Peronismo, tripa y corazón

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Peronismo, tripa y corazón

Por: Pablo Garello

Sin dolor no hay ganancia, pregona la frase en inglés más repetida entre los adeptos al gimnasio. Un verdadero peronismo tiene las herramientas para dialogar con estas nuevas subjetividades. Sacrificio, planificación e individualismo.


El 31 de diciembre, mientras esperaba con ansias la llegada del 2025, me crucé en las redes con un fenómeno bien particular. Un pibe, que después me enteré de que se llamaba Gero Arias, estaba haciendo dominadas en el obelisco frente a miles de personas. Fue el último día del reto: hacer una dominada por día. Y llegó: hizo 366 dominadas sin soltar la barra.

Gero Arias es un influencer de San Luis que realiza retos extremos. Hace ejercicios sobre un río repleto de cocodrilos, repite dominadas hasta que sus dedos no paran de sangrar, se somete a las alturas más insoportables.

Gero Arias

“La calistenia, el gimnasio, los deportes de contacto son instrumentos fundamentales de la sociabilidad espartana, pilar en la lógica actual de las redes sociales, las cuales otorgan un alto valor a la apariencia física y refuerzan su importancia en la construcción de la identidad personal. Sucede que en un contexto de incertidumbre generalizada y de obsolescencia de los caminos tradicionales, el “yo” se convierte en la única certeza, el único objetivo y medio seguro. La optimización física en este contexto se considera fundamental para la supervivencia y la autosuperación”, escribió hace días Pablo Semán en una nota del dipló.

Lo que me sorprende de estos fenómenos digitales, que con el tiempo impactan en la vida real, es su masividad. El evento de Arias reunió a miles de personas frente al obelisco, como si fuera un partido de fútbol de primera, solo para verlo hacer dominadas. Más de 370.000 usuarios seguían la transmisión en vivo, un número que habría sido impensado hace algunos años para algo tan específico como ver a alguien colgarse de una barra.

Gero Arias tiene 6 millones de seguidores en Instagram. Para que ustedes tengan una idea, Cristina Kirchner (seguramente la persona más conocida de nuestro círculo ideológico) tiene 1,5 millones. Arias tiene cuatro veces más seguidores, sin haber sido presidente ni aparecer 30 años seguidos en los medios. Y acá hay una cuestión con la técnica de la época. 

Las redes sociales median hoy todos los vínculos humanos. El nivel de capilaridad social y de impacto temporal en la vida cotidiana que llegaron a obtener, produjo una modificación abrupta en nuestra forma de entender el mundo. Afirmo, sin miedo a equivocarme, que una figura como Arias (seguramente desconocida para ustedes y hasta hace dos meses para mí) tiene un impacto subjetivo en mayor cantidad de personas que Cristina Kirchner, Sergio Massa o Juan Grabois.

No maten al mensajero: a mí también me preocupa la situación. Yo solo evoco lo que veo en mi generación y advierto sobre fenómenos que son extremadamente masivos, teniendo plena conciencia de que los militantes somos una minoría (cada vez más) ínfima y que la política es aborrecida por la mayoría de la población. En última instancia, en la democracia liberal en la que vivimos se llega al poder por el sufragio popular, y sí, el número importa

Entonces, elemento uno: la popularidad

Vamos al elemento dos y seguramente el más importante: la subjetividad. “El dolor es momentáneo, la gloria es eterna” escribió Arias en el pie de una foto que exhibía lastimaduras en sus músculos. El sacrificio, la fortaleza, el dolor, son elementos presentes en este tipo de referentes juveniles. Hay que aguantar para obtener logros, romperse el culo para llegar. Mucha disciplina mental, eliminación de los tiempos muertos y el menor ocio posible. 

Es la misma doctrina que abunda en internet de la mano de los traders. Levantarse temprano, entrenar, comer bien, trabajar mucho y salir poco de joda. Y yo sé que vos ves los videos del colorado de Instagram y te parece un pelotudo, pero quiero que entiendas que hay miles de jóvenes influidos por esa forma de vivir. Y son argentinos.

La que asoma, es una subjetividad individualista. Como escribió Semán: “en un contexto de incertidumbre generalizada y de obsolescencia de los caminos tradicionales, el “yo” se convierte en la única certeza, el único objetivo y medio seguro”. Como militante justicialista, combato la filosofía liberal con eje en el individualismo. Pero quiero que tratemos de pensar seriamente en la subjetividad de estos pibes. 

Imaginen esto: yo tengo 26 años, comencé mi trayectoria laboral a los 18 durante el año 2016. Macri, Alberto (pandemia de por medio) y ahora MIlei, estos son los presidentes que le tocaron a mi generación en su vida laboral. Si pensamos en un pibe de 19, este tenía 10 años cuando Cristina terminaba su mandato. Es decir: el kirchnerismo no asoma siquiera como suspiro. No hay recuerdo de un país que no esté en crisis, en el que el desarrollo personal y familiar (en las clases medias y bajas) no sea una colina irremontable.

Es interesante pensar también en torno a los caminos tradicionales de realización con respecto a los jóvenes. En caso de poder estudiar, un título universitario ya no asegura el éxito. La ayuda de la familia ya no alcanza, los sindicatos están solo en las historias del abuelo y si llega a estar en su realidad, el pibe no lo desea. La política lo defraudó mil veces. Es decir, todo aquello que conforma lo colectivo, no funciona. 

Es una generación de un país detonado, de un país que no permite descanso. Por eso el único resguardo es su propio cuerpo. Por eso el entrenamiento y el cuidado corporal. La disciplina mental. El amor a uno mismo. (Esto predomina en varones jóvenes, pero también aparecen los rasgos en las mujeres de internet, las nuevas streamers o influencers fitness abundan exhibiendo un cuerpo tallado, políticamente incorrectas y poco afectas al ideario feminista. Y sí: también son seguidas por multitudes).

Sacrificio, planificación e individualismo, la tríada de valores que un segmento importante de las nuevas generaciones valora como positivo. En el fondo, la posibilidad del éxito económico, de hacer guita, de vivir tranquilos en un país que se desmorona.

Uno intuitivamente tiende a creer que la subjetividad de estos jóvenes los lleva directamente a reproducir un gorilismo acérrimo, pero creo que el peronismo tiene mucho para dialogar con ellos. No hablo del peronismo hegemónico de los últimos 10 años, mucho más cercano al progresismo liberal que a la doctrina justicialista. Es decir: no hablo del peronismo victimista, que convirtió a la victimización en una fuente de legitimidad y autoridad moral, permitiendo a quienes se identifican como víctimas exigir atención, reparación y reconocimiento. No hablo del peronismo tacticista, intelectualmente vago y que improvisa sobre el pucho. Que no planifica ni tiene pensamiento estratégico. No hablo del peronismo new age, donde sus militantes no se comprometen porque demasiadas responsabilidades les producen ansiedad. Hablo del peronismo clásico, con aires de grandeza, esfuerzo y superación. 

Observen la tríada que marcaba como valiosas en las nuevas subjetividades:

Sacrificio: vinculado a un espíritu de grandeza. Ser fuertes para enfrentar la adversidad. Resistir, resistir y resistir. El peronismo tiene historias de sobra en su tarea histórica por concretar la revolución nacional. Desde obras magnas como el gasoducto más largo del mundo o la erradicación del paludismo, hasta pararse de manos al imperialismo inglés y estadounidense al mismo tiempo. Llevar adelante la resistencia. Soportar el exilio. Y ni hablar en su identidad obrera: aguantar, romperse el culo, hacer que el hijo estudie para que sea profesional. 

El justicialismo entiende el sacrificio porque entiende la grandeza. Históricamente fue el partido de los excluidos, no de los privilegiados, característica que generó en su composición un temperamento del aguante.

Planificación: en su contenido, los influencers evalúan costo-beneficio en cada una de sus acciones. Si a la noche se acostaron a las 4 de la mañana, al día siguiente no van a poder ver la clase del curso de programación que están haciendo en coderhouse. Si no hacen eso, a la larga no van a ser programadores y no van a poder independizarse de sus padres. A pesar del inmediatismo que promueven las redes, esta nueva subjetividad se enfoca en el largo plazo. Evalúa, planifica y algo todavía más importante: respeta los procesos. 

El peronismo clásico no tiene contradicción con ese espíritu. Al contrario: deberíamos volver a pensar en procesos a largo plazo. Perón era un obsesivo con la planificación estratégica. El peronismo planifica.

Individualismo: Aquí aparece a rajatabla el paradigma de la meritocracia. Un paradigma que el progresismo buscó borrar de la tradición peronista defenestrando a todos aquellos que quieran progresar por méritos individuales. Error histórico. El peronismo nunca se llevó mal con la meritocracia, al contrario: somos los padres del ascenso social argentino. Si el obrero trabajaba, cuidaba el mango y lo invertía bien, en pocos años tenía su casita, su auto y a su hijo estudiando en la universidad. Si era más osado, podía soñar con levantar una empresa y quizá hacerse millonario. 

Nosotros nunca tuvimos problema, ni con la meritocracia ni con hacer guita. Menos que menos, con la ambición del progreso personal. Por supuesto que el individualismo de estos pibes, ante la ruptura de los caminos tradicionales para el ascenso social, es más hosco. Ante la ruptura del entramado económico y social, es un individualismo exaltado, propio de la ley de la selva. Si no mato, muero, si no soy yo, es el de al lado. Un individualismo que no repara en el que sufre, que es mucho más cruel y que no concibe el ideal comunitario. Por supuesto que eso no es peronista.

El nuestro es un individuo que se realiza en la comunidad, sin embargo, esto no puede ser motivo para cancelar a las nuevas generaciones y obstruir el diálogo constructivo. Simplemente ser conscientes de que hará falta mucha educación y mucho trabajo para componer los lazos sociales que se rompieron en la comunidad. Sin juzgar a nadie, sin soberbia ni creyéndonos vanguardia. De otra manera, será imposible construir la nueva mayoría que necesitamos para gobernar los destinos de la Nación.

Por supuesto que el movimiento justicialista está en una encrucijada histórica. La vagancia intelectual de repetir 10 años lo mismo y no pensar lo que estaba sucediendo en la Argentina, tiene su costo. Sin embargo, no hay que perder la esperanza. 

La sociedad no se derechizó ni las nuevas generaciones son reaccionarias. Crecieron en un paradigma diferente, al calor de un país que se rompía cada día más. A pesar de eso, mucho de lo que estos pibes creen sobre la vida, tiene lazos, sin contradicción alguna, con nuestra tradición histórica. Para que el enemigo no haga carne de cañón con sus sueños, debemos convocarlos a un nuevo proyecto histórico: de grandeza, de sacrificio, de valentía y progreso.

Está en nuestros genes, y si alguna vez lo hicimos ¿por qué no volver a hacerlo?

  

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1 comentario

  1. Hola compañeros, muy buena nota como siempre.
    Me parece interesante pensar la diferencia entre «sacrificio» y «esfuerzo». El sacrificio es más propio de la ley de la selva mencionada, mientras que el esfuerzo es más adecuadamente peronista, ya que se realiza con otros y tiene el premio merecido. Esto es, me rompo el culo laburando toda la semana, y el domingo puedo comerme un asado con familia o amigos. O cuando como fideos con tuco puedo echarle queso rallado.
    Entiendo la intención de diálogo con esas nuevas generaciones, pero no quería dejar de aportar esa distinción que me parece relevante para el diálogo y para lo que viene.
    Abrazo!

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