
EDITORIAL
La herencia de Braden
Por: Agustín Chenna
Insistir en el error de convertir al movimiento nacional y popular en un rejunte de partidos que defiende la democracia liberal. De la Unión Democrática al Frente de Todos.
El 24 de febrero de 1946, Juan Domingo Perón ganaba su primera elección a Presidente, derrotando con un modesto Partido Laborista a la Unión Democrática que proponía la fórmula Tamborini-Mosca y se encontraba abiertamente respaldada por la Embajada de los Estados Unidos, la totalidad de la partidocracia argentina, la Sociedad Rural, y todos los sectores de “poder” del Estado Nacional. Tal había sido el apoyo de los Estados Unidos a la fórmula del radicalismo que pocos recuerdos quedan de Tamborini, siendo el lema más conocido de esa campaña “Braden o Perón” (en referencia a Spruille Braden, el embajador de los Estados Unidos en nuestro país en ese entonces). Todos, desde el oligarca Patrón Costas hasta el Partido Comunista Argentino y desde Gran Bretaña a la Unión Soviética, conformaron el gran frente “anti-fascista” contra Perón. Y perdieron. Jauretche diría, sobre ese momento: “No hay como equivocarse; cuando ellos se juntan, el pueblo se va para el otro lado. No sé si es causa o efecto, pero es así…”
También Jauretche, de forma premonitoria, decía en una carta de 1942: “Hay dos Argentinas, una conservadora, que no quiere que ocurra nada. Esa Argentina tiene una apariencia poderosa porque maneja las estructuras oficiales de los partidos, del periodismo la radiotelefonía, los gobiernos, pero esa Argentina no tiene vitalidad alguna, es un edificio caduco que subsiste por inercia, porque en ella ya no creen ni los que la forman. Y hay una Argentina subterránea, joven, vigorosa, caótica aún, pero que pronto se va a orientar, que se está orientando ya, a pesar del desorden que introducen banderas extrañas en su seno, como el comunismo y el fascismo.”
¿Les suena a algo? Como siempre, las referencias históricas que hacemos en estas líneas no son para dar una clase magistral sino porque entendemos que la historia es maestra de la política. Y observamos con preocupación que, desde hace unas semanas, comienza a condensarse en los discursos de la mayoría de los referentes del peronismo una idea que viene madurándose hace tiempo: la del gran frente defensor de la democracia liberal, desde el “movimiento nacional, popular y democrático” al ahora llamado Frente Anti-fascista.
Ya advertíamos en Barajar y dar de nuevo que el discurso de campaña de Unión por la Patria se centraba peligrosamente en la defensa irrestricta de la Constitución liberal del 94’, de la democracia liberal burguesa y del orden institucional del Estado fundado por la Sociedad Rural Argentina. Es decir, en concebir a la defensa de la patria como la defensa de las instituciones y no como la defensa de su pueblo. Todo lo contrario al pensamiento del peronismo original.
Y es que, desde el inicio de la Argentina, como existen dos bandos antagónicos en la pelea política (el pueblo y el antipueblo), existen dos concepciones de la patria. Por un lado, la concepción derrotada, es la que concibe a la Patria como creación colectiva y entiende a la defensa de esta como la defensa de su creador: el pueblo. La segunda, la impuesta a sangre y fuego por la oligarquía, no es concebida “como fin en sí misma sino como medio. El fin no es la nación, son las instituciones. De aquí que traición a la Patria no resulta de la negación a su soberanía sino de la alteración del régimen institucional” (Jauretche, “Los profetas del odio y la colonización pedagógica”).

No es casualidad que Anfibia, portavoz de la división de la lucha popular en múltiples luchas de minorías, haya posteado eso hace unos días. Tampoco es casualidad que nos hayamos enterado, por ese mismo medio, que la mayoría de su financiación dependía de un programa del Departamento de Estado de los Estados Unidos que Trump decidió cortar. Es la culminación de un proceso en el cual la mayoría de la dirigencia peronista, que ya había abandonado hace rato la idea de cambiar el sistema, abandone ahora también la predisposición a pelear por condiciones más justas. Los años de Estado y plantas permanentes alejaron nuestro discurso del pueblo que, mientras esté tan cagado de hambre como está ahora, probablemente poco le importe la batalla discursiva.
Al sistema político basado en la búsqueda del centro democrático-liberal, el péndulo de castas y el buscado nihilismo de masas lo rompió un candidato que tenía una verdad, sonaba creíble y hablaba al futuro. Tanta era, evidentemente, la necesidad de encontrar un político que no parece que te está mintiendo a cada paso, que lo votó el 56% de la población a pesar de que proponía un futuro horrendo para las mayorías.
Tal es así que, a pesar de que todos estamos visiblemente peor que hace un año, todos aquellos identificados como “políticos” siguen manteniendo (o incluso aumentando) el rechazo de la sociedad mientras que Milei se mantiene prácticamente intacto en relación con el mal causado.
¿Cuál es la solución que propone el peronismo ante un presidente que resiste los embates de la política tradicional y una clase política desprestigiada? Un gran frente Anti-Milei que aglutine a la mayor cantidad de aparatos políticos posibles. Una genialidad solo igualable a la de quienes empezaron a oler posibilidad de victoria porque la Sociedad Rural llamaba a votar a Sergio Massa.

Erran algunos, como Grabois, cuando plantean que la diferencia de esto con la Unión Democrática es que “La Unión Democrática fue contra Perón y lo nuestro es contra Milei”. La Unión Democrática no tenía ningún problema con Perón como persona. La Unión Democrática fue contra Perón en tanto expresión de la lucha del pueblo trabajador y del Ejército nacionalista que construyó la Argentina. Un gran frente de la superestructura política y económica contra el pueblo hundido en la miseria.
El gran frente anti-Milei expresa solo una lucha electoral, sin propuesta de gobierno, con una conducción política atomizada (o sea, inexistente) y sin más base social que los distintos aparatos políticos que se ven perjudicados de no poseer el Estado Nacional. Con el agravante de que eso existió hace cinco años, se llamó Frente de Todos y fue un fracaso rotundo.
¿Quiere decir esto que estamos en contra de luchar contra Milei? Para nada. De hecho, somos los que verdaderamente estamos a favor. Porque luchar contra el títere de las corporaciones yanquis implica algo más que ganar las elecciones. Nada que nazca como “Frente anti”, sin poder definir su identidad propia más que en la oposición, tiene ningún tipo de futuro. La misión de destruir al otro sin poder proponer un proyecto de país no tiene posibilidades más allá del corto plazo. Le pasó al radicalismo antiperonista, le pasó a Cambiemos y, probablemente, le pase al peronismo en esta etapa.
Luchar por la Argentina soberana implica tener un pueblo provisto de misión e incorporado a la pelea política, y una clase dirigente que se aboque a discutir los grandes temas que disminuyen día a día la soberanía de nuestra Patria. La acumulación en “oposición a” deja a nuestros dirigentes ocupados en la rosca y delega el proyecto de país a tecnócratas que ya se han demostrado incapaces de llevar adelante un interés superior al personal. Hoy nucleados en Fundaciones financiadas por la Embajada Británica o el Departamento de Estado, promueven la destrucción del Régimen de Tierra del Fuego, relativizan la ocupación británica de nuestras Islas Malvinas y proponen una economía reducida a la exportación de servicios, minerales e hidrocarburos.
El principal problema político de este gobierno no es ni va a ser la cuestión meramente económica ni, mucho menos, la rosca política. El principal problema que tienen es el problema que sufrimos todos los argentinos comunes y corrientes: las consecuencias de los modelos económicos liberales en el plano social. Desde un jubilado que mata a un trabajador por no querer bajar la música hasta los pibitos de quince años que se sacan fotos robándole a una jubilada en la casa, hoy no hay posibilidad de Comunidad Organizada porque no existe tal cosa como la comunidad. Reina el desorden y la anarquía de tal forma que afecta transversalmente a todos los sectores sociales, pero sobre todo a los más humildes que no pueden pagar alarmas, moverse en auto o reponer fácilmente un celular que puede costarle más de un mes de trabajo.
Mientras el momento exige autoridad y convocatoria a un futuro mejor, la rosca parece enroscada -valga la redundancia- en una política de círculo que no hace más que hablarse a sí misma. Hay que proponer la transformación de la patria y, para eso, hay que convocar a lo que nos queda de pueblo.
La crisis de representación es total y la realidad nos muestra que el pueblo está de un lado y los aparatos políticos del otro. ¿De verdad algunos peronistas van a preferir quedarse del lado del aparato?
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No sé si es acertado comparar el FdT con la Unión Democrática. El FdT es una rejunte de gatos (?) sin programa de gobierno pero tampoco eran gorilas. Estoy en desacuerdo con la idea loca de Grabois del «frente anti-milei». Es un mamarracho pero de ahí a compararlo con la Unión Democrática es un montón, porque no es menor que la UD haya sido contra Perón y este intento fallido sea contra Milei. Una cosa es una estrategia electoral pifiada y otra ser gorilas
Muy interesasnte!!!!!!
Necesitamos mas compromiso para sacar adelante el oais
Excelente análisis, solo aporto qué no solo se gano con el partido laborista en el 45, la UCR junta renovadora, la UCR bloquista o Lencina fueron muy importantes para ganar algunas provincias tradicionales y poco industriales como córdoba, san juan, san luis o Mendoza