos del Estado liberal están hechos para beneficiar a las minorías también. El problema es qué va a hacer el movimiento nacional y popular con la razón que le asiste. Si los dirigentes del espacio político representan una oposición casi inerte es porque sus bases, sus representados, nos encontramos tan estupefactos ante los acontecimientos como ellos.
Se nos cae el mundo encima y no sabemos qué hacer. Adelanto que en este espacio tampoco, pero tenemos algunas ideas para aportar que pueden ayudar a desarmar la neblina.
Conciente o inconcientemente, cobra fuerza la idea de que el sistema político está tan acabado que hay que operar por fuera de él. Comienzan a aparecer ¿intelectuales? jóvenes (va entre signos de pregunta porque no se si esa es su definición. Pero hablamos, después de mucho tiempo, de gente que piensa y ayuda a pensar, lo cual tiene que ser necesariamente bueno) que empujan el proceso de alza de la conciencia del espacio político, pero escapa a la disputa política.
Se observan cosas como “Hay que empujar este proceso, el referente ya va a llegar”, reincidiendo en una política delegativa de menor intensidad y reemplazando la construcción política por el mesianismo ¿De dónde va a salir el referente si todos lo están esperando, pero nadie construye sus propias condiciones de conducción? Y una pregunta más de época ¿Qué va a poder hacer “el referente” solo, por más bueno que sea, con un tejido social y político destruido y una economía entregada a los grandes capitales transnacionales?
Tanto en las tensiones internas como en la pelea, con el enemigo estamos jugando un partido en el que la cancha está embarrada. Y para colmo, el otro equipo puso al árbitro y casi que inventó algunas reglas de último minuto.
La decisión que debemos tomar quienes hemos decidido no subordinarnos al sistema político es si vamos a ocupar los medios de comunicación, e incluso crear nuestros propios lazos comunicantes, para que todo el mundo sepa que tenemos razón en no jugar; o vamos a meternos a la cancha a lo guapo y a bancar la que venga sabiendo que algún gol podemos llegar a meter.
La primera opción es tentadora, pero el problema es que en política tener razón es una cuestión práctica, no teórica.
Aportes para la ofensiva política
Mientras nuestro pueblo se caga de hambre y nuestro país es rifado a los grandes grupos económicos. La resistencia es una opción cómoda pero poco inteligente para quien no desee la intrascendencia política. La sociedad premió en estas elecciones al único tipo que ofrecía un horizonte y alguna claridad de cuáles iban a ser sus pasos. El statu quo es castigado, y toda construcción cuyo punto de apoyo sea la mera crítica a algo de lo ya existente se convierte, paradójicamente, en parte del elenco estable de lo existente.
Si la política no es una ciencia exacta tampoco es una entelequia donde nada es previsible. Tampoco existen fórmulas mágicas para prever el futuro, pero sí existen algunas que nos sirven para observar las tendencias de los procesos y no quedar como pelotudos preguntándonos: “¿Y si le sale bien?”.
Nuestro primer aporte es no decir nada nuevo, pero sí intentar revivir una práctica olvidada: la práctica política tiene como premisa el conocimiento de las condiciones objetivas y subjetivas donde se opera. Hacer política sin estudio es el equivalente a pararte en un ring con los ojos cerrados y pegar según cómo te diga tu adversario. Capaz en una se equivoca y una piña entra, pero peleando con la información y el sentido del enemigo lo más probable es que te caguen a palos.
Para Mao, el Ejército Revolucionario debía moverse entre el pueblo como pez en el agua. El agua no es solo vehículo para el traslado del pez, sino además su insumo necesario para respirar y, por lo tanto, para vivir. El primer pecado capital es desconocer el estado de consciencia de nuestro pueblo. Los principales errores de quienes hacemos política (y tenemos como principal hipótesis de poder el poder popular) se generan por sobreestimar o subestimar cuales son los grados de aceptación o rechazo de un determinado tipo de acción en nuestra base, el pueblo en su conjunto.
JP Feinmann también decía algo interesante al respecto: “La política se trata de dar tres pasos cuando hay que dar tres. Dar dos pasos es igual de reaccionario que dar cuatro”.
El segundo pecado capital que debemos evitar es desconocer las tendencias y procesos que se desarrollan en el mundo o la estructura objetiva sobre la que operamos en nuestro país. Hay que correr a formarse en filosofía, historia, economía, política y toda aquella herramienta teórica que nos permita comprender mejor de donde pasan las cosas y por qué pasan. Salir de la lectura para encontrar verdades eternas y ahondar en herramientas que nos ayuden a acercarnos a la realidad. Paradójicamente, Perón -fetichizado por muchos de sus fieles como mesías y escritor de la biblia absoluta y eterna para cualquier tipo de sociedad-, supo ser un maestro de esto. En Conducción Política cuenta que él había leído sobre todos los conductores y analizado todos sus procesos decisorios, pero no para copiar lo que había hecho Licurgo en la Antigua Grecia sino para ejercitar lo que haría el hoy. “La ejecución es un arte simple y todo de ejecución”.
Por último, los grandes cuadros y referentes políticos de la historia son los que han sabido conjugar estos dos elementos que no se encuentran aislados ni estáticos, sino que están en constante movimiento y constituyen lo que es el “proceso político”. Entender los procesos políticos nos lleva, directamente, a entender sus tendencias y por lo tanto prever su desarrollo y limitaciones futuras.
Muy humildemente fue el primer paso que se planteó El Aluvión: antes de constituir cualquier espacio político, construir un lugar de discusión y formación de pensamiento que logre desarrollar, posteriormente, una línea política basada en la realidad del mundo y de nuestro pueblo. No vamos a decir que hay que “volver al pueblo” porque todos venimos de ahí. Pero si hay que hacer un esfuerzo por sistematizar ese pensamiento y deducir cómo aportarle.
Construir mayorías
Como mencionamos anteriormente, quienes hacemos política contra el statu quo y el poder económico y político que explota a nuestro pueblo, tenemos como principal hipótesis de poder al poder popular. Cristina (en mi opinión, quien mejor maneja lo que mencionamos anteriormente) le decía a Alberto Fernández, el día de su asunción: “Sepa que este pueblo maravilloso nunca abandona a los que se la juegan por él. Convóquelo cada vez que se sienta solo o que sienta que los necesita. Ellos siempre van a estar cuando los llamen por causas justas”.
Y el gran mal que aqueja al peronismo actualmente es la vocación grotesca que tiene de minoría intensa, ya sea por intenciones especulativas o por creer que el pueblo en sí no significa nada más que una conjunción de muchas minorías.
El peronismo new age coincide, en lo esencial, con Margaret Thatcher, cuya célebre frase pasó a ser un excelente resumen de lo que sería el neoliberalismo que construyó: “La sociedad no existe, solo existen individuos”. Nosotros, por nuestra parte, nos encontramos alineados con Francisco I: “El todo es superior a las partes”. El pueblo es algo cualitativamente superior al rejunte de personas.
Pero para poder reconstruir mayorías, más allá de la premisa central de comprender el mundo en el que vivimos, es necesario definir algunas cuestiones de práctica política.
La primera cuestión a resolver es cómo reconstruir un relato de futuro que, además, tenga posibilidades de éxito. Sin caer en el posibilismo, en lo posible del sistema, también tenemos que ser conscientes que nadie da la vida por una causa que cree que no va a llegar nunca.
¿Es viable plantear, como en los 70’, construir la Revolución que no vamos a ver, en el mundo del TikTok, los reels de 30 segundos en x1,5 y donde nadie sabe si el mes que viene va a poder pagar el alquiler?
No nos encontramos con la sociedad industrial y de relativo pleno empleo en la que operaba Perón sino en una sociedad rota, descompuesta, con altos grados de informalidad y en un proceso de lumpenización que ayuda a romper los pocos vínculos que sobreviven en los barrios. La Comunidad Organizada es un proceso cuyo fin no va a ser posible si estamos discutiendo derechos elementales como el alimento. El primer paso de la organización de nuestro pueblo tiene que tener como núcleo la resolución de sus propias necesidades, que son muchas: alimento, educación, vivienda digna, espacios de recreación, etc.
Para esto contamos con una condición subjetiva espectacular: hay unas ganas impresionantes de pertenecer a algo más grande que uno. En los 5 millones de argentinos en los festejos del mundial, las canchas de fútbol llenas, cualquier boludo llenando River o las decenas de comunidades virtuales que se encuentran formadas o en formación, podemos ver esa pulsión de constituirse en una identidad mayor. La respuesta a cuál es ese núcleo vertebrador de la identidad común está en nuestra historia.
El peronismo tiene su propia línea histórica porque es el nacionalismo popular revolucionario, el nacionalismo de inclusión que nos diferencia de los proyectos genocidas de los nacionalismos europeos. En la línea histórica nacional podemos ver a los negros que murieron por nuestra independencia; a los gauchos y a los indios que el porteñismo tuvo que exterminar para imponer su modelo de país; a los descamisados que lucharon por años contra la explotación de la oligarquía e impusieron su propio modelo de Estado; y a la reivindicación de todos aquellos muertos en los 70’ y los años posteriores producto de la imposición de los grupos económicos transnacionales a nuestra estructura de poder.
Nacionalismo y soberanía, dos palabras olvidadas por gran parte del sistema político, pueden ser los puntos de acumulación necesarios para reconstruir una identidad que contenga a las grandes mayorías. Incluso con aquellas que votaron a Milei por ver en Massa un continuador del statu quo que viene saqueando al país sin darle respuesta a las clases populares.
En resumen, nuestra fórmula se trata de algo así: la reconstrucción del proceso identitario, articulado por un discurso de disputa de poder que sea consecuente con la acción, y que tenga siempre presente las condiciones de posibilidad objetivas y subjetivas en las que se mueve.
Hace apenas unos días, alguien que fue actor principal de la política durante dos décadas, opinaba sobre cómo le había pasado la hora de ser un dirigente actual: “La política es como la Fórmula 1. Para ser un distinto, en las curvas se acelera. Y podés ser Schumacher, que ganó todo o Senna que se la terminó dando. Pero si no acelerás en los momentos adecuados nunca lo vas a saber”.
Hoy es momento de ser profundamente disruptivos. La ofensiva política es una necesidad de época. Pero de nada sirven las quejas sobre el sistema si no estamos dispuestos a encauzar y construir un proyecto de país propio. Ante un sistema que nos quiere plantear que la irreverencia política es gritar y putear a los demás en los estudios de televisión, nosotros creemos que se trata de generar una narrativa esperanzadora, trabajando conjuntamente codo a codo, que plantee la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
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Muy bueno
Suscribo compañero.
Y ya que la idea es ser disruptivos, propongo que desde el peronismo discutamos y propongamos construir -por ejemplo- en base a estos ejes:
1) Honestidad en la gestión pública, mecanismos de control social de la administración de los fondos públicos.
2) Un estado reposicionado: a) eficiente, b) austero, c) funcionarios formados técnica y políticamente, d) con auditoría externa que haga su labor en tiempo real.
3) Un programa económico con mirada profundamente productivista y ordenado en la macro. Indispensable: Nueva política que reconcilie y vincule a los pequeños y medianos diversos sectores del agro.
4) Estrategia consensuada socialmente que atienda la realidad de la economía informal.
5) Congreso Nacional Educativo, Sanitario y de Seguridad ciudadana.